Cómo enfrentarse a los agentes patógenos emergentes

Los avances tecnológicos en las ciencias biológicas prometen controlar o eliminar enfermedades persistentes. También aumentan el riesgo de que los actores maléficos aprendan a crear agentes patógenos nuevos y altamente peligrosos, una posibilidad que preocupa profundamente a los profesionales de seguridad en los países desarrollados. Mientras tanto, en el mundo en vías de desarrollo, donde la mayoría de los países luchan arduamente contra enfermedades tales como SIDA y la malaria, las preocupaciones de salud pública suelen centrarse más en el aquí y ahora, o, cuando se trata de amenazas emergentes, en cómo se debe enfrentar a los patógenos naturales, en vez de los que son fabricados por el hombre. A continuación, autores de Nigeria, Sudáfrica y Argentina responden a la siguiente pregunta: ¿Cómo podrán los gobiernos, las instituciones y los profesionales tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo proteger al mundo de los agentes patógenos emergentes, ya sean naturales o fabricados por el hombre?

Round 1

Convertir los datos malos en buenos

Los brotes de agentes patógenos emergentes, ya sean naturales o causados por el hombre, no sólo representan problemas de salud. Representan varios desafíos en otras dimensiones: jurídicas, políticas, económicas y militares. Mejorar la supervisión de enfermedades es la clave para vencer estos retos.

La supervisión de enfermedades conlleva a la acumulación de inteligencia sobre la frecuencia, actual y anterior, de enfermedades en países y regiones específicas y proporciona el contexto necesario para entender los brotes de nuevas enfermedades y para determinar, entre otras cosas, si son naturales o causadas por el hombre. Dicha información es recopilada, en su mayoría, por las organizaciones nacionales de salud, que luego es transferida a entidades tales como la Organización Mundial de Salud, la Organización Panamericana de Salud y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. En estos centros, se acumula la inteligencia en bases de datos y se publica. Pero no siempre es la inteligencia correcta.

He analizado detenidamente las estadísticas de enfermedades por más de una década. Lamentablemente, me he percatado que la inteligencia sobre la frecuencia de enfermedades, ya sea en el mundo desarrollado o en vías de desarrollo, a menudo discrepa. Por ejemplo, hace algunos años, Argentina, Brasil y Bolivia reportaron casos de fiebre por dengue mientras que Paraguay no los reportó. Desde un punto de vista geográfico y de transmisión de enfermedades, esto es imposible. Esta anomalía fue resuelta una vez que Paraguay proporcionó las cifras actualizadas.

Las estadísticas incompletas de enfermedades son bastante perturbadoras en un mundo donde los viajes internacionales son fáciles y las medidas de control de salud de los pasajeros son relajadas. Son perturbadoras porque la urbanización ha creado zonas muy pobres donde florece el hacinamiento, la higiene inadecuada y las dietas de baja calidad nutritiva. Las estadísticas inexactas también representan un obstáculo importante para las iniciativas nacionales tanto en salud pública como en defensa. Si uno no puede decir con certeza cuales son las enfermedades que existen en su país, ¿cómo podrán elaborar un plan estratégico para luchar contra dichas enfermedades? ¿Cómo se podrá evaluar el impacto de las enfermedades en la población? ¿Cómo se prevendrá que personas malévolas hagan daño con agentes patógenos mortíferos? Los datos más completos sobre la frecuencia de enfermedades también son esenciales para que los investigadores realicen su trabajo de manera más eficaz y cumplan con los compromisos para seguir instrumentos tales como la Convención de Armas Biológicas y Toxínicas. Si van a establecer sistemas más eficaces para la supervisión de enfermedades, se requieren dos áreas principales: el ámbito jurídico e institucional y el ámbito educacional.

Ya existe un marco internacional jurídico e institucional para las enfermedades emergentes y comprende un componente de salud y otro de armamento. En el componente de salud, la Organización Mundial de Salud supervisa los esfuerzos para combatir varias enfermedades. En el componente de armas, la Convención de Armas Biológicas y Toxínicas, el Protocolo de Ginebra y el Grupo de Australia (una entidad informal de control de exportaciones) buscan inhibir el desarrollo de armas biológicas. No obstante, estos dos ámbitos se sobreponen, por ejemplo, la fiebre amarilla y la fiebre de dengue caben en ambos lados. Esto lleva a un esfuerzo doble, ya que las personas y las instituciones responsables de reportar las enfermedades a menudo deben reportar los datos a varias entidades. Por lo tanto, esto aumenta la probabilidad de que surjan discrepancias en los datos. Estos problemas se podrían remediar si las instituciones internacionales para la salud y el armamento llegaran a considerar que la supervisión de enfermedades es un punto de contacto normal para sus deberes respectivos.

Sin importar qué tan estrechamente colaboren las organizaciones de salud y de armas, la inteligencia sobre los brotes de enfermedades permanecerá deficiente si, como a menudo se da el caso, los profesionales locales de salud no reciben la formación académica y la capacitación necesarias para satisfacer sus deberes durante la supervisión de enfermedades. Las naciones y los profesionales individuales de salud carecen de las herramientas para identificar enfermedades. A veces no entienden claramente cuáles son las enfermedades que deben reportar, o si se deben reportar los casos individuales o sólo los brotes importantes. Tal vez no están seguros si deben reportar todos los casos o sólo las muertes. Quizá haya algo de confusión sobre si los informes deben ser elaborados anual o mensualmente o cuando un evento preocupante surja.

