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El enfoque nuclear para el riesgo climático

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De la desertificación en China, al deshielo de los glaciares en Nepal, a la escasez de agua en Sudáfrica,  el cambio climático empieza a sentirse en el mundo en desarrollo.  Mientras los países en desarrollo buscan maneras de contener las emisiones de carbono y, a su vez, de maximizar el potencial económico, parece normal que se preste especial atención a la energía nuclear. Pero la energía nuclear conlleva sus propios riesgos. A continuación, Wang Haibin de China, Anthony Turton de Sudáfrica y Hira Bahadur Thapa de Nepal responden a la siguiente pregunta: "¿Dado el potencial de la energía nuclear para frenar el calentamiento global, los beneficios contrarrestan los riesgos, o será que los riesgos sobrepasan los beneficios para los países en desarrollo?"

Round 1

El cambio climático, los reactores y las bombas

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible en junio, conocida como Rio+20, fue criticada en muchos círculos por no dar como resultado acuerdos vinculantes sobre el cambio climático y otros temas globales. La crítica fue justificada, ya que la comunidad internacional ha demostrado poco progreso en los últimos años para responder a los posibles efectos catastróficos del calentamiento global, especialmente en el mundo en desarrollo. En mi país natal, Nepal, los glaciares están retrocediendo y creando nuevos lagos que suponen riesgos terribles para las personas en las riberas y en elevaciones bajas. El deshielo de los glaciares del Himalaya también amenaza el suministro de agua potable para millones de personas en Nepal, la India y China.

Debido a riesgos como estos, tiene sentido que los países en desarrollo — especialmente las naciones de ingresos medios con tasas altas de crecimiento económico — estén buscando alternativas a los combustibles fósiles. La energía nuclear se encuentra entre estas alternativas; su capacidad de generar electricidad sin emisiones de carbono es una razón por la cual un gran número de países emergentes, según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) está considerando el desarrollo de sectores para la energía nuclear.

Pero varias cuestiones se interponen en el camino de la expansión nuclear en el mundo en desarrollo. Por ejemplo, el accidente en el año 2011 en la Central Nuclear de Fukushima Daiichi le propinó un fuerte golpe a la industria, que esperaba recibir un empuje debido al temor al cambio climático. El accidente sirve de recordatorio, aún cuando se reconocen los aspectos positivos de la energía nuclear, de que existen serios riesgos intrínsecos ligados a su uso. Estos peligros incluyen, junto con los incidentes como Fukushima, un incremento en el riesgo de la proliferación de armamento.

Para complicar más las cosas, una tensión permanente caracteriza los esfuerzos para controlar la proliferación y facilitar la propagación de la energía nuclear pacífica. Hasta cierto punto, dicha tensión se remonta a los tiempos del presidente Dwight Eisenhower. Los Estados Unidos bajo Eisenhower promovieron arduamente el uso pacífico de la energía nuclear alrededor del mundo, y el programa "Átomos para la Paz" de Eisenhower dio lugar a una atmósfera conducente a la gestación del OIEA en el año 1957. Pero a fin de cuentas, fue Estados Unidos el que arrojó dos bombas atómicas en Japón en 1945. Hasta el día de hoy, los dos objetivos del OIEA que promueven las aplicaciones nucleares pacíficas mientras al mismo tiempo se pone un alto a la propagación del armamento nuclear, a veces no parecen concordar.

Sería una exageración afirmar que al OIEA sólo le importa prevenir la aplicación militar de la tecnología nuclear, pero en ocasiones, se presenta al  organismo y a su junta de gobernadores como favoreciendo inadecuadamente a los Estados miembros más poderosos — a los cuales parece les importa más la proliferación que el desarrollo de la energía nuclear. Se le ha acusado al organismo de emitir informes erróneos respecto a las supuestas actividades de proliferación de algunos signatarios del TNP; por ejemplo, un informe de noviembre de 2011 sobre Irán ha sido el blanco de muchas críticas, y no sólo de parte de los iraníes. Como mínimo, el compromiso del organismo de facilitar el desarrollo del uso pacífico de la tecnología nuclear no parece igualar el afán que éste demuestra en asuntos de proliferación.

Tomando de nuevo a Irán como ejemplo, el OIEA y una serie de potencias se han esforzado plenamente por detener lo que se concibe como el emplazamiento de armas. Las últimas negociaciones entre Irán y los cinco Estados aceptados con armamento nuclear, además de Alemania, no han cosechado buenos resultados; pero parece que se ha gastado más energía en Irán que en ayudar a que los países en desarrollo ejerzan su derecho inalienable a la energía nuclear.

Algo similar podría decirse sobre Corea del Norte. La salida de este país del TNP en el año 2003, y sus ensayos de aparatos nucleares en el 2006 y 2009, surgieron posiblemente — por lo menos en parte — porque Estados Unidos no cumplió con su parte del trato, descrito en el Acuerdo Marco del año 2004. Conforme a ese acuerdo, Estados Unidos tenía que facilitar la construcción de reactores a base de agua ligera resistentes a la proliferación en Corea del Norte y proporcionarle a Pyongyang el fueloil para contrarrestar la pérdida de capacidad eléctrica que tendría Corea del Norte al congelar sus operaciones en el reactor nuclear actual en Yongbyon. Los reactores de agua ligera nunca se construyeron y el cargamento de fueloil se suspendió en el año 2002. Hoy más que nunca, la resolución de la crisis nuclear en Corea del Norte es difícil de alcanzar.

