Aumentar el acceso a servicios energéticos, mejorar la vida de las mujeres

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La falta de acceso a los servicios de energía modernos representan un problema urgente para el mundo en vías de desarrollo, y de igual manera lo es para las mujeres. De acuerdo con una serie de informes patrocinados por el Programa de Desarrollo de la ONU, mil millones de personas alrededor del mundo son atendidas en instalaciones médicas sin electricidad, y un 99 % de las muertes durante el parto ocurren en países en vías de desarrollo con instalaciones en malas condiciones. Muchas mujeres pobres pasan buena parte de su tiempo realizando trabajos que podrían hacerse de manera más simple si tuvieran acceso a la electricidad, y muchas veces la preocupación por su seguridad impide que las mujeres salgan a la calle de noche en lugares donde no hay alumbrado público. Los niños también son perjudicados, más de un 50 % de los niños en el mundo en desarrollo asisten a escuelas primarias que carecen de electricidad, y esto puede provocar resultados educacionales visiblemente peores. Sin embargo, el acceso a servicios modernos de energía podría aumentar a través del establecimiento de proyectos hidroeléctricos de pequeña escala, del uso de sistemas solares en casa o de la existencia de una red eléctrica (que podría producirse mediante combustibles tradicionales o por medios renovables), entre otros métodos. A continuación, Dipak Gyawali de Nepal, Kalpana Sharma de la India y Tri Mumpuni de Indonesia responden a la siguiente pregunta: ¿Cuáles métodos para la expansión del acceso a la energía serán los más prometedores para mejorar la vida de las mujeres y niños pobres del mundo en vías de desarrollo?

Round 1

Dándole energía a las aldeas, mujeres y familias

En muchos sentidos, Indonesia está avanzando económicamente de manera importante. De acuerdo al Banco Mundial, un 17,8 % de indonesios vivían por debajo de la línea de pobreza en 2006, pero este número actualmente ha disminuido a un 12 por ciento. La economía del país, ahora la décima sexta más grande del mundo, podría volverse la séptima más grande para el 2030. La empresa de consultoría gerencial McKinsey & Company reportó que 45 millones de un total de 240 millones de personas en Indonesia pertenecen a la clase de consumidores, un número que se pronostica crecerá a 170 millones en menos de dos décadas. Indonesia también se está urbanizando rápidamente. El 53 por ciento de la población vive en ciudades, y se espera que para el 2030 haya un 75 %.

Pero ¿de qué les sirven estas estadísticas a los indonesios — en especial a las mujeres en áreas rurales– cuyas vidas no se han visto beneficiadas hasta ahora por la creciente prosperidad? Cuando se trata de temas energéticos, no sirven para nada.

Indonesia es un país donde existen muchos recursos energéticos viables, sin embargo, la tasa de electrificación es tan solo del 57 %. Y donde los recursos energéticos son deficientes, en especial en las aldeas, las mujeres son quienes salen más perjudicadas. Ellas tienen que ir por la madera para la leña, el principal recurso de energía para la mayor parte de las familias. Ellas preparan la comida y buscan el agua potable, quehaceres que son muy difíciles cuando no tienen a su alcance servicios modernos de energía. En una familia indonesia tradicional, y en especial en comunidades rurales, las mujeres son el pilar del bienestar económico de la familia, y hacen frente a grandes dificultades cuando no disponen de energía moderna.

IBEKA, la organización no gubernamental de la cual soy directora ejecutiva, se centra principalmente en el desarrollo rural. Principalmente, ayuda a las áreas rurales para que alcancen su potencial económico proporcionándoles las tecnologías adecuadas de energía. IBEKA también pretende proteger el medioambiente y crear conciencia sobre la importancia de temas medioambientales para el desarrollo.

La energía renovable es proporcionada por las turbinas eólicas, paneles solares y biogas, entre otras tecnologías. Pero en Indonesia, un país bendecido con una enorme fuente de agua, la microhidraúlica — la utilización de agua a pequeña escala para generar electricidad –es frecuentemente la más apropiada.

Los proyectos microhidraúlicos se establecen de acuerdo a dos esquemas principales. El primero genera electricidad para una planta eléctrica individual que no está conectada a la red nacional. Dicho sistema fue creado por la comunidad para su propio uso: la comunidad estuvo involucrada en el planeamiento desde las primeras etapas y se hizo responsable del proyecto, después de recibir capacitación técnica y gerencial, para la administración, la operación y el mantenimiento; al final la comunidad es el único dueño del sistema.

La electricidad generada satisface las necesidades básicas de alumbrado, pero las mujeres aldeanas también utilizan la electricidad para las funciones agrícolas, tales como fabricar el aceite de pachulí y citronela, tostar y moler el café, secar el cacao, etc. Las mujeres están creando grupos de cooperativas empresariales que les proporcionan el estatus legal para lidiar de manera equitativa con otras partes. Se generan nuevos ingresos y el bienestar de la familia está asegurado.

El segundo es un esquema de conexión a la red, una aldea que ya está conectada a una red establece una instalación microhidraúlica para vender la electricidad excedente. El dinero se utiliza para el fondo de desarrollo de la aldea, el que supervisan los residentes y que operan de acuerdo a un consenso. En la aldea Cinta Mekar en el Oeste de Java, la instalación microhidraúlica fue construida en 2004 con la ayuda de IBEKA y otras organizaciones, los ingresos se utilizan para el cuidado de salud de la aldea, becas, capital inicial y para otros propósitos vinculados al desarrollo. La cooperativa administra el fondo y quien la dirige es una mujer; la secretaria y tesorera también son mujeres. La comunidad confía en estas mujeres y ellas tienen gran influencia sobre el proyecto.