Las buenas noticias es que estos problemas pueden ser resueltos mediante una mejor formación académica de los funcionarios y profesionales de salud. Las malas noticias son que, hasta ahora, se ha hecho muy poco a nivel internacional y nacional para mejorar la formación académica. Las entidades tales como la Organización Mundial de Salud deben desarrollar programas educacionales para responder a estos problemas, supervisar su rendimiento y coordinar esfuerzos con las iniciativas nacionales pertinentes. Claro, los esfuerzos de abajo para arriba también son útiles. Por ejemplo, la Universidad de Bradford ha desarrollado herramientas excelentes que pueden ser utilizadas para entrenar a los profesionales de cuidado de salud a reportar los datos a la Convención de Armas Biológicas y Toxínicas. Crear un mundo más protegido de los agentes patógenos emergentes requiere que los jugadores de todos los niveles, desde los gobiernos municipales a nacionales, hasta las organizaciones regionales y globales, pongan de su parte para mejorar los sistemas de supervisión y notificación de enfermedades.

Luchar contra los agentes patógenos mediante la educación ética

Los agentes patógenos no respetan fronteras. Los esfuerzos para controlar los brotes de enfermedades, inclusive aquellos causados por agentes patógenos emergentes, ya sea naturales o causados por el hombre, requieren que las respuestas locales y naturales sean sincronizadas y que se establezcan mecanismos de cooperación internacional. Tanto a nivel nacional como internacional, los científicos desempeñan un papel importante.

Los científicos, debido a su vínculo con los patógenos en su investigación cotidiana y por estar inmersos en la literatura que rodea el tema, están bien posicionados para actuar en un sistema de alarma temprana en caso de brotes de enfermedades. Su involucramiento y apoyo hacia las medidas de bioseguridad, protección biológica y el control de doble uso son vitales para enfrentarse a los riesgos asociados a los agentes patógenos emergentes. (La "bioseguridad", en términos fáciles, se refiere a la prevención de exposición no intencional a agentes patógenos o su liberación no intencional. "La protección biológica" significa la protección contra el hurto, pérdida o desvío de los agentes patógenos. La investigación de "doble-uso" es una investigación legítima que podría ser utilizada indebidamente para amenazar a la salud pública y a la seguridad nacional).

En su rol como primera línea de defensa, los científicos a menudo son recibidos efusivamente por aquellos a quienes les importa el control de agentes patógenos. Pero aún hay serias dudas sobre la educación ética de los científicos en cuanto a la bioseguridad, protección biológica e investigación de doble-uso y sobre los estándares vinculados a la responsabilidad, el profesionalismo y la buena conducta. La educación ética a menudo no prepara a los científicos para que satisfagan las expectativas que se les otorgan, y efectivamente, varios estudios indican que la educación ética, a nivel global, es incompleta y no sigue estándare. Hasta que la educación ética internacional sea más integral, será difícil tener plena seguridad en los científicos como defensores de primera línea.

A menudo, los países de bajos y medios ingresos sufren de una carencia persistente de educación ética formal. La mayoría de la educación ética que reciben los científicos en estas naciones existe debido a los requisitos de financiación o a los acuerdos de colaboración, ya que estos requieren su ofrecimiento (sino sería proporcionada mediante cursos en línea). Por lo tanto, los científicos reciben educación ética que es altamente generalizada, o, si es específica, centrada en el contexto de investigación de un país de ingreso alto. Estas iniciativas éticas fuera de contexto a menudo plantean tipos de investigación que no están al alcance de la investigación nacional de los países de bajo y mediano ingreso y los científicos suelen no verle el caso de analizar puntos de riesgo que no caben dentro de su marco de referencia. Además, los problemas ampliamente visibles tales como la falta de ofrecimiento de cuidado de salud podrían eclipsar las preocupaciones de seguridad de los países de bajos y medianos ingresos, dificultando aún más la educación ética.

Otro problema al que se enfrentan las iniciativas de educación en países de bajos y medios ingresos es que estas naciones no tienen, ni existe alguna probabilidad de que desarrollen pronto, estructuras integrales que permitan que los científicos notifiquen sus preocupaciones sobre la bioseguridad, la protección biológica y los temas de doble-uso. Dichas estructuras en naciones ricas tal vez no son perfectas, y siguen siendo un tema que debe analizarse detenidamente, pero por lo menos existen. Por lo tanto, aquellos involucrados en la educación ética deben ser más cuidadosos en no hacer responsables a los científicos de los países en vías de desarrollo de cosas que no pueden controlar. Las iniciativas de educación ética deben lograr un equilibrio entre la responsabilidad y el riesgo, sino los científicos considerarán que los temas de la protección biológica y los de doble uso simplemente no son pertinentes a su investigación.

Un paso importante para enfrentarse a la amenaza de los agentes patógenos emergentes es desarrollar un acercamiento mejorado para la ética en las ciencias biológicas. En la medida que se desarrolle este acercamiento, se debe reiterar repetidamente que una talla universal no existe, que cualquier modelo exitoso para la educación ética debe enfrentarse a temas tales como el entorno cultural donde se aplica el modelo y en función de entornos específicos de la investigación. (Además, la armonización internacional sobre la educación ética es, acertadamente, un tema importante). Hasta que la educación ética pueda sobrepasar tales desafíos, será muy difícil establecer una comunidad internacional de científicos, que conozcan adecuadamente la bioseguridad, la protección biológica y los temas de doble uso y que en verdad puedan actuar juntos como una defensa de primera línea en contra de los agentes patógenos emergentes.

