El agua, el clima y el torio: por qué la energía nuclear tiene sentido en Sudáfrica

By Anthony Turton (ES), August 1, 2012

A los participantes de la Mesa Redonda se les pregunta, dados los riesgos que representa el cambio climático, si la energía nuclear vale la pena para los países en desarrollo. Mi propio país, Sudáfrica, ofrece una perspectiva particularmente interesante que se puede usar para examinar esta pregunta.

Sudáfrica es mejor conocido globalmente como lo que una vez fue el hogar del apartheid. Lo que no se sabe tan bien es que durante la era del apartheid, cuando Sudáfrica se convertía en un paria internacional, las elites que tomaban las decisiones del país estaban respondiendo a lo que percibían como amenazas a la sobrevivencia nacional, fomentando el desarrollo de capacidades sofisticadas en las ciencias, la ingeniería y la tecnología. Una manifestación de esto fue el programa de armamento nuclear.

Durante su transición a la democracia, Sudáfrica abolió su programa de armamento nuclear y en el año 1991 accedió al Tratado de No Proliferación Nuclear. Por lo tanto, se convirtió en el primer país con armamento nuclear que cedía voluntariamente sus armas. Este hecho por sí solo ubica a Sudáfrica en una posición singular desde donde se puede reflexionar sobre las preguntas de la proliferación y la energía nuclear.

Con deseos de agua. Hoy en día, la mayor amenaza para la supervivencia de Sudáfrica, y ciertamente para su prosperidad, podría ser la escasez de agua — un problema que, como explicaré más adelante, está vinculado estrechamente al cambio climático.

Sudáfrica se encuentra entre los 40 países más áridos del planeta. Su ubicación entre los tres sistemas globales climáticos — la zona de convergencia intertropical, el Océano Antártico y la Oscilación del Sur-El Niño — ayuda a explicar el promedio anual de precipitación en la nación de tan solo 495 milímetros cuando se compara al promedio global de 860 milímetros. En Sudáfrica, los retos en materia de agua son tan severos que la economía nacional sólo existe ya que, por medio de proyectos de ingeniería hidráulica, los ríos han sido manipulados a escala nacional.

Lo que complica el asunto es que la mayoría de la actividad económica del país se lleva a cabo en el interior, en un altiplano central elevado y seco. Johannesburgo, la capital económica no sólo del país sino de África continental, es la ciudad más grande en el mundo que no está ubicada al lado de un río, lago o en alguna costa. Asciende aproximadamente a 1,800 metros sobre el nivel del mar, extendiéndose sobre la división continental que separa las cuencas de los ríos Orange y Limpopo.

Los ríos Orange y Limpopo, que desembocan en el Océano Atlántico e Índico respectivamente, son cruciales para la economía de la nación — pero sólo un pequeño porcentaje de la lluvia que cae en todo el país se convierte en agua para estos ríos. El tipo de conversión de la cuenca del río Orange, por ejemplo, es un exiguo 3.4 por ciento. Esto significa que, de 100 unidades de precipitación en toda la superficie de la cuenca, solo 3.4 unidades se vuelven agua para el río y, por lo tanto, son útiles para propósitos industriales. Lo que sobra se pierde en la evapotranspiración. El cambio climático probablemente hará que los tipos de conversión bajos se reduzcan aún más, ya que las pérdidas por evapotranspiración aumentarán.

Sudáfrica ha intentado resolver sus problemas crónicos de escasez de agua por medio de la construcción de presas, pero estas últimas están alcanzando sus límites. En la cuenca del río Orange, la capacidad total de almacenamiento de la presa es de alrededor un asombroso 271 por ciento del promedio anual del caudal del río. En otras palabras, casi se almacena tres veces más de agua en las presas del río Orange de lo que fluiría por el río sin presa, en un ciclo anual promedio. Esto resalta las limitaciones de agua que ponen en duda la viabilidad de Sudáfrica tanto como una democracia estable y como una nación capaz de proporcionar empleo total para todos.

Más caliente, más árido. El cambio climático, con sus nuevos riesgos extensamente mal definidos, amenaza con empeorar las cosas. El aumento en la temperatura ambiental en las cuencas de los ríos de Sudáfrica empeorará las pérdidas por evaporación e interrumpirá los patrones climáticos que de por sí son impredecibles. Y a medida que las temperaturas ambientales aumenten en las áreas que ya están bajo presión, el problema nacional de la circulación excesiva de nutrientes probablemente se agravará — ya un tercio del agua disponible en Sudáfrica es altamente eutrófica (es decir, rica en minerales disueltos y, por lo tanto, promovedora de la vida de organismos en abundancia, en particular las algas verdeazuladas).

Como profesional en el sector hidráulico, sumamente involucrado en los procesos de planeamiento estratégico, no veo un futuro viable para Sudáfrica a menos que se desarrolle una cultura sofisticada de reciclaje. Hoy en día, los recursos nacionales de agua disponibles que tienen garantías altas de abastecimiento suponen alrededor de 38 mil millones de metros cúbicos anualmente. Este número necesita incrementarse a 65 mil millones para el año 2025 si queremos alcanzar empleo pleno (asumiendo que los patrones del uso de agua de los cuales depende el empleo no se vuelvan más eficientes). Esto significa que Sudáfrica tendrá que tener acceso cada año a 27 mil millones de metros cúbicos adicionales de agua de ríos de zonas ribereñas donde no tenemos derechos de reclamo (el río Zambezi y Congo) — o tendremos que reciclar la totalidad de nuestros recursos nacionales aproximadamente 1.7 veces cada año. Pero el reciclaje, en efecto, supone la desalinización porque las sales minerales en exceso y los químicos que perturban el sistema endocrino deben ser eliminados. Esto, a su vez, requiere cantidades masivas de energía.

La plataforma energética actual de Sudáfrica, la cual se concentra en la combustión de carbón, claramente es insostenible. Pero la energía nuclear sería otra cosa — especialmente si Sudáfrica construyera plantas nucleares que usaran torio como combustible. De hecho, Sudáfrica está posicionado de manera ideal para usar reactores eléctricos a base de torio. Primero, el país tiene grandes reservas de torio, el que en la actualidad es considerado como un mineral de deshecho con pocos usos comerciales. Segundo, Sudáfrica es una autoridad moral en el ámbito nuclear en virtud de su abandono del programa de armamento, y por ende, sería un candidato ideal para liderar el uso de torio, combustible que demuestra más resistencia a la proliferación. También cabe mencionar que Sudáfrica se encuentra entre los relativamente pocos países en desarrollo que ya utilizan la energía nuclear y no carece de la capacidad técnica en este sector.

El futuro de Sudáfrica será dictado, en gran medida, por la manera en que el país aborde su dilema de escasez de agua, y por su capacidad de generar empleos en medio de las limitaciones crecientes de recursos. Se requieren cambios exhaustivos si se quieren alcanzar las metas del país. Como el interior está ubicado en el altiplano, se requieren cantidades masivas de energía para bombear agua cuesta arriba para alcanzarlo; al final, las industrias más importantes probablemente tendrán que reubicarse en la costa. Probablemente, la desalinización del agua de mar se volverá la base hidráulica de la economía nacional, y esto sugiere un mayor rol para la energía nuclear.

Sudáfrica goza de la abundancia tanto de uranio como de torio, pero el último de estos recursos podría brindarle al país la energía relativamente limpia que requiere para su desarrollo económico sin introducir nuevos riesgos de proliferación.



 

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