En la aldea rural, a menudo es más fácil desarrollar un sistema de infraestructura que supone desde un principio la participación amplia de las mujeres, ya que una vez que la infraestructura está lista, a menudo son las mujeres quienes se benefician más de ella. Pero las familias enteras se benefician de una aldea recién electrificada porque la mujer es liberada de la tarea de recoger la madera, buscar agua y realizar otras tareas de poca importancia. Proporcionar electricidad en áreas rurales también significa darle energía a las mujeres, para que luego ésta se transmita a las familias.

Energía alternativa, mujeres con poder

Sobre el camino que conduce a la controvertida instalación nuclear en Kudankulam en la India, en el estado sureño de Tamil Nadu, el visitante se encuentra con una visión inesperada, kilómetro tras kilómetro de gigantes molinos de aire girando indolentemente. No tiene sentido que un recurso energético inocuo para el medioambiente, como el molino, esté ubicado tan cerca de algo tan peligroso como una central nuclear.

Si Ud. hablara con cientos de mujeres en esta región, las que han protestado por años en contra de la instalación Kudankulam (aunque sus hogares sólo usan su electricidad de vez en cuando), ellas le comentarán que preferirían que desarrollaran más la energía eólica que la nuclear. ¿Por qué, dicen ellas, el gobierno decidió utilizar la energía nuclear cuando hay alternativas mucho menos peligrosas a su alcance?

De todos modos, las probabilidades de que estas mujeres se vean beneficiadas por la energía, que en un futuro sería generada por la muy postergada planta nuclear es baja, ya que la electricidad se suministrará a la red y será utilizada por personas en otro lugar. Efectivamente, millones de mujeres y hombres que viven en la costa y en los ríos de la India, o en florestas que podrían quedar sumergidos bajo proyectos hidroeléctricos, se plantean la siguiente pregunta cuando se propone un proyecto costoso de energía a sus alrededores: ¿Quién va a beneficiarse?

La historia de los proyectos a gran escala en la India ha demostrado una y otra vez que las personas más cercanas a ellos, los que podrían ser desplazados o sufrir por la contaminación, rara vez se ven beneficiados. El propio gobierno admite que casi la mitad de las personas en las aldeas de la India no tienen acceso a electricidad. A nivel nacional, más de 400 millones de personas carecen de este acceso. Las mujeres son las más afectadas: ellas pasan horas diariamente recogiendo madera para la leña, y tienen miedo de salir fuera después del atardecer por falta de alumbrado eléctrico y las niñas dejan de asistir a la escuela porque es imposible estudiar en lo oscuro.

Parece que esto no le importa a las personas que diseñan las políticas energéticas en la India. Si les importara, verían la necesidad de desarrollar fuentes alternativas de energía. La red energética centralizada del país no ha ayudado en nada a 400 millones de personas y no es probable que satisfaga sus necesidades en un futuro cercano. Con el aumento en la urbanización, la demanda eléctrica va creciendo rápidamente, mucho más que la oferta. Casi todas las ciudades enfrentan un déficit significativo de electricidad. Los apagones de luz diarios, que durante los meses de verano pueden ser de un día entero, se han vuelta la norma en la mayor parte de las zonas urbanas en la India. Mientras tanto, hay menos electricidad disponible en el resto del país.

Por varias décadas, la solución estuvo en las propias narices de la India. Sólo ahora está ganando impulso, pero no lo suficiente como para marcar una diferencia importante.

Tomemos por ejemplo una solución obvia, la energía solar. En un país que goza de más de 300 días soleados por año en la mayor parte de su territorio, parece un misterio que la energía solar no juegue un papel más importante en el ámbito energético de la nación. Pero, en realidad, no es un gran misterio. La energía solar rinde más cuando proviene de recursos energéticos descentralizados, y los gobiernos prefieren métodos centralizados con gran densidad de capital para la generación de electricidad.

Paradójicamente, la India se enorgullece de su sistema de gobierno descentralizado. Además, el país ha facilitado la participación de las mujeres en los consejos de las aldeas, al reservarles a las mujeres un tercio o la mitad de los escaños. Sin embargo, cuando se trata de un tema crucial, como la política energética, en la que cualquier cambio podría transformar las vidas de millones de mujeres pobres en las zonas rurales, la manera de proceder del gobierno permanece centralizada.

Los experimentos con la energía solar en la India ya han demostrado los beneficios de la utilización de recursos energéticos que permiten el control local. En el estado sureño de Karnataka, por ejemplo, la compañía privada que se llama Selco ha desarrollado un modelo que funciona y puede ser copiado para el uso de energía solar. Esencialmente, el método de Selco implica el vínculo de la tecnología con las finanzas. Hogares de bajos ingresos en pueblos pequeños, donde batallan contra el inestable suministro de electricidad, pueden obtener préstamos bancarios para comprar paneles solares. Pagan su deuda a plazos, mientras se benefician de la energía que tanto necesitan.

Esta manera de responder al suministro energético ha demostrado ser útil para las mujeres vendedoras que viven de lo que ganan a diario y que a menudo se organizan en grupos de auto ayuda. La compañía selecciona a una mujer para proporcionarle asistencia financiera para establecer un banco de baterías recargables con energía solar. Los comerciantes rentan estas baterías diariamente y así los negocios permanecen abiertos después del anochecer. El ingreso adicional cubre con creces el costo de la renta. Dados los miles de grupos de auto ayuda que existen alrededor de la India, ese método podría ser imitado de manera muy fácil.

