Debate sobre la relación entre emisiones y población

Las Naciones Unidas estiman que la población global, que asciende hoy a 7,4 mil millones de personas, llegará a los 11,2 mil millones en 2100 (siendo África el lugar donde mayor será el aumento). Para todas las personas preocupadas por el cambio climático, esto presenta un panorama que da que pensar. El mundo ya está luchando por limitar las emisiones de dióxido de carbono, así que ¿cuáles son las perspectivas para la mitigación del cambio climático en un mundo con un 50 por ciento más de población? Ahora bien, las propuestas para retardar el aumento de la población pueden encontrarse con una dura resistencia. Algunos sostienen que el verdadero problema es que el consumo de energía crecerá mucho más rápido que la población, a medida que el mundo se enriquezca y que, en todo caso, las iniciativas que se han dado en el pasado para limitar el crecimiento demográfico han adoptado a veces formas siniestras. A continuación, expertos de Nigeria, Estados Unidos y China debaten sobre estas cuestiones: ¿los esfuerzos para limitar el crecimiento demográfico son un elemento legítimo para la mitigación del cambio climático y pueden llevarse a cabo sin incurrir en duros e inaceptables costos éticos?

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Round 1

Limitemos la contaminación por carbono, no a los contaminadores

¿La población es una variable importante en las emisiones de carbono? Sin dudas. Sin embargo, dista de ser la única variable y no determina de ninguna manera las emisiones de carbono.

Tomemos como ejemplo a China, un país en el que las tendencias de crecimiento demográfico y de emisiones han diferido ampliamente en las últimas décadas. El crecimiento demográfico de China se ha retrasado significativamente desde comienzos de la década de los ochenta, cuando Beijing comenzó a aplicar una estricta política de hijo único. El crecimiento demográfico anual fue del 1,25 por ciento entre 1987 y 2000, pero entre 2000 y 2014 fue de solo 0,56 por ciento, correspondiendo a la mitad del período anterior. Sin embargo, las emisiones de carbono nos dicen otra cosa. Entre 1987 y 2000, el crecimiento anual de las emisiones de dióxido de carbono fue del 4,75 por ciento. Entre 2000 y 2014 la tasa de crecimiento anual aumentó hasta llegar al 12,7 por ciento, mucho más del doble que en el período anterior.

Todo esto es congruente con la ecuación conocida como “identidad de Kaya”, que establece que las emisiones de dióxido de carbono son el resultado de cuatro factores. La población humana es uno de estos factores. Los otros tres son el producto interno bruto por persona, la intensidad energética (la cantidad de energía utilizada por unidad de producto interno bruto), y la intensidad de carbono (la cantidad de dióxido de carbono producido por unidad de energía utilizada). Los “otros tres” factores pueden resumirse en definitiva en un número: emisiones por persona, que puede reducirse cuando cambia la conducta de los individuos y los países alcanzan el progreso social. Como lo demuestran experiencias en Asia Oriental, Europa Occidental y América del Norte, el progreso social y el crecimiento económico pueden reducir las tasas de crecimiento demográfico. Por lo tanto, la mejor forma de limitar las emisiones de dióxido de carbono es a través del cambio de conductas, no limitando la población.

Administración y gobernanza. Las emisiones de dióxido de carbono son un tipo de contaminación. Sin embargo, las personas tienen derecho a emitir dióxido de carbono a medida que sus vidas transcurren. Lamentablemente las personas tienen fuertes incentivos para producir más contaminación por carbono de lo que manda el interés colectivo de todos, esto es, entra en escena la “tragedia de los comunes”. Entonces, para disminuir las emisiones de dióxido de carbono por persona, es necesaria la buena administración de la conducta de los individuos en relación con sus emisiones, lo que requiere, a su vez, que se establezca una infraestructura para bajar las emisiones de carbono y una buena gobernanza con respecto al carbono.

La infraestructura para bajar las emisiones de carbono incluye, además de sistemas de transporte público como metros y ferrocarriles de alta velocidad, sistemas de generación de energía con bajas emisiones de carbono, como las granjas eólicas o solares, y entramado eléctrico que conecte a los clientes con la energía de bajo carbono. En los últimos años se han establecido muchas de estas cosas en la provincia de Sichuan, la zona del suroeste de China en la que nací. Durante muchos siglos, las familias agricultoras de Sichuan habían quemado biomasa para cocinar pero, a principios de los noventa, la gente de Sichuan empezó a comprar carbón para quemar en sus hornos. Lamentablemente, por lo general el carbón de Sichuan es de menor calidad que el producido en la mayoría de otras provincias chinas, su contenido de azufre es más alto y su valor calorífico es inferior. Sin embargo, en marzo de 2014 comenzaron las perforaciones en el enorme yacimiento de gas natural Longwangmiao, al sur de Sichuan. Pronto comenzó a transportarse el gas a través de un gasoducto, desde el yacimiento hasta las ciudades, pueblos y aldeas cercanos. El gas natural es más caro que el carbón o la biomasa, pero los agricultores lo adoptaron con mucho entusiasmo para cocinar porque es más limpio y los hornos a gas hacen que resulte muy fácil ajustar la llama, un tema muy importante en la cocina de Sichuan. El gasoducto y otros elementos de la infraestructura contribuyeron a causar una revolución energética en las familias de agricultores de Sichuan, una revolución que, dado que el gas natural apareja emisiones de dióxido de carbono mucho menores que el carbón, reduce las emisiones por persona.

No obstante, para la mitigación del cambio climático, establecer una buena gobernanza es tan importante como mejorar la infraestructura. La infraestructura de bajas emisiones de carbono no tiene mucho valor si los clientes no pueden o no quieren usarla. Las molestias y altos costos pueden menoscabar el atractivo de la infraestructura de bajo carbono; por ejemplo, si los metros y ferrocarriles de alta velocidad son demasiado caros, los clientes se abstendrán de usarlos. Incluso es posible que algunas entidades deliberadamente pongan obstáculos al uso de la infraestructura de bajo carbono. Por ejemplo, el entramado eléctrico chino está monopolizado por dos empresas de propiedad estatal: la State Grid Corporation of China y la China Southern Power Grid Company. Estas empresas prefieren la estabilidad de la electricidad a base de carbón y otros tipos de energía térmica a las fuentes de energía intermitente, como el viento. En la deprimida economía china de la actualidad, la energía térmica puede satisfacer casi toda la demanda de electricidad, y las compañías eléctricas están deliberadamente poniendo obstáculos a las conexiones de energía eólica a la red. En estas circunstancias es muy difícil, si no imposible, que los clientes consuman electricidad verde. Así que, aun cuando la infraestructura de bajo carbono sea perfecta, las tasas de uso serán bajas si la gobernanza y la administración son malas.

