Temas decisivos provocan desacuerdos perennes

By Naeem Ahmad Salik (ES), June 7, 2012

Durante el transcurso del debate animado de esta Mesa Redonda, los participantes han refutado con vehemencia las posturas de los otros y, en gran medida, se han aferrado a la suya. Yo tampoco me desviaré de este patrón por el momento. De hecho, me gustaría repasar algunos de mis argumentos previos, intentando articularlos de una manera que quizá sea más comprensible y convincente.

Sunday Jonah y yo hemos entablado una discusión sobre la expansión de la autoridad del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) para que éste pueda implementar mejor el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP); Jonah insiste en una expansión sustantiva, una idea que yo he abordado con escepticismo. Comentando sobre este desacuerdo, en su segundo ensayo, Jonah escribió que “el mismo Salik señaló […] que el TNP se ha visto afectado por estructuras de apoyo institucionales inadecuadas […]. Parece que Salik, en una medida mayor de lo que su segundo ensayo indica, concuerda conmigo en que se debe expandir la autoridad de la agencia”.

Esto no es del todo cierto. Reconozco, sin embargo, que el TNP carece de una organización que se dedique a su ejecución efectiva, siguiendo el modelo de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas y la Comisión Preparatoria de la Organización para la Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares. Debido a que el establecimiento del OIEA precede al del TNP y como el propósito principal de la agencia era apoyar al programa “Átomos para la Paz“, instaurado por el presidente estadounidense Dwight Eisenhower, la supervisión del tratado es una tarea que originalmente no se previó y para la cual la agencia no está preparada adecuadamente.

Aún así, aquellos que argumentan por el fortalecimiento de los apoyos institucionales del tratado y del sistema de supervisión, deben recordar que, precisamente porque estas estructuras no eran parte del régimen del tratado como fue aprobado por sus signatarios, las mismas no se pueden incorporar ahora tan fácilmente. Para incorporarlas se requeriría una enmienda del tratado, y ésta no necesariamente sería aceptada por todos los Estados miembros. Después de todo, la mayoría de los miembros del OIEA no ha ratificado la enmienda del año 2005, de la Convención sobre la Protección Física de los Materiales Nucleares, a pesar de que han transcurrido siete años.

El segundo punto en el que Jonah y yo hemos discrepado es el terrorismo nuclear. Aunque corra el riesgo de sonar complaciente, yo sostendría que a veces se exagera la amenaza por razones políticas. Ciertamente, un experto como Jonah entenderá que, aun si una organización terrorista llegara a adquirir los materiales necesarios para construir un dispositivo nuclear — un gran reto en sí — la dificultad técnica de la fabricación de un dispositivo utilizable sería enorme. Y cualquier dispositivo que una organización terrorista llegara a fabricar sería grande, pesado y no apto para la entrega por cualquier sistema actual de entrega disponible. Por lo tanto, en el caso improbable que un grupo terrorista llegara a adquirir un aparato nuclear, lo más probable es que se use en el país donde se obtuvieron los materiales nucleares. Esta realidad suele socavar los argumentos alarmistas sobre la importancia del terrorismo nuclear como una amenaza a la seguridad internacional. Aun así, cada país que tiene en su poder materiales nucleares, tiene la misma responsabilidad hacia la seguridad nuclear, y ambos comunicados de las reuniones cumbre sobre la seguridad nuclear de Washington y de Seúl han hecho hincapié en que el Estado carga con la “responsabilidad fundamental” de mantener la seguridad de sus materiales nucleares e instalaciones.

Adel M. Ali y yo no hemos llegado a un acuerdo sobre su insistencia de que India, Pakistán e Israel se unan al tratado como Estados sin armamento nuclear. Ali señala debidamente que el propósito del tratado es evitar que los Estados sin armamento nuclear lo adquieran, mientras se consigue el desarme de los Estados que sí lo poseen. Sin embargo, el hecho es que India, Pakistán e Israel nunca se unieron al tratado y por ende, no pueden ser acusados de violar las estipulaciones o el espíritu del mismo. (Los países como Egipto, mientras tanto, se adhirieron al tratado a pesar del hecho que el programa de armamento nuclear de Israel precedía al TNP, y luego estuvo de acuerdo con la extensión indefinida del tratado en el año 1995, perdiendo la influencia que podría ser ejercida posteriormente. Yo sigo en pie con mi propuesta previa que India, Pakistán e Israel se unan al tratado como Estados con armamento nuclear, aceptando la obligación de participar en negociaciones de buena fe hacia un desarme nuclear futuro.

En cuanto a la propuesta de Ali sobre la zona libre de armas nucleares en el sur de Asia, se debe recordar que Pakistán, en el año 1975, propuso precisamente esta idea por medio de una resolución ante la Asamblea General de la ONU — pero esta zona nunca se materializó porque se opuso la India. A estas alturas, la idea de una zona libre de armas nucleares en el sur de Asia ha sido rebasada por los acontecimientos, y a menos que haya un desarme nuclear completo y general, las armas nucleares seguirán presentes en el sur de Asia.



 

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