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¿Cómo reducir los peligros nucleares que representa Asia Meridional?

Las perspectivas de que Asia Meridional logre el desarme nuclear a corto plazo son desalentadoras. Si asumimos que las armas nucleares no se eliminarán pronto del subcontinente, ¿qué medidas pueden adoptar India, Pakistán, los países ajenos a la región y las organizaciones internacionales para reducir el riesgo de un conflicto nuclear en Asia Meridional?

Round 1

La participación de Estados Unidos es fundamental para el control de armas en Asia Meridional

Debido a la nuclearización de Asia Meridional, el conflicto indio-pakistaní dejó de ser una cuestión regional para convertirse en un problema global. Un intercambio de 100 armas nucleares entre las dos naciones podría matar a 20 millones de personas en el plazo de una semana, así como reducir la temperatura global en 1,3 grados centígrados, poniendo a otros 2 mil millones de individuos en riesgo de hambruna.

Los académicos realistas sostienen desde hace mucho tiempo que, para evitar el uso de armas nucleares en una guerra indio-pakistaní, los dos países deben lograr una disuasión nuclear estable. Lograr este objetivo parece ser cada vez más difícil, si no imposible, y los cambios recientes en las doctrinas nucleares y estrategias convencionales de India y Pakistán han llevado a que las relaciones nucleares sean todavía más inestables. Por ejemplo, la doctrina del arranque en frío (Cold Start) del ejército indio implica rápidos ataques convencionales, iniciados en represalia de un ataque terrorista de una organización jihadista con sede en Pakistán, y con la finalidad de no provocar a Pakistán a usar en primer lugar las armas nucleares. Sin embargo, Pakistán afirma que respondería a una ofensiva de arranque en frío con armas nucleares de baja potencia.

El saber convencional indica que India mantiene una «postura de contención» en tiempos de paz; las ojivas nucleares no están acopladas a sistemas vectores y las mismas ojivas ni siquiera están completamente ensambladas. Según Debalina Ghoshal del Delhi Policy Group, la disuasióncontenida contribuye a la estabilidad estratégica en las relaciones indio-pakistaníes. No obstante, según el politólogo del MIT, Vipin Narang, la creencia de que India mantiene desmontadas sus armas nucleares «es actualmente en gran medida un mito….Parece probable que todos los sistemas de misiles nucleares de la India acabarán por desplegarse “encerrados en contenedores”, prácticamente listos para usarse, lo que dista mucho de la percepción general de que la India mantiene su fuerza nuclear en un estado de relativa contención». Por su parte, las armas nucleares de Pakistán están aparentemente listas para usarse en cualquier momento y, al parecer, la autoridad para usar armas nucleares durante crisis militares con la India se ha pre-delegado a comandantes pakistaníes desde el año 2000. Ahora ya es demasiado tarde para una verdadera disuasión contenida en Asia Meridional, y la disuasión nuclear estable es probablemente imposible en el subcontinente.

Las alternativas a la estabilidad de la disuasión nuclear son la reducción del riesgo nuclear y el control de las armas nucleares. Lamentablemente, los dos países tienen un pobre historial en la implementación de medidas de fomento de la confianza y reducción del riesgo, y un sólido régimen para el control de las armas nucleares se enfrenta a obstáculos, incluyendo la profunda desconfianza mutua, aparentemente insuperable. La Declaración de Lahore en febrero de 2009 marcó un importante avance en las relaciones entre India y Pakistán, pero la «mini-guerra de Kargil», que tuvo lugar posteriormente ese mismo año, enterró el «espíritu de Lahore». ¿Es posible revivir ese espíritu en la era de los primeros ministros Modi y Sharif? Solo si los líderes de ambos países pueden superar los poderosos intereses nacionales que contribuyen al mantenimiento indefinido del statu quo.

En 2004 India y Pakistán comenzaron un proceso de paz conocido como el «diálogo compuesto». Este proceso se refería a ocho grupos de cuestiones, entre ellas, Cachemira, el terrorismo y el tráfico de drogas, las medidas de fomento de la confianza y la cooperación económica. El diálogo compuesto fracasó tras el ataque terrorista de 2008 en Bombay, y los dos países no pudieron reactivarlo en 2015. Desde entonces, India y Pakistán han estado «pensando lo impensable», tomando prestada la frase del estratega Herman Kahn. Es decir, ambos países han participado en debates doctrinarios sobre la doctrina de la «escalation dominance» (dominio sobre la intensificación). Esta competencia doctrinal aumenta significativamente la posibilidad de un conflicto nuclear indio-pakistaní.

El peligro de que se utilicen armas nucleares en la próxima guerra entre los dos países es muy real, pero ambos pueden tomar medidas significativas para evitar caer en el Armagedón. Pueden establecer una línea directa permanente entre sus primeros ministros y directores generales de operaciones militares. Pueden comenzar un diálogo serio sobre sus doctrinas nucleares. Pueden crear centros para la reducción del riesgo nuclear integrados por funcionarios de ambos países. Pueden acordar notificarse mutuamente cuando se desplacen misiles dentro de sus territorios con fines de entrenamiento, y pueden firmar un acuerdo cooperativo de observación aérea, que siga el modelo del Tratado de Cielos Abiertos negociado entre la OTAN y los Estados del Pacto de Varsovia al final de la Guerra Fría.

Ahora bien, que los rivales de Asia Meridional definitivamente no caigan en el Armagedón depende de las perspectivas de normalización sostenible de las relaciones bilaterales (aun sin una resolución formal de la controversia de Cachemira). La normalización parece una posibilidad bastante distante hoy en día, debido a la persistente desconfianza mutua. A su vez, aparentemente los dirigentes indios carecen de voluntad política para dar un «segundo salto de confianza» (una frase relacionada con el viaje que el primer ministro indio Atal Behari Vajpayee hizo a Lahore en 1999), al restablecer el diálogo compuesto con Pakistán. Por lo tanto, es fundamental que la comunidad internacional, liderada por Estados Unidos, intente reducir las tensiones y establecer el control de las armas nucleares en el subcontinente.

En la actualidad tres obstáculos impiden que se establezca un verdadero régimen de control de armas nucleares indio-pakistaní: la falta de diplomacia proactiva por parte de Estados Unidos; la «perfección de la falta de sinceridad» del subcontinente (es decir, tanto India como Pakistán con frecuencia hacen propuestas que saben que la otra parte no aceptará); y, en ambos países, la oposición interna para la resolución del enigma nuclear. En India, solo un «Gorbachev indio» podrá superar la oposición interna. En Pakistán, la oposición solo podrá vencerse cuando los militares pierdan el control sobre el programa de armas nucleares.

Sin embargo, India y Pakistán no viven en un planeta distinto de todos los demás. Son vulnerables a las restricciones normativas externas, como lo demuestra su cumplimiento de la moratoria global de ensayos nucleares y su adhesión, hasta ahora, a la norma de «no utilización» (aun cuando el tabú nuclear es muy frágil en Asia Meridional). Si el tabú nuclear pudiera afianzarse a nivel global, India y Pakistán podrían verse obligados a considerarlo con más seriedad. En particular, si Estados Unidos (como principal impulsor de normas) renunciara al primer uso de las armas nucleares y promoviera, además, una política nueva y proactiva para el fomento del control de armas nucleares en Asia Meridional, se reducirían las posibilidades de un conflicto nuclear en Asia Meridional.