Responsabilidades nacionales, posibilidades cooperativas

Los gobiernos y las comunidades científicas en el mundo desarrollado prestan bastante atención y estudio al surgimiento y el resurgimiento de agentes patógenos. Por otro lado, en los países con recursos limitados, por lo general no es el caso. África es una región propensa a brotes de enfermedades que se transmiten naturalmente entre animales vertebrados y humanos (enfermedades zoonóticas); entre ellas se encuentra la ébola, la fiebre amarilla y la plaga. Todos los países dentro de esta región están expuestos a estas enfermedades y los brotes transfronterizos son frecuentes. Pero las naciones africanas a menudo son caracterizadas por el fracaso o por no poder responder eficazmente al surgimiento de nuevas enfermedades o al resurgimiento de enfermedades endémicas.

Hay varías razones que resaltar. El sistema africano para la supervisión de enfermedades es débil y el apoyo para el laboratorio es mínimo, dificultando la obtención de datos necesarios para asesorar las cargas de las enfermedades y para responder con prioridades adecuadas. Cuando no hay información correcta disponible, el surgimiento de nuevos agentes patógenos a menudo es seguido por la negación de su existencia, hasta que el brote de la enfermedad alcanza proporciones epidémicas. Ya que se establece una epidemia, el país afectado es invadido por agencias internacionales de salud, pero conducen sus operaciones respondiendo sólo a la crisis y por lo tanto, sus esfuerzos son pocos y tardíos. A la larga, los brotes de agentes patógenos darán la oportunidad a los investigadores y a las agencias de salud extranjeras para mejorar sus capacidades, aunque los científicos en los países de bajos recursos acaben dependiendo permanentemente de los foráneos; reduciéndolos a simples colectores incapaces de controlar el siguiente brote de agentes patógenos por su propia cuenta.

¿Cómo podemos superar estos retos? El primer paso supone centrarse en los procedimientos locales de surgimiento de agentes patógenos. Los agentes patógenos surgen bajo una amplia gama de circunstancias medio ambientales, demográficas y socioeconómicas. Si un agente patógeno surge o resurge, depende de factores tales como cambios genéticos o una adaptación en el propio patógeno; de las condiciones medioambientales asociadas a los patrones climáticos, económicos, de desarrollo y uso de terrenos; y de los temas relacionados a los portadores humanos de agentes patógenos, incluyendo la demográfica, los patrones de comercio internacional, el uso indebido de antibióticos, la exposición ocupacional de las personas, la negligencia de los servicios públicos de salud y el bioterrorismo. Estos factores y condiciones interactúan de manera distinta en diferentes partes del mundo, por lo tanto, el primer paso para prevenir y controlar los brotes de enfermedades emergentes y reemergentes es adquirir conocimientos amplios de los procesos locales del surgimiento de agentes patógenos. Ya que se adquiere el conocimiento, los gobiernos, las instituciones y los profesionales, en especial en el mundo en vías de desarrollo, deben comprometerse con un rol claro, definido y proactivo en la lucha contra las enfermedades emergentes y reemergentes.

A nivel nacional, en particular, es esencial que cada país se "apropie" de los sistemas de supervisión, prevención y control de enfermedades; esto permite que se elaboren medidas de respuestas específicas para cada país. Apropiarse de estos sistemas conlleva un compromiso político genuino a estos mismos y requiere de recursos adecuados, financieros y humanos, que sean proporcionados para la supervisión de enfermedades y los sistemas de apoyo para laboratorios. Es sumamente importante que las naciones mantengan sistemas capaces de detectar, identificar y restringir a los agentes patógenos que tienen un potencial de enfermedad antes de que se propaguen demasiado.

Para los gobiernos, desempeñar un rol proactivo para combatir las enfermedades también implica la implementación de planes apropiados de respuestas a emergencias; la coordinación colaborativa entre los sistemas de supervisión de salud de seres humanos y veterinarios; la creación y el mantenimiento de capacidades de respuesta locales del personal local de salud al proporcionarles entrenamiento, oportunidades para actualizar sus habilidades y un entorno laboral empoderante; y el establecimiento de un acercamiento multidisciplinario el control de enfermedades, uno que permita que las personas de diversos ámbitos aporten su experiencia para mantener el control de enfermedades emergentes y reemergentes. (El compromiso de parte del sector privado, por ejemplo, debe materializarse, ya que los brotes de enfermedades amenazan la seguridad económica de todos).

Para proteger al mundo de agentes patógenos emergente y reemergentes también se requiere de una gran cantidad de colaboración global. Las naciones deberán colaborar en la implementación de políticas, por ejemplo, que controlen la capacidad de agentes patógenos de propagarse mediante sistemas de transporte modernos. Deberán participar en la supervisión regional y en las actividades de respuesta. Deberán compartir información de supervisión en tiempo real para poder detectar enfermedades zoonóticas de la población animal antes de que aparezcan dentro de las poblaciones humanas. Mientras tanto, los investigadores alrededor del mundo deben trabajar en conjunto para reforzar la supervisión de la población humana que corre el riesgo de contraer enfermedades zoonóticas. Las organizaciones no gubernamentales de índole científico, debido a su amplio alcance geográfico y a su experiencia in situ, deberán asociarse para asegurar la supervisión integral y proporcionar las capacidades necesarias para la respuesta. Entre tanto, mecanismos innovadores podrían ser establecidos que asegurarían la financiación adecuada para los sistemas sostenibles de supervisión de enfermedades globales. La lucha contra las enfermedades emergentes y reemergentes es un reto difícil y complejo que requiere un esfuerzo a gran escala tanto a nivel nacional como internacional.