Por lo tanto el OIEA (y las potencias) no pudieron detener la proliferación en el caso de Corea del Norte y podrían estar al borde de un fracaso en el caso iraní. En honor a la verdad, el organismo está diseñado como un sistema de advertencia y no como una fuerza policiaca; si llegara a averiguar que algún país no estuviera cumpliendo con sus obligaciones bajo el TNP, la única acción a su disposición sería la de señalar el incumplimiento al Consejo de Seguridad de la ONU. De todas maneras, así como los casos de Irán y de Corea del Norte sugieren que a veces el OIEA no puede alcanzar las metas del NTP de la no proliferación, el organismo a veces tampoco logra promover la propagación del uso pacífico de la tecnología nuclear. Quizás esto signifique que existe un conflicto mayor entre la promoción de los reactores nucleares y la prohibición del armamento nuclear.

Obstáculos y soluciones. Pero no se puede culpar completamente al OIEA. Tampoco es beneficioso para la meta de expandir el uso pacífico del átomo sin introducir riesgos inaceptables el papel que a veces desempeñan las consideraciones comerciales en los temas nucleares. Un caso ilustrativo es el acuerdo de cooperación nuclear entre EEUU y la India en el 2008, y la presión que la única superpotencia global ejerció para convencer al Grupo de Proveedores Nucleares a que le otorgara a la India una exención para los controles de exportación, a pesar de que la India no es un signatario del TNP. En esta ocasión, un país con armamento nuclear al margen del régimen de la no proliferación obtuvo muchos de los beneficios que se les otorgarían a los participantes del régimen. Dicho acuerdo no contribuye en nada a la integridad del régimen de la no proliferación, dado que todos los países que aspiran al desarrollo del sector de la energía nuclear deben sentirse confiados de que los demás están jugando limpio.

Aún así, y a pesar de todas las dificultades, es posible encontrar un equilibrio entre los beneficios y riesgos de la expansión nuclear — aunque los riesgos sean accidentes del tipo Fukushima o la búsqueda clandestina de armamento nuclear. Llegar a ese equilibrio podría depender del desarrollo de la tecnología de reactores avanzados con funciones mejoradas de seguridad, pero otros pasos útiles podrían incluir la multilateralización del ciclo de combustible y el fortalecimiento correspondiente del marco multilateral para el control de las instalaciones y los materiales nucleares. Si un marco fortalecido en que todos los países se pudieran sentir seguros fuera establecido, se podrían mejorar paulatinamente las salvaguardias y los regímenes de seguridad. Así se podría encaminar a una era en la que se acogería el átomo pacífico por todas las naciones que pudiesen costearlo. Se debe apresurar ese día si se quieren evitar los efectos más nocivos del cambio climático.

El agua, el clima y el torio: por qué la energía nuclear tiene sentido en Sudáfrica

A los participantes de la Mesa Redonda se les pregunta, dados los riesgos que representa el cambio climático, si la energía nuclear vale la pena para los países en desarrollo. Mi propio país, Sudáfrica, ofrece una perspectiva particularmente interesante que se puede usar para examinar esta pregunta.

Sudáfrica es mejor conocido globalmente como lo que una vez fue el hogar del apartheid. Lo que no se sabe tan bien es que durante la era del apartheid, cuando Sudáfrica se convertía en un paria internacional, las elites que tomaban las decisiones del país estaban respondiendo a lo que percibían como amenazas a la sobrevivencia nacional, fomentando el desarrollo de capacidades sofisticadas en las ciencias, la ingeniería y la tecnología. Una manifestación de esto fue el programa de armamento nuclear.

Durante su transición a la democracia, Sudáfrica abolió su programa de armamento nuclear y en el año 1991 accedió al Tratado de No Proliferación Nuclear. Por lo tanto, se convirtió en el primer país con armamento nuclear que cedía voluntariamente sus armas. Este hecho por sí solo ubica a Sudáfrica en una posición singular desde donde se puede reflexionar sobre las preguntas de la proliferación y la energía nuclear.

Con deseos de agua. Hoy en día, la mayor amenaza para la supervivencia de Sudáfrica, y ciertamente para su prosperidad, podría ser la escasez de agua — un problema que, como explicaré más adelante, está vinculado estrechamente al cambio climático.

Sudáfrica se encuentra entre los 40 países más áridos del planeta. Su ubicación entre los tres sistemas globales climáticos — la zona de convergencia intertropical, el Océano Antártico y la Oscilación del Sur-El Niño — ayuda a explicar el promedio anual de precipitación en la nación de tan solo 495 milímetros cuando se compara al promedio global de 860 milímetros. En Sudáfrica, los retos en materia de agua son tan severos que la economía nacional sólo existe ya que, por medio de proyectos de ingeniería hidráulica, los ríos han sido manipulados a escala nacional.

Lo que complica el asunto es que la mayoría de la actividad económica del país se lleva a cabo en el interior, en un altiplano central elevado y seco. Johannesburgo, la capital económica no sólo del país sino de África continental, es la ciudad más grande en el mundo que no está ubicada al lado de un río, lago o en alguna costa. Asciende aproximadamente a 1,800 metros sobre el nivel del mar, extendiéndose sobre la división continental que separa las cuencas de los ríos Orange y Limpopo.

Los ríos Orange y Limpopo, que desembocan en el Océano Atlántico e Índico respectivamente, son cruciales para la economía de la nación — pero sólo un pequeño porcentaje de la lluvia que cae en todo el país se convierte en agua para estos ríos. El tipo de conversión de la cuenca del río Orange, por ejemplo, es un exiguo 3.4 por ciento. Esto significa que, de 100 unidades de precipitación en toda la superficie de la cuenca, solo 3.4 unidades se vuelven agua para el río y, por lo tanto, son útiles para propósitos industriales. Lo que sobra se pierde en la evapotranspiración. El cambio climático probablemente hará que los tipos de conversión bajos se reduzcan aún más, ya que las pérdidas por evapotranspiración aumentarán.

