El periodismo nuclear en el mundo en desarrollo

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Un tema complicado. Información clasificada. Minas terrestres controversiales. Cualquier periodista que reporta cuestiones nucleares conoce estos problemas, inclusive aquellos que gozan de las mejores circunstancias laborales. Pero los periodistas en el mundo en desarrollo también podrían hacer frente a una escasez de expertos independientes, a entornos disfuncionales de medios y a controles políticos rigurosos de la libertad de prensa. A continuación, Alexander Golts de Rusia, Pramit Pal Chaudhuri de la India y Dalia el-Akkad de Egipto describen el panorama del periodismo nuclear en sus países, mientras responden a la siguiente pregunta: ¿qué podría hacerse para asegurar que el periodismo nuclear sirva mejor al público?

Round 1

Los retos rebasan los recursos

Este año, el gobierno egipcio invertirá cerca del 1 % de su producto interno bruto en investigación científica — un gran avance luego del 0.23 % registrado en el 2011. Pero aun así, los científicos perciben salarios bajos y las universidades y los centros de investigación tienen infraestructura mínima. Esto ocasiona que los científicos emigren en busca de mejores estándares de vida, mayor acceso a tecnologías avanzadas y condiciones políticas más estables.

Los periodistas científicos creen que podrían desempeñar un papel más importante para que la ciencia en Egipto salga del atolladero. Pero estos periodistas encaran retos difíciles. Entre los mayores retos, en particular cuando tienen que cubrir cuestiones nucleares, se encuentra la política. Antes de la revolución, tenían que lidiar con la secrecía excesiva cuando escribían sobre temas relacionados al programa nuclear del país. El régimen de Mubarak consideraba todos los asuntos nucleares como altamente secretos. Un comité de vigilancia censuraba la prensa, autorizando muy pocas publicaciones sobre este tema. Sólo permitía que se publicaran noticias sobre el tema nuclear que resaltaran los logros del régimen. Todavía hoy en día, el proyecto de constitución de Egipto no ha aclarado la situación de tensión entre, por un lado, la seguridad nacional y, por otro lado, la libertad de prensa y el derecho a la información del público. (Un referéndum público sobre el proyecto de constitución se realizará el 22 de diciembre).

Poco espacio, poco dinero. En Egipto, hay pocos periodistas que cubren temas científicos, en gran parte porque los medios de comunicación siguen convencidos de que cubrirlos no es importante. No es fácil que los redactores científicos sean publicados en la primera plana y algunos periódicos y revistas no proporcionan espacio alguno a las noticias científicas. El reportaje científico tampoco recibe mucho dinero –los periodistas que escriben sobre temas nucleares y otros temas científicos perciben bajos salarios y como resultado la cobertura es de baja calidad, ya que éstos entregan artículos traducidos de fuentes occidentales o que dependen demasiado de comunicados de prensa. Pero muy pocos centros de investigación producen comunicados de prensa.

Por lo general, a los portavoces del gobierno les preocupa más las reuniones oficiales y sus itinerarios de viaje que proporcionar información científica que los lectores puedan entender. A los periodistas no se les permite poner un pie dentro de la Autoridad de Energía Atómica egipcia y no pueden hablar con ningún científico sin autorización previa. Además, muchos científicos se niegan a conceder entrevistas porque algunos periodistas no se preparan adecuadamente o porque publican información errónea.

Un proceso lento. Otro gran reto que he encarado es la falta de capacitación para las personas en mi profesión. Empecé a trabajar como periodista científico en el 2004, pero ningún curso para periodistas científicos fue ofrecido localmente hasta el 2008. Este curso fue financiado por el Consejo Británico en Egipto, con la cooperación financiera de la Unión Europea — a los periódicos egipcios, por lo general, no les interesa proporcionar cursos de capacitación a su personal en áreas tan especializadas. Los periodistas deben ser autosuficientes y aumentar sus conocimientos a través de lecturas independientes y de tomar cursos donde estén disponibles.

Viajar al extranjero para asistir a conferencias científicas también representa otro gran reto. La mayoría de los periódicos no financian la participación en tales eventos, por lo tanto uno tiene que conseguir fondos externos. He asistido a seis conferencias científicas fuera de Egipto, pero cada uno de estos viajes fue financiado por alguna organización internacional como reconocimiento a los artículos que he escrito.