Estados Unidos debería revisar completamente su postura sobre el enfrentamiento nuclear en Asia Meridional. Debería dejar atrás su política actual de alineación con la India y adoptar, en su lugar, un enfoque equilibrado sobre las relaciones indio-pakistaníes. Esto implicaría mejorar las relaciones con Pakistán, aunque sería un error ofrecerle un acuerdo nuclear que convertiría a ese país en un Estado establecido con armas nucleares. En su lugar, Washington debería reactivar la norma de no proliferación nuclear en Asia Meridional, al renegociar su acuerdo nuclear con la India, estableciendo restricciones al programa de armas nucleares de ese país que la administración Bush no pudo negociar.

Estados Unidos también debería ejercer presión diplomática sobre ambas naciones para iniciar negociaciones serias sobre el control de las armas nucleares. Como mínimo, tanto India como Pakistán deberían comprometerse formalmente con el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (después de que el Senado de Estados Unidos lo ratifique). Entretanto, la iniciativa humanitaria (un movimiento que procura fundamentalmente adoptar un tratado que prohíba las armas nucleares) podría jugar un papel decisivo para volver a llevar el control de armas nucleares al ruedo político interno de India y Pakistán. Las organizaciones no gubernamentales antinucleares, tanto locales como internacionales, podrían hacer lo mismo.

El enigma nuclear indio-pakistaní no permite soluciones rápidas, pero el tiempo para abordar el problema se puede estar acabando. Ahora ha llegado el momento de una fuerte intervención por parte de Estados Unidos, que podría ayudar a los rivales de Asia Meridional a crear un sólido régimen de control de las armas nucleares y salvar a millones de personas de un Armagedón nuclear.

 

Es hora de que India y Pakistán solucionen sus propias crisis

Desde hace casi dos décadas India y Pakistán viven continuamente bajo la sombra de una guerra nuclear. En 1999, dentro del año de desarrollar armas nucleares, los dos Estados se vieron envueltos en la crisis de Kargil, un conflicto convencional en el que un ataque nuclear limitado pareció ser una posibilidad real y muy amenazadora. Con cada crisis desde Kargil ha resurgido la amenaza de una escalada nuclear. Por esta razón, el subcontinente necesita urgentemente un sistema de manejo de crisis que evite que las guerras convencionales escalen rápidamente a conflictos nucleares. Esperar sencillamente que no surja otra crisis simplemente no puede aceptarse. Los dos países comparten un pasado problemático y, dado su prolongado conflicto sobre Cachemira y el terrorismo transfronterizo de la región, esperar que no ocurran crisis es, básicamente, soñar con lo imposible.

El comportamiento de cada nación con respecto a la otra está determinado, hasta cierto punto, por medidas de fomento de la confianza que se han establecido durante años, tanto antes como después de la nuclearización. Sin embargo, estas medidas no evitan las crisis ni, lo que es crucial, ayudan a afrontarlas una vez que se inician. A su vez, como es prácticamente seguro que, de cuando en cuando, se desatarán crisis, el objetivo central de los esfuerzos en pos de la estabilidad nuclear en Asia Meridional debería ser desarrollar un mecanismo para evitar la rápida escalada, de convencional a nuclear, cuando las crisis ocurren.

Demasiado Tío Sam. Desde la nuclearización en 1998, tanto Pakistán como India han conformado sus arsenales nucleares para adaptarlos a sus propias necesidades y visiones estratégicas. Cada nación ha desarrollado su infraestructura nuclear y ha modernizado continuamente sus activos nucleares y sistemas vectores. Ambas han coqueteado también con la idea de una guerra nuclear limitada. En medio de todo esto, las dos han aprendido lo difícil que es evitar la escalada durante una crisis.

De hecho, cada vez que se ha producido una crisis bilateral con connotaciones nucleares, se ha pedido a Estados Unidos que medie para lograr la paz y maneje la crisis. De hecho, India y Pakistán han delegado el control de la escalada a Estados Unidos. Washington ha terminado siendo el abanderado de la estabilidad de las crisis en Asia Meridional, aun cuando no tiene ningún control sobre la dinámica de disuasión indio-paquistaní. La dependencia absoluta de estos dos países de la mediación de un tercero ha llevado a que los países de Asia Meridional deban confiar en la sobreprotección estratégica de una potencia ajena a la región.

Islamabad y Nueva Delhi, tanto antes como durante las crisis, se enfrentan a la necesidad absoluta de contar con canales abiertos para la comunicación y el diálogo. Sin embargo, en la actualidad las únicas estructuras disponibles son frágiles, inestables y propensas al colapso; basta observar el proceso de «diálogo compuesto» que se inició en 2004 pero colapsó en 2008, tras los ataques en Bombay.

Entretanto, Estados Unidos no está seguro de seguir implicado en futuras crisis en Asia Meridional. De hecho, a algunos observadores de la dinámica de escalada regional les preocupa que la retirada de Estados Unidos resulte ser sumamente peligrosa; India y Pakistán no han manejado nunca la dinámica de las crisis por sí solos, por lo que ¿qué garantías existen de que puedan hacerlo? Entiendo esta preocupación. Sin embargo, a la vez, India y Pakistán nunca aprenderán a contener los peligros nucleares si Washington siempre se está preocupando por la escalada en nombre de estos dos países. Estados Unidos debería promover activamente que las dos partes establezcan mecanismos bilaterales para el manejo de crisis, de modo que, cuando sea necesario frenar la escalada de la próxima crisis, Islamabad y Nueva Delhi puedan acercarse sin recurrir a Washington.

Responsabilidad compartida. En 1998, el año de la nuclearización del subcontinente, Pakistán propuso que la India se le uniera en un mecanismo que denominó régimen de moderación estratégica. El régimen comprendía tres elementos fundamentales interrelacionados: moderación nuclear, fuerzas convencionales en equilibrio y resolución de controversias. Han transcurrido los años, pero todavía podría ser posible adaptar el régimen para que incluya al manejo de crisis bilaterales como un elemento esencial de sus medidas más amplias para la reducción del riesgo nuclear. Por desgracia, India se ha opuesto al régimen y ha desdeñado sus tres elementos, sosteniendo que las capacidades militares y disposición de fuerzas de Nueva Delhi se guían por percepciones de amenazas que van más allá de Pakistán.

Es un argumento extraño. El despliegue de formaciones blindadas a lo largo de la frontera pakistaní por parte de India se relaciona, sin dudas, específicamente con Pakistán. Lo mismo ocurre con la doctrina ofensiva del «arranque en frío» (Cold Start) de Nueva Delhi, que está diseñada para iniciar rápidas intervenciones militares contra Pakistán, sin cruzar el umbral nuclear de Islamabad. Es posible que India ya se haya dado cuenta de las grandes dificultades operativas para ejecutar el arranque en frío. Sin embargo, el daño ya está hecho: el arranque en frío ya ha incitado a Islamabad a desarrollar armas nucleares tácticas.