Sudáfrica ha intentado resolver sus problemas crónicos de escasez de agua por medio de la construcción de presas, pero estas últimas están alcanzando sus límites. En la cuenca del río Orange, la capacidad total de almacenamiento de la presa es de alrededor un asombroso 271 por ciento del promedio anual del caudal del río. En otras palabras, casi se almacena tres veces más de agua en las presas del río Orange de lo que fluiría por el río sin presa, en un ciclo anual promedio. Esto resalta las limitaciones de agua que ponen en duda la viabilidad de Sudáfrica tanto como una democracia estable y como una nación capaz de proporcionar empleo total para todos.

Más caliente, más árido. El cambio climático, con sus nuevos riesgos extensamente mal definidos, amenaza con empeorar las cosas. El aumento en la temperatura ambiental en las cuencas de los ríos de Sudáfrica empeorará las pérdidas por evaporación e interrumpirá los patrones climáticos que de por sí son impredecibles. Y a medida que las temperaturas ambientales aumenten en las áreas que ya están bajo presión, el problema nacional de la circulación excesiva de nutrientes probablemente se agravará — ya un tercio del agua disponible en Sudáfrica es altamente eutrófica (es decir, rica en minerales disueltos y, por lo tanto, promovedora de la vida de organismos en abundancia, en particular las algas verdeazuladas).

Como profesional en el sector hidráulico, sumamente involucrado en los procesos de planeamiento estratégico, no veo un futuro viable para Sudáfrica a menos que se desarrolle una cultura sofisticada de reciclaje. Hoy en día, los recursos nacionales de agua disponibles que tienen garantías altas de abastecimiento suponen alrededor de 38 mil millones de metros cúbicos anualmente. Este número necesita incrementarse a 65 mil millones para el año 2025 si queremos alcanzar empleo pleno (asumiendo que los patrones del uso de agua de los cuales depende el empleo no se vuelvan más eficientes). Esto significa que Sudáfrica tendrá que tener acceso cada año a 27 mil millones de metros cúbicos adicionales de agua de ríos de zonas ribereñas donde no tenemos derechos de reclamo (el río Zambezi y Congo) — o tendremos que reciclar la totalidad de nuestros recursos nacionales aproximadamente 1.7 veces cada año. Pero el reciclaje, en efecto, supone la desalinización porque las sales minerales en exceso y los químicos que perturban el sistema endocrino deben ser eliminados. Esto, a su vez, requiere cantidades masivas de energía.

La plataforma energética actual de Sudáfrica, la cual se concentra en la combustión de carbón, claramente es insostenible. Pero la energía nuclear sería otra cosa — especialmente si Sudáfrica construyera plantas nucleares que usaran torio como combustible. De hecho, Sudáfrica está posicionado de manera ideal para usar reactores eléctricos a base de torio. Primero, el país tiene grandes reservas de torio, el que en la actualidad es considerado como un mineral de deshecho con pocos usos comerciales. Segundo, Sudáfrica es una autoridad moral en el ámbito nuclear en virtud de su abandono del programa de armamento, y por ende, sería un candidato ideal para liderar el uso de torio, combustible que demuestra más resistencia a la proliferación. También cabe mencionar que Sudáfrica se encuentra entre los relativamente pocos países en desarrollo que ya utilizan la energía nuclear y no carece de la capacidad técnica en este sector.

El futuro de Sudáfrica será dictado, en gran medida, por la manera en que el país aborde su dilema de escasez de agua, y por su capacidad de generar empleos en medio de las limitaciones crecientes de recursos. Se requieren cambios exhaustivos si se quieren alcanzar las metas del país. Como el interior está ubicado en el altiplano, se requieren cantidades masivas de energía para bombear agua cuesta arriba para alcanzarlo; al final, las industrias más importantes probablemente tendrán que reubicarse en la costa. Probablemente, la desalinización del agua de mar se volverá la base hidráulica de la economía nacional, y esto sugiere un mayor rol para la energía nuclear.

Sudáfrica goza de la abundancia tanto de uranio como de torio, pero el último de estos recursos podría brindarle al país la energía relativamente limpia que requiere para su desarrollo económico sin introducir nuevos riesgos de proliferación.

Temas globales, perspectivas personales

No es simple dar una respuesta, dados los peligros del cambio climático, en cuanto a si los beneficios de la energía nuclear sobrepasan los riesgos en los países en desarrollo. Puede que grupos diferentes de personas en el mundo emergente perciban los riesgos y beneficios de manera muy distinta.

Para el propósito de este ensayo, voy a colocar a las personas del mundo en desarrollo en dos categorías: un grupo de beneficios y uno de riesgos. Las personas en el grupo de beneficios, en gran parte pobres, son bastante vulnerables a los efectos negativos del cambio climático; esto incluye la sequía, las olas de calor, los niveles de agua de mar en aumento, las tormentas más frecuentes y poderosas, la escasez de alimentos, etcétera. Por ende, puede que reconozcan los beneficios sustanciales de la energía nuclear y su potencial para ralentizar el cambio climático. Las personas en el grupo de riesgo, por otra parte, son más capaces de ajustarse al cambio climático. Por lo tanto, se puede esperar que ellos perciban un mayor riesgo en el desarrollo de la energía nuclear que los pobres.

Como escribió el politólogo Francis Fukuyama, "Las personas ricas han ejercido una influencia desproporcionada en los sistemas de gobierno durante gran parte de la historia". Dado que los miembros del grupo de riesgos gozan de más capacidades financieras que los miembros del grupo de beneficios, el desequilibrio que emana de la diferencia de clases sociales en la influencia política representa un gran obstáculo para el potencial del desarrollo de la energía nuclear en el mundo en desarrollo.