En el estado desértico de Rajasthan, las mujeres aldeanas de mediana edad reciben entrenamiento sobre la mecánica solar por medio de iniciativas del Barefoot College, una organización no gubernamental que trata temas rurales desde hace unas décadas. Estas mujeres aprenden a instalar, darle mantenimiento y reparar los paneles solares y el alumbrado. Ellas, decenas hasta ahora, han introducido la energía solar en sus aldeas. Al capacitar a las mujeres, Barefoot College garantiza que esta especialización se quede en las aldeas (ya que es más probable que los hombres emigren para buscar trabajo). Para las aldeas remotas, cuya probabilidad de obtener electricidad por la red es extremamente baja, esta manera descentralizada es más prometedora.

Se podría criticar, y muchas personas lo hacen, que los programas pequeños como estos no podrían sobrepasar un cierto nivel. Pero el hecho de que sean de pequeña escala es lo importante. Los proyectos energéticos de gran escala tienen tales deficiencias que 400 millones de personas sufren por ellas. El sistema energético descentralizado, entretanto, se adapta a las necesidades locales, y en el proceso, da fuerzas a las mujeres, desmitifica la tecnología y protege el medioambiente.

Para mejorar el acceso, hay que deshacerse de los monopolios

Dentro del mundo en vías de desarrollo, por lo general la mujer es quien lidera la primera línea en el ámbito energético. Ella es la que va en busca de agua, a menudo en un trayecto de horas, cargándola en la espalda por falta de bombas y tuberías; ella prepara el grano y las verduras varias veces al día para que su familia pueda comer; y es ella la que se encarga de la rutina inacabable del quehacer, los niños, y mantener la ropa limpia. Lo que ella espera en términos de energía es simple, no le importan los análisis de simulación de energía, ni los modelos arcaicos de optimización, ni los arbitrajes para las subastas. Sólo quiere electricidad a su disposición para que le ayude a realizar sus quehaceres hogareños. Quiere que la electricidad tenga voltaje y frecuencia estables, y un costo bajo de kilovatio por hora. Quiere poder ir a golpear la puerta, en algún lugar cercano, de la persona que no le proporciona estos servicios, como lo haría en la tienda donde compra las verduras. (Para ella, un gerente nacional de servicios en una capital lejana es tan inútil como si se encontrara en la luna). Para explicarlo de otro modo, ella quiere ejercer el control democrático sobre los recursos indispensables de energía que son vitales para el bienestar cotidiano de su familia.

La electricidad, que alguna vez se consideró un lujo para el mundo en vías de desarrollo, se ha vuelto una necesidad y un derecho humano. Sin electricidad, las naciones y ciudadanos no pueden alcanzar su potencial económico. Los medicamentos básicos que salvan vidas no pueden almacenarse en las instalaciones locales de salud. Los ciudadanos no tienen acceso a información acerca de las decisiones políticas cruciales que se deciden en las capitales de las naciones, ni pueden entablar una relación con sus representantes por medio de la Internet o por sus teléfonos móviles. La electricidad refleja hasta qué nivel alguna persona está ejerciendo su ciudadanía y cumpliendo con las obligaciones respectivas.

Aumentar el acceso a la electricidad es un reto, pero en mi opinión, el mayor desafío no se trata de cómo generar la electricidad, sino más bien en cómo democratizarla. En el siglo 20, se establecieron muchos métodos creativos para generar (y hasta cierto punto almacenar) la electricidad. Hoy en día, la electricidad se puede obtener de la quema de combustibles fósiles, pero también se consigue de los recursos hídricos, mareomotrices, geotérmicos, solares, de biomasa, desechos, y fuentes nucleares. Claro, todos estos tipos de recursos energéticos tienen sus defectos. El uso de combustibles fósiles debe ser limitado para contener el calentamiento global. La hidroeléctrica conlleva graves consecuencias sociales y medioambientales e incita pasiones políticas profundas. La energía solar es complicada, ya que es difícil almacenar de manera adecuada la energía que se genera y deshacerse de los restos peligrosos de baterías. La energía nuclear genera deshechos radioactivos. Pero con el tiempo se podrían superar la mayoría de estos problemas, aunque las soluciones requieran ingenio y conlleven un costo.

Esas son las buenas noticias. Las malas noticias son que el verdadero obstáculo para aumentar el acceso energético es el débil legado del siglo pasado: la electricidad típicamente es suministrada por instituciones no muy receptivas. En la mayor parte de los países del sur –incluyendo a mi país, Nepal, que yace sobre una mina de oro hidroeléctrica en el Himalaya, pero cuya red eléctrica sufre de apagones de aproximadamente 12 horas cada día– la electricidad es distribuida por un monopolio vertical integrado que demuestra mucha rigidez y es insensible a los intereses del consumidor. Tales instituciones están más preocupadas por ejercer control que proporcionar servicios y en los casos más viles generar escasez eléctrica para maximizar su control. El enfoque principal de muchos de los organismos es la construcción y no la administración en su totalidad. Su manera de pensar los conduce a la ignorancia de los temas que son más importantes para los consumidores: la distribución, la administración y la creatividad de su uso final.

La calidad de los servicios, a menudo, es mala. Además de los apagones de luz, los consumidores hacen frente a las fluctuaciones en frecuencia y voltaje que reducen el tiempo de vida de los electrodomésticos, tales como las bombas eléctricas y televisiones. Las pérdidas técnicas de electricidad por causa de equipo ineficiente y por el aumento peligroso de líneas eléctricas son altamente inaceptables en la mayoría de los países del sur, pero, peor aún, los consumidores se roban la electricidad (a menudo con la complicidad del personal de los servicios) a tal grado que equivaldría a la bancarrota de cualquier compañía sin subsidio estatal. Los consumidores honestos pagan por estas pérdidas con costos más altos por el servicio o mediante impuestos más elevados. Como individuos, los consumidores son incapaces de enfrentar a los gigantes de la electricidad, quienes tienen todo a su favor.