India debería recibir, con magnanimidad, cualquier propuesta proveniente de Pakistán, tanto si se trata del régimen de moderación estratégica como de alguna forma de desarrollar la prevención bilateral de crisis y mecanismos de manejo de las mismas. Sin embargo, desde que se convirtió en un Estado nuclear, India ha mostrado una actitud muy arrogante. A veces trata a Pakistán como una especie de «paria nuclear» (la casta más baja en la India), que no es digno de respeto ni de un tratamiento igualitario en la mesa nuclear. Sin embargo, la responsabilidad de alterar la dinámica estratégica de Asia Meridional corresponde tanto a India como a Pakistán. Los dos países son conjuntamente responsables de la estabilidad regional. Mientras que las dos partes no reconozcan la mutualidad de sus percepciones de amenazas, las posibilidades de establecer una «estabilidad estratégica garantizada mutuamente» son pocas.

India y Pakistán no pueden ignorar ni hacer que desaparezca la geografía. Al fin y al cabo, la única forma de lograr la estabilidad estratégica, que supone una responsabilidad compartida, es mediante el diálogo y la cooperación.

Un último punto: las perspectivas de que Asia Meridional logre el desarme nuclear a corto plazo parecen desalentadoras. Sin embargo, las perspectivas a largo plazo no son mejores, a menos y hasta que el proceso de desarme nuclear global se acelere en la esfera más alta. Es decir, los Estados reconocidos con armas nucleares deben empezar a cumplir su parte del trato subyacente al Tratado de No Proliferación Nuclear. A pesar de que India y Pakistán, si trabajan arduamente y tienen la voluntad de cooperar, todavía pueden lograr la estabilidad nuclear en el subcontinente, no pueden conseguir por sí solos el desarme nuclear. Son las grandes potencias nucleares las que deben empezar esta tarea.

 

Tres medidas concretas para la estabilidad nuclear en Asia Meridional

India y Pakistán están aumentando constantemente sus arsenales de materiales fisibles. Pakistán posee armas nucleares tácticas que amenaza desplegar contra India. Nueva Delhi está cerca de completar el despliegue de una tríada nuclear. Los actores no estatales en Asia Meridional representan una amenaza perpetua de acceder a armas o materiales nucleares. El fuego de artillería a lo largo de la frontera indio-pakistaní es frecuente.

Por todas estas razones, es fundamental prestar atención a la situación nuclear en Asia Meridional. Sin embargo, al ser poco probable que Islamabad y Nueva Delhi frenen el desarrollo de sus armas nucleares, teniendo en cuenta el largo historial de antagonismo y desconfianza entre las dos partes, ¿se puede hacer algo para reducir el riesgo nuclear en la región? Sí, podemos destacar tres tipos de iniciativas con el potencial de mejorar la estabilidad nuclear en Asia Meridional. En primer lugar, Nueva Delhi e Islamabad podrían iniciar la cooperación bilateral en materia de seguridad nuclear. En segundo lugar, las dos partes podrían -con ayuda internacional- procurar mejorar la ciberseguridad nuclear en la región. A su vez, de una u otra forma India y Pakistán podrían asumir compromisos en relación con el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares.

Mejora de la seguridad nuclear. Una preocupación constanteen Asia Meridional es que grupos terroristas logren acceder a materiales nucleares, ya sea para utilizarlos en ataques o como elementos de negociación contra Nueva Delhi o Islamabad.

Según la Iniciativa contra la amenaza nuclear y su índice de seguridad nuclear, la labor de tanto India como Pakistán para la salvaguardia de sus materiales nucleares deja bastante que desear. Sin embargo, en los últimos meses, ambos países han dado algunos pasos prometedores. Antes de la cuarta y última Cumbre sobre Seguridad Nuclear, que comenzó en marzo, Islamabad ratificó la enmienda a la Convención sobre la Protección Física de los Materiales Nucleares del año 2005. En la misma cumbre, Nueva Delhi asumió compromisos en relación con el contrabando nuclear y otras cuestiones. Por su parte, en junio la India se comprometió con una importante iniciativa conocida como la Declaración conjunta para la mejora de la implementación de la seguridad nuclear.

Aun así, India y Pakistán se enfrentan a riesgos relacionados con la seguridad de los materiales nucleares en sus territorios. Los mecanismos bilaterales y cooperativos para abordar estos desafíos podrían beneficiar a ambas partes, pero en la actualidad esta cooperación es mínima. Lo que se necesita es un marco para la cooperación en materia de seguridad nuclear que anime a las dos partes a compartir las mejores prácticas, los conocimientos y la inteligencia, y a llevar a cabo ejercicios conjuntos de las fuerzas policiales.

Afortunadamente, un formato existente para las medidas de fomento de la confianza nuclear podría adaptarse para integrar un mecanismo bilateral para la mejora de la seguridad nuclear. Por desgracia, los esfuerzos tendientes al fomento de la confianza en el subcontinente se ven habitualmente interrumpidos por ataques terroristas en territorio indio. Los atentados de Bombay de 2008 dieron lugar a la suspensión de las medidas de fomento de la confianza nuclear durante muchos años, y el ataque en Pathankot de este año llevó a un estancamiento de las conversaciones bilaterales sobre una serie de cuestiones. Por lo tanto, es fundamental que la India desvincule estratégicamente a la seguridad nuclear del terrorismo. De lo contrario, es poco probable que puedan lograrse avances constantes en materia de seguridad nuclear.

Mejora de la ciberseguridad. El subcontinente se enfrenta a una necesidad urgente de aumentar su capacidad en materia de ciberseguridad. La débil infraestructura de ciberseguridad vuelve vulnerables a las instalaciones nucleares de ambos países; ni India ni Pakistán han adoptado las sólidas medidas de ciberseguridad que sus instalaciones nucleares requieren. India elaboró una política nacional de ciberseguridad en 2013, pero esta se limita a exponer una amplia visión de la ciberseguridad, sin establecer el tipo de planes detallados que requieren las amenazas de ciberseguridad. Por su parte, Pakistán aprobó una ley de ciberseguridad en agosto, pero la ley tiene más que ver con la restricción de la difusión de la ideología extremista que con la protección de los emplazamientos nucleares.

Desde luego, es difícil imaginar a Pakistán e India cooperando en materia de ciberseguridad en medio de los frecuentes ataques cibernéticos que fluyen a través de la frontera. Además, ningún país tiene los recursos económicos necesarios para hacer las grandes inversiones que requieren las infraestructuras fiables de ciberseguridad. Para poder anticiparse a los últimos escenarios de amenazas es necesario efectuar actualizaciones constantes, por lo que la ciberseguridad es un asunto muy caro. Sin embargo, la ciberseguridad en el subcontinente podría mejorarse si la comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos, ayudara a garantizar que las instalaciones nucleares de Asia Meridional están a salvo de, por ejemplo, un ataque al estilo del Stuxnet por parte de hackers o grupos terroristas. Apenas el mes pasado, India y Estados Unidos firmaron un acuerdo destinado a mejorar la cooperación entre los dos países con respecto a las mejores prácticas de ciberseguridad y la identificación de las amenazas cibernéticas. Es el primer marco de este tipo establecido por cualquiera de los dos países; más iniciativas de este tipo en la India y Pakistán podrían ayudar mucho a mejorar la ciberseguridad en Asia Meridional.