La reducción de las emisiones por persona depende, entre otras cosas, de políticas fiscales, precios y financiación que la respalden. Por ejemplo, los gobiernos pueden “internalizar” los costos que de otra forma se externalizan de las fuentes de energía con altas emisiones de carbono, gravando con impuestos sobre el carbono al carbón y al petróleo. Al implementar impuestos sobre el carbono y otorgar subsidios para energías renovables, los gobiernos pueden contribuir al desarrollo de las fuentes de energía de bajo carbono, como la energía a base de hidrógeno y la energía solar y eólica.

Educarse. Ahora bien, ¿es posible limitar o reducir las emisiones por persona a medida que las sociedades se enriquecen? Sin lugar a dudas los ricos pueden consumir más de todo, también de la energía con alto contenido de carbono. Por otro lado, el acuerdo sobre el clima adoptado recientemente en París, al exigir que los países desarrollados paguen a las naciones en desarrollo $ 100 000 millones anuales para la mitigación y adaptación al cambio climático, incorpora la idea de que los países pobres podrán reducir sus emisiones de carbono si tienen más dinero disponible. Sin embargo, en la China de la actualidad, existe una verdadera amenaza de que las emisiones de dióxido de carbono aumenten debido a la pobreza. El crecimiento económico de China se está volviendo más lento. Cada vez menos chinos pueden pagar adicionalmente la energía de bajo contenido de carbono y los gobiernos locales pueden subsidiar esa energía cada vez menos. De hecho, algunas entidades gubernamentales y clientes de bajos recursos están volviendo a las fuentes de energía baratas, de alto contenido de carbono, como el carbón. La economía debilitada está dañando la calidad del aire en China y también reduciendo las ambiciones para la mitigación del cambio climático. Todavía no se sabe cómo las fortunas económicas influirán sobre las emisiones de carbono de aquí en adelante.

Además de construir una infraestructura de bajo carbono y establecer una buena gobernanza, es necesario un elemento más para reducir las emisiones de carbono: mejorar la educación, especialmente para las niñas. Una buena educación permite a las personas entender la importancia y la urgencia de reducir las emisiones de carbono. En sociedades avanzadas con buenos sistemas educativos, el consumo de energía de altas emisiones de carbono puede finalmente convertirse en tabú. Si se brinda una buena educación en especial a las niñas, lo que nuevamente queda demostrado por experiencias en Asia Oriental, Europa Occidental y América del Norte, las mujeres podrán seguir carreras, retrasar la maternidad y tener menos hijos. Este proceso impondrá naturalmente límites a la población humana a nivel global y, aunque más no sea de forma indirecta, ayudará a reducir las emisiones de dióxido de carbono.

 

Sexo verde por el bien del clima

No hay una única solución para el cambio climático, ningún remedio mágico que pueda estabilizar y finalmente reducir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Sin embargo, separar el sexo de la reproducción representa una oportunidad de evitar el desastre climático que ha sido subestimada.

Sin dudas será necesario abordar el problema climático desde una amplia variedad de enfoques. Deben implementarse políticas de conservación y es necesario hacer importantes inversiones para desarrollar y ampliar las tecnologías de energías renovables. Ahora bien, otra oportunidad, que muchas veces se pasa por alto, es garantizar que todas las mujeres tengan la información y los medios para separar el sexo de la reproducción. En todo el mundo, cada vez que se implementan buenos programas de planificación familiar, las parejas optan por tener menos hijos. Mejoran los beneficios para la salud de la familia, aumentan los recursos per cápita del hogar y disminuye la huella de carbono de cada pareja.

Quizás la ecuación más importante en el mundo fue la que hicieron John Holdren, que en la actualidad es asesor sobre ciencia y tecnología del presidente Obama, y el biólogo Paul Ehrlich: I=PAT. "I" significa impacto sobre el medio ambiente, "P" población, "A" abundancia, y "T" tecnología. La tecnología puede tanto mejorar como intensificar el impacto de los seres humanos sobre el planeta, pero la abundancia y la población tienen un efecto directamente multiplicador. Es decir, la abundancia lleva al aumento del consumo y de la contaminación. Una mayor población apareja más huellas de carbono en la biósfera. Sin embargo, hay un giro inesperado: dado que las emisiones per cápita en los países ricos son mucho mayores que en los países de bajos ingresos, prevenir un embarazo no deseado en un país con altas emisiones ayudará más al clima que prevenir un embarazo similar en un país con bajas emisiones.

Aunque muchas personas reconocen el impacto de la población sobre el medio ambiente, la mayoría omite mencionar que el crecimiento demográfico no es un fait accompli.En los países industrializados, la familia promedio a mediados del siglo XIX tenía seis hijos o más. Hoy en día las familias tienen en esos países un promedio de 2,4 hijos (casi en el nivel de reemplazo). Más recientemente, en algunos países en desarrollo, las tasas de natalidad han caído con extraordinaria rapidez, como en Irán, cuya tasa de fertilidad total cayó de más de cinco a menos de tres en solo siete años. La tasa de fertilidad en Tailandia, cuando se generalizó el acceso a la planificación familiar voluntaria y los abortos seguros, cayó de seis hijos a 3,5 en 12 años, aunque a Estados Unidos le había llevado 58 años hacer esa misma transición en el siglo XIX.

Los enfoques coercitivos en relación con la población, como la política china del único hijo y la esterilización forzosa en India, no deberían forman parte de la planificación familiar. Sin embargo, cuando a las mujeres se les niega la información y los medios para separar el sexo de la reproducción, son los embarazos los que resultan coercitivos. Así que, los servicios de planificación familiar, desde su diseño hasta su implementación, no tienen que decirle a las parejas lo que deben hacer, sino darles lo que desean. La buena noticia es que esto es lo que justamente hacen muchos programas de planificación familiar en todo el mundo. En especial defienden el derecho de las mujeres de determinar cuántos hijos tendrán y cuándo los tendrán.

Para el clima, son profundos los posibles beneficios de la planificación familiar. Un estudio cuidadoso de un programa de planificación familiar voluntaria en California demuestra que la planificación familiar es el único modo más rentable de disminuir las emisiones de dióxido de carbono. Gastar $24 en energía eólica evita una tonelada métrica de emisiones de dióxido de carbono, lo mismo que supone gastar $51 en energía solar. Sin embargo, gastar solo $7 en planificación familiar logra el mismo resultado.