Los proyectos rurales de desarrollo exitosos han demostrado que es posible superar estos problemas, siempre que los monopolios verticales integrados se separen en entidades de generación, transmisión y distribución; la última de éstas es vital para asegurar la supervisión receptiva y democrática a nivel comunitario. Así las compañías separadas se mantienen unas a otras bajo control. La rendición de cuentas se transparenta porque los consumidores pobres, que son incapaces de incidir en los niveles de generación de energía y transmisión, van percibiendo su mayor influencia a nivel de distribución. (Ésta es la razón por la cual la rendición de cuentas de proyectos de electrificación a pequeña escala, tal como las plantas microhidráulicas, es mucho mejor que cuando la electricidad se suministra desde instalaciones generadoras lejanas).

Separar la distribución de los otros elementos del negocio de la electricidad es una reforma estructural importante que contribuye a la democratización de las redes eléctricas. También es importante asignar a las municipalidades, comités de aldeas o cooperativas locales la mayor parte de la responsabilidad para administrar la distribución. Otra reforma importante supone realizar audiencias públicas cuando se establezcan los precios y se hagan planes para aumentar la distribución. Sólo mediante reformas como éstas, los pobres en áreas rurales –muchos de éstos mujeres a cargo de hogares en la ausencia de hombres que emigraron para encontrar trabajo– podrán exigir acceso a un mejor sistema eléctrico, lo cual es su derecho. Sólo ellas pueden tomar las riendas del asunto para asegurarse de que la electricidad les proporcione un descanso y mejore su calidad de vida, por ejemplo, con la ayuda de electrodomésticos como refrigeradores que eviten que se eche a perder la comida preparada, lavadoras que ahorran agua y eliminan el trabajo forzado que lastima la espalda, y los teléfonos móviles que se usan para pedir ayuda cuando se lastiman los niños.

Dondequiera que se hayan establecido estas reformas –por ejemplo en algunas partes rurales de Nepal, donde han surgido unas 200 asociaciones comunitarias de usuarios de electricidad — los aldeanos se han visto beneficiados de las tecnologías como el riego por elevación, que duplica y hasta triplica el cultivo en la agricultura comercial. La separación eléctrica del trigo reduce a la mitad el trabajo doméstico (por lo general, desempeñado por las mujeres), que se requiere para la ganadería. El acceso a Internet permite que los niños reciban mejor formación y que los pequeños agricultores averigüen donde pueden vender sus verduras al mejor precio.

Las empresas poderosas no receptivas son un terrible legado del siglo 20. Además, son el mayor obstáculo para mejorar el acceso a la electricidad de las personas más pobres en los países en vías de desarrollo, ya sean mujeres, niños u hombres.

Round 2

Recursos locales, beneficios locales

Los participantes de esta Mesa Redonda están de acuerdo en que los métodos para la energía con base en la comunidad, tales como la solar y microhidráulica, a menudo son los más propicios para mejorar las vidas de la gente pobre, en especial las de las mujeres, en comunidades rurales. Sin embargo, me gustaría analizar las maneras en que otras políticas energéticas no han podido responder a los intereses de los residentes rurales de Indonesia y a la larga, del gobierno.

Empecemos con el boom del petróleo en los años 70 en Indonesia. La respuesta del gobierno a la electrificación rural consistía en proporcionar generadores abastecidos por aceite diesel a los sub distritos alrededor del país. Pero el gobierno tuvo que subsidiar los precios de petróleo, y las políticas se volvieron una carga. Peor aún, tomando en cuenta que un factor que contribuye a la pobreza, por lo general, es la incapacidad de la comunidad de beneficiarse de los recursos locales a su alcance, las comunidades se vuelven altamente dependientes del combustible proveniente de otros lugares.

Entonces, en 1992, el gobierno privatizó parcialmente el sector energético, permitiendo la creación de plantas energéticas independientes (IPPs, por sus siglas en inglés) para la generación eléctrica. Las compañías multinacionales típicamente eran dueñas de las IPPs en empresas conjuntas con las compañías indonesias. Esto se convirtió en un gran problema cuando estalló la Crisis Financiera Asiática en 1997 y la rupia sufrió una fuerte devaluación  —las plantas energéticas independientes tenían que cobrar en dólares estadounidenses por la electricidad generada, pero los indonesios pagaban sus facturas de electricidad en moneda local. Por lo tanto, el gobierno tenía que pagar la diferencia.

Entretanto, las IPPs  sólo estaban dispuestas a expandir su servicio a nuevas áreas si les aportaran ganancias. Por lo tanto, el gobierno tenía que responsabilizarse de proporcionar energía a lugares poco rentables. Como resultado, muchas áreas rurales siguieron sin electricidad.

El gobierno pudo haber evitado todo esto si hubiera dirigido su foco de atención a la creación de un suministro de electricidad que se basara en la comunidad. Tal respuesta hubiera reconectado a las comunidades con recursos locales, fomentado la independencia, apoyado la actividad económica y dado poder a la gente.

La energía con base en la comunidad, tal como la microhidráulica, proporciona a las aldeas un buen servicio eléctrico a precios accesibles. Ayuda a la conservación medioambiental, ya que demuestra a los miembros de la comunidad que preservar los recursos en zonas de captación de agua asegura el suministro eléctrico. No requiere largas líneas de transmisión. Debido a estas razones, IBEKA, una organización no gubernamental de la cual soy director ejecutivo, se ha concentrado desde los años 90 en la inserción de proyectos microhidráulicos en áreas rurales.