Lo que dificulta aún más superar este obstáculo es que se debe construir la mayoría de los reactores nucleares donde abunda el agua (en particular a lo largo de las costas y de las riberas). También es una cuestión de comodidad el situar las instalaciones cerca del agua porque la proximidad al agua facilita el transporte de maquinaria grande y pesada, la que se requiere para la construcción y el mantenimiento de las plantas nucleares. Pero es muy probable que las costas marinas y las riberas también sean los lugares donde los miembros del grupo de riesgo habitan. (Para darles un ejemplo, en China, puede que los miembros del grupo de beneficios vivan o no vivan en tales áreas). Que lleguen a existir áreas prósperas que coincidan con los sitios que en otros casos serían adecuados para las plantas nucleares conlleva consecuencias ominosas para el futuro desarrollo de la energía nuclear –en especial después de las secuelas del accidente de la Planta Nuclear Fukushima Daiichi.

Para los miembros del grupo de riesgo, quienes gozan de posiciones económicas ventajosas, la energía nuclear sólo es una opción energética. Al mismo tiempo, mientras los efectos del calentamiento global pueden parecer una amenaza remota para los miembros del grupo de riesgo debido a sus mayores recursos, un accidente nuclear del tamaño de Fukushima amenazaría tanto su bienestar físico como su medio de subsistencia. Por lo tanto, el temor a un accidente nuclear le da a los miembros del grupo de riesgo grandes incentivos para adoptar una actitud de “no en mi jardín”.

Como las personas en el grupo de riesgo tienen más posibilidades económicas e influencia política que los miembros en el grupo de beneficios, la expansión de la energía nuclear en el mundo en desarrollo parece enfrentarse a grandes dificultades. Lo que complica aún más el asunto es el amplio escepticismo de los países en desarrollo en cuanto al gobierno en general y, en particular, en cuanto a la capacidad del gobierno para monitorear la industria nuclear. Este escepticismo caracteriza tanto al grupo de riesgo como al de los beneficios.

Cálculos políticos. En China, inmediatamente después de Fukushima, el gobierno central dejó de asesorar y aprobar nuevos proyectos nucleares. Con el paso del tiempo, algunos gobiernos locales estaban ansiosos por terminar sus proyectos nucleares, en favor del crecimiento económico, pero el gobierno central ha permanecido indeciso en otorgar el permiso para seguir adelante. Sin embargo, el 31 de mayo de este año, se revelaron indicios de que posiblemente el gobierno central reanudaría los pasos hacia la expansión nuclear. Pero parece que las metas para la generación de energía nuclear se están retrasando mucho. A principios del año 2011 se tenía previsto que la capacidad de energía nuclear en China alcanzaría 86 gigavatios para el año 2020, pero los pronósticos actuales anuncian una expansión de tan solo 60 gigavatios.

Este ajuste a la baja manifiesta la precaución que el gobierno central siente que debe ejercer en la era post Fukushima. El gobierno central ha pasado mucho tiempo, como es natural, sopesando los deseos del grupo de riesgo así como el de los beneficios. El cálculo del gobierno considera esencialmente las ganancias económicas y medioambientales de la energía nuclear en contra de las pérdidas económicas y medioambientales si llegara a ocurrir un accidente nuclear — sin importar lo poco probable que resultaría un accidente de ese tipo.

China tiene a su disposición una serie de herramientas más allá de la energía nuclear para ayudarle a solucionar el cambio climático. Éstas incluyen el desarrollo futuro de recursos de energía baja en carbono tales como el gas natural, o los recursos de energía de cero carbono tales como la energía eólica y solar. El gobierno también puede acceder a las medidas no convencionales de los gobiernos locales, tales como los apagones generalizados para alcanzar las reducciones propuestas de las emisiones del dióxido de carbono – y, de hecho, ya se aceptaron a finales del 2010. Pero, si tan solo ocurriese un serio accidente nuclear en China, aún siendo menos grave que el de Fukushima — y especialmente si pasara en una de las tres áreas más prósperas del país (el delta del río Pearl, el delta Yangtze y el área de la bahía Bohai) — sería un desastre económico para el país y un desastre político para el gobierno central. En efecto, dicho accidente podría costarle más al gobierno de lo que tiene a su alcance.

Round 2

Los beneficios medioambientales conllevan riesgos de seguridad

La energía nuclear ha suscitado un nuevo interés en los últimos años, en parte por su capacidad de generar electricidad produciendo emisiones insignificantes de gases de efecto invernadero. Sin embargo, para muchos de los países en desarrollo, poder establecer y mantener un sector de energía nuclear supone una plétora de retos, sobre todo para "los países menos desarrollados" tales como Nepal, mi propio país. Aunque Nepal se volvió miembro del Organismo Internacional de Energía Atómica en el 2008, no parece ser un candidato adecuado para desarrollar un sector de energía nuclear debido a los recursos limitados de capital y humanos del país.

Pero debido a la amenaza global del cambio climático, hasta las naciones sin reactores de energía propios podrían beneficiarse de la expansión mundial de la energía nuclear. Si el cambio climático sigue avanzando, Nepal deberá enfrentarse a  amenazas a su fuente de agua debido al derretimiento del glaciar del Himalaya y al sector agricultor por los cambios potenciales en los patrones climáticos. Por lo tanto, Nepal tiene buenos motivos para aceptar que se desarrolle aún más la energía nuclear en otros países.

Pero aunque la expansión nuclear produjera beneficios relacionados con el cambio climático para un país como Nepal,  introduciría asimismo nuevos riesgos. Por ejemplo, un accidente como el que ocurrió el año pasado en la Planta Nuclear Fukushima Daiichi — o, peor aún, un incidente similar al desastre de Chernobyl en el año 1986 — podría tener terribles consecuencias dentro de Nepal. Casualmente, Nepal está rodeado por dos países en desarrollo que se encuentran entre los candidatos principales del mundo para la expansión nuclear — China y la India. Como ya destacó Wang Haibin en su primer ensayo de la Mesa Redonda, muchas personas en el mundo en desarrollo ven con escepticismo la capacidad de sus gobiernos para supervisar la energía nuclear. Tal escepticismo no debe limitarse sólo al gobierno de uno.