Rechazo de los ensayos nucleares. Desde mayo de 1998, cuando 11 explosiones nucleares sacudieron al subcontinente, ni India ni Pakistán han llevado a cabo ensayos nucleares. Por otro lado, ninguno de estos países ha firmado el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE).

En agosto, Pakistán hizo una propuesta a India, ofreciéndole celebrar un tratado bilateral para establecer la prohibición de los ensayos, que formalizaría la moratoria voluntaria de las pruebas existente en los dos países. Sin dudas se trató de un movimiento estratégico, pero también bienvenido. Hasta ahora, India ha mostrado poco interés en la propuesta, aun cuando su aplicación podría ayudar a Nueva Delhi en su intento de ingresar al Grupo de Suministradores Nucleares. De hecho, es esencial que la India adopte un nuevo enfoque sobre los ensayos nucleares, si quiere cumplir sus aspiraciones de integrar los principales regímenes de control de las exportaciones.

Un enfoque que podría adoptar Nueva Delhi sería ir «a la francesa». En esta situación, su conducta en relación con el TPCE sería como lo fue en su momento la de París con respecto al Tratado de No Proliferación Nuclear, es decir, negarse formalmente a firmar el Tratado pero actuar como un signatario. Este enfoque implicaría varias ventajas. En primer lugar, formalizaría el compromiso existente de Nueva Delhi de no efectuar ensayos con armas nucleares, y podría contribuir a que la India se deshiciera de su imagen de «paria nuclear». Esto podría ayudar a Nueva Delhi a cumplir su objetivo a largo plazo de lograr la membresía en grupos de control de las exportaciones, como el Arreglo de Wassenaar, el Grupo de Australia y el Grupo de Suministradores Nucleares, entre otros. En segundo lugar, no crearía presión dentro de la India para llevar a cabo nuevos ensayos nucleares. De aceptar firmar el TPCE, probablemente se crearía esta presión, especialmente teniendo en cuenta las alegaciones de que el ensayo llevado a cabo por India en 1998 de un dispositivo termonuclear no fue totalmente exitoso. En tercer lugar, adherir al TPCE sin firmarlo sería compatible con la propuesta de Pakistán de una prohibición bilateral de los ensayos nucleares.

El subcontinente indio está dominado por rivales nucleares con fronteras que son objeto de disputa y una historia de guerra. En consecuencia, las perspectivas para la seguridad en la región pueden parecer pesimistas. Sin embargo, la historia nos ofrece motivos para tener esperanza. Desde los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, hace más de 70 años, no se han utilizado armas nucleares en tiempos de guerra. Cuando China y la Unión Soviética -dos Estados con armas nucleares- se embarcaron en un conflicto convencional a lo largo del río Ussuri en 1969, las hostilidades no se convirtieron en un intercambio nuclear. Si Rusia y China, a pesar de su larga frontera común y sus a veces ásperas relaciones, pueden coexistir sin lanzarse armas nucleares, quizás India y Pakistán pueden hacer lo mismo. Aun así, la posibilidad de una guerra nuclear en una zona plagada de conflictos interestatales no puede desecharse por completo. Los líderes de Nueva Delhi e Islamabad cuentan con herramientas que les pueden ayudar a mantener a los misiles con armas nucleares fuera del cielo. La seguridad nuclear, la ciberseguridad y la prohibición de los ensayos pueden trazar el camino hacia un futuro más estable para Asia Meridional.

 

Round 2

Asia Meridional: más allá de la gestión de las crisis

En lugar de «demasiado Tío Sam», como expresó Rabia Akhtar en un subtítulo de su primer ensayo, el problema en Asia Meridional es «muy poco Tío Sam».

A Akhtar le preocupa la incapacidad de India y Pakistán de «madurar» y terminar con la dependencia de Estados Unidos para la gestión de las crisis nucleares. Comparto su preocupación, pero a menos que Washington obligue a Nueva Delhi e Islamabad a terminar con su carrera de armas nucleares y tomarse en serio el control armamentista, las dos naciones de Asia Meridional seguirán jugando con fuego nuclear. El bilateralismo puro, sin ninguna presión de Estados Unidos, es un callejón sin salida, como lo demuestra la incapacidad de los dos países para evitar la crisis actual en relación con el ataque en Uri.

Lo que India y Pakistán necesitan es más participación de EE. UU. (acompañada de un esfuerzo multilateral para reducir los peligros nucleares, tanto a nivel global como en Asia Meridional). El principal objetivo de Washington en la región debe ser la desnuclearización. El control de las armas nucleares sería un primer paso en esa dirección.

Akhtar sostiene que la influencia de EE. UU. sobre los rivales de Asia Meridional «no es tan fuerte como mis colegas de mesa redonda parecen creer». Sin embargo, Pakistán sigue dependiendo de la ayuda económica y militar de Estados Unidos. A su vez, este último podría usar su influencia sobre India, posible gracias a su acuerdo nuclear con este país, para alentar a India a abandonar la doctrina de arranque en frío de su ejército. Entretanto, Washington podría ejercer una fuerte presión sobre el ejército pakistaní para imponer la ilegalidad de todos los grupos terroristas jihadistas contrarios a India, que operan en el territorio de Pakistán. India podría reducir entonces su presión militar sobre Pakistán, permitiendo a los habitantes de ese país sentirse más seguros. Islamabad podría entonces aceptar, bajo la presión de Estados Unidos, no desplegar armas nucleares tácticas. Quizás los indios podrían así asumir un compromiso similar. Esto supondría una «iniciativa gradual y recíproca para la reducción de las tensiones» del tipo identificado por el economista y activista por la paz británico Kenneth Boulding. En consecuencia, el riesgo de un conflicto nuclear en Asia Meridional disminuiría de forma considerable.

India y Pakistán no están condenados a vivir en una situación similar a una Crisis de los Misiles cubana permanente. Hay luz al final del túnel, que proviene en parte de los entornos sociales y normativos internacionales que repercuten sobre las opciones nucleares de estos dos países. La presión normativa internacional con el liderazgo de Estados Unidos es la clave para resolver el problema nuclear del subcontinente. Sí, más tarde o más temprano los rivales de Asia Meridional tendrán que «madurar», pero lo que «madurar» realmente significa es la aceptación de las restricciones normativas sobre el comportamiento nuclear.