Pero el éxito de la microhidráulica requiere que las comunidades estén preparadas adecuadamente para gestionar el sistema eléctrico una vez que éste se instale. Afortunadamente, la microhidráulica es una tecnología fácil de usar para los usuarios y por lo tanto, los miembros de la comunidad pueden entenderla fácilmente y, con algo de capacitación técnica y de administración, supervisarla. Desde un punto de vista técnico, las comunidades deben tener la capacidad de operar y dar mantenimiento al equipo de generación y transmisión eléctrica. Desde un punto de vista de administración, los miembros comunitarios deben crear una cooperativa y aprender a resolver problemas, tales como el cobro de los pagos de los clientes y cómo reservar dinero para el mantenimiento. Si sobra dinero, las cooperativas podrían destinar los fondos a otros proyectos que generarían más ingresos. Esto a menudo se materializa con las mujeres que procesan los productos agrícolas, algo que en primer lugar, sólo podrían hacer porque tienen electricidad a su alcance

Centrarse en la cocina

Dipak Gyawali argumenta que el reto de la democratización eléctrica es mayor que generarla , —y que desbaratar los monopolios verticalmente integrados es la clave para la democratización. Mi propio país, la India, es un ejemplo interesante para analizar esta idea. Desde que la India logró su independencia del Imperio Británico hace 66 años, las autoridades centrales de energía han acumulado un enorme poder—, y la visión de aldeas con un gobierno descentralizado y auto suficientes de Mahatma Gandhi, lo cual analizó Gyawali en su segundo ensayo, hoy no es más que un sueño lejano.

Aún así, el gobierno argumentaría que ya ha desbaratado el monopolio eléctrico. En el papel, esto es verdad: Hoy, la India tiene empresas separadas en distintos estados para la generación, transmisión y distribución eléctrica. Sin embargo, cada empresa sigue siendo una institución profundamente centralizada desde arriba. A estas compañías, aunque han sido disueltas, les importa menos la equidad que el resultado, y la disolución no ha proporcionado el acceso a electricidad para aquellos que carecen de ella.

El programa de electrificación rural del gobierno en 2006, prometió acceso a electricidad a todos los hogares para el 2009-2010, pero no se alcanzó la meta por un margen espectacular y ahora se prorrogó hasta el 2017. La razón principal de este fracaso, en mi opinión, es la confianza que el gobierno otorga a la red eléctrica, mas que a un sistema de generación y distribución descentralizado, al cual todos los participantes de esta Mesa Redonda han expresado su apoyo. 

Pero el sector eléctrico de la India no sólo ha sido desbaratado, también ha sido expuesto a la competencia. Después de que la India instituyó reformas de mercado en 1991, y los legisladores empezaron a buscar soluciones basadas en el mercado para los problemas nacionales, el mercado eléctrico abrió las puertas al sector privado. Los monopolios estatales no rendían, por lo tanto, vieron como respuesta la privatización y el libre mercado. Pero la privatización no ha respondido a la inequidad o eliminado las deficiencias en el sector eléctrico. El sector privado ha demostrado el mismo poco interés que las compañías estatales para aumentar el acceso a la electricidad en las partes del país donde la gente carece de ella.

La cruda realidad es que 400 millones de personas en la India carecen de electricidad.   Por lo tanto, a las personas que les interesa reducir la carga de las mujeres pobres, ¿el foco de atención debería dirigirse a la expansión del acceso a electricidad a los hogares rurales? O, ¿sería más adecuado diseñar planes que satisfagan las necesidades energéticas, no necesariamente necesidades eléctricas, en hogares rurales?

Si el foco se va a dirigir a las necesidades energéticas rurales, la prioridad debería ser el suministro de combustibles modernos para cocinar, una área donde el avance en la India ha sido muy lento. De acuerdo a una encuesta (National Sample Survey) que el gobierno llevó a cabo en 1999 y 2000, el 86 % de los hogares rurales dependen de leña, residuos de madera o tortas de estiércol como fuente principal de energía para cocinar. Diez años después, este número ha mejorado sólo a un 83 %. Depender de tales combustibles para cocinar representa un enorme desgaste de tiempo y de energía de las personas: Se calcula que cada año, en la zona rural al norte de la India, se gastan 30 mil millones de horas buscando leña para el fuego y otros combustibles tradicionales. Obviamente, las mujeres son quienes se hacen cargo de la mayor parte de las tareas. Es problemático hablar sobre un mundo con acceso universal a la electricidad cuando la realidad de hoy en día es que la principal necesidad energética, la energía para cocinar, continúa sin ser satisfecha. 

El extinto Amulya Reddy, un visionario en el campo de la tecnología adecuada, dijo que las necesidades rurales energéticas son una "prioridad abandonada". En el ensayo seminal de 1999 en Economic & Political Weekly, Reddy señaló los esfuerzos sostenidos de los 70 para desarrollar sistemas energéticos rurales que se centraran principalmente en las necesidades para cocinar. Pero, estos esfuerzos se abandonaron, y Reddy argumentó que el resultado fue "la aceptación de una sociedad de "doble-combustible"…donde los pobres cocinan con combustibles sólidos y sucios en estufas relativamente ineficientes y los ricos gozan de combustibles transparentes y limpios…en estufas eficientes. Había también muy poca conciencia del marcado prejuicio de género en contra de las mujeres en este cambio de prioridades".

Catorce años después de que Reddy publicó su ensayo, la India continúa siendo una sociedad de "doble-combustible". Si  se quiere corregir esta inequidad en la India y en otros países, los esfuerzos deben centrarse en el combustible para la cocina, que es la necesidad más importante para la gente, y en especial para las mujeres.

La distribución eléctrica en manos de la gente y no de las instituciones

Los tres autores de la Mesa Redonda apoyan un sistema energético democrático y descentralizado en el cual los pobres y marginados — quienes son primordialmente mujeres — desempeñen un rol activo. En mi primer ensayo, me concentré principalmente en los temas alrededor de la distribución energética, mientras que mis colegas Kalpana Sharma y Tri Mumpuni se concentraron principalmente en el suministro eléctrico. Aparte de esto, las diferencias de opinión de los autores parecen sustentarse básicamente en experiencias personales en sus respectivos países.

