Limitemos la contaminación por carbono, no a los contaminadores
By Wang Haibin: ES |
¿La población es una variable importante en las emisiones de carbono? Sin dudas. Sin embargo, dista de ser la única variable y no determina de ninguna manera las emisiones de carbono.
Tomemos como ejemplo a China, un país en el que las tendencias de crecimiento demográfico y de emisiones han diferido ampliamente en las últimas décadas. El crecimiento demográfico de China se ha retrasado significativamente desde comienzos de la década de los ochenta, cuando Beijing comenzó a aplicar una estricta política de hijo único. El crecimiento demográfico anual fue del 1,25 por ciento entre 1987 y 2000, pero entre 2000 y 2014 fue de solo 0,56 por ciento, correspondiendo a la mitad del período anterior. Sin embargo, las emisiones de carbono nos dicen otra cosa. Entre 1987 y 2000, el crecimiento anual de las emisiones de dióxido de carbono fue del 4,75 por ciento. Entre 2000 y 2014 la tasa de crecimiento anual aumentó hasta llegar al 12,7 por ciento, mucho más del doble que en el período anterior.
Todo esto es congruente con la ecuación conocida como “identidad de Kaya”, que establece que las emisiones de dióxido de carbono son el resultado de cuatro factores. La población humana es uno de estos factores. Los otros tres son el producto interno bruto por persona, la intensidad energética (la cantidad de energía utilizada por unidad de producto interno bruto), y la intensidad de carbono (la cantidad de dióxido de carbono producido por unidad de energía utilizada). Los “otros tres” factores pueden resumirse en definitiva en un número: emisiones por persona, que puede reducirse cuando cambia la conducta de los individuos y los países alcanzan el progreso social. Como lo demuestran experiencias en Asia Oriental, Europa Occidental y América del Norte, el progreso social y el crecimiento económico pueden reducir las tasas de crecimiento demográfico. Por lo tanto, la mejor forma de limitar las emisiones de dióxido de carbono es a través del cambio de conductas, no limitando la población.
Administración y gobernanza. Las emisiones de dióxido de carbono son un tipo de contaminación. Sin embargo, las personas tienen derecho a emitir dióxido de carbono a medida que sus vidas transcurren. Lamentablemente las personas tienen fuertes incentivos para producir más contaminación por carbono de lo que manda el interés colectivo de todos, esto es, entra en escena la “tragedia de los comunes”. Entonces, para disminuir las emisiones de dióxido de carbono por persona, es necesaria la buena administración de la conducta de los individuos en relación con sus emisiones, lo que requiere, a su vez, que se establezca una infraestructura para bajar las emisiones de carbono y una buena gobernanza con respecto al carbono.
La infraestructura para bajar las emisiones de carbono incluye, además de sistemas de transporte público como metros y ferrocarriles de alta velocidad, sistemas de generación de energía con bajas emisiones de carbono, como las granjas eólicas o solares, y entramado eléctrico que conecte a los clientes con la energía de bajo carbono. En los últimos años se han establecido muchas de estas cosas en la provincia de Sichuan, la zona del suroeste de China en la que nací. Durante muchos siglos, las familias agricultoras de Sichuan habían quemado biomasa para cocinar pero, a principios de los noventa, la gente de Sichuan empezó a comprar carbón para quemar en sus hornos. Lamentablemente, por lo general el carbón de Sichuan es de menor calidad que el producido en la mayoría de otras provincias chinas, su contenido de azufre es más alto y su valor calorífico es inferior. Sin embargo, en marzo de 2014 comenzaron las perforaciones en el enorme yacimiento de gas natural Longwangmiao, al sur de Sichuan. Pronto comenzó a transportarse el gas a través de un gasoducto, desde el yacimiento hasta las ciudades, pueblos y aldeas cercanos. El gas natural es más caro que el carbón o la biomasa, pero los agricultores lo adoptaron con mucho entusiasmo para cocinar porque es más limpio y los hornos a gas hacen que resulte muy fácil ajustar la llama, un tema muy importante en la cocina de Sichuan. El gasoducto y otros elementos de la infraestructura contribuyeron a causar una revolución energética en las familias de agricultores de Sichuan, una revolución que, dado que el gas natural apareja emisiones de dióxido de carbono mucho menores que el carbón, reduce las emisiones por persona.