¿Sin evidencia? Akhtar, al poner en duda el argumento que sostuve en la Primera Ronda acerca de que las armas nucleares de Pakistán están aparentemente listas para usarse en cualquier momento, escribió en la Segunda Ronda que «no existe ninguna evidencia» de que mi afirmación sea correcta. Sin embargo, la mayoría de los analistas coinciden en que, desde 2001-2002 tanto India como Pakistán han desarrollado sus doctrinas nucleares con el objetivo de contar con armas nucleares listas para usar. Ya en 2001, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos creía que Pakistán «probablemente podría reunir algunas armas con relativa rapidez». El general Khalid Kidwai, ex jefe de la División de Planificación Estratégica de Pakistán, habría confirmado esta evaluación durante dos entrevistas con un grupo de expertos italianos, el Landau Network-Centro Volta, en 2002 y 2008. En la segunda entrevista, Kidwai habría declarado que las armas nucleares de Pakistán «estarán listas cuando sea necesario, a muy corto plazo…la distancia no es el problema, el problema es la sincronización. La separación se relaciona más con el tiempo que con el espacio». Según Sébastien Miraglia del Instituto Noruego de Estudios de Defensa, el sistema de mando y control de Pakistán es firme -es decir, se encuentra bajo el fuerte control centralizado de la Autoridad del Comando Nacional- solo en tiempos de paz, e incluye muy pocas protecciones contra el uso nuclear no autorizado durante crisis militares con India. Por otra parte, Vipin Narang del MIT informó que el misil nuclear Nasr de Pakistán con el tiempo terminará por desplegarse «encerrado en un contenedor» prácticamente listo para usarse, y que los procedimientos de control positivo del ejército pakistaní para desplegar rápidamente armas nucleares «pueden comprender la delegación previa de cierta autoridad a los usuarios finales en su cadena de mando, para mover y lanzar armas nucleares, en el escenario plausible de que se interrumpieran las comunicaciones en medio de una crisis».

En términos más generales, Akhtar sostiene que analizo la competencia nuclear indo-pakistaní a través de un «prisma de la Guerra Fría». Sin embargo, en mi último libro India-Pakistan Nuclear Diplomacy (Diplomacia nuclear indo-pakistaní) defendí la tesis propuesta por S. Paul Kapur de Stanford, de que Asia Meridional nuclear no es como Europa durante la Guerra Fría. Sin dudas India y Pakistán pueden aprender de la experiencia de Estados Unidos y la Unión Soviética para llegar a acuerdos de control de las armas nucleares, pero la Guerra Fría no es el único modelo disponible para el control de las armas nucleares en Asia Meridional. De hecho, en mi libro sostengo que India y Pakistán podrían aprender de la experiencia de Argentina y Brasil sobre la generación de confianza nuclear. 

La diplomacia de Asia Meridional debe basarse en la confianza

En todas las crisis entre India y Pakistán, la diplomacia es la primera víctima. El 18 de septiembre, cuando un cuartel de la brigada del ejército de la India fue atacado por militantes en el sector Uri de Cachemira bajo ocupación india, Nueva Delhi hizo declaraciones prematuras responsabilizando a Pakistán. A ambos lados de la frontera se hablaba de dar al otro una lección. Los medios de comunicación de los dos países echaron leña al fuego y pronto se convirtió en una guerra de acusaciones, que dio lugar al recrudecimiento de las tensiones en las dos naciones. La desagradable realidad en Asia Meridional es que el camino hacia la guerra nuclear probablemente pase por una intensificación de la crisis.

Para que prevalezca la cordura, debe darse a la diplomacia una oportunidad justa, pero para que la diplomacia funcione, es indispensable la confianza. La confianza no puede existir si India culpa a Pakistán por cualquier ataque en su contra y delibera sobre represalias punitivas contra Islamabad. Al mismo tiempo, Nueva Delhi espera que Islamabad acepte tranquilamente su castigo.

En vez de dedicarse a este tipo de bravatas, ambas partes deben garantizar que los canales de comunicación permanezcan abiertos. De hecho, mi colega de mesa redonda Mario Carranza llamó en la Primera Ronda a establecer líneas directas permanentes entre Pakistán y Nueva Delhi. En la actualidad ya existen tres de estas líneas, al menos en teoría. Sin embargo, dos se han suspendido, a consecuencia de crisis anteriores.

Ya sea a través de líneas directas como no, las llamadas telefónicas durante una crisis deben tener lugar entre Nueva Delhi e Islamabad, y no entre cualquiera de esas dos ciudades y Washington. En cualquier caso, la influencia de Estados Unidos en el subcontinente no es tan fuerte como mis colegas de mesa redonda parecen creer. De hecho, no creo que Washington pueda ejercer ninguna presión sobre Islamabad. Cuanto antes Nueva Delhi lo entienda, y cuanto antes se manejen las crisis nucleares a nivel local, en lugar de delegarse a socios externos, mejor será el diálogo bilateral. La continua participación de Estados Unidos, por la que abogan mis dos colegas de mesa redonda, solo perpetuará los dilemas estratégicos y doctrinarios que caracterizan a las relaciones entre India y Pakistán.

No es la Guerra Fría. Debo discrepar con la caracterización que hace Carranza de la postura nuclear de Pakistán. Escribe que las armas de Pakistán están «aparentemente listas para usarse en cualquier momento». Afirma, también, que aparentemente Pakistán «ha pre-delegado a comandantes pakistaníes la autoridad para usar armas nucleares durante crisis militares con la India». Sin embargo, no existe ninguna evidencia que sugiera la existencia de estas políticas. No se ha implementado ninguna estrategia de «lanzamiento en caso de advertencia» (launch-on warning) para las armas nucleares de Pakistán. La Autoridad del Comando Nacional centraliza el comando y el control de las armas nucleares, sin importar su alcance y rendimiento. Entretanto, como señala correctamente Carranza, India ha optado por el camino de encerrar en contenedores a los sistemas de largo alcance, como el sistema balístico intercontinental Agni-V (es decir, cada vez más ojivas de India se acoplan a misiles).

Por último, si se examina a India y Pakistán a través de un prisma de la Guerra Fría, como hace fundamentalmente Carranza, se pasan por alto algunas de las complejidades del subcontinente. Lo que funcionó para los rivales de la Guerra Fría no siempre va a funcionar para India y Pakistán, como analizamos un coautor y yo en la monografía Nuclear Learning in South Asia: The Levels of Analysis (Aprendizaje nuclear en Asia Meridional: los niveles de análisis). Los centros para la reducción de riesgos, el tabú nuclear y los tratados negociados sobre el control de armas se celebran con razón como éxitos de la Guerra Fría. No obstante, estos no reducirán necesariamente el peligro nuclear entre India y Pakistán. En Asia Meridional el objetivo debería ser la estabilidad mutuamente asegurada, y no se logrará mucho a menos que los dos Gobiernos pueden demostrarse suficiente confianza para abordar las amenazas comunes a la estabilidad estratégica.

 

La naturaleza de las crisis es diferente, pero las necesidades de Washington siguen siendo las mismas

El 18 de septiembre comenzó una nueva crisis en Asia Meridional, cuando militantes armados atacaron una base militar india en Cachemira bajo control de ese país, matando a 18 soldados. Los funcionarios de Nueva Delhi expresaron rápidamente sus sospechas sobre la participación de Islamabad. Estalló una guerra de palabras. India sopesó sus opciones estratégicas, y el ministro de defensa de Pakistán dijo que Islamabad no dudaría en usar armas nucleares tácticas si su seguridad se viera amenazada. Por supuesto, ambas partes solicitaron la intervención de EE. UU. en la crisis. Nueva Delhi pidió que se impusieran sanciones económicas a Islamabad por su apoyo al terrorismo, e Islamabad solicitó el resarcimiento por las violaciones de los derechos humanos en Cachemira bajo control indio.