Para Nepal, sin embargo, los riesgos intrínsecos de la expansión nuclear también implican la dimensión de seguridad. El sur de Asia, una región peligrosa por la enemistad entre la India y Pakistán, cuenta con una historia de eventos terroristas, como el ataque coordinado en contra de Mumbai en el año 2008. A Pakistán le han acusado a menudo de prestarle ayuda a los grupos terroristas. En tal ambiente, todas las instalaciones nucleares deben ser consideradas como posibles blancos por terroristas y, por lo tanto, un aumento en el número de instalaciones elevaría el riesgo de un ataque.

Otro problema que causa que algunos nepalíes sean aprensivos es el acuerdo de cooperación nuclear entre EE.UU. y la India. Pakistán, naturalmente, reaccionó al tratado de manera muy negativa, pero el acuerdo también es preocupante debido a lo que sugiere sobre las actitudes estadounidenses e indias hacia China. Según Shyam Saran, ex secretario de Relaciones Exteriores de la India, el acuerdo "refleja una cierta convergencia estratégica entre los Estados Unidos y la India…Tenemos preocupaciones y actitudes similares en lo referente al avance de China". Y cualquier indicio de tensión entre la India y China debe preocuparle a Nepal.

Los recursos de Nepal son limitados — tecnológica, científica y financieramente. El país no puede costear un sector nuclear propio. No obstante, se beneficiaría en términos medioambientales de la expansión nuclear en otro lugar, a pesar de los riesgos arriba mencionados. A lo mejor un día, los riesgos vinculados a la energía nuclear podrán reducirse por medio del desarrollo y la comercialización de los reactores de fusión, una tecnología que podría revolucionar el sector nuclear en todo el mundo. Hasta entonces, sin embargo, las potencias regionales deben asegurarse de que la energía nuclear reduzca los riesgos en vez de agravarlos.

Progreso, crisis e ingenuidad

Esta Mesa Redonda pide a los participantes evaluar, en el contexto del cambio climático, la adecuación de energía nuclear para el mundo en desarrollo. En este ensayo, sin embargo, me gustaría considerar un problema relacionado, pero más amplio — las perspectivas de los seres humanos para seguir prosperando en un planeta cuya capacidad para sostener la vida humana está cada vez más bajo fuerte presión.

Recientemente me invitaron, junto con un número de co-autores, a escribir un documento sobre la gestión de los recursos hídricos. En el documento, se argumenta a favor de la idea de que el mundo ha sido objeto recientemente de una transición de la era geológica, conocida como Holoceno, a una nueva época, la Antropocena. Esta idea, asociada con el premio Nobel Paul Crutzen, entre otros, gira en torno a la noción de que el Homo Sapiens está afectando a las fuerzas que darán forma a la Tierra del futuro. Por ejemplo — y de manera significativa para esta Mesa Redonda — los radionucleidos se están encontrando ahora en el sedimento de muchos ríos a niveles mucho mayores de lo que sería el caso, en condiciones normales. Este aumento en los radionucleidos puede ser fechado desde mediados de los años 40 — que precisamente coincide con la capacidad de la humanidad para dividir el átomo. Es decir, la roca sedimentaria del futuro se formará a partir de sedimentos que han sido alterados por los seres humanos.

Todo esto pone de manifiesto un gran dilema al que se enfrenta la humanidad. Este dilema concierne, por un lado, a  la viabilidad del planeta de mantener el nivel de vida humana y, por otro, al crecimiento de la población humana, la actividad económica y la capacidad tecnológica. El sistema planetario de soporte para la vida es un equilibrio dinámico en el que las variables complejas interactúan para crear un conjunto de condiciones ambientales propicias para la vida; si el equilibrio se aleja demasiado del balance, las condiciones conducentes para la vida se degradan. Mientras tanto, la población humana ha crecido rápidamente desde hace siglos y parece que va a continuar haciéndolo por muchas décadas; la actividad económica mundial también se ha incrementado marcadamente y los avances tecnológicos continúan a buen ritmo. Esto ha creado una demanda cada vez mayor de energía y de agua, entre otros recursos, y ha impuesto una gran presión sobre la biosfera.

Aquellos que consideran que el sistema de vida en el planeta tiene límites, argumentan que no se puede esperar sostener un crecimiento ilimitado de la población y de desarrollo económico. Estos argumentan que si los seres humanos no pueden frenar el  crecimiento de su población y de su  actividad económica, el sistema de apoyo que ha permitido que la vida inteligente evolucione en primer lugar será sobrepasado. Esta es la actitud esencial del maltusianismo, que predice que el resultado inevitable de la expansión humana será catastrófico. Sin embargo, un discurso de la competencia — el punto de vista cornucopiano, que a veces se asocia con el extinto profesor de la Universidad de Maryland Julian Simon — sostiene que los seres humanos, a través de su ingenio, se las arreglarán para resolver los problemas que surjan del aumento de la población y del crecimiento económico.

Creo en la capacidad de la humanidad para aprender, innovar y adaptarse con el fin de sostener la vida inteligente en este planeta, por lo que me considero un cornucopiano. Parte de lo que me atrae del cornucopianismo es que permite que los dilemas sean convertidos en algo diferente — en problemas. Los problemas revelados a través de la lente cornucopiana son complejos, y es probable que se vuelvan más complejos con el tiempo. Sin embargo, los problemas son receptivos a las soluciones, una característica que no tienen los dilemas.