Lecciones del Sahel. La planificación familiar como forma de mitigar el cambio climático es una idea bastante conocida, pero la planificación familiar para adaptarse al cambio climático puede parecer extraña. No lo es. Debido a que el cambio climático afecta adversamente algunos cultivos básicos, empeora la inseguridad alimentaria en algunos lugares del mundo. Sin embargo, de acuerdo a un estudio llevado a cabo en 2012 que representaba el cambio climático, la producción de alimentos y el crecimiento demográfico en Etiopía, si se lograra llegar a bajas tasas de fertilidad para el 2050 podrían compensarse totalmente los efectos negativos del cambio climático sobre la agricultura etíope (una menor población general significa que hay más calorías disponibles por persona). Tal vez sea más significativo que algunas mujeres rurales en Etiopía dicen que están optando por familias más pequeñas para afrontar mejor los efectos negativos del cambio climático. Las mujeres de Nigeria dicen que las familias más pequeñas significan menos competencia por la comida durante la temporada de escasez.

Las personas preocupadas por la suerte de la humanidad frente al cambio climático deberían prestar mucha atención a las palabras y acciones de estas mujeres. Nigeria y Etiopía son países del Sahel, la frontera meridional semiárida del desierto de Sahara. Durante las décadas de 1970 y 1980 esta región sufrió sequías y hambrunas masivas, colocando al Sahel como uno de los primeros lugares del planeta en ser devastado por el cambio climático provocado por los seres humanos. En la actualidad, el crecimiento demográfico sin precedentes y los ciclos de sequía intensificados están socavando la seguridad alimentaria y el desarrollo de la región. Aun así, por cada mujer en la región que utiliza métodos anticonceptivos, otras tres a cuatro quieren espaciar o limitar su número de hijos pero no usan anticonceptivos.

En los países más pobres, el efecto neto de un crecimiento demográfico más lento será probablemente un aumento de las emisiones de carbono; las condiciones económicas mejorarán y aumentará el consumo, y eso está bien. Satisfacer las necesidades anticonceptivas de las mujeres en los países menos desarrollados y con las tasas más altas de fertilidad es un precursor del desarrollo que podría ayudar a sacar a casi mil millones de personas de la pobreza desoladora. Entretanto, a nivel global, alcanzar la variante media de la proyección demográfica de las Naciones Unidas para fines de este siglo, a diferencia de la variante alta, mantendría fuera de la atmósfera a más de 7 mil millones de toneladas de carbono por año.

Demasiadas personas han optado por mantener la ignorancia en lo que respecta a la relación entre la población y el medio ambiente. Debido a programas demográficos coercitivos y trágicos adoptados en ocasiones en el pasado, aun quienes se dan cuenta del impacto de la población sobre el planeta temen ser objeto de críticas si expresan sus opiniones.Es necesario que los líderes nacionales pierdan el miedo y reconozcan claramente que hay más seres humanos de los que el planeta puede acoger. Las personas influyentes implicadas en el desarrollo, los recursos naturales y, por supuesto, el clima, deben reconocer que no puede lograrse el progreso hasta que no se estabilice la población. Igual de importante es garantizar la inversión internacional, en un nivel acorde con las necesidades del mundo, en la planificación familiar voluntaria y en la educación de calidad para las niñas adolescentes.

A raíz de la conferencia sobre el clima en París, es probable que muchas personas se estén retorciendo las manos, sintiéndose impotentes ante el cambio climático global. Sin embargo, las parejas con un alto consumo sí pueden hacer una contribución muy importante al clima: tomar en cuenta sus legados de carbono al planificar sus familias.

 

El clima: solo una razón más para que África disminuya el ritmo de su crecimiento demográfico

Algunas personas consideran que cualquier esfuerzo para limitar el crecimiento demográfico es un “control de población”. Este es un término que evoca de forma escalofriante la intervención estatal coercitiva para controlar la conducta reproductiva individual. Son casi nulos los programas de control de población que se han implementado sin incurrir en duros e inaceptables costos éticos.

Sin embargo, existe una gran diferencia entre los programas coercitivos de control de población dirigidos por el Estado y los esfuerzos tendientes a enlentecer el rápido crecimiento demográfico. Los programas de control de población se enfocan en las acciones de las personas. Ahora bien, los esfuerzos para enlentecer la tasa de crecimiento demográfico trabajan dentro de los contextos sociales existentes y buscan producir cambios voluntarios.

El tamaño y la composición de la población están dentro de los generadores fundamentales del cambio climático. Para el clima no es en absoluto indiferente el hecho de que haya 7 mil millones o 14 mil millones de personas en el planeta. Sin embargo, la relación entre la población y la salud del planeta no es directa. Un niño nacido, digamos, en América del Norte, tendrá una huella de carbono más profunda que otro niño de su misma edad nacido en África subsahariana.

En las regiones con las huellas de carbono más profundas el crecimiento demográfico es más lento que en las otras. En muchos países, entre los que se incluyen Japón y Rusia y la mayoría de las naciones de Europa del Este, el crecimiento demográfico es negativo. Sin embargo, este no es el caso de África subsahariana. Entre 1950 y 2000 la población de la región creció de poco más de 180 millones a más de 642 millones. Solo desde el 2000, la población de la región se ha incrementado casi en un 50 %, hasta llegar a casi mil millones. Se estima que para el 2050 la población de África subsahariana aumentará a más del doble, a 2,1 mil millones, y que, 50 años después, la región alojará a unas 4 mil millones de personas. En este contexto, en el 2100 dos de cada cinco personas serán africanos subsaharianos.

La huella de carbono de África subsahariana es leve. No obstante, la población de la región que crece rápidamente ya tiene un impacto ambiental muy evidente. Los ecosistemas como las selvas tropicales están disminuyendo rápidamente. Las prácticas agrícolas ineficientes están generando cambios en el uso de la tierra no aconsejables. La biodiversidad está disminuyendo. Se espera que todos estos efectos se intensifiquen si la población de África crece según lo previsto.