Es una lástima porque las conferencias internacionales proporcionan un terreno fértil para el diálogo y para hacer conexiones con personas en el mundo desarrollado y en desarrollo. En el 2011, Egipto tenía programado ser anfitrión de la Conferencia Mundial para Periodistas Científicos, pero la trasladaron a Doha debido a la inestabilidad política. Este evento, en el cual participé, valió la pena a pesar de todo; la mitad de los participantes eran del mundo en desarrollo y la conferencia fue una verdadera muestra de experiencia multicultural. A pesar de las diferencias entre las naciones, los periodistas científicos alrededor del mundo tienen que enfrentar los mismos retos — por ejemplo, cómo comunicarse de la mejor manera con los científicos, cómo atraer a una mayor audiencia, cómo hacer que las historias sean accesibles y cómo introducir las ciencias en el debate público.

Pasos hacia adelante. Lo ideal sería que los medios desempeñaran un papel esencial para alentar al público a que se interese más en la ciencia y tecnología. Pero en un país en desarrollo como Egipto, muy a menudo, esto es inalcanzable. Se podría mejorar esta situación por varias vías. Por ejemplo, se deberían organizar más talleres y cursos de capacitación para periodistas científicos. Las asociaciones de prensa deberían ayudar a financiar estos cursos y también deberían patrocinar competencias y premios para el periodismo científico. Los departamentos de medios de comunicación de universidades podrían contribuir estableciendo programas especializados en periodismo científico.

Sin embargo, los propios periodistas científicos deben luchar por su vocación. Al comienzo de mi carrera, aprendí que no sólo es suficiente hacer un buen trabajo — también es necesario venderlo a los editores, persuadirlos a que publiquen estos temas al lado de las noticias políticas. Mientras tanto, el gobierno debe dejar a juicio de los periodistas qué información nuclear es importante para ser publicada y deben darse cuenta de que la censura no contribuye en nada a la seguridad nacional. De hecho, la censura sólo ha hecho que el público se oponga más a los proyectos nucleares. Por ejemplo, el proyecto de energía nuclear propuesto por Egipto, El-Dabaa ha enfrentando la oposición de residentes locales, molestos por el decomiso de tierras o temerosos de los efectos negativos al medio ambiente y a la salud. Tal vez el gobierno hubiera podido minimizar estos problemas si, para empezar, se hubiera comunicado más abiertamente con el público.

Alguién tiene un secreto

El debate público sobre temas nucleares en la India — desde la política de no proliferación a la doctrina armamentista y a la seguridad de la energía nuclear civil — es por lo general bastante superficial y la razón principal por la cual existe la secrecía nuclear en la cultura del país. La secrecía surge de una serie de factores, algunos de ellos propios de la India y otros del extranjero. Uno de ellos es que las estructuras oficiales tales como la Ley de Energía Atómica de 1962 limita la información nuclear y la legislación a un círculo reducido de personas. La ley coloca grandes segmentos, tanto de los programas civiles como de los programas militares nucleares bajo un manto de secretismo tan amplio que hasta la supervisión parlamentaria está limitada. Por lo tanto, la toma de decisiones de temas nucleares se limita a un puñado de científicos y burócratas, a menudo llamados el enclave nuclear de la India, los cuales trabajan con muy poca supervisión y con menos transparencia. Asombrosamente, el ejercito no es parte de este círculo, aunque esté a cargo del despliegue del arsenal nuclear.

Otro factor que contribuye a esta secrecía excesiva es que el programa nuclear en las primeras dos décadas de su existencia estaba lleno de ambiguedades. Debido a las divisiones dentro de la fraternidad nuclear, cuyos miembros se mostraban hostiles al emplazamiento de armas, no estaban seguros si el programa tendría un componente militar. Por lo tanto, el país desarrolló un programa de doble vía sin declararle formalmente un aspecto militar. Después, creció el temor de que — en medio de un impulso sostenido de Occidente para socavar lo que, en efecto, era un programa nuclear civil y militar conjunto, el cual operaba fuera de las salvaguardas internacionales — cualquier información nuclear que la India divulgara sería utilizada en su contra por Occidente. Las sanciones internacionales utilizadas en contras de los esfuerzos nucleares de la India fueron muy importantes para establecer la cultura de secrecía y aislamiento entre los científicos nucleares del país.