Los seres humanos se distinguen de otras especies por su capacidad de innovar, pero ahora la gente tiene que innovar lo suficientemente rápido como para hacer frente a las tensiones que existen en la vida humana para el sistema de soporte del planeta. Afortunadamente, los avances tecnológicos de la humanidad en los últimos años han sido muy impresionantes. Por ejemplo, fue sólo hace unas décadas que el átomo se dividió por primera vez. Pero el año pasado, cuando un grave accidente ocurrió en las instalaciones de la central nuclear Fukushima Daiichi, el daño fue contenido de manera razonable a pesar de las difíciles circunstancias y las lecciones aprendidas de este incidente pueden ser incorporadas en los futuros diseños de instalaciones de energía nuclear. A mi juicio, el resultado del accidente de Fukushima respalda una visión cornucopiana del mundo.

Yo no me considero un defensor ardiente de la energía nuclear, pero creo que si la raza humana quiere sobrevivir debe explorar todas las opciones de supervivencia que puedan beneficiar a la humanidad, y éstas opciones incluyen a la energía nuclear.

Cada tecnología a su debido tiempo y en su debido lugar

En su primer ensayo de la Mesa Redonda, Anthony Turton presentó un análisis perspicaz de los vínculos entre la escasez de agua, las demandas de la electricidad y el cambio climático en Sudáfrica. También describió ideas inspiradoras para atenuar las restricciones de agua en el país al usar la energía nuclear para la desalinización del agua de mar. Sin embargo, me parece que aunque las ideas de Turton puedan funcionar en Sudáfrica, su aplicación es limitada en muchos otros lugares — incluyendo a China.

Si la energía nuclear se va a desarrollar de una manera sostenible — la relación entre el costo y el beneficio siempre se debe tener en cuenta claramente — y en diferentes ubicaciones, la energía nuclear podría presentar diferencias marcadas en la relación entre el costo y el beneficio. En los países en desarrollo que presentan un suministro restringido de agua y un abastecimiento de electricidad menos restringido, tiene sentido que utilicen la energía nuclear para la desalinización del agua de mar (y hasta para bombearla a lugares lejanos). Pero en las naciones en desarrollo donde la población se ve afectada por una apremiante falta de electricidad, la idea de consumir una gran parte de la energía para generar agua fresca pareciera carecer de una base económica sólida.

China, un país cuyas necesidades económicas y eléctricas van rápidamente en aumento, en la actualidad opera 15 reactores nucleares. Más de una de estas plantas se usa para la desalinización del agua de mar, pero sólo cuando, como en el caso de la instalación Hongyanhe en la provincia Liaoning, la desalinización es inevitable. Los reactores de agua presurizada en la instalación de Hongyanhe requieren una gran cantidad de agua fresca para operar y las fuentes locales de agua fresca son insuficientes para este propósito. Por lo tanto, la planta ha sido diseñada para desalinizar más de 10,000 metros cúbicos de agua de mar diariamente para su propio funcionamiento.

De manera significativa, la tecnología de desalinización por la cual la planta ha optado es la ósmosis inversa. Esta decisión es importante porque la ósmosis inversa utiliza menos energía por unidad de agua fresca producida que cualquier otro método de desalinización, haciendo así que las necesidades energéticas y los costos económicos de la desalinización sean aceptables para los operadores de la planta. Pero — de acuerdo a una entrevista que recientemente le hice al economista principal en China Guangdong Nuclear Power Group, el dueño de la planta — la compañía no tiene planes para más desalinización de agua de mar de lo que necesita la instalación de Hongyanhe para su propio funcionamiento.

La decisión de la compañía en lo referente a la desalinización refleja una compensación entre la demanda de agua y de energía; tal contrapartida es común en el mundo en desarrollo, donde muchos países requieren de más agua, más electricidad o de ambas. Yo creo que en un mundo donde 1.5 mil millones de personas carecen de acceso a la electricidad, la demanda energética, en general, es más grave que la demanda de agua.

Esto no debe minimizar la gravedad de la escasez de agua en muchos países, y mucho menos en África — donde las sequías persistentes en naciones tales como Sudán y Somalia han contribuido a los conflictos sangrientos en los últimos años. Debido a que la sequía constante en algunas regiones está entre los resultados esperados del cambio climático, es difícil disociar los conflictos relacionados a la sequía con el aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera. Por lo tanto, para que países tales como Sudán minimicen los retos climáticos que encaran, los países del mundo deben aumentar sus esfuerzos para reducir las emisiones de dióxido de carbono — por ejemplo, por medio de un mayor uso de fuentes de energía baja en carbono, tal como la energía nuclear. No existen garantías de que la energía nuclear vaya a contrarrestar los peores efectos del cambio climático, pero por lo menos esa opción es alentadora.

Por último, no estoy de acuerdo con las declaraciones de Turton de que Sudáfrica "tiene grandes reservas de torio" y que "está posicionada de manera ideal para usar reactores eléctricos a base de torio". Creo que estas afirmaciones son demasiado optimistas y tal vez muy simplificadas — en vista del hecho de que India, un país con mayores reservas de torio que Sudáfrica, con ambiciones bien conocidas en la tecnología de torio y con 20 reactores nucleares operando en la actualidad, se basa a pesar de ello primordialmente en los reactores de agua a presión en sus instalaciones nucleares. Los reactores eléctricos a base de torio son sin lugar a duda una maravillosa idea pero, al igual que los reactores reproductores rápidos, encajan más en el futuro que en el presente. Es probable que transcurran muchos años antes de que los reactores de torio se conviertan en una tecnología madura.

Round 3

La posibilidad de dañar conlleva la responsabilidad de ayudar

Todos los participantes de esta Mesa Redonda reconocen el peligro asociado a la energía nuclear y han planteando la expansión de ésta en términos de riesgos controlables. No obstante, todos concordamos en que dicha expansión se justifica debido al peligro por el cambio climático. Dado el consenso que ha emergido sobre la energía nuclear en esta Mesa Redonda, en mi último ensayo me gustaría explorar las maneras en que un país como Nepal, que probablemente no desarrollará su propio sector nuclear, podría contribuir a los esfuerzos en contra del cambio climático — y la responsabilidad que tienen los países ricos hacia Nepal y otros países menos desarrollados.