Round 2

Planear para el ciclo completo de la enfermedad

Hasta ahora en esta mesa redonda, los autores han presentado varios argumentos válidos y ampliamente ciertos. Pero la conversación se ha ido atomizando, ya que cada autor se ha ido centrando en los temas que caen dentro de la propia experiencia y la área de especialización de cada uno o una. Esta atomización es sintomática de los problemas dentro del sistema global de salud, donde la escasez de comunicación y coordinación afecta el control de los agentes patógenos emergentes. A menudo, las partes interesadas en los sistemas de salud no saben quiénes son los otros jugadores claves, cuáles son las responsabilidades de estos individuos y cómo deben realizar las labores juntos.

Para resolver esto, las naciones deben establecer un acercamiento sistemático para luchar contra los agentes patógenos. Para que los esfuerzos sean sistemáticos se deben organizar utilizando las etapas de la evolución de enfermedades, es decir, hacer planes que correspondan al antes, durante y después del brote.

Antes de un brote, lo más importante es evaluar la preparación y predecir las necesidades que surgirán una vez que ocurra un brote. En consecuencia, las autoridades deben recopilar estadísticas pertinentes sobre las condiciones epidemiológicas pasadas y presentes. Se deben identificar las necesidades de equipo y personal y los responsables de la asignación de recursos deben tomar las decisiones adecuadas. Los científicos, médicos y enfermeros y hasta los políticos deben recibir la formación académica y la capacitación necesarias en caso de un brote; todas las partes interesadas deben ser incluidas. Los planes de respuesta deben ser formulados en caso de brotes potenciales. Por último, los responsables del tratamiento epidemiológico (los doctores, enfermeros y personal administrativo) y aquellos que realizan estudios epidemiológicos (los científicos en laboratorios de investigación) deben trabajar conjuntamente y deben recibir incentivos como corresponda. Cambiar la cultura del cuidado de salud de "es necesario saber" a "es necesario compartir" es fundamental.

Los brotes ponen a prueba los pasos tomados durante la etapa preparatoria. Durante un brote, las autoridades deben una vez más recopilar las estadísticas útiles. Deben decidir donde deben asignar los recursos de emergencia, incluyendo los fondos, el equipo, los instrumentos, los profesionales y otros. Los políticos responsables de la toma de decisiones deben brindar apoyo a los esfuerzos en la batalla contra las enfermedades. Los medios de comunicación deben hacer su parte para brindar la información necesaria al público.

La secuela de los brotes es una oportunidad de aprendizaje: una oportunidad para evaluar la idoneidad de los planes preparados antes del brote y su implementación durante el mismo. Las evaluaciones en ese momento, no sólo del cuidado de salud en sí, sino también de los esfuerzos de comunicación y los aspectos políticos de respuesta epidemiológica deben ser reutilizadas durante el planeamiento del siguiente brote. De este modo, comienza un nuevo ciclo.

Todo esto suena bastante sencillo, pero como el agente patógeno no permanece dentro de un sólo país, se complica todo. La cooperación regional e internacional es imperativa, pero si es difícil construir un programa exitoso de respuesta dentro de una sola nación, hacerlo con varias naciones representa grandes obstáculos. Aquí es donde la Organización Mundial de la Salud, con su capacidad de coordinar esfuerzos nacionales, juega un papel muy importante.

En cualquier caso, es crítico que las metas para los esfuerzos de la batalla contra enfermedades se definan en términos objetivos; se debe dar un nivel adecuado de compromiso para alcanzar estas metas; y los responsables de llevar a cabo estos planes deben rendir cuentas si no cumplen con su obligación. En la lucha contra los agentes patógenos emergentes, hay mucho que perder y mucho que ganar. Ganar la batalla depende de los buenos planes, su implementación correcta, la evaluación de los éxitos y fracasos y la incorporación de lo aprendido en los planes futuros.

¿Por qué no solucionan los problemas?

En la primera ronda, los autores que participaron en la mesa redonda identificaron varios problemas que deben ser resueltos, especialmente si los países en vías de desarrollo quieren ser más eficaces durante la detección y la respuesta a las enfermedades emergentes y re-emergentes, o durante la prevención y detección de emisiones accidentales o intencionales de agentes patógenos. Las ideas presentadas en los tres ensayos son importantes. Sin embargo, no son nuevas en la discusión sobre el control de enfermedades.

Oyewale Tomori identificó adecuadamente varias debilidades de las capacidades nacionales para la salud, incluyendo los sistemas inadecuados para la supervisión de enfermedades y poco apoyo para los laboratorios. Propuso que las naciones se "adueñaran de los sistemas para la supervisión, la prevención y el control de enfermedades" y también instó a los gobiernos a compartir información y recursos. Maria José Espona se centró en la integridad de la inteligencia que proporcionan los sistemas de supervisión y argumentó que los profesionales de salud, en particular en los países en vías de desarrollo, a menudo demuestran ineptitud para presentar datos exactos. En su opinión, la formación académica representa una gran parte de la solución para contrarrestar los agentes patógenos emergentes. Nosotras, las autoras, también opinamos lo mismo, y argumentamos en la primera ronda que la educación mejorada de ética para los científicos es vital.