Un último factor es que, una vez que el programa nuclear de la India parecía ser asediado por extranjeros "neo-imperialistas" y quedaba envuelto en su bandera, la aceptación pública del programa nuclear fue asegurada. Luego se desarrolló una mística nuclear y esto fue marcadamente destructivo para un debate verdadero acerca de las políticas nucleares. Nunca hubo muchas protestas en contra del programa nuclear, aún cuando cometía muchos errores y en muchos sentidos era extremadamente ineficiente. El debate sobre los méritos del programa estaba extremamente estancado; una evaluación inteligente era casi imposible; y el público se concentraba en los logros simbólicos como los ensayos nucleares. El programa era sacrosanto y se ubicaba más allá del debate, y se creía que la secrecía era una necesidad — incluso un atributo positivo.

Los vigilantes que no vigilan. Para empeorar las cosas en India, las instituciones que fungen como vigilantes (watchdogs) en varias sociedades — los reguladores independientes, el parlamento, los medios, etc. — todos tienen defectos que disminuyen su capacidad de contribuir al debate. El problema más obvio de esta índole es que el Consejo Regulador de Energía Atómica, la agencia principal que supervisa la protección y seguridad de los reactores indios, es un derivado del Departamento de Energía Atómica, el mismo organismo que se supone debe supervisar. Recientemente, su falta de autonomia fue cuestionada por un comité gubernamental de vigilancia, el Contralor y Auditor General. Y al parlamento, como se señaló, no lo incluyeron de manera deliberada en la elaboración de políticas nucleares e incluso ha perdido el control de la financiación del programa nuclear.

Los medios, entretanto, padecen de graves problemas estructurales. El mercado de la comunicación, con más de 500 canales de televisión y 70,000 periódicos es extremadamente competitivo. Le preocupan temas de corto plazo y hay muy poco espacio para un análisis político detallado. Las noticias son breves y los anuncios numerosos. Pocos periódicos, si es que hay alguno, tienen corresponsales científicos y ninguno tiene a un especialista que se dedique a temas nucleares. A la mayoría de los medios de comunicación, como al público, le atrae la narrativa de que viejas sanciones internacionales requieren un programa nuclear en secreto –algo que aún no se les puede reprochar.

Las consecuencias de todo esto es la creación de un poder nuclear que no ve la necesidad de comunicarse con el público y que en cierto modo, no puede hacerlo. El público ha aceptado cabalmente el aislamiento. Pero a medida que el programa nuclear se fue internacionalizando, tras la aprobación del acuerdo de cooperación nuclear entre la India y Estados Unidos, los defectos de crear una cultura que se creía ajena al debate público normal empezaron a salir a la luz. Hoy en día, a medida que el público se manifiesta en contra de los reactores civiles de energía y el gobierno evita tomar una iniciativa para hacer cumplir una prohibición de los ensayos nucleares que alguna vez apoyó, vemos como se le dificultan las cosas a un establishment nuclear que nunca tuvo que rendirle cuentas a nadie — salvo a un primer ministro y a una docena de personas.

La cultura de la India sobre la secrecía nuclear, que surgió de una mística nuclear en los años 1950 y por varias décadas de sanciones internacionales no es unicamente obsoleta. También se está conviertiendo en un impedimento para la expansión del programa de energía nuclear de la India. Aunque el levantamiento de una moratoria de más de 30 años sobre el comercio nuclear con la India supuestamente abriría las puertas a una mayor expansión de su programa de energía nuclear, el crecimiento se ha estancado por cuestiones legales de responsabilidad, protestas políticas en contra de la energía nuclear y problemas de adquisición de tierras — dificultades que en parte son consecuencia de, o han sido sumamente agravadas por la falta de transparencia y débil alcance público por parte del Departameto de Energía Atómica. Ahora el Departamento y sus organismos afiliados han empezado a dominar el arte de la diplomacia pública y de los medios de comunicación. Es necesario que esta nueva y creciente transparencia se institucionalice, así se asegurará que la cultura de secrecía nuclear de la India desaparezca por completo.

Dar cobertura al tema de armamento nuclear cuando éste es el activo principal del Estado

La siguiente anécdota ilustra la manera en que las autoridades rusas responden a las críticas a su política nuclear.

En enero de 2012, Vladimir Putin — en ese entonces, Primer Ministro de Rusia, y ahora Presidente — se enfureció durante una reunión con los jefes de redacción de la mayoría de los medios de comunicación más importantes de la nación. Quejándose con Alexei Venediktov de la estación de radio Ekho Moskvy, donde había escuchado recientemente a dos analistas de defensa — Alexander Konovalov, presidente del Instituto para Asesoramientos Estratégicos y yo — decir "tonterías", Putin aseguraba que los analistas estaban promoviendo los intereses de una potencia extranjera, refiriéndose a Estados Unidos.