A los responsables políticos africanos sí les importa la rápida tasa de crecimiento demográfico de la región, aunque el cambio climático no es de ninguna manera la razón principal. En África, la creciente demanda de servicios básicos, sin los recursos crecientes para pagarlos, puede forzar las infraestructuras más allá de sus capacidades. Esto lleva a que cada gobierno sucesivo en la región parezca menos eficaz que su régimen predecesor. La educación es un buen ejemplo de la creciente demanda de servicios públicos. La UNESCO estima que, para que África subsahariana logre una cobertura universal en la escuela primaria y el primer ciclo de la enseñanza secundaria para el 2030, será necesario contar con 2,1 millones de maestros de escuela primaria y 2,5 millones de maestros del primer ciclo de la enseñanza secundaria adicionales. Al mismo tiempo crecerá también la demanda de trabajo, vivienda y otras necesidades. Claramente los líderes políticos de África subsahariana se enfrentan a enormes desafíos debido al rápido crecimiento demográfico.

También les preocupa el crecimiento de la población porque tienen miedo de la inseguridad e inestabilidad. Los extremistas pueden encontrar partidarios más fácilmente en un grupo más amplio de personas, en particular en un gran grupo de jóvenes cuya poca educación, pocas perspectivas laborales y falta de opciones puede llevarlos a sentirse desengañados.

A los líderes también les interesa la población debido al potencial para un denominado “dividendo demográfico”, es decir, la mejora de las perspectivas económicas de un país cuando aumenta la proporción de la población activa frente a la no activa.

Así que, no resulta sorprendente que cuando los responsables políticos africanos consideran el crecimiento demográfico, el cambio climático no ocupa un lugar central en sus reflexiones. Ahora bien, ¿cuál debería ser el problema clave en relación con los 4 mil millones de africanos que podrían existir en el 2100?

La cuestión no es si África, un continente de más de 3 mil millones de hectáreas, tiene suficiente espacio para tantas personas. Incluso con 4 mil millones de habitantes, África tendría muchas menos personas por unidad de tierra habitable que las que tiene actualmente India. En realidad, la pregunta clave es: ¿qué tipo de personas serán estos 4 mil millones de africanos? ¿Serán africanos pobres, enfermos, sin educación, pisoteándose unos a otros para escapar? ¿O serán africanos sanos, educados, productivos, encantados de vivir en el continente de su nacimiento y contribuyendo al progreso y al desarrollo regionales (y globales)? Y, sobre todo, ¿cómo puede África subsahariana transformar su futuro demográfico en algo manejable, orientado al desarrollo y económicamente viable, respetando totalmente, a la vez, las opciones reproductivas individuales?

Las naciones africanas pueden cambiar para mejor sus trayectorias demográficas y de desarrollo, si aplican enérgicamente tres medidas políticas clave. La primera es proporcionar acceso universal a los servicios de planificación familiar, que se ha demostrado que reducen considerablemente el número de niños que nacen incluso en poblaciones pobres, rurales y sin educación. Un aumento de tan solo 15 puntos porcentuales en el uso de métodos anticonceptivos se asocia a la reducción de un hijo en el número de hijos que tiene una mujer promedio. En África subsahariana, el aumento en el uso de métodos anticonceptivos hasta alcanzar los 45 puntos porcentuales podría reducir la tasa de fertilidad total de 4,7 a 1,7, lo que llevaría a que la tasa de crecimiento demográfico de la región cayera por debajo de los niveles de reemplazo.

La segunda iniciativa política clave se relaciona con las medidas tendientes a retrasar el matrimonio y la natalidad. En igualdad de condiciones, una población en la que las mujeres empiezan a tener hijos a los 15 años de edad, tendrá un 25 por ciento más de personas luego de 60 años que una población en la que las mujeres tienen a su primer hijo a los 20 años. Cuanto más se retrase el matrimonio de una joven, más oportunidades tendrá para desarrollarse a nivel personal, lo que redundará en beneficio de todo el país.

El tercer paso importante es ampliar el acceso de las niñas a la educación, más allá del nivel de educación primaria. Se ha demostrado sistemáticamente que las mujeres que reciben más educación cuando son niñas tienen menos hijos. Una mejor educación también ofrece a las mujeres mejores oportunidades para generar ingresos, que es precisamente lo que los países en desarrollo necesitan para lograr el desarrollo económico. La implementación de estas tres iniciativas políticas dará lugar a reducciones más sostenibles, duraderas y (lo que es más importante) rápidas en la tasa de crecimiento demográfico que lo que podría lograr cualquier medida coercitiva del gobierno.

La perspectiva de 4 mil millones de africanos en el 2100 puede ser motivo de preocupación, o puede inspirar el compromiso de invertir en oportunidades educativas para niñas, un mayor acceso a la planificación familiar y el retraso de los matrimonios. Estos pasos serían transformadores para el continente. Generarían desarrollo y promoverían el crecimiento económico, además de reducir la carga demográfica que contribuye al cambio climático. Ahora bien, aunque los esfuerzos africanos para retrasar la marcha del crecimiento demográfico ayudarán a la salud del planeta, no debemos olvidar que los mayores culpables en la carrera por destruir al planeta son los países con huellas de carbono más profundas. Son necesarias las iniciativas e inversiones globales para apoyar a los países africanos en su intento por lograr un dividendo demográfico, pero estas deben combinarse con esfuerzos adecuados y complementarios para mitigar el daño ambiental causado por países con una tasa de crecimiento demográfico negativa o igual a cero.

 

Round 2

¿Qué es mejor para el clima: la buena gobernanza o el sexo verde?

La tasa de crecimiento demográfico y el tamaño de la población: las personas tienden, a veces, a confundir estos conceptos al hablar sobre el rol de la población en el cambio climático. Por supuesto se trata de dos conceptos relacionados, pero que se diferencian considerablemente cuando se trata de considerar opciones de políticas para mitigar los efectos de la población sobre el cambio climático.

El primer ensayo de Wang Haibin de esta mesa redonda contiene un ejemplo de esta confusión. Es cierto, como sostiene Wang, que la tasa de crecimiento demográfico de China, del 1,25 por ciento entre 1987 y 2000, se redujo al 0,56 por ciento entre los años 2000 y 2014. Sin embargo, Wang se equivoca cuando, al minimizar el rol de la población en las emisiones de gases de efecto invernadero, contrasta el crecimiento acelerado de las emisiones en China con su crecimiento demográfico retardado. Así, pasa por alto que la población real de China, de 1,09 mil millones en 1987, aumentó a 1,27 mil millones en 2000 y a 1,37 mil millones en 2014. Se trata de un aumento demográfico muy importante, aun cuando la tasa de crecimiento demográfico haya sido más lenta en los últimos años, en comparación con años anteriores. Lo cierto es que el aumento de la población ha tenido mucho que ver con las crecientes emisiones de dióxido de carbono en China.