Pero por muchos años, los problemas identificados en la primera ronda han sido temas de discusión de salud internacional, en especial en el marco de la Convención de Armas Biológicas y Toxínicas (CABT) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En gran medida, abordaron las preocupaciones suscitadas por Oyewale y Espona en el Reglamento Sanitario Internacional 2005, un acuerdo internacional jurídicamente vinculante negociado bajo los auspicios de la OMS, que específicamente requiere que los estados "implementen obligaciones básicas para las capacidades de salud pública". A favor de este requisito, el Departamento de Alerta y Respuestas de Capacidades Globales de la OMS busca robustecer las capacidades nacionales e internacionales para la supervisión y respuesta de enfermedades. En cuanto a la educación y concienciación de los científicos, estos temas han sido identificados bajo el contexto de la CABT, en por lo menos los últimos ocho años, ya que son críticos para la prevención de los usos temerarios de las ciencias biológicas.

Las fallas en la capacidad nacional, la supervisión de enfermedades y la educación ética son bien conocidas. ¿Entonces por qué no se resuelven exitosamente? La respuesta más probable es que estas fallas son síntomas de problemas mayores en el sistema global de salud. Uno de éstos es que la gobernanza es débil o corrupta, como lo menciona Tomori en la segunda ronda. Otro problema es la prioridad relativamente baja otorgada a la salud pública a nivel regional, nacional e internacional.

Además, aunque la CABT tiene el potencial para proporcionar un marco para la cooperación y el intercambio internacional en el ámbito de salud, su eficacia es socavada por su inercia actual, la que puede ser trazada al colapso de las negociaciones del 2001 para establecer un mecanismo de verificación en el tratado. La CABT, como los demás tratados de desarme, también es vulnerable a las grandes tensiones políticas internacionales. Hoy en día, el proceso de toma de decisiones en el contexto del tratado es casi inexistente.

En el 2011, antes de la Séptima Conferencia de Revisión del tratado, la co autora Gould, junto con Jeremy Littlewood y Gigi Kwik Gronvall, argumentó que una manera para curar el malestar de la CABT podría ser la implementación más vigorosa del Artículo X del tratado, que alienta a los estados a compartir conocimientos y tecnologías. El compartir, entre otras cosas, podría mejorar la detección y la respuesta a las enfermedades. Gould, Littlewood y Gronvall recomendaron —lo cual aún es pertinente hoy en día como lo era en el 2011—, que el intercambio de conocimientos y tecnología entre naciones desarrolladas y en vías de desarrollo no sea caracterizado sólo por la interacción entre donantes y beneficiarios desafortunados.

Efectivamente, cuando se trata de la supervisión y respuesta de enfermedades, los países en vías de desarrollo pueden beneficiar a otros, así como ellos pueden beneficiarse de la interacción con las naciones ricas. Pero con la situación actual, los países en vías de desarrollo no consideran que la CABT será un foro útil donde podrán plantear sus inquietudes y compartir conocimientos. Es un poco como la historia del huevo y la gallina, porque si el tratado va ser realmente pertinente para los científicos y el público en los países emergentes, y mucho más eficaz a nivel global, las naciones en vías de desarrollo necesitan poner su impronta en el proceso. Las discusiones en la CABT que no toman en cuenta las inquietudes de los países en vías de desarrollo producen brechas lingüísticas y conceptuales que a la larga llevarían a la apatía. Se debe superar este problema si todas las partes del tratado van a participar de manera eficaz.

Lamentablemente, hay muy pocos grupos de la sociedad civil alrededor del mundo que siguen los procedimientos de la CABT. Una cifra igual de insignificante de organizaciones nacionales de activistas hace campaña para la mejora de los servicios públicos de salud. Aunque el tratado podría ser una herramienta poderosa para fomentar el discurso internacional para el control de enfermedades, aún falta algo: la presión política y el sentimiento de propósito que se requiere para efectuar un cambio para contrarrestar la propagación de enfermedades.

La salud en África: la corrupción y las prioridades equivocadas

En abril del 2001, los estados miembros de la Unión Africana se reunieron en la capital nigeriana, Abuya, y anunciaron un compromiso para el 2015: en el que cada nación utilizaría el 15 por ciento de sus gastos gubernamentales para la salud pública. Pero la posibilidad de que se alcance esta meta es baja. De hecho, desde el 2009, el porcentaje de los gastos gubernamentales para la salud ha disminuido en 11 naciones africanas. Desde el 2011, aunque el porcentaje de los gastos para la salud aumentó en todo el continente (de  9 a 11 por ciento), sólo seis países alcanzaron la meta de un 15 por ciento.

Muchos gobiernos africanos culpan a fondos inadecuados de salud publica para combatir la pobreza. Pero los verdaderos culpables son la corrupción y las prioridades equivocadas, que ocasionan que la calidad de los servicios de cuidado de salud sea mala, los sistemas de supervisión para detectar agentes patógenos emergentes y re-emergentes sean ineficaces y así los esfuerzos para el control de enfermedades fracasen. La alianza AIDS and Rights Alliance para África del sur, una red regional para las organizaciones no gubernamentales, tiene una campaña que se centra en los gastos de los gobiernos africanos. La alianza reporta que algunos gobiernos, en vez de proporcionar fondos adecuados para servicios de salud, educación y otros servicios que mejorarían la calidad de vida de las personas, gastan cantidades desmesuradas sin fundamento. El gobierno de Suazilandia se gastó $500.000 en un carro de lujo para el rey. Uganda compró un jet presidencial privado de un valor de 48 millones. Zimbabue utilizó $250.000 para una celebración fastuosa porque el presidente cumplió 85 años. Senegal invirtió 27 millones en una estatua de bronce más alta que la Estatua de la Libertad; la propuesta de un nuevo portón en Abuya costaría 395 millones. Ninguna de estas naciones ha cumplido con su compromiso del 2001 en cuanto a los gastos de cuidado de salud.