Cuando se trata de sistemas energéticos descentralizados que puedan responder a los marginados, la Indonesia de Mumpuni es la más favorecida por la geografía: La práctica de descentralización se impone sobre esta nación que cuenta con un sinnúmero de islas. De cierto modo, Nepal es similar: Las aldeas en la cimas montañosas son parecidas a las islas, separadas, no por aguas profundas sino por valles profundos. La desventaja de Nepal está en que los planificadores y los políticos mayormente han sido educados sobre tecnologías aptas para los llanos, donde lo sistemas centralizados son relativamente fáciles para construir y operar. Ellos quieren expandir su red nacional para deshacerse de las aldeas aunque tiene más sentido dejar que las aldeas desarrollen su propia mini red.

La India de Sharma, un subcontinente vasto y diverso, no se presta para generalizaciones fáciles, pero sin duda se puede decir que la historia colonial de la India ha moldeado las instituciones administrativas nacionales, incluyendo las instituciones energéticas. Mohandas Gandhi tenía una visión de un pueblo autónomo, pero esta visión no pudo realizarse una vez que el mahatma fuera asesinado: el Imperio Británico regresó con fuerza disfrazado de un socialismo nehruviano, por medio del cual el Gobierno tomaba el control absoluto de los mandos dominantes de la economía, el transporte, la energía, etc. Las tecnologías energéticas descentralizadas son perfectas para la India, un país tropical y semi tropical con litorales extensos. Pero los barones energéticos, quienes favorecen el control centralizado de las plantas energéticas, se burlan de la energía solar, de biomasa y eólica, llamándolas ornamentales.

Sigo creyendo que, si un sistema democrático energético es la meta, y los pobres marginados se adueñaran del sistema energético que tendrá un gran impacto en sus vidas, deberán deshacerse del monopolio eléctrico integrado verticalmente. Además, la democratización tiene que empezar en la distribución del negocio, y no en la generación de energía (y hasta los sistemas pequeños y aislados de energía requieren garantías jurídicas que protejan los derechos de las personas locales). En muchos lugares, la democratización representa una batalla difícil contra las fuerzas de la historia. Sin embargo, Nepal ha tenido algunos éxitos.

Diptara Thamsuhang es la co presidenta de la Cooperativa de Pequeños Agricultores de Baluwadi, una aldea en el distrito de Jhapa. De los 462 miembros de la cooperativa, 73 son mujeres, pero el comité ejecutivo está compuesto en su mayoría por mujeres. Diptara y otros gestionan la distribución eléctrica en la aldea, la compran por mayoreo de la Autoridad Eléctrica de Nepal y luego la venden, y también han instalado muchas unidades de biogas. La cooperativa obtiene una ganancia importante de sus ventas de electricidad, y esto permite la creación de un programa sostenible de microcréditos que financia pequeñas dificultades del proceso agrícola. Esta actividad económica no sería posible sin electricidad.

Meena Khadga es la co presidenta del Centro para el Desarrollo Infantil Comunitario y el Empoderamiento de Mujeres en Katari, una aldea en el distrito de Sindhuli. El centro administra la distribución eléctrica para 532 hogares y mantiene una política de capacitación y empleo sólo para mujeres para leer el medidor, la instalación eléctrica y las reparaciones. El centro está planeando invertir las ganancias de su negocio de electricidad en plantas hidroeléctricas pequeñas. La energía excedente financiará campañas para la salud infantil, entre otras cosas.

Avances como estos no serían posibles si el monopolio eléctrico nepalí no hubiera sido parcialmente reformado en el 2003 por medio de una serie de normas para la comunidad energética; sólo estos cambios institucionales permitieron que Diptara y Meena se hicieran dueñas de su destino eléctrico. Si estas mujeres fueran consumidoras aisladas, endeudadas por dictados de gerentes lejanos, las iniciativas en las que hoy están involucradas serían impensables.

Las autoridades que no estuvieron de acuerdo con las reformas, y los intereses poderosos aún se oponen a la descentralización. En 2009, presentaron un regresivo proyecto de ley de electricidad al parlamento nacional que hubiera promovido los intereses de los fabricantes hidroeléctricos interesados en la exportación a gran escala, y afectaría gravemente la libertad de las mujeres líderes de la comunidad, tales como Diptara y Meena. La asociación nacional de usuarios de electricidad para la comunidad, a la cual pertenecen las dos mujeres, realizó una campaña en contra del proyecto de ley; y el cabildeo con los legisladores pudo hundirlo. Esto es el poder democrático en acción, pero sólo es posible cuando se instituyen reformas que permiten iniciativas comunitarias en la administración de la distribución.

Round 3

Las mujeres y la energía: una oferta en paquete

Como se ha establecido en esta Mesa Redonda, las mujeres asumen la mayor parte de las cargas asociadas con el pobre acceso a la energía en el mundo en vías de desarrollo. Son las mujeres quienes pasan horas recogiendo leña en el bosque, o caminan varios kilómetros para comprar una lata de 5 litros de keroseno que cubre las necesidades de alumbrado y cocina de una familia por unos pocos días. Del mismo modo, cuando las personas tienen acceso a servicios de energía modernos, las mujeres son las primeras en beneficiarse — algo tan sencillo como una arrocera puede hacer mucho para aliviar la carga de la mujer. Y cuando la electricidad reduce la carga de una mujer, todos los miembros de la familia también se benefician.