Sin dudas, si la tasa de crecimiento demográfico de ese país no se hubiera reducido desde la década de los ochenta, la huella de carbono de China sería hoy mucho más pesada. El Partido Comunista chino sostiene que la política del hijo único evitó 400 millones de nacimientos, un número más grande que la población total de cualquier país del mundo, excepto India y la misma China. La política del hijo único no puede consentirse. Sin embargo, debemos reconocer que tuvo más resultados para el medio ambiente a nivel global que cualquier otra política estatal en el mundo.

Ahora bien, la buena noticia es que existen políticas que pueden influir sobre las tasas de crecimiento demográfico y que, a diferencia de la política del hijo único, respetan el derecho de las personas a hacer opciones reproductivas individuales. Esto no se aplica al tamaño de la población actual, que solo puede modificarse drásticamente a través de medidas impensables, como el genocidio y la expulsión forzosa.

Esto me lleva a estar de acuerdo con la afirmación de Wang de la Primera Ronda en el sentido de que "la mejor forma de limitar las emisiones de dióxido de carbono es a través del cambio de conductas, no limitando la población." Estoy de acuerdo porque, limitar la población, bajo cualquier circunstancia, no es ético y constituye un acto criminal. Ahora bien, es posible limitar la tasa de crecimiento demográfico, garantizando el acceso universal a los servicios de planificación familiar voluntarios, alentando a las mujeres a que se casen más tarde y mejorando su educación. Estas son herramientas políticas eficaces que acarrean enormes beneficios para las personas, las sociedades y el medio ambiente. De hecho, la medida más sencilla para modificar las conductas por el bien del clima es ayudar a las mujeres a prevenir embarazos no planificados.

Wang expresa una fe enorme en el potencial de la buena gobernanza para abordar los problemas del cambio climático, así como en la capacidad de las personas, una vez que la buena gobernanza las ha liberado de sus necesidades, de actuar de formas que beneficien al medio ambiente. Sin embargo, exagera sus argumentos. Así escribe, por ejemplo, "cuando la gobernanza es deficiente, probablemente una mayor población originará más contaminación", mientras que, en las sociedades bien gobernadas, "una mayor población solo aumenta las posibilidades de que los seres humanos descubran soluciones brillantes a los problemas que enfrentan". El problema con este razonamiento es que los países más ricos contaminan más que los más pobres, y las poblaciones más grandes (en igualdad de condiciones) contaminan más que las poblaciones más pequeñas.

No niego que, para abordar los desafíos del cambio climático, es necesario que los sistemas del planeta estén bien gobernados. De igual forma, la erradicación de la pobreza depende en parte del establecimiento de una buena gobernanza política. No obstante, abordar el cambio climático acabando a su vez con la pobreza será muchísimo más fácil si, en todo el mundo, puede separarse el sexo de la reproducción. Acabar con la tiranía de los embarazos no deseados es un elemento clave para establecer una forma de economía verde que, por un lado, saque a las personas de la pobreza y, por el otro, ayude a evitar las peores consecuencias del cambio climático.

Así que, nuestra colega Alisha Graves, que defiende el "sexo verde", ha dado en el clavo. ¡Apostemos al verde!

 

La buena gobernanza es clave para el problema climático

Para sobrevivir los seres humanos deben consumir recursos naturales. Por consiguiente, producen contaminadores de carbono. Cuanto mayor sea la población humana, mayores serán las emisiones de carbono y más graves las consecuencias para el medio ambiente.

Esta es una perspectiva esencialmente pesimista sobre la relación entre la población y las emisiones de carbono, y parece que esta es la postura de mis dos colegas de mesa redonda.

Una alternativa más optimista es la idea de que los mismos seres humanos son, en palabras del difunto economista Julian Simon, el “último recurso”. Los optimistas sostendrán que, aunque las personas consumen recursos naturales y causan contaminación, al final provocan más beneficios mediante lo que crean, que daños debido a lo que consumen. En última instancia, los seres humanos encontrarán la forma de resolver los problemas ocasionados por la contaminación e incluso convertirán a los contaminadores en recursos valiosos.

Estos puntos de vista opuestos tienen algo en común: los dos son absolutos. Los enfoques absolutos en relación con la población generalmente dan lugar a consecuencias problemáticas.

Por ejemplo, en China, los líderes políticos de las últimas décadas implementaron dos conjuntos de políticas demográficas que, a pesar de ser muy diferentes, eran absolutas y problemáticas. Bajo Mao Zedong el gobierno chino adoptó la postura de que una mayor población volvería a las personas más poderosas y más fuerte a la nación. El gobierno adoptó políticas que permitieron, e incluso promovieron, tener más hijos. Luego, a fines de los setenta y principio de los ochenta, el gobierno modificó su postura y decidió que una gran población suponía una carga para la economía y estructura social de la nación. De este modo, Beijing dio inicio a su política coercitiva del hijo único, muy controvertida y sumamente impopular. En 2010 el gobierno, reconociendo finalmente que la población de China estaba envejeciendo rápidamente y que su dividendo demográfico estaba desapareciendo, relajó su política del hijo único permitiendo a las parejas tener un segundo hijo, siempre y cuando ambos padres fueran hijos únicos. Desde entonces, esta política se ha seguido moderando y en la actualidad existe en China básicamente una política de dos hijos.

Lo cierto es que, en lo que refiere a la mitigación frente al cambio climático, el crecimiento demográfico puede ser tanto una ventaja como un inconveniente. Lo verdaderamente importante a este respecto es si las sociedades tienen una buena o mala gobernanza.

Cuando la gobernanza es deficiente, probablemente una mayor población originará más contaminación. En los lugares en los que la mera supervivencia sea una lucha, las personas no tendrán otra opción que consumir los recursos naturales a su alcance, sin importar qué tan sustentable o contaminante sea su consumo. Si el carbón, especialmente el carbón de mala calidad, es el recurso energético más barato, las personas lo consumirán. Es más, las personas de los países con malos gobiernos prevén la escasez de los futuros recursos. No confían en que la sociedad se encargará de su cuidado cuando sean ancianos. Preocupados por este riesgo, invierten en sus futuros produciendo mucha descendencia cuando son jóvenes. Esto lleva a un aumento demográfico más rápido.