En la mayoría de los países africanos, la implementación de actividades para la supervisión de enfermedades —necesarias para detectar tempranamente a los agentes patógenos emergentes— sigue siendo defectuosa a nivel local y nacional. Por ejemplo, una evaluación reciente de la supervisión de enfermedades e implementación de medidas de respuesta en el estado de Kaduna en Nigeria reveló que el 38 por ciento de los centros de salud del estado no tienen una definición estándar según el caso para enfermedades prioritarias, el 71 % no tienen computadoras e impresoras y el 81 % no analizan los datos recopilados. En África, la supervisión y la gestión de datos son ineficaces, esto significa que pueden pasar varios meses desde el principio de un brote y el momento en que éste se reporta por primera vez a las autoridades de salud pública. Aún así, la falta de registro probablemente es masiva. A menudo la investigación epidemiológica demuestra muchos más casos de los que reportaron los sistemas de supervisión. La Unión Africana estimó que el impacto de la corrupción en las economías africanas es de alrededor 150 mil millones cada año. Tan sólo una fracción de este dinero podría proporcionarle a cada nación africana un sistema eficaz para la supervisión de enfermedades y una red de laboratorios de alta calidad para colaborar con dicho sistema.

En la primera ronda, Louise Bezuidenhout y Chandre Gould presentaron a la educación ética como un elemento crítico para permitir que los científicos pudiesen actuar como defensa de primera línea contra los agentes patógenos emergentes, pero cuando florece la corrupción a tal grado, hay pocas probabilidades de que la ética sobreviva o prospere. Los países en vías de desarrollo deben poner en orden sus prioridades y hacerse responsables de sus gastos de salud. Si cada país hiciera lo que realmente tiene que hacer, para mejorar la supervisión de enfermedades y el apoyo a laboratorio y gestionara eficazmente los datos, el mundo estaría más protegido de los agentes patógenos emergentes y re-emergentes.

Round 3

El centro de atención en Sudamérica

La lucha contra los agentes patógenos emergentes puede parecer diferente dependiendo de quién es uno y dónde vive. En esta mesa redonda, los esfuerzos de África de controlar los agentes patógenos emergentes han recibido mucha atención, mientras que en mi región, Sudamérica, han recibido menos atención. Por lo tanto, me gustaría dedicar mi último ensayo a destacar el panorama sudamericano.

Desde la perspectiva de los agentes patógenos emergentes, una gran diferencia entre Sudamérica y África es que, cuando España y Portugal conquistaron a Sudamérica en el siglo XVI, se mezclaron, en gran medida, con la población local. Viajaron, no sólo por el litoral, sino también por la mayoría de las áreas del continente. Impusieron su religión y el sistema jurídico. Establecieron nuevos centros de población. Esto significa que también introdujeron nuevas enfermedades, que devastaron a las poblaciones indígenas. Pero como los europeos se cazaron con los habitantes locales, también se introdujo la inmunidad a varios patógenos.

Hoy en día, en Sudamérica, debido a la migración por el deseo de estudiar y trabajar, o por consideración de la familia, las poblaciones siguen mezclándose a paso rápido. Cuando los sudamericanos viajan de un lado a otro, a menudo no llevan los récords de su historial de enfermedades, pero llevan consigo los agentes patógenos, o interactúan con nuevos vectores de enfermedades durante el trayecto. Ya que se instalan en sus nuevas ubicaciones, suelen exhibir ciertos comportamientos, en lo que respecta a su propio cuidado de salud, como por ejemplo, la preparación de alimentos, que trajeron desde sus hogares previos. Los agentes patógenos pueden florecer bajo estas condiciones, y las enfermedades, tales como la fiebre del dengue y la fiebre amarilla, son endémicas en muchos países sudamericanos. Mientras tanto, la movilidad de las poblaciones en Sudamérica complica la supervisión de las enfermedades, la determinación del estatus epidemiológico de la enfermedad o la armonización de la política entre naciones.

No obstante, el sistema de salud sudamericano tiene mucho que ofrecer. Está dotado de ministerios de salud ampliamente capacitados. Tiene un cuadro de doctores y científicos con preparación adecuada, así como también una buena infraestructura básica, tales como los laboratorios de alto nivel y hospitales que se dedican a las enfermedades infecciosas. (Lamentablemente, estos recursos suelen concentrarse en las grandes metrópolis; en comparación, los pueblos pequeños y las áreas rurales no reciben los mismos servicios). Las ventajas de Sudamérica incluyen las organizaciones regionales, como Unasur, que brindan un foro para discutir los retos de la salud y para formular respuestas. También tiene como ventaja una historia regional y una serie de valores compartidas; factores que permiten la cooperación relativamente fácil a través de las fronteras.

No obstante, Sudamérica podría realizar una labor más eficaz para limitar los agentes patógenos emergentes. Con la región que sigue luchando contra flagelos como la pobreza y la desigualdad social, la salud pública tiene a su disposición atención y recursos gubernamentales inadecuados. A la larga, lo que necesita Sudamérica es un acercamiento común y sistemático para la lucha contra los agentes patógenos emergentes. Algunos elementos del sistema de salud del continente funcionan bien, pero varias de las piezas del rompecabezas no encajan perfectamente.

