El cambio climático, los reactores y las bombas
By Hira Bahadur Thapa (ES) |
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible en junio, conocida como Rio+20, fue criticada en muchos círculos por no dar como resultado acuerdos vinculantes sobre el cambio climático y otros temas globales. La crítica fue justificada, ya que la comunidad internacional ha demostrado poco progreso en los últimos años para responder a los posibles efectos catastróficos del calentamiento global, especialmente en el mundo en desarrollo. En mi país natal, Nepal, los glaciares están retrocediendo y creando nuevos lagos que suponen riesgos terribles para las personas en las riberas y en elevaciones bajas. El deshielo de los glaciares del Himalaya también amenaza el suministro de agua potable para millones de personas en Nepal, la India y China.
Debido a riesgos como estos, tiene sentido que los países en desarrollo — especialmente las naciones de ingresos medios con tasas altas de crecimiento económico — estén buscando alternativas a los combustibles fósiles. La energía nuclear se encuentra entre estas alternativas; su capacidad de generar electricidad sin emisiones de carbono es una razón por la cual un gran número de países emergentes, según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) está considerando el desarrollo de sectores para la energía nuclear.
Pero varias cuestiones se interponen en el camino de la expansión nuclear en el mundo en desarrollo. Por ejemplo, el accidente en el año 2011 en la Central Nuclear de Fukushima Daiichi le propinó un fuerte golpe a la industria, que esperaba recibir un empuje debido al temor al cambio climático. El accidente sirve de recordatorio, aún cuando se reconocen los aspectos positivos de la energía nuclear, de que existen serios riesgos intrínsecos ligados a su uso. Estos peligros incluyen, junto con los incidentes como Fukushima, un incremento en el riesgo de la proliferación de armamento.
Para complicar más las cosas, una tensión permanente caracteriza los esfuerzos para controlar la proliferación y facilitar la propagación de la energía nuclear pacífica. Hasta cierto punto, dicha tensión se remonta a los tiempos del presidente Dwight Eisenhower. Los Estados Unidos bajo Eisenhower promovieron arduamente el uso pacífico de la energía nuclear alrededor del mundo, y el programa "Átomos para la Paz" de Eisenhower dio lugar a una atmósfera conducente a la gestación del OIEA en el año 1957. Pero a fin de cuentas, fue Estados Unidos el que arrojó dos bombas atómicas en Japón en 1945. Hasta el día de hoy, los dos objetivos del OIEA que promueven las aplicaciones nucleares pacíficas mientras al mismo tiempo se pone un alto a la propagación del armamento nuclear, a veces no parecen concordar.
Sería una exageración afirmar que al OIEA sólo le importa prevenir la aplicación militar de la tecnología nuclear, pero en ocasiones, se presenta al organismo y a su junta de gobernadores como favoreciendo inadecuadamente a los Estados miembros más poderosos — a los cuales parece les importa más la proliferación que el desarrollo de la energía nuclear. Se le ha acusado al organismo de emitir informes erróneos respecto a las supuestas actividades de proliferación de algunos signatarios del TNP; por ejemplo, un informe de noviembre de 2011 sobre Irán ha sido el blanco de muchas críticas, y no sólo de parte de los iraníes. Como mínimo, el compromiso del organismo de facilitar el desarrollo del uso pacífico de la tecnología nuclear no parece igualar el afán que éste demuestra en asuntos de proliferación.
Tomando de nuevo a Irán como ejemplo, el OIEA y una serie de potencias se han esforzado plenamente por detener lo que se concibe como el emplazamiento de armas. Las últimas negociaciones entre Irán y los cinco Estados aceptados con armamento nuclear, además de Alemania, no han cosechado buenos resultados; pero parece que se ha gastado más energía en Irán que en ayudar a que los países en desarrollo ejerzan su derecho inalienable a la energía nuclear.
Algo similar podría decirse sobre Corea del Norte. La salida de este país del TNP en el año 2003, y sus ensayos de aparatos nucleares en el 2006 y 2009, surgieron posiblemente — por lo menos en parte — porque Estados Unidos no cumplió con su parte del trato, descrito en el Acuerdo Marco del año 2004. Conforme a ese acuerdo, Estados Unidos tenía que facilitar la construcción de reactores a base de agua ligera resistentes a la proliferación en Corea del Norte y proporcionarle a Pyongyang el fueloil para contrarrestar la pérdida de capacidad eléctrica que tendría Corea del Norte al congelar sus operaciones en el reactor nuclear actual en Yongbyon. Los reactores de agua ligera nunca se construyeron y el cargamento de fueloil se suspendió en el año 2002. Hoy más que nunca, la resolución de la crisis nuclear en Corea del Norte es difícil de alcanzar.
Por lo tanto el OIEA (y las potencias) no pudieron detener la proliferación en el caso de Corea del Norte y podrían estar al borde de un fracaso en el caso iraní. En honor a la verdad, el organismo está diseñado como un sistema de advertencia y no como una fuerza policiaca; si llegara a averiguar que algún país no estuviera cumpliendo con sus obligaciones bajo el TNP, la única acción a su disposición sería la de señalar el incumplimiento al Consejo de Seguridad de la ONU. De todas maneras, así como los casos de Irán y de Corea del Norte sugieren que a veces el OIEA no puede alcanzar las metas del NTP de la no proliferación, el organismo a veces tampoco logra promover la propagación del uso pacífico de la tecnología nuclear. Quizás esto signifique que existe un conflicto mayor entre la promoción de los reactores nucleares y la prohibición del armamento nuclear.
Obstáculos y soluciones. Pero no se puede culpar completamente al OIEA. Tampoco es beneficioso para la meta de expandir el uso pacífico del átomo sin introducir riesgos inaceptables el papel que a veces desempeñan las consideraciones comerciales en los temas nucleares. Un caso ilustrativo es el acuerdo de cooperación nuclear entre EEUU y la India en el 2008, y la presión que la única superpotencia global ejerció para convencer al Grupo de Proveedores Nucleares a que le otorgara a la India una exención para los controles de exportación, a pesar de que la India no es un signatario del TNP. En esta ocasión, un país con armamento nuclear al margen del régimen de la no proliferación obtuvo muchos de los beneficios que se les otorgarían a los participantes del régimen. Dicho acuerdo no contribuye en nada a la integridad del régimen de la no proliferación, dado que todos los países que aspiran al desarrollo del sector de la energía nuclear deben sentirse confiados de que los demás están jugando limpio.
Aún así, y a pesar de todas las dificultades, es posible encontrar un equilibrio entre los beneficios y riesgos de la expansión nuclear — aunque los riesgos sean accidentes del tipo Fukushima o la búsqueda clandestina de armamento nuclear. Llegar a ese equilibrio podría depender del desarrollo de la tecnología de reactores avanzados con funciones mejoradas de seguridad, pero otros pasos útiles podrían incluir la multilateralización del ciclo de combustible y el fortalecimiento correspondiente del marco multilateral para el control de las instalaciones y los materiales nucleares. Si un marco fortalecido en que todos los países se pudieran sentir seguros fuera establecido, se podrían mejorar paulatinamente las salvaguardias y los regímenes de seguridad. Así se podría encaminar a una era en la que se acogería el átomo pacífico por todas las naciones que pudiesen costearlo. Se debe apresurar ese día si se quieren evitar los efectos más nocivos del cambio climático.