En Nepal, las emisiones de dióxido de carbono son muy bajas. Las estadísticas de la Administración de Información Energética de Estados Unidos demuestran que en el 2010, a nivel mundial, más de 31,780 toneladas métricas de dióxido de carbono fueron emitidas en la atmósfera como resultado del consumo energético. Del total, Nepal era responsable de tan sólo 3.36 toneladas métricas. Pero, como detallé en mis ensayos anteriores, el cambio climático representa un serio peligro para Nepal en las áreas designadas para la productividad agrícola, así como a la seguridad física de los ciudadanos nepalíes. En pocas palabras, los estragos por el cambio climático que sufriría Nepal no son proporcionales a su propia responsabilidad en el problema.

Muchos otros países menos desarrollados se encuentran en la misma situación. Muchas naciones en las zonas costeras bajas, tales como Bangladesh, los Estados insulares como Kiribati y los países secos como Níger, cuyos niveles de precipitación podrían disminuir aún más, a medida que avance el cambio climáticotienen razón en ver con alarma la progresión del cambio climático. Para empeorar las cosas, las naciones con niveles bajos de desarrollo no están especialmente bien capacitadas para resolver los nuevos problemas que presentará el cambio climático.

Estos países podrían intentar influir en el comportamiento internacional en lo referente a temas climáticos, por ejemplo, mediante el Programa de Países Menos Adelantados, una asociación de 49 naciones dentro del sistema de la ONU. Nepal ha encabezado este grupo, y en esa calidad y otras ha hecho campaña en contra del cambio climático. Pero la influencia política de los países menos desarrollados tiene límites. Al fin y al cabo, los países más desarrollados son los que deben emprender la ardua tarea requerida para limitar los daños del cambio climático.

Pero, aunque en Nepal las emisiones de carbono sean insignificantes y su influencia política esté restringida, este país podría contribuir directamente a desacelerar el cambio climático. Nepal, por ejemplo, es un buen candidato para la preparación de proyectos de reforestación bajo el Mecanismo de Desarrollo Limpio, un elemento del Protocolo de Kyoto que permite que las naciones industrializadas alcancen sus metas de reducción de carbono, en parte financiando iniciativas asociadas a las emisiones en países en desarrollo. Nepal también podría ayudar a otras naciones para que reduzcan sus emisiones por medio de desarrollo adicional de su sector de energía hidroeléctrica — como lo señala Wang Haibin en su tercer ensayo de la Mesa Redonda, la energía hidroeléctrica es una forma segura de generación eléctrica que no contribuye al calentamiento global. Nepal, que tiene un potencial abundante de energía hidroeléctrica podría exportar cantidades importantes de electricidad a las naciones colindantes cuyas emisiones de carbono excedan las de Nepal.

Iniciativas como estas requieren la participación, financiera o de otra índole, de las naciones más ricas. Nepal no podría hacerlo solo. Pero en todo caso, el meollo de la cuestión del cambio climático yace en que los países más desarrollados que Nepal emiten demasiado carbono a la atmósfera. Yo he argumentado que la energía nuclear podría ser una parte importante para la reducción de emisiones de carbono, pero sólo es una pieza de un rompecabezas muy grande. Y aunque Nepal contribuya a armar el rompecabezas, los países más desarrollados deben hacer la mayor parte del trabajo.

La seguridad en una nueva época

La seguridad ha sido un tema que ha destacado en varios de los ensayos de esta Mesa Redonda. Wang Haibin ha hablado de cómo las personas de diferentes clases económicas perciben los riesgos a su seguridad personal, riesgos que provienen del cambio climático y la energía nuclear. Hira Bahadur Thapa ha detallado la amenaza que supone para Nepal la situación inestable de seguridad en Asia del Sur. Y yo he escrito sobre las graves limitaciones de agua en Sudáfrica, las cuales siento que amenazan a la seguridad económica del país y por ende, a la supervivencia — y las cuales también creo podrían reducirse a través de esfuerzos de desalinización con energía nuclear (quizá reduciendo la preocupación por la proliferación con el uso de torio como combustible).

Los seres humanos son capaces de fortalecer su propia seguridad a través de medios sofisticados que no están al alcance de otras especies. Durante el Holoceno –época geológica donde el clima de la Tierra era relativamente estable — los humanos aprendieron a cultivar alimentos, gestionar el agua y a construir refugios permanentes que redujeron los riesgos medioambientales. Este tipo de avances tecnológicos permitió que la humanidad se convirtiera en la especie dominante; la capacidad de manipular y controlar es un elemento esencial para el éxito humano.

Esta capacidad también permite que los seres humanos sean la única especie que aspira a la seguridad como condición fundamental de su existencia. Las vidas de otras especies se caracterizan por ser intrínsecamente inseguras y, como resultado, han creado una gama de estrategias de adaptación. Una de las estrategias más exitosas consiste en que varios miembros de una especie trabajen juntos ante una amenaza común. Yo creo que, aunque los seres humanos han tenido éxito por su capacidad de manipular el medioambiente tendrán que adoptar las estrategias de cooperación que otras especies han demostrado para seguir prosperando.

Dominio y sabiduría. Yo sostuve en mi segundo ensayo de la Mesa Redonda que la transición se llevó a cabo del Holoceno al Antropoceno. Esto es, los seres humanos empezaron a manipular su entorno a una escala global — y nuevos retos de seguridad, tales como el cambio climático, emergieron como parte de este proceso. Estos retos afectan a los individuos que viven dentro de ciertos ecosistemas, pero cada ecosistema está anidado dentro de un sistema climático global; incluso se puede concebir a las economías nacionales como subsidiarias bajo la propiedad del ecosistema global. Por lo tanto, aún cuando los nuevos retos de seguridad del Antropoceno se manifiesten a menudo en formas locales, la respuesta a estos retos debe incluir someterlos a consideraciones globales. Es probable que los esfuerzos para alcanzar un equilibrio entre los aspectos locales y globales influyan a los sistemas políticos en varios niveles.