Putin estaba especialmente molesto por la sugerencia de Konovalov de que la ubicación de las instalaciones de misiles de defensa estadounidenses no deberían preocuparle al liderazgo político y militar de Rusia, ya que amenazaban muy poco, si es que en realidad amenazaban, las capacidades de disuasión nuclear. De hecho, Putin expresó que si Estados Unidos desplegara instalaciones de radar para un sistema de defensa de misiles en Georgia, Rusia podría apuntar algunos de sus misiles a Tbilisi. Pero Washington no tiene planes para desplegar instalaciones de radar en Georgia. Es cierto, cuatro senadores republicanos en Estados Unidos propusieron esta idea el año pasado, pero no era más que pura propaganda y muy pocos en Washington tomaron en serio la propuesta. Putin cree sinceramente que es un experto en el ámbito de armamento nuclear, pero su postura sobre la defensa de misiles indica lo contrario.

Histeria y demonios. Pero como el armamento nuclear es fundamental para la política exterior rusa, los periodistas que cubren y cuestionan la política sobre armamento nuclear pueden encarar acusaciones de que su trabajo no es patriótico. Desde que Putin llegó al poder, se han hecho esfuerzos concertados de la diplomacia rusa para darle prioridad a los temas sobre la estrategia nuclear. Desde el punto de vista del Kremlin, Rusia sólo puede demostrar que es una superpotencia al enfatizar su potencial nuclear. Por lo tanto, y de cualquier manera posible, tiene que utilizar el gran arsenal nuclear que heredó de la Unión Soviética para ejercer mayor influencia en los asuntos internacionales. De hecho, en discusiones con Occidente y sobre todo con sus homólogos estadounidenses, Moscú parece que sólo quiere discutir temas nucleares y muy poco de lo demás. Putin ha trabajado intensamente para que la cuestión del número de ojivas nucleares sea lo primero en la agenda internacional, para así poner en la sombra otros temas, donde Rusia se muestra débil — tales como el nivel de desarrollo económico del país, el que no concuerda con las ambiciones de superpotencia de Putin. Él cree que Estados Unidos es la causa principal de todos sus problemas y cada vez que puede le recuerda a Washington que todavía existe un país en el mundo que tiene la capacidad de destruir a Estados Unidos.

En los últimos años, Moscú a menudo ha expresado su descontento con las políticas de Occidente usando los clichés de la Guerra Fría. Por ejemplo, el Kremlin no está contento con el deseo de Georgia de unirse a la OTAN y con la posibilidad de que Ucrania también se una. Por lo tanto, afirma que es inevitable que Occidente construya bases militares en esos países si se unen a la OTAN, y que estas bases estarán equipadas con misiles apuntandos hacia Rusia. A Moscú le desagrada cuando Estados Unidos y países en Europa Occidental expresan malestar ante la supresión de las libertades civiles en Rusia — y responde poniéndose histérico en cuanto a la posibilidad de que la OTAN aumente su superioridad militar.

Mucho de esto fue evidente en el discurso de Putin en Munich en el 2007, donde manifestó que la paz basada en el miedo a la destrucción mutua "era suficiente para estar seguros", pero que "hoy en día parece que la paz no es algo seguro". Volvió a poner sobre la mesa de negociación temas tales como el balance de armas convencionales y la defensa de misiles en Europa, mientras acusaba una y otra vez a Estados Unidos, al igual que a otros países de la OTAN, de intentar alcanzar mayor superioridad militar que Rusia.

La idea de que las armas nucleares son la posesión más importante del Estado impide la discusión de temas serios tales como si Rusia necesita mantener la paridad nuclear con Estados Unidos. Tampoco existe un debate legítimo en Rusia sobre los temas nucleares más urgentes del momento — el sistema de defensa de misiles de EE.UU.  Rusia insiste en que Estados Unidos, por medio de su defensa de misiles, está socavando la estabilidad estratégica y amenazando la disuasión nuclear de Moscú. Pero a nadie en Rusia le interesa sostener una discusión seria sobre el tema, y la defensa de misiles se ha convertido en el perfecto demonio que el Kremlin puede utilizar para propósitos políticos de la misma manera que ha utilizado la expansión de la OTAN.