Cuando existe una buena gobernanza, las sociedades son estables. Las necesidades materiales son abundantes. Sin dudas esto causa mayores emisiones de dióxido de carbono en la actualidad. Sin embargo, también da a las personas la oportunidad de resolver problemas y contribuir para un bienestar futuro. Es posible que los seres humanos no sean siempre el “último recurso”, como diría Simon. No obstante, si su talento y conocimientos se utilizan plenamente, los seres humanos podrán ampliar de forma constante las posibilidades de los recursos utilizables, profundizar el uso que se da a los mismos, reduciendo a la vez la contaminación, inclusive la contaminación por carbono. En estas sociedades una mayor población solo aumenta las posibilidades de que los seres humanos descubran soluciones brillantes a los problemas que enfrentan. La buena gobernanza libera a las personas de las preocupaciones y miedos, y les da el tiempo y los recursos para, por ejemplo, reemplazar los combustibles fósiles con fuentes de energía de bajo carbono.

Dado que, al menos parcialmente, el calentamiento global es provocado por los seres humanos, no hay dudas de que estos deberán modificar su comportamiento de determinadas maneras. Sin embargo, no debe culparse a las personas normales y corrientes del cambio climático. Debe culparse a la mala gobernanza. Lo que debe contenerse no es el crecimiento demográfico, sino más bien la mala gobernanza.

Así que, cuando mi colega de mesa redonda Alisha Graves promueve el “sexo verde” como un elemento clave en la mitigación del cambio climático, yo abogaría en su lugar por una administración pública verde, que incluya buenos sistemas educativos y de seguridad social. Lograr una administración verde en todo el mundo tendrá más beneficios para el clima que cualquier enfoque centrado en la población.

 

Planificación familiar: una forma rápida de reducir las emisiones de dióxido de carbono

En muchos ámbitos de la política nacional los intereses de toda la población deben sopesarse con los derechos de los individuos. Este parecería ser el caso de la mitigación frente al cambio climático y la planificación familiar, ¿cómo pueden los países reducir sus emisiones de dióxido de carbono si nada puede evitar que las personas tengan tantos bebés como quieran? Sin embargo, la verdad no es tan simple. Dado que muchísimas personas tienen más bebés de los que desean, proporcionarles los medios para planificar sus familias puede ayudar a las naciones a contener sus emisiones totales de dióxido de carbono.

En la Primera Ronda Alex Ezeh escribió que “los mayores culpables en la carrera por destruir al planeta son los países con las huellas de carbono más profundas”. Como estadounidense, admito que mi país es culpable de esta acusación. En el año 2011 (el año más reciente para el que se dispone de cifras del Banco Mundial), las emisiones de dióxido de carbono per cápita en Estados Unidos eran de 17 toneladas métricas. Esto es más del doble de las emisiones per cápita globales. Entretanto, casi la mitad de los embarazos en Estados Unidos son no deseados y, desde el año 2008, el 60 por ciento de estos embarazos terminó en nacimientos. En vista de estas circunstancias, Estados Unidos debería demostrar un compromiso político mucho mayor con la planificación familiar y debería volverla un elemento explícito de la política climática nacional. Al no fomentar la planificación familiar con la suficiente rotundidad, Estados Unidos está perdiendo una importante oportunidad para la mitigación del cambio climático, a la vez que niega a las personas la capacidad de tomar decisiones individuales sobre el tamaño de sus familias.

Por su parte, Wang Haibin centra sus ideas sobre la mitigación del cambio climático en la “buena gobernanza con respecto al carbono” al escribir que “la mejor forma de limitar las emisiones de dióxido de carbono es a través del cambio de conductas [de las personas, con relación al carbono], no limitando la población”. Es totalmente comprensible que Wang se muestre receloso frente a los intentos de procurar la mitigación del cambio climático a través de la planificación familiar. Después de todo, la política china del único hijo, que se mantuvo vigente durante 35 años hasta que fue reemplazada por la política de dos hijos a fines del año pasado, era una política coercitiva. Tuvo algunas consecuencias trágicas para las familias chinas, en particular los infanticidios y esterilizaciones forzadas, y presentó también problemas a nivel nacional relacionados con los servicios sociales para los ancianos.

Sin embargo, cuando Wang se refiere a la “limitación de la población”, parece dar a entender que la fertilidad no puede disminuir, a no ser que se violen los derechos humanos. Esto no es así, como lo demuestran ejemplos de Tailandia, Irán o Túnez. De hecho, todo el paradigma de la “limitación de población”, que sugiere un control externo, debería reemplazarse por el paradigma de lalibertad y elección personal (cuestiones que Ezeh aborda con elocuencia en la Primera Ronda). Una mujer que usa anticonceptivos no está simplemente limitando su capacidad reproductiva, sino que también está ejerciendo su derecho individual a determinar el tamaño de su familia. Al hacerlo, toma en cuenta los beneficios para su salud y la de sus hijos y afloja la presión sobre el medio ambiente. Grande será el día en el que feministas, ambientalistas y profesionales de la salud pública puedan trabajar juntos para aprovechar la oportunidad que representa el acceso universal a la planificación familiar.

Wang escribió sobre el papel fundamental que juega la gobernanza para la promoción de la utilización de energía limpia. En lo que a la prestación de servicios de planificación familiar respecta, la buena gobernanza es positiva -facilita y abarata las cosas- pero no es una condición necesaria. No hay dudas de que los países con las tasas de fertilidad más altas también tienden a estar entre los menos desarrollados, más corruptos y peor gobernados. Sin embargo, esto no es excusa para retrasar la planificación familiar hasta que haya buena gobernanza, por el contrario, las terribles tasas de mortalidad materna e infantil en los países menos desarrollados demandan que la planificación familiar se implemente de inmediato. En los lugares donde no existe una buena gobernanza, la capacidad de las mujeres de separar el sexo de la reproducción puede ser una cuestión de vida o muerte. Cuando los programas de salud pública proporcionan a las mujeres esta capacidad, no solo empoderan a las mujeres para ejercer su derecho a determinar el tamaño de sus familias, sino que también contribuyen significativamente a la reducción de las emisiones en el futuro cercano.

¿A qué me refiero con “futuro cercano”? Bueno, si en la actualidad los métodos anticonceptivos pueden evitar un embarazo no deseado, el mundo tendrá un emisor de carbono menos en tan solo unas 40 semanas, más o menos la duración de un embarazo a término.