Esta nueva crisis se desencadenó luego de que esta mesa redonda comenzara a publicarse. No obstante, un tema clave en la Primera Ronda fue el nivel adecuado de participación estadounidense en las crisis de Asia Meridional. Rabia Akhtar sostuvo que India y Pakistán deben aprender a solucionar las crisis por sí mismos, en lugar de depender de la «sobreprotección estratégica de una potencia ajena a la región».Mario Carranza escribió que es fundamental que Estados Unidos se involucre en Asia Meridional, y de hecho llamó a que aumentara su participación. Mis opiniones siguen la línea de las de Carranza. Si queremos la estabilidad en una región en la que las relaciones entre dos rivales con armas nucleares, siendo uno de ellos un Estado fragmentado, se ven complicadas por actores no estatales violentos, es fundamental que Estados Unidos siga estando implicado.

No solo reaccionar. En muchos sentidos, la crisis actual en el subcontinente se asemeja a crisis anteriores. Sin embargo, se diferencia de las demás en dos aspectos fundamentales.

En primer lugar, la crisis actual se produce en un momento en que están cambiando las prioridades de Washington en Asia. Parecería que podría desarmarse el apoyo que Washington presta a Pakistán como aliado en su «guerra contra el terrorismo». Un proyecto de ley que actualmente está en consideración del Congreso de Estados Unidos catalogaría a Pakistán de Estado patrocinador del terrorismo. A principios de agosto, el Pentágono anunció que retendría 300 millones de dólares estadounidenses de ayuda militar a Pakistán debido al fracaso de Islamabad para actuar contra los militantes que operan en Afganistán. En el pasado, a pesar de las dudas sobre el Gobierno pakistaní, Washington por lo general prestó apoyo a Islamabad porque necesitaba la ayuda de Pakistán como aliado, tanto en la Guerra Fría como durante la «guerra contra el terrorismo». Ahora Washington parecería deseoso de abandonar este camino y establecer un nuevo eje estratégico en Asia, según el cual Estados Unidos, India, Japón y Corea del Sur se opondrían a Rusia, China, Pakistán y Corea del Norte.

En segundo lugar, cada vez parece más probable que se utilicen efectivamente armas nucleares en una crisis en Asia Meridional. Pakistán confía profundamente en la «teoría del loco», la técnica de Richard Nixon para intimidar a un adversario a fin de lograr su aquiescencia pareciendo deliberadamente irracional. Para Islamabad la teoría del loco ha resultado útil, en primer lugar para protegerse contra un ataque militar convencional de India -la reciente declaración del ministro de defensa pakistaní sobre el uso de armas nucleares tácticas no fue la primera afirmación de este tipo por parte de Islamabad- y para obtener concesiones de Estados Unidos. Sin dudas, la gran cantidad de dinero que India destina a defensa contribuye a la tensa situación. Es más, Nueva Delhi ya no es una «potencia reactiva», como la catalogaron una vez muchos expertos. En los últimos años, India ha aumentado su apoyo a grupos partidarios de la independencia en la provincia pakistaní de Balochistán, con la esperanza de sacudir a Islamabad, de la misma forma que Pakistán espera sacudir a India prestando apoyo a grupos separatistas en Cachemira bajo el control indio.

Aun así, aunque se habla mucho sobre la doctrina militar india de arranque en frío, la capacidad operativa de Nueva Delhi para llevar a cabo el tipo de ataque previsto en la misma no se ha demostrado todavía. A su vez, en cualquier caso, Nueva Delhi valora demasiado su estatus internacional de «potencia responsable» como para echar por la borda esta reputación en una ofensiva militar unilateral contra Islamabad. En cambio, un Pakistán fracturado y acorralado diplomáticamente podría comenzar una guerra nuclear con suma facilidad.

En la Primera Ronda expuse las razones por las que la estabilidad nuclear es tan precaria en Asia Meridional: los crecientes suministros de materiales fisibles, la escasa seguridad nuclear, etc. Una de las medidas que propuse para reducir las tensiones es que ambas partes adhieran, de una u otra forma, al Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares. Sin embargo, dada la situación estratégica en el subcontinente, sin mencionar la crisis actual, es poco probable que pueda adoptarse una prohibición bilateral de los ensayos nucleares. Quizás sea posible llegar en su lugar a un acuerdo bilateral de renuncia al primer uso. De ser así, podría ponerse fin a la situación actual, en la que con cada nuevo ataque subnacional se corre el riesgo de un conflicto nuclear. No obstante, este tipo de acuerdo no se materializará si la comunidad internacional no hace un esfuerzo. Por supuesto, es Estados Unidos quien debe liderarlo.

 

Round 3

Realidad y fantasía en Asia Meridional nuclear

India y Pakistán son en última instancia los responsables de solucionar sus propias crisis, pero la nuclearización del subcontinente ha internacionalizado sus controversias. Las tensiones en Asia Meridional ya no son una cuestión regional, debido a las posibles catastróficas consecuencias humanitarias en todo el mundo de un conflicto nuclear en esa región.

En mi segundo artículo de esta mesa redonda sostuve que «el principal objetivo de Washington en la región debe ser la desnuclearización» como parte de un «esfuerzo multilateral para reducir los peligros nucleares, tanto a nivel global como en Asia Meridional». Mi colega de mesa redonda Rabia Akhtar afirma que esto es como «vivir en la tierra de la fantasía», pero mi argumento no tiene nada de fantástico. Desde el discurso de Praga de Barack Obama en 2009 «la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares» ha sido política oficial de Estados Unidos. A su vez, en 2009 los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU también prestaron su apoyo al objetivo de un mundo sin armas nucleares.

Akhtar intenta rebatir mis ideas «fantasiosas» al escribir que «se han hecho elecciones», lo que principalmente quiere decir que India y Pakistán han decidido buscar la seguridad en las armas nucleares, manteniéndose fuera del régimen de no proliferación nuclear. Sin embargo, estas elecciones no son irreversibles. De hecho, India y Pakistán están desincronizados con la abrumadora mayoría de Estados que han renunciado a las armas nucleares, y son los rivales de Asia Meridional los que se comportan como si estuvieran viviendo en una «tierra de la fantasía», una engañosa y peligrosa tierra de la fantasía «realista».

Si bien Estados Unidos puede haber reconocido a India y Pakistán como Estados con armas nucleares de facto, la mayoría de la comunidad internacional no lo ha hecho. Por ejemplo, en 1998 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó unánimemente la Resolución 1172 exhortando a India y Pakistán a «poner término de inmediato a sus programas de desarrollo de armas nucleares». India ya está pagando un precio por ignorar el régimen de no proliferación nuclear: en junio de este año se rechazó su solicitud para integrar el Grupo de Suministradores Nucleares (GSN) porque, entre otras razones, «algunos miembros del GSN creen que India debe ratificar el Tratado de No Proliferación Nuclear como Estado sin armas nucleares antes de ser admitido en el GSN».