No obstante, para la mitigación del cambio climático, establecer una buena gobernanza es tan importante como mejorar la infraestructura. La infraestructura de bajas emisiones de carbono no tiene mucho valor si los clientes no pueden o no quieren usarla. Las molestias y altos costos pueden menoscabar el atractivo de la infraestructura de bajo carbono; por ejemplo, si los metros y ferrocarriles de alta velocidad son demasiado caros, los clientes se abstendrán de usarlos. Incluso es posible que algunas entidades deliberadamente pongan obstáculos al uso de la infraestructura de bajo carbono. Por ejemplo, el entramado eléctrico chino está monopolizado por dos empresas de propiedad estatal: la State Grid Corporation of China y la China Southern Power Grid Company. Estas empresas prefieren la estabilidad de la electricidad a base de carbón y otros tipos de energía térmica a las fuentes de energía intermitente, como el viento. En la deprimida economía china de la actualidad, la energía térmica puede satisfacer casi toda la demanda de electricidad, y las compañías eléctricas están deliberadamente poniendo obstáculos a las conexiones de energía eólica a la red. En estas circunstancias es muy difícil, si no imposible, que los clientes consuman electricidad verde. Así que, aun cuando la infraestructura de bajo carbono sea perfecta, las tasas de uso serán bajas si la gobernanza y la administración son malas.
La reducción de las emisiones por persona depende, entre otras cosas, de políticas fiscales, precios y financiación que la respalden. Por ejemplo, los gobiernos pueden “internalizar” los costos que de otra forma se externalizan de las fuentes de energía con altas emisiones de carbono, gravando con impuestos sobre el carbono al carbón y al petróleo. Al implementar impuestos sobre el carbono y otorgar subsidios para energías renovables, los gobiernos pueden contribuir al desarrollo de las fuentes de energía de bajo carbono, como la energía a base de hidrógeno y la energía solar y eólica.
Educarse. Ahora bien, ¿es posible limitar o reducir las emisiones por persona a medida que las sociedades se enriquecen? Sin lugar a dudas los ricos pueden consumir más de todo, también de la energía con alto contenido de carbono. Por otro lado, el acuerdo sobre el clima adoptado recientemente en París, al exigir que los países desarrollados paguen a las naciones en desarrollo $ 100 000 millones anuales para la mitigación y adaptación al cambio climático, incorpora la idea de que los países pobres podrán reducir sus emisiones de carbono si tienen más dinero disponible. Sin embargo, en la China de la actualidad, existe una verdadera amenaza de que las emisiones de dióxido de carbono aumenten debido a la pobreza. El crecimiento económico de China se está volviendo más lento. Cada vez menos chinos pueden pagar adicionalmente la energía de bajo contenido de carbono y los gobiernos locales pueden subsidiar esa energía cada vez menos. De hecho, algunas entidades gubernamentales y clientes de bajos recursos están volviendo a las fuentes de energía baratas, de alto contenido de carbono, como el carbón. La economía debilitada está dañando la calidad del aire en China y también reduciendo las ambiciones para la mitigación del cambio climático. Todavía no se sabe cómo las fortunas económicas influirán sobre las emisiones de carbono de aquí en adelante.
Además de construir una infraestructura de bajo carbono y establecer una buena gobernanza, es necesario un elemento más para reducir las emisiones de carbono: mejorar la educación, especialmente para las niñas. Una buena educación permite a las personas entender la importancia y la urgencia de reducir las emisiones de carbono. En sociedades avanzadas con buenos sistemas educativos, el consumo de energía de altas emisiones de carbono puede finalmente convertirse en tabú. Si se brinda una buena educación en especial a las niñas, lo que nuevamente queda demostrado por experiencias en Asia Oriental, Europa Occidental y América del Norte, las mujeres podrán seguir carreras, retrasar la maternidad y tener menos hijos. Este proceso impondrá naturalmente límites a la población humana a nivel global y, aunque más no sea de forma indirecta, ayudará a reducir las emisiones de dióxido de carbono.