Esto me lleva de nuevo al argumento de la energía nuclear. ¿Los riesgos de seguridad planteados por el calentamiento global provocarán que las personas acepten los riesgos locales de accidentes en instalaciones de energía nuclear? ¿Se verán afectados los cálculos de las personas por la mejora de la supervisión nuclear y los avances continuos en la ingeniería? ¿Es apto caracterizar la aceptación de la energía nuclear como la clase de conducta cooperativa que los seres humanos deben demostrar para seguir prosperando? A mi juicio, las respuestas se consiguen al aceptar que los seres humanos son la especie dominante del mundo, pero siéndolo de manera sabia. Si se aplica la sabiduría a los problemas nucleares, esto podría significar que se adopte más desarrollo de la tecnología nuclear pacífica mientras que al mismo tiempo se rechace el emplazamiento de armas. (Si se aplica al tema del agua, requeriría que las personas se comporten como custodios, en lugar de simples clientes que tiran la forma alterada del agua como un desecho).

Entretanto, para hacer frente a los retos de seguridad del Antropoceno, los humanos deben, por medio de su ingenio, producir avances tecnológicos con cierta rapidez, y las instituciones deben fomentar tales avances cuando la demanda del mercado no los incite. Eso no es fácil, y se debe tener en cuenta en contextos diferentes, a escala tanto global como local. La tarea será más fácil si los seres humanos están conscientes de la interrelación de los ecosistemas, y de la naturaleza imbricada de las amenazas y oportunidades. La humanidad debe ser lo suficientemente valiente para explorar las nuevas fronteras de la ciencia, pero lo suficientemente sabia para diseñar una seguridad colectiva, en donde la seguridad no dependa de la fabricación de armas.

El peligro de exagerar los riesgos

Los accidentes en las instalaciones nucleares son poco comunes. Y aún en un accidente tan serio como el que ocurrió el año pasado en la Planta Nuclear Fukushima Daiichi, al final se pudo contener el siniestro dentro de ciertos límites. No obstante, se considera a menudo que los riesgos asociados a la energía nuclear son completamente inaceptables, y la sociedad en muchos países sigue considerando que la energía nuclear es fundamentalmente peligrosa. Para entender más este fenómeno es útil comparar los riesgos que plantea la energía nuclear con los peligros que presentan otros métodos de generación de electricidad de carga base — los combustibles fósiles y la energía hidroeléctrica.

En cierto sentido, una planta nuclear que utiliza combustibles fósiles presenta tan sólo un pequeño riesgo para la seguridad pública. Por supuesto, una explosión en dicha instalación podría poner en peligro las vidas de las personas que viven en las áreas cercanas pero el peligro tampoco iría más allá. El peligro real que plantean los combustibles fósiles es la contaminación. Para empezar, la quema de estos combustibles genera contaminantes como el dióxido de azufre y el óxidos de nitrógeno, los cuales afectan directamente y son nocivos para la salud humana. Aún más significativo, la quema de estos combustibles genera dióxido de carbono, la causa principal del calentamiento global que amenaza con alterar de manera radical la vida en este planeta. Aunque es probable que las emisiones de carbono de las plantas nucleares se reduzcan en el futuro por medio de tecnologías como la captura y el almacenamiento de carbono, parece que las emisiones significativas de carbono serán una realidad por un plazo de tiempo indefinido.

Entretanto, se considera generalizadamente que la energía hidroeléctrica es una fuente segura de energía, con riesgos fáciles de controlar. Por supuesto, se puede argumentar que la construcción de presas causa problemas medioambientales, pero la operación de las plantas de energía hidroeléctrica no agrava el calentamiento global. Por el contrario — si el calentamiento global causa que el flujo de agua de las cuencas del río se vuelva irregular será el cambio climático el que posiblemente dañe las instalaciones hidroeléctricas. Análogamente, algunas plantas hidroeléctricas podrían sufrir si la explotación de combustibles fósiles redujera la disponibilidad de agua para las instalaciones hidroeléctricas — en China, por ejemplo, la extracción de carbón ejerce una gran presión en los recursos hídricos.

Dado lo anterior, no es difícil argumentar que la combustión de combustibles fósiles representa un mayor riesgo que la energía nuclear — o incluso, que la energía hidroeléctrica, que es en cierto modo el "aliado natural" de la energía nuclear. Aún así, de acuerdo a sondeos de la opinión pública que se examinaron en un informe de 2010, publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, en tan sólo 2 de 18 países una mayoría apoyó la construcción de plantas de energía nuclear para combatir el cambio climático.

Si la energía nuclear llegara a ser una herramienta importante en la lucha contra el calentamiento global, los proponentes de la energía nuclear deberán aceptar que la energía nuclear conlleva un cierto grado de riesgo — que a veces viene en forma de accidentes. Además, los proponentes deberán enfrentarse a otros dos riesgos relacionados a la energía nuclear que no son generalmente exagerados. El primer riesgo es la proliferación de armamento nuclear; se debe admitir que las otras fuentes de energía no presentan un riesgo equivalente al de la proliferación. El segundo se encuentra al final del ciclo de combustible, que implica principalmente deshacerse del combustible gastado. De cierto modo, este riesgo suele ser menospreciado por el público.

Los esfuerzos para la anti-proliferación son parte de un proyecto político continuo; el peligro asociado al ciclo de combustible, de la misma manera, podría ser resuelto por medio de iniciativas multilaterales y avances tecnológicos. Pero el temor público acerca de la seguridad de las plantas nucleares continuará siendo un serio obstáculo para la expansión nuclear y por ende, para el progreso en contra del cambio climático.



 

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