Akhtar sostiene también, junto con Jayita Sarkar, la tercera participante de esta mesa redonda, que la capacidad de Washington de influir sobre la diplomacia nuclear de India y Pakistán es limitada. Esto solo es cierto si el próximo Gobierno de Estados Unidos continúa con la política de Obama de deferencia hacia la susceptibilidad india. La influencia de Washington podría maximizarse si, como sugerí en la Primera Ronda, adoptara «un enfoque equilibrado sobre las relaciones indio-pakistaníes» y mejorara las relaciones con Pakistán. Akhtar puede afirmar que «Washington nunca pudo ejercer demasiada influencia sobre India», pero las alianzas siempre permiten al socio más fuerte influir sobre el socio menor. La asociación estratégica entre EE. UU. e India no es ninguna excepción.

La elección a la que se enfrentan los principales actores del drama nuclear de Asia Meridional es más de lo mismo o algo radicalmente diferente. Más de lo mismo no ha funcionado para Pakistán; podría decirse que tampoco para India o Estados Unidos. En Asia Meridional Estados Unidos debería dejar de centrarse exclusivamente en la lucha antiterrorista y la geopolítica, para pasar a tener como prioridad la resolución de conflictos y el control de las armas nucleares. Debería adoptar la enérgica política que Obama expuso en una entrevista con Time en 2008, es decir, «trabajar con Pakistán e India para intentar resolver la crisis de Cachemira con seriedad». (La misma administración de Obama abandonó este tipo de enfoque proactivo debido a la presión del grupo de cabildeo indio en Washington). A su vez, a pesar de que Akhtar afirma que no muestro «rigor histórico» cuando sugiero que Washington debería alentar firmemente a India y Pakistán a tomarse en serio el control de las armas nucleares, existe un precedente histórico de una enérgica forma de abordar el conflicto entre India y Pakistán por parte de EE. UU: en 1963 el Gobierno de Kennedy patrocinó seis rondas de negociaciones sobre el conflicto de Cachemira.

Las armas nucleares no se eliminarán inmediatamente del subcontinente. Sin embargo, los peligros nucleares que representa Asia Meridional pueden reducirse si las dos partes intercambian información sobre las doctrinas nucleares, mejoran la seguridad nuclear y cibernética y crean centros para la reducción del riesgo nuclear. Nueva Delhi e Islamabad deberían también adoptar las medidas que se necesitan urgentemente para el control de armas, tales como un acuerdo bilateral de renuncia al primer uso y una prohibición bilateral de los ensayos, desvinculándolas de la resolución definitiva de la controversia de Cachemira. Pakistán tiene fuertes incentivos para ser el primero en iniciar este tipo de acciones. Si el loco juego nuclear de la actualidad continúa indefinidamente, Islamabad tiene más para perder que Nueva Delhi, en términos de seguridad y de desviación de recursos económicos. Sin embargo, en última instancia es de interés de ambas partes revivir el "espíritu de Lahore" de 1999, estableciendo a la vez un frente unido para enfrentarse a todas las formas de terrorismo en la región.

 

India y Pakistán: muy lejos de Kansas

Estados Unidos no disfruta de la misma influencia sobre Pakistán que una vez tuvo. Washington nunca pudo ejercer demasiada influencia sobre India. Así que, la idea de mi colega de mesa redonda Mario Carranza de que Washington pueda «obligar» a Nueva Delhi e Islamabad a «terminar con su carrera de armas nucleares y tomarse en serio el control armamentista», al mismo tiempo que Estados Unidos moderniza su propio arsenal nuclear, carece de rigor histórico.

El argumento que expuse contra «demasiado Tío Sam» no significa que esté a favor de eliminar a Estados Unidos de la ecuación indio-pakistaní. Pueden pasar décadas hasta que Washington retroceda como fuerza extra regional en Asia Meridional. Solo sugiero que las intervenciones prematuras de EE. UU. en las crisis de Asia Meridional animan a las dos partes a explorar opciones de guerra limitada (aun cuando India y Pakistán hayan acogido históricamente estas intervenciones).

Carranza escribe que «el principal objetivo de Washington en la región debe ser la desnuclearización». Estaría de acuerdo si viviéramos en la tierra de la fantasía. Pero no es así, y se han hecho elecciones. Estas se reflejan en las decisiones de Nueva Delhi e Islamabad de mantenerse por fuera del régimen de no proliferación nuclear, las decisiones de no aceptar la hipocresía organizada. Se reflejan en los cambiantes patrones de alianzas de Pakistán, que se acerca a China y Rusia. Por su parte, India se niega a poner todos sus huevos estratégicos en la canasta de Estados Unidos, a pesar de la conclusión del acuerdo nuclear entre India y EE. UU. y el impulso que ha dado Washington para que India integre el Grupo de Suministradores Nucleares. Quedaron atrás los días en los que el liderazgo de EE. UU. era la «clave», como sostiene Carranza, para resolver los problemas del subcontinente. Dorothy del mago de Oz tenía razón, ya no estamos en Kansas. Ni volveremos a estar allí.

Ni frágil ni aislado. Escribo esto poco después de un horrible atentado suicida en una academia de policía en Quetta, en la provincia pakistaní de Beluchistán. Murieron más de 60 jóvenes cadetes. Así que entiendo por qué mi colega Jayita Sarkar escribe que «el frágil Estado pakistaní puede derrumbarse». Desde la distancia podemos preguntarnos cómo Pakistán todavía sigue en pie.

Sin embargo, también es importante señalar la capacidad de este país para recuperarse del terrorismo. Es importante darle crédito por la operación militar Zarb-e-Azb que eliminó los escondrijos de terroristas en Waziristán del Norte. Pakistán es una nación resistente. Las naciones resistentes no son frágiles. Esto es digno de reconocimiento.

Sarkar relaciona la «fragilidad» de Pakistán con su supuesto aislamiento. Desde el ataque de militantes en Uri contra un puesto militar indio el 18 de septiembre, en India ha cobrado popularidad el cuento del aislamiento de Pakistán. Sin embargo, esta afirmación no resiste un examen detallado. Por ejemplo, Sarkar mencionó una conferencia de la Asociación Sudasiática para la Cooperación Regional (ASACR) programada en Pakistán para el próximo mes. La conferencia se pospuso debido a que algunas naciones se retiraron. Ahora bien, esta es una prueba muy débil del aislamiento de Pakistán, ya que la cumbre de la ASACR se cancela automáticamente aun cuando solo se retire un país miembro. Por el contrario, abundan las pruebas contra el aislamiento de Pakistán. El corredor económico chino-pakistaní está listo para atraer $ 150 000 millones en inversiones, pero no solo es China, la «compinche» de Pakistán, la que está invirtiendo. Irán también está interesado, y tanto Pekín como Islamabad lo recibirían con gusto en el corredor económico. En septiembre, las tropas rusas y pakistaníes llevaron a cabo por primera vez ejercicios militares conjuntos. A su vez, un equipo del Fondo Monetario Internacional, tras una visita reciente a Pakistán, reconoció que ese país había salido de su crisis económica y estaba en camino de implementar las necesarias reformas económicas. ¿Aislamiento? Recapaciten.