Cada de las regiones mundiales es única, y cada uno de sus sistemas de salud también lo es. Hoy en día, con fuerzas como la urbanización y los viajes internacionales crecientes que plantean nuevos retos a la lucha contra los agentes patógenos emergentes, es crucial entender el pasado y el presente de cada región. De ello depende el futuro del cuidado de salud.

El trayecto también importa, no sólo el destino

En la segunda ronda, Maria José Espona señaló la "atomización" en esta mesa redonda. Varios autores, dijo Espona, enfatizan mayormente los temas pertinentes a su propia experiencia. Y ella argumentó que la "atomización" de la mesa redonda es sintomática de las deficiencias de la comunicación y la coordinación en el sistema global de salud. En la tercera ronda, Oyewale Tomori voceó su profunda frustración por el fracaso de los estados africanos, desde su punto de vista, por no tomar las riendas de la supervisión y la respuesta eficaces de las enfermedades. Él caracterizó la dependencia de las naciones africanas por el apoyo internacional como el  "sopor de dependencia".

Espona y Tomori, de su propio modo, subrayaron la necesidad crítica de los sistemas globales de salud para que sean más integrados, más responsables y más receptivos. Pero la visión que realmente comparten representa el destino. Antes de llegar al destino, es importante reconocer los factores y obtener un mejor entendimiento de su multiplicidad, lo que no permite el progreso (además de los factores que ya identificaron Tomori y Espona). Varios de estos factores implican o la información inadecuada, en cuanto a lo que funciona, lo que no funciona y por qué no, o el fracaso del cuidado de salud o de los profesionales científicos por no exigir arduamente un cambio.

En muchos casos, los temas importantes alrededor del establecimiento y la administración de sistemas de salud en países en vías de desarrollo no son bien comprendidos. Las fuerzas generales que subyacen en estos sistemas, —históricas, sociales, económicas y éticas— rara vez son documentadas o investigadas de manera extensa por investigadores del país. Como resultado, aunque es fácil identificar los problemas de un sistema de salud en el propio país, es difícil saber a quién se debe culpar o cómo remediar el problema. Además el poco entendimiento de las circunstancias locales (y los factores subyacentes) a menudo ocasiona que los países "donadores" ofrezcan o impongan soluciones que no encajan en los contextos locales o que no corresponden específicamente a los problemas locales.

Por otro lado, la falta de datos exhaustivos sobre un sistema nacional de salud en particular también puede causar que lo que funciona, y el por qué, sean pasados por alto. No todos los países en vías de desarrollo se arriesgan a lo mismo y tienen las mismas limitaciones o exhiben las mismas fallas sistémicas. Por ejemplo, el sistema de salud en Sudáfrica y Kenia es bastante diferente que el de la República Democrática del Congo y de Guinea. Los sistemas de supervisión de enfermedades en las últimas naciones mencionadas tienen sus deficiencias, pero la capacidad de estos países de detectar y responder a los brotes de enfermedades es mucho más robusta que en los países que, por ejemplo, han tenido conflictos prolongados. Por ende, la falta de debate sobre por qué algunas iniciativas funcionan dificulta la adaptación a las estrategias exitosas de un contexto a otro y disminuye el potencial de aprendizaje de las situaciones exitosas.

Una dimensión importante de las lagunas de información es que los profesionales de salud de los países en vías de desarrollo a menudo son bastante silenciosos e invisibles en los foros políticos internacionales. Como estos profesionales son responsables de brindar servicios de salud diariamente, están posicionados perfectamente para dar opiniones y sugerir remedios. Cuando no aportan opiniones y remedios, o si sus contribuciones no son voceadas, las entidades externas a menudo imponen soluciones que no resuelven los problemas subyacentes, o que no son apoyadas por los diseñadores de políticas y los proveedores de cuidado de salud. Por lo tanto es imperativo que los científicos de los países en vías de desarrollo, en las conferencias y en el contexto de colaboración, reivindiquen sus necesidades y expliquen su realidad para que exijan un cambio de manera más activa. Un obstáculo relacionado al progreso es que muchos en la comunidad científica son renuentes a vocear, y por ende, participar para resolver el problema de la administración débil y los otros problemas sistémicos que debilitan los esfuerzos de control de enfermedades. Es crucial determinar por qué existe tanta renuencia para producir un cambio positivo.

Del mismo modo, las asociaciones profesionales nacionales e internacionales que pueden exigir el cambio podrían presionar con más eficacia, debido a su posicionamiento, a los gobiernos y a las organizaciones donadoras a escuchar las recomendaciones de los científicos y los profesionales de salud. Si ejercieran dicha presión, los temas claves podrían acabar en las agendas nacionales e internacionales. Dichos problemas podrían incluir la dificultad de implementar mejoras en la gestión de riesgo biológico cuando, por ejemplo, la financiación básica para los laboratorios no está disponible (como es el caso en muchos países). Discutir estos temas es necesario si se va a conseguir un mejor entendimiento de las divergencias entre la política y la práctica de la salud.

A la larga, para que el mundo esté más protegido de los agentes patógenos emergentes se requiere un acercamiento multifacético que incluya la educación mejorada de la bioética (como nosotros, los autores, lo analizamos en la primera ronda) y una mayor colaboración entre países en vías de desarrollo (como lo analizamos en la segunda ronda). También requiere que los profesionales de salud a nivel nacional, regional e internacional tomen medidas más vigorosas para producir un cambio sistemático.