Pero antes de que la tecnología energética sea instalada y las familias pobres puedan empezar a ver mejoras en sus niveles de vida, deben estar preparados para lo que está por venir. Las organizaciones que ayudan a establecer sistemas de energía en la comunidad deben contar con programas que capaciten a personas para administrar y mantener las nuevas instalaciones de energía basada en una cooperativa. Es imperativo que las mujeres desempeñen un papel importante en este proceso, y efectivamente suelen hacerlo, aunque algunas veces deben ser presionadas un poco.

Generalmente, el proceso comienza con una reunión de la aldea, durante la cual la información es difundida a los residentes (hombres y mujeres). En algunas zonas muy conservadoras de Indonesia, como Aceh en el norte de Sumatra, no es costumbre que las mujeres asuman un papel en temas de planificación de la aldea, sin embargo, es primordial que las mujeres sean invitadas a las reuniones. En tales zonas, las mujeres generalmente permanecen afuera en la primera reunión, escuchando el procedimiento pero sin participar. Esto probablemente procede de la misma manera en la segunda reunión. Pero para la tercera, las mujeres están sentadas junto con los hombres y hacen oír sus voces. Una vez que se ha dado ese paso, las mujeres desempeñan generalmente un papel fundamental en todo el proceso de planeación (aunque las costumbres y la cultura locales son un obstáculo demasiado grande en algunos lugares).

Es muy importante que haya un líder a favor de las mujeres en el comité de la cooperativa. Las mujeres en los comités de administración generalmente reflexionan cuidadosamente sobre las maneras en que aldeas enteras se verían beneficiadas por la electricidad y  están a favor de tomar medidas como el establecimiento de centros industriales de la comunidad donde los residentes pueden añadir valor a los productos agrícolas locales. Las mujeres se aseguran que las reglas y reglamentos beneficien tanto a hombres como a mujeres y hacen todo lo posible para que la electricidad sea accesible para todos los habitantes. Algunas veces es muy difícil para las mujeres tener un puesto en los comités, pero cuando lo logran, uno puede estar seguro que harán valiosas contribuciones a la administración y mantenimiento a las nuevas instalaciones de energía de la comunidad.

Para asegurar que todos los miembros de una comunidad pobre reciban los beneficios de la electricidad, la participación de las mujeres es indispensable. En éste sentido, la tecnología de la energía y la participación de las mujeres son una oferta en paquete: sin una de ellas, sería muy difícil mejorar la vida de los pobres en las zonas rurales.

La energía, las mujeres y la gobernanza

La diferencia de opinión entre los participantes de la Mesa Redonda es pequeña. A tal grado que difieren, pero probablemente es debido a las diferencias entre los países de origen de los autores. En el Nepal de Dipak Gyawali y en la Indonesia de Tri Mumpuni, tal vez es más fácil adoptar un modelo de generación eléctrica que se basa en "lo pequeño es bello". La India, por su vasta población, debe adoptar tanto proyectos grandes como proyectos menores para satisfacer sus necesidades.

Pero en cualquier país en vías de desarrollo, no se puede empoderar a las mujeres, ni reducir su carga, únicamente al establecer sistemas que generan y suministran electricidad. Los sistemas de gobernanza también deben ser tomados en cuenta.

En su ensayo de la segunda ronda, Gyawali discutió la autonomía ideal de las aldeas de Mohandas Gandhi. Este ideal yace en el centro de un modelo contemporáneo y descentralizado de gobierno a nivel comunitario, conocido como panchayati raj, que la India aprobó mediante una enmienda constitucional en 1992. En la India tradicional, cinco ancianos, que se organizan en un panchayat —literalmente, una asamblea de cinco— supervisan los asuntos de la aldea. Bajo esta ley actual, un grupo de aldeas elije un panchayat, que asume la responsabilidad de la gestión hídrica, de instalaciones de salud y saneamiento, proyectos forestales, vivienda rural, caminos y demás. Los candidatos del panchayat compiten como independientes, no como miembros de un partido político; y para asegurarse que el panchayat sea representativo, algunos escaños se reservan tanto para las mujeres como para las personas de castas inferiores que tradicionalmente han sido excluidas de instituciones como éstas. El sistema panchayat también incluye un gram sabha, o una asamblea en la aldea, en la que cualquier residente puede participar en la toma de decisiones en asuntos de orden público.

Más de un millón de mujeres son parte de los panchayats en la actualidad, y su participación marca una diferencia real y positiva en la forma de gobierno local. Conforme a una serie de encuestas e informes, las mujeres que son miembros del panchayat típicamente intentan asegurarse de que los fondos para el desarrollo se utilicen de manera adecuada. Si hay que escoger entre ganancias y el bienestar de la comunidad, las mujeres por lo general favorecen esto último.

Sin embargo, como cualquier cosa en la democracia, el sistema panchayat dista de ser perfecto.  Muchas de las mujeres que ocupan escaños en los panchayats tienen miedo de hablar en las reuniones; si hablan, a menudo son ignoradas por los hombres. Y muchas de las mujeres que participan en los panchayats admiten que en realidad ellas sustituyen a sus esposos, padres o hermanos. Pero ya han transcurrido más de 20 años desde la enmienda constitucional de 1992, y un número creciente de mujeres se han dado cuenta cómo funciona el sistema y cómo hacer sentir sus voces.