 

Round 3

Las causas aquí, los efectos allá: la desconexión climática

El incremento de una persona, o de 10, en la población total de seres humanos, no supone ninguna diferencia real para el clima. Sin embargo, si multiplicamos estas cifras por mil millones, la diferencia puede ser enorme. Esta observación puede parecer evidente. No obstante, no es tan evidente para mi colega de mesa redonda Wang Haibin, quien, al resaltar la importancia de la buena gobernanza como respuesta para el cambio climático, ignora totalmente la influencia de la población sobre el clima.

Anteriormente en la Tercera Ronda, Wang escribió "es un error exagerar el papel de la población en las emisiones de dióxido de carbono" porque "la cuestión esencial de los problemas globales, como el cambio climático, es el comportamiento real de los seres humanos". Es difícil no estar de acuerdo con la segunda de estas dos afirmaciones. De hecho, el comportamiento de los seres humanos es la fuerza más importante que promueve los cambios ambientales. El comportamiento en el dormitorio lleva al crecimiento de la población. El comportamiento en la mesa cambia los sistemas agrícolas, lo que puede dar lugar a cambios en el uso de la tierra y a la pérdida de la biodiversidad. El comportamiento al viajar diariamente al trabajo puede aumentar las huellas de carbono de las personas. Es el comportamiento "normal" de los seres humanos el que contribuye a las 36 gigatoneladas de emisiones de dióxido de carbono generadas cada año. El comportamiento de los seres humanos en todos los niveles, desde el individual hasta el global, está dañando los sistemas naturales de los que depende la vida. Así pues, a medida que las personas buscan soluciones para el caos ambiental que han creado y siguen creando, no debe ignorarse ningún nivel del comportamiento humano.

Reconozco que sería ingenuo pensar que, si los servicios de planificación familiar se pusieran a disposición y fueran accesibles para todo el mundo, habríamos encontrado la solución mágica para el cambio climático. Sin embargo, es igual de ingenuo suponer que el tamaño de la población y la tasa de crecimiento demográfico no tienen consecuencias para las emisiones de carbono. Si la actividad humana está produciendo cambios en los sistemas naturales de la Tierra, lo que es cierto, no puede sostenerse que el tamaño de la población humana y la tasa de crecimiento demográfico no importen. Un pequeño crecimiento del tamaño de la población no significa nada, pero ¿un crecimiento en el orden de los mil millones? Eso es algo completamente diferente.

El acceso universal a los servicios de planificación familiar voluntarios es importante porque supone un beneficio inmediato en la prevención de embarazos no deseados, y el 40 por ciento de los 213 millones de embarazos anuales en el mundo no son deseados.

Este no solo es un problema en los países en desarrollo; en las economías más desarrolladas las tasas de embarazos no deseados son más altas. No obstante, en estos países por lo general el aborto es seguro y legal, de modo que los embarazos no deseados no dan lugar necesariamente a nacimientos no deseados (o pérdida de vidas de mujeres). Lamentablemente, este no es el caso en muchos países en desarrollo de África, Asia, América Latina y el Caribe.

Como sostuve en la Primera Ronda, las prioridades para el desarrollo en África no deben limitarse a mejorar el acceso a los servicios de planificación familiar, sino que también deben aumentar las oportunidades educativas para las niñas y adoptar medidas para retrasar el matrimonio y los hijos. Estas intervenciones pueden retrasar la tasa de crecimiento demográfico del continente y ayudar mucho a abordar sus problemas ambientales: cambios en el uso de la tierra, pérdida de selva tropical, pérdida de biodiversidad y desertización. Ahora bien, si en los próximos 35 años se duplica la población del continente, para África será muy difícil abordar estos cambios con eficacia.

En los países con huellas de carbono mucho más profundas, debe trabajarse en consonancia con esta realidad. Deben demostrar que la "buena gobernanza", que Wang tanto defiende, también puede beneficiar al medio ambiente. Las decisiones adoptadas a nivel individual, empresarial, e incluso social, desconocen muchas veces los daños al medio ambiente que pueden causar los beneficios económicos del momento. Son las naciones pobres, en desarrollo, y las generaciones futuras las que deben y deberán cargar con la mayor parte de estos daños. En lo que refiere a las causas y efectos del cambio climático, existe una desconexión tanto temporal como espacial. Esta desconexión frustra los esfuerzos tendientes a lograr un consenso global para la protección del medio ambiente.

Sin embargo, los seres humanos solo tenemos un planeta. Podremos no estar de acuerdo, pero compartimos el mismo destino.

 

La población no es el problema esencial en relación con las emisiones

No objeto el "sexo verde", que defienden mis colegas de mesa redonda Alisha Graves y Alex Ezeh, si el "sexo verde" significa simplemente que las sociedades ayuden a las parejas a obtener los medios y la información necesarios para prepararse para, o evitar, tener hijos. Sin embargo, sigo creyendo que es un error exagerar el papel de la población en las emisiones de dióxido de carbono.

De hecho, el tamaño de la población solo se relaciona vagamente con las emisiones de dióxido de carbono, y existen muchas fuerzas que superan a la población en importancia para abordar el cambio climático. Después de todo, si bien es cierto que el "sexo verde" puede retrasar el crecimiento demográfico, no ofrece ninguna garantía de que el comportamiento de los individuos también sea "verde" fuera de su dormitorio. El comportamiento verde, en términos amplios, es el factor más importante para la mitigación y adaptación frente al cambio climático.

Quizás puedo exponer mis argumentos con más claridad si comparo la contaminación por carbono con las enfermedades endémicas que, desde un determinado punto de vista, son en sí mismas una forma de contaminación. Tanto la contaminación por carbono como las enfermedades endémicas diezman el entorno del ser humano. Ambas suponen una amenaza para la salud y la vida. Sin embargo, la amenaza de las enfermedades endémicas no aumenta necesariamente a medida que crece la población. La prueba de esto es que la población ha alcanzado en la actualidad proporciones alarmantes pero, como la higiene y la medicina han avanzado tanto, se han eliminado o contenido enfermedades terribles, como la viruela y la malaria. A pesar de que nunca ha habido tantos seres humanos como ahora, en la actualidad las enfermedades contagiosas representan una amenaza mucho menor que, por ejemplo, cuando la peste bubónica mató a un tercio de la población de Europa.

Las mejoras en la higiene y la medicina se relacionan estrechamente con la buena gobernanza, cuya importancia ya resalté en esta mesa redonda. La mala gobernanza puede hacer que las enfermedades endémicas se disparen y que la contaminación por carbono aumente sin parar. Puede causar problemas mucho mayores que la "sobrepoblación". Por otro lado, con una buena gobernanza pueden aliviarse las cargas de la sociedad, a pesar de las cargas demográficas temporales.