Ustedes, despierten. Y ustedes, suelten la rienda.

Los esfuerzos globales para controlar los agentes patógenos emergentes seguirán fracasando, y los agentes patógenos seguirán regodeándose mientras algunos países siguen menospreciando sus responsabilidades y mientras otros adoptan responsabilidades que no son propias a ellos. Un papel claro y nítido debe ser definido tanto para los países desarrollados, como para los países en vías de desarrollo, y, lo que es crucial, cada país debe rendir cuentas por sus lapsos en el cumplimiento de su rol definido.

En la segunda mesa redonda, Louise Bezuidenhout y Chandre Gould analizaron las preocupación en referente a la capacidad nacional para la supervisión y respuesta de enfermedades de la que Maria José Espona y yo habíamos planteado por separado. Bezuidenhout y Gould señalaron que las preocupaciones sobre la capacidad han sido "en gran medida abordadas en el Reglamento Sanitario Internacional de 2005”. Estos reglamentos, como lo presentaron Bezuidenhout y Gould, requieren que los estados "desarrollen capacidades básicas de salud pública". Pero en el 2011, seis años después de que acordaron los reglamentos, la Organización Mundial de la Salud reportó que sólo el 32 por ciento de los países africanos había establecido una legislación para apoyar estos reglamentos. Sólo un 33 por ciento había establecido las capacidades necesarias de recursos humanos para implementar los reglamentos.

Mientras tanto, la debilidad eterna de África en referente a la supervisión y la notificación es aparente por el brote continúo de ébola en Guinea. El primer caso de brote surgió a más tardar en diciembre de 2013, pero Guinea no le notificó a la Organización Mundial de la Salud hasta marzo de 2014. Esto significa que no hubo una mejora en el brote de ébola que arremetió contra Kikwit, en la República Democrática del Congo (en ese entonces, Zaire). En ese entonces, el intervalo entre el brote y la notificación a las autoridades de salud fue de tres meses aproximadamente. Cuando se trata de mejoras en la respuesta rápida a los agentes patógenos, África se ha quedado en la vía lenta.

¿Quién es el responsable de no poder controlar inmediatamente a los agentes patógenos emergentes? Aparte de la corrupción, y de no darle prioridad a los temas de salud, que he abordado en el segunda mesa redonda, muchos países en vías de desarrollo parecen haber aceptado la condición de dependencia en cuanto a la salud y a los agentes patógenos. Mientras tanto, los países desarrollados tienen la tendencia de aferrarse al control de la soberanía de los procesos de supervisión epidemiológica. El siguiente ejemplo podría ilustrar mi punto.

Durante el brote de ébola en Kikwit en 1995, un equipo internacional de estudios encabezado por la Organización Mundial de la Salud estuvo presente para ayudar a controlar la epidemia. En la ceremonia de clausura, se llevó a cabo una discusión sobre cómo desembolsar los fondos que los países a su alrededor (algunos de ellos africanos) habían donado para controlar la epidemia. Sugerí que parte del dinero se utilizara para mejorar los laboratorios en Kinshasa, los que el gobierno francés había empezado a construir pero luego abandonó. Mejorar el laboratorio habría robustecido la capacidad de los científicos africanos para brindar apoyo a la supervisión de enfermedades y hubiera permitido que se encargaran de los agentes patógenos peligrosos por su propia cuenta. Como ya lo había explicado, sin el apoyo mejorado del laboratorio, cualquier país africano enfrentándose en el futuro a una epidemia de ébola tendría que pedir ayuda externa, lo que iría en detrimento de los científicos locales. Nadie de los presentes, ya sea un país en vías de desarrollo o uno desarrollado, tomó en serio mis sugerencias y mis pronósticos. Desde entonces, África ha tenido más de una docena de brotes de ébola; los países afectados incluyen a Gabón, Sudán, Uganda y ahora Guinea. África no ha podido controlar ninguno de estos brotes sin acudir a la ayuda internacional. En 1995, los países africanos perdieron la oportunidad de "tomar las riendas" del proceso para la supervisión de enfermedades. Los países desarrollados perdieron la oportunidad de ceder el control.

No es que África no haya tenido progreso. Por el contrario, el progreso ha sido muy lento y demasiado frágil. Cuando el continente ha tenido éxito, por lo general, es debido a la ayuda de agencias internacionales: ayuda que viene con límites de plazo.

Los países africanos y otros en vías de desarrollo deben despertar de su sopor de dependencia en cuanto al tema de salud, incluyendo la supervisión y prevención de enfermedades. Los países africanos deben esforzarse más vigorosamente para desarrollar las capacidades básicas requeridas bajo los Reglamentos Sanitarios Internacionales, y los países que no cumplan con las metas concordadas deberían de enfrentarse a sanciones. Lamentablemente, los Reglamentos Sanitarios Internacionales no permiten sanciones u otras medidas de rendición de cuentas. Pero, por ejemplo, se podrían imponer restricciones de viaje a los individuos de países donde existan ciertas enfermedades endémicas. Pero antes que nada, cada país africano debe comprometer sus recursos para asegurar que haya supervisión adecuada para los agentes patógenos emergentes y re-emergentes. Mientras tanto, los países desarrollados deben soltar su dominancia: su control de los procesos de supervisión global de enfermedades. De esta manera nada más será posible que los países en vías de desarrollo "tomen la rienda" verdaderamente de estos procesos.



Topics: Biosecurity

 

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