¿Por qué es esto importante para la energía? Es relevante en maneras muy concretas. He entrevistado a las mujeres con escaños en los panchayats y he visto como su participación ha marcado la diferencia en temas locales energéticos. Por ejemplo, en un grupo de aldeas en Bihar, uno de los estados más pobres de la India, una mujer electa como mukhiya, es decir presidente de un panchayat, decidió utilizar fondos disponibles de desarrollo para instalar alumbrado solar en zonas públicas para que las mujeres se sintieran más seguras al anochecer. Y cuando las mujeres participan en la toma de decisiones, hay una mayor probabilidad de que se responda a los problemas de necesidades energéticas, tales como combustible para la cocina. Los mujeres miembros de panchayat han insistido en algunas zonas que los proyectos forestales de la comunidad deben centrarse en diferentes maneras de plantar árboles para satisfacer la demanda de madera para el combustible, en vez de las maneras que pudiesen ser más lucrativas comercialmente, como suelen preferir los hombres. Cuando a las mujeres se les ofrece recursos fiables de energía renovable, por lo regular suelen aceptar antes que cualquiera y efectivamente insisten que deben utilizarse.

Los participantes de la Mesa Redonda han argumentado a favor de un sistema energético descentralizado como el sistema solar o microhídrico, y a favor del control local. Instaurar sistemas energéticos que se basan en este último principio podrá tener un efecto positivo en la vida de las mujeres pobres. Pero el mayor reto es convencer a los gobiernos que acepten políticas energéticas equitativas y respetuosas del medioambiente. Tal vez el cambio verdadero en este sentido podría alcanzarse al fortalecer los modelos de gobernanza, tales como el sistema panchayat, donde la voz de las mujeres sí cuenta.

Una aldea autónoma no es romanticismo rural

Tri Mumpuni ha hecho un análisis sobre cómo la privatización en el sector energético indonesio ha aislado a la gente pobre, en especial a las mujeres, de los recursos locales. Kalpana Sharma ha hecho hincapié acertadamente en que los obstáculos de las mujeres pobres para obtener energía para la cocina deben ser superados para que haya igualdad de género en el mundo en vías de desarrollo. Todos los participantes en la Mesa Redonda están de acuerdo que las fuentes energéticas renovables centradas en la comunidad son un buen camino para mejorar las vidas de las mujeres pobres. Pero, ¿qué está evitando que las soluciones energéticas sean implementadas? Y, ¿cómo se puede responder a ello?

El problema es que la mentalidad burocrática y jerárquica, por lo general, es más fuerte que el igualitarismo comunitario respecto a la energía alternativa descentralizada. La mentalidad jerárquica deriva en sistemas energéticos centralizados que marginalizan y fragmentan a los clientes —en especial, a las mujeres que se encargan del hogar frente a todo tipo de adversidades— dejándolas, a la larga, con un sentido de fatalismo impotente. Pero la victoria de la jerarquía es pírrica. Dado que el público no está dispuesto a invertir en un esquema para la expansión de redes, ni mediante compras de bonos, ni mediante el aumento de tarifas, los servicios no responden a la creciente demanda energética. Abdican su responsabilidad hacia al público por medio de esquemas de privatización que sólo empeoran la situación de los pobres y desfavorecidos. Aún así las instalaciones se niegan a dar espacio a las fuentes energéticas alternativas.

Mientras tanto, las soluciones energéticas tales como aquellas propuestas en esta Mesa Redonda son ignoradas y percibidas como romanticismo rural, como ideas que no ameritan seria consideración en una época urbana moderna. Son ridiculizadas y consideradas, como mini proyectos piloto que no podrían responder a los problemas globales, como opciones caras que no podrían competir con los métodos centralizados en sus supuestas economías de escala. Pero no hay nada de romántico sobre las soluciones alternativas energéticas, ni de caro —si tan sólo los "expertos" de políticas internacionales energéticas pudieran deshacerse de sus prejuicios jerárquicos.

De hecho, los planes centralizados que los políticos, la oligarquía hidráulica y contratistas promueven a menudo son apoyados por muchos subsidios ocultos y no tan ocultos (sin mencionar que están plagados con muchas oportunidades de soborno) que no pueden proporcionar a las economías de escala lo que prometieron. En consecuencia, a menudo estas opciones son más caras que las alternativas, como fue el caso del notorio proyecto hidroeléctrico Arun 3 de Nepal. El Banco Mundial, entre otras agencias internacionales de apoyo, respaldó este esquema, junto con la compañía eléctrica de Nepal. Pero los activistas se opusieron a ello por costos excesivos, que hubieran sido injustos para Nepal y sus consumidores pobres. El Banco Mundial enfrentó fuerte crítica por el Arun 3 y suspendió el proyecto en 1995. Esto es sólo un ejemplo de los esquemas de monopolio de compañías que, económica y éticamente, son inferiores a las alternativas descentralizadas. 

Entre los problemas a los que el mundo debe atenerse se encuentran los que están vinculados al aumento de la urbanización. La vida rural es dura, y por esta razón la gente continúa emigrando a las ciudades. Las Naciones Unidas pronostican que un 64 % de las personas en "las regiones menos desarrolladas" del mundo vivirán en zonas urbanas para el 2050, en comparación con menos de la mitad de hoy en día. La urbanización a esta escala representa una potencial catástrofe de pobreza, delincuencia y pandemias. Si se quiere evitar dicho futuro, debe mejorar la vida en aldeas por cualquier método posible que sea prometedor, en especial aquellos métodos de energía alternativa analizados en esta Mesa Redonda. Esto no es romanticismo rural. Esto está alentando la autonomía de las aldeas y protegiendo a las personas del horror de los tugurios.

Una agenda energética para el futuro debería apoyar cualquier alternativa que muestre potencial para evitar que la gente pobre y rural emigre en masas a los tugurios urbanos. Estas políticas deberán utilizar el éxito de los sistemas alternativos energéticos basados en la comunidad. Las alternativas energéticas que buscan justicia e igualdad merecen la oportunidad de sentarse sobre la mesa donde se diseñan los sistemas energéticos para contrarrestar las visibles inclinaciones burocráticas de las compañías en busca de control y de las ganancias despiadadas del sector privado.



 

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