Está claro que, como la tierra no es ni será "plana", la buena gobernanza es más difícil de lograr en algunas regiones que en otras. En algunos países pobres de África o Asia Occidental, la perspectiva de una buena gobernanza es menos prometedora que en las economías mundiales emergentes, por ejemplo. La contaminación por carbono no es un problema grave en África y Asia Occidental, pero las enfermedades endémicas, el agua potable limpia y el agotamiento de las tierras cultivables, con frecuencia lo son. Para las personas que habitan estos lugares, estas formas de "contaminación" son mucho más peligrosas y mortales que la contaminación por carbono.

Está bien presentar ideas, como el "sexo verde", que pueden ayudar a abordar el problema de la contaminación por carbono. Sin embargo, sigo sosteniendo que la solución para el cambio climático está en las estructuras económicas y sociales determinadas en gran medida por los Gobiernos, en especial los de las grandes potencias. Son los Gobiernos quienes más pueden hacer para establecer sistemas de energía de bajo carbono, como la energía nuclear. En 2014 la energía nuclear supuso solo el 4,4 por ciento del consumo de energía primaria del mundo. Si ese porcentaje aumentara a, por ejemplo, 40 por ciento, que corresponde más o menos a la proporción de la energía nuclear en el consumo de energía primaria de Francia en la actualidad, y se siguieran desarrollando fuentes de energía de bajo carbono, como la energía eólica, solar e hidroeléctrica, las emisiones globales de carbono podrían reducirse, aun cuando la población aumentara notablemente.

La población no es de por sí la cuestión esencial del problema del carbono o de cualquier otro problema del planeta. La cuestión esencial de los problemas globales, como el cambio climático, es el comportamiento real de los seres humanos. Así pues, los esfuerzos para la mitigación del cambio climático deberían centrarse principalmente en el comportamiento fuera del dormitorio.

 

La verdadera controversia sobre la planificación familiar y el clima

No puede excluirse ninguna solución razonable para el cambio climático del arsenal de opciones para la mitigación del cambio climático que se proponen a nivel global. La planificación familiar merece ocupar un lugar destacado dentro de este arsenal, debido a las profundas implicaciones de la población en las futuras emisiones globales. Dado que, en lo que concierne a las emisiones, la población será un factor mucho más importante en la segunda mitad del siglo que en la primera, los tomadores de decisiones pueden inclinarse a quitarle importancia a la planificación familiar en la lista de prioridades para el clima. Sin embargo, es necesario que disminuya el crecimiento demográfico en esta década, si se desea que ocurran cambios en la población más adelante. Esta es la naturaleza de la dinámica demográfica.

Con demasiada frecuencia la planificación familiar se presenta como un tema tabú en los debates políticos, que simplemente se evita. Esto no se debe a que no se comprenda la importancia de la población en las emisiones de carbono. Por el contrario, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, la principal autoridad mundial sobre el cambio climático, consideró a los servicios de salud reproductiva, inclusive la planificación familiar moderna, como una oportunidad para "reducir las emisiones causantes del calentamiento [contaminantes que influyen sobre el clima] y, al mismo tiempo, mejorar la salud". No obstante, muchos debates sobre el clima, aun cuando pueden ser excelentes desde otros puntos de vista, simplemente pasan por alto el tema de la planificación familiar. A modo de ejemplo, un nuevo informe del Banco Mundial sobre pobreza y cambio climático menciona el crecimiento demográfico más de diez veces, ya sea como un factor que contribuye al cambio climático o como un impedimento para la adaptación frente a este fenómeno en los países pobres. Sin embargo, en 70 páginas con propuestas de soluciones, los autores no mencionan los métodos anticonceptivos. Como ya escribí en esta mesa redonda, las personas que se dan cuenta del impacto de la población sobre el medio ambiente pueden temer ser objeto de críticas, si defienden abiertamente la planificación familiar. Ahora bien, la verdadera controversia es que se excluye sistemáticamente a la planificación familiar de las recomendaciones sobre cómo lograr la mitigación y adaptación frente al cambio climático, a pesar de que está demostrado que cumple un papel fundamental.

Giro revolucionario. Mi colega de mesa redonda, Wang Haibin, escribió en la Segunda Ronda que, en los países con gobiernos deficientes, las personas "invierten en sus futuros produciendo mucha descendencia cuando son jóvenes". Siempre soy escéptica frente a estas afirmaciones, que se basan en la excesiva confianza de los economistas en la racionalidad de la conducta humana. Por lo general el sexo no es un acto racional. Es un instinto animal heredado de nuestros ancestros, los simios.

Para las parejas heterosexuales, una gran familia es el resultado por defecto de una actividad sexual normal. La mayoría de las personas pueden evitar este resultado simplemente tomando medidas anticonceptivas constantes a lo largo de las décadas. Aun así, los anticonceptivos a veces fallan, de modo que las mujeres, o bien deben poder acceder a servicios que les garanticen un aborto seguro o, de lo contrario, arriesgarán sus vidas para intentar finalizar un embarazo no deseado. La idea de que los niños representan decisiones racionales es, adaptando la expresión utilizada por mis colegas Martha Campbell y Malcolm Potts, un espejismo; solo lo ves si piensas que el mundo está lleno de gente que, como tú, puede tomar decisiones fáciles y concretas sobre si tener hijos o no y cuándo tenerlos.

Otro factor clave en la ecuación climática, el consumo, puede ser tan irracional como el sexo. Desde su más tierna infancia, las personas de países ricos se ven confrontadas con el marketing que busca manipular su conducta. Esto engendra deseos muy poderosos de consumir más de lo necesario, con efectos desastrosos para el medio ambiente. Ahora que la mayoría de las naciones del planeta están en vías de desarrollo, ¿durante cuánto tiempo más las huellas de carbono de los países en desarrollo seguirán siendo más ligeras que las de los países desarrollados?

Una de las respuestas más eficaces frente al cambio climático puede ser también la más difícil: refrenar el consumo excesivo. Lo que es necesario es un giro revolucionario, para salvar al planeta, uno que podría comenzar por definir el éxito en términos distintos a la riqueza material. Si el paradigma económico global no respeta los límites que impone la biósfera, es momento de cambiarlo.

La Tierra es simplemente una pequeña isla a la deriva en el espacio infinito. Es momento de que los seres humanos se empiecen a dar cuenta de esta realidad.

 



Topics: Climate Change

 

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