Sarkar relacionó también el riesgo de una «implosión» pakistaní con la posibilidad de la proliferación nuclear. Este tipo de argumento perdió fuerza hace mucho tiempo. Sin dudas, resulta fácil traer a colación a A.Q. Khan y «refregárnoslos por las narices», argumentando a favor de la relación entre Pakistán y la proliferación nuclear. Pero ¿por qué es tan difícil reconocer a Pakistán las medidas que ha adoptado para prevenir el surgimiento de A.Q. Khan 2.0?

Pakistán solo tiene una opción: seguir hacia adelante. India puede desearle el éxito y la prosperidad o bien el fracaso y el caos. No existen otras alternativas. Un diálogo político congelado en el tiempo no ayuda a ninguno de los dos países.

Estoy de acuerdo con Sarkar en que es necesario que India y Pakistán establezcan el diálogo bilateral en pos de la estabilidad nuclear, pero en Asia Meridional la estabilidad nuclear no es solo una cosa. Es una combinación de estabilidad política, estabilidad de la disuasión y estabilidad frente a las crisis. Mientras el sistema político bilateral no sea estable en sí mismo, no podrán lograrse ni la estabilidad de la disuasión ni la estabilidad frente a las crisis.

Pakistán e India deben dialogar, cueste lo que cueste.

 

Tensiones nucleares en Asia Meridional: retomemos las cuestiones fundamentales

Durante el último mes, a medida que se ha desarrollado esta mesa redonda, en varias ocasiones ha parecido que Asia Meridional estuviera a punto de entrar en una guerra. El 18 de septiembre, en el ataque en Uri, militantes mataron a 18 soldados indios en Cachemira bajo control de India. A continuación, Nueva Delhi e Islamabad avanzaron y retrocedieron en la discusión acerca de si India respondió al atentado con ataques quirúrgicos en territorio pakistaní (India afirmó que sí, Pakistán sostuvo lo contrario). En ocasiones las dos partes discutieron sobre la misma definición de «ataques quirúrgicos».

Entretanto, mis compañeros de mesa redonda examinaron las relaciones indo-pakistaníes principalmente desde un único punto de vista, a saber, el de la intervención de Estados Unidos en la región.

Es cierto que cuando surgen tensiones entre adversarios con armas nucleares en una zona propensa a los conflictos, el rol de una superpotencia en la región dista mucho de ser irrelevante. Sin embargo, mis colegas Rabia Akhtar y Mario Carranza han descrito el rol de Washington en Asia Meridional en términos dicotómicos. Akhtar pidió que Estados Unidos dejara de intervenir, mientras que Carranza alentó a Washington a conducirse como un híperpadre de los rivales de Asia Meridional. Ni Akhtar ni Carranza parecen darse cuenta de una realidad geopolítica cambiante: Estados Unidos, frustrado por el desempeño irregular de Islamabad en la lucha contra el terrorismo, se ha acercado sensiblemente a Nueva Delhi. En mi segundo ensayo escribí que Washington parecería ahora deseoso de «establecer un nuevo eje estratégico en Asia, según el cual Estados Unidos, India, Japón y Corea del Sur se opondrían a Rusia, China, Pakistán y Corea del Norte». Mantengo esta opinión y agregaría que, mientras Washington tiene mucho en juego en Afganistán y en la lucha contra el terrorismo islámico como para dejar de intervenir en Asia Meridional en el corto plazo, Estados Unidos también ha asumido muchos compromisos en regiones como Asia Nororiental, Medio Oriente y el Cuerno de África, para aumentar su intervención en Asia Meridional más allá de los niveles actuales. Así que, en lugar de centrarse en el rol de Washington en la región, resultaría más útil examinar las medidas prácticas que podrían evitar la escalada intencional o involuntaria de conflictos bilaterales, desde el nivel convencional al nuclear.

O, para mirar las cosas desde otra perspectiva, podríamos preguntarnos cómo puede evitarse la implosión de Pakistán. Por desgracia, en la actualidad no parece irreal el derrumbe del frágil Estado pakistaní, lo que podría dar lugar al terrorismo islámico que podría desestabilizar la región. Este peligro es en la actualidad particularmente grave debido al aislamiento de Pakistán en la región; Washington se está negando a prestar a Islamabad el apoyo que tradicionalmente le ha brindado, y una cumbre de cooperación regional programada para noviembre en Pakistán se suspendió por tiempo indefinido, luego de que un número de naciones de Asia Meridional decidieran boicotearla. A su vez, están intensificándose las tensiones entre el ejército pakistaní y su dirigencia civil.

La implosión de Pakistán también exacerbaría los riesgos de proliferación nuclear: ¿podría Pakistán, como Estado fracasado, convertirse en un proveedor clave de armas nucleares o materiales radiactivos a regímenes inestables? Los antecedentes pakistaníes en materia de proliferación son deficientes, como lo demuestra la red de A.Q. Khan. Los vínculos estrechos tradicionales entre Islamabad y Arabia Saudita, así como la complicada relación de Riad con Washington y su presunto interés en las armas nucleares, son un gran motivo de preocupación. Algunos informes recientes sobre la posible ayuda que Islamabad prestaría al programa nuclear de Corea del Norte solo causan más alarma. Evitar la implosión de Pakistán es muchísimo más importante que determinar con precisión el nivel óptimo de intervención estadounidense en Asia Meridional.

En mi primer ensayo expliqué a grandes rasgos tres medidas concretas que India y Pakistán podrían adoptar conjuntamente en pos de la estabilidad nuclear en la región. Estas medidas incluían la cooperación en materia de seguridad nuclear, la mejora de la ciberseguridad en la región, y la asunción de un compromiso conjunto para no llevar a cabo más ensayos nucleares. Será difícil implementar este tipo de medidas debido a las tensiones bilaterales actuales, pero no pueden descartarse por completo. A pesar de que recientemente Pakistán criticó a India por no responder a la propuesta de Islamabad de adoptar una prohibición bilateral de los ensayos nucleares -iniciativa que la mayoría de los medios de comunicación indios desestimó por absurda- Nueva Delhi podría, no obstante, demostrar interés en la propuesta de prohibición de ensayos insistiendo a la vez en un acuerdo bilateral de renuncia al primer uso como condición previa. De hecho, este tipo de acuerdo podría significar un paso importante para la estabilidad del subcontinente.

Es más, informes no confirmados de que Nueva Delhi ha completado una tríada nuclear operativa obligarían a India a actuar como una potencia nuclear responsable. Esto significa que debería adoptar medidas específicas y creíbles, tanto bilaterales como unilaterales, como la adopción de una prohibición de ensayos, la imposición de medidas de seguridad nuclear más firmes, y la mejora de la ciberseguridad del sistema nuclear indio. Estas medidas estarían en consonancia con las ambiciones indias de larga data de ingresar a múltiples regímenes de control de las exportaciones nucleares, sin tener que firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear.

 



Topics: Nuclear Weapons

 

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