En realidad, Putin está aterrorizado de las amenazas de Occidente. Pero no le teme a una guerra mundial, más bien le teme a una Revolución Naranja en Rusia. El Kremlin se muestra paranoico en cuanto a una "revolución de color". Las preocupaciones sobre los planes de defensa de misiles de EE.UU. son falsas — los líderes rusos saben que estos planes no amenazan la capacidad de disuasión de Rusia — pero están preparados para luchar contra la "plaga naranja" dondequiera que se presente en el mundo. Estados Unidos llevó a cabo el cambio de régimen en Irak y ayudó a hacer lo mismo en Libia. Ahora parece que quiere repetirlo en Siria, y, de acuerdo al Kremlin, Estados Unidos planea un cambio de régimen en Rusia.

Insinuaciones, alusiones y alta traición. Bajo estas circunstancia, poner en duda la política nuclear del gobierno, pone en entredicho toda la política exterior del país. Esto afecta a los periodistas y también a las organizaciones no gubernamentales. Varias organizaciones de investigación rusas contratan a expertos altamente calificados sobre temas nucleares. Éstas incluyen el Centro de Seguridad Internacional, encabezado por un académico de relaciones internacionales Alexei Arbatov; el Instituto para Estudios sobre EE.UU. y Canadá, encabezado por Sergei Rogov; y el Centro Carnegie de Moscú. Expertos destacados tales como los Generales jubilados Vladimir Dvorkin y Viktor Esin están afiliados con estas organizaciones pero la comunidad de expertos prefiere no participar directamente en discusiones con el Kremlin sobre temas nucleares. Más bien, prefiere hacer alusiones e insinuaciones tan sutiles que el Gobierno puede ignorarlas tranquilamente. Los analistas pueden sugerir maneras para continuar con el proceso de desarme — pero los funcionarios del gobierno afirman que a Moscú no le interesa el tema.

Ahora las autoridades tienen a su disposición una herramienta nueva y altamente eficaz para detener cualquier discusión sobre armamento nuclear. Recientemente, Rusia promulgó una ley contra la alta traición que podría criminalizar a cualquiera que se asociara con organizaciones, cuyas actividades sean percibidas como una amenaza para la seguridad en Rusia.  Desde luego, la seguridad es un concepto que puede ser interpretado de varias maneras y la nueva ley es una manera excelente de callar a cualquiera — incluyendo a los periodistas — que no estén de acuerdo con la postura oficial.

Round 2

Lo público contra lo privado

El programa de energía nuclear de Egipto ha enfrentado una serie de retos recientemente. Primero, la voz de grupos medioambientales, quienes optan por fuentes de energía renovable, tales como la energía solar y eólica, en vez de nuclear, ha ido aumentando en importancia. Segundo, la  propuesta de la instalación de una planta de energía nuclear en El-Dabaa ha provocado manifestaciones de residentes de la región. Y en enero se reportó que el proyecto de El-Dabaa se pospondría hasta que una nueva legislatura electa pudiera reunirse para tratar el asunto.

Los periódicos y las revistas independientes han lidiado con esta situación con profesionalismo. Por primera vez, debido al aumento en la libertad de expresión que acompañó la revolución de Egipto, los medios de comunicación han podido prestarle atención a los grupos que se oponen al programa nuclear –la revolución ha abierto las puertas a un nuevo segmento de la sociedad para expresar sus opiniones y posturas. Antes de la revolución, el régimen no permitía que ningún artículo que criticara el programa nuclear fuera publicado. Sobre todo cuando Gamal Mubarak, hijo de el ex presidente Hosni Mubarak, anunció en una conferencia del partido en 2006 que el programa se reanudaría.

Los medios de comunicación estatales, sin embargo, continúan funcionando como lo hacían antes de la revolución. En agosto pasado, el Presidente Mohammed Morsi anunció que el Cairo estaba considerando la renovación del intermitente programa nuclear, al que definió como un esfuerzo puramente civil que proporcionaría energía limpia a los egipcios. Los periódicos estatales resaltaron las declaraciones de Morsi en sus primeras planas. Al mismo tiempo, los periódicos dedicaron un espacio importante a un informe del Ministerio de Electricidad y Energía declarando que el programa nuclear generaría empleos e impulsaría económicamente la zona de El-Dabaa. Los periódicos independientes, mientras tanto, podían centrarse con libertad en las críticas de los grupos en contra de la renovación del programa.

Igual y diferente. Mi colega Pramit Pal Chaudhuri ha descrito el panorama de los medios en su país, la India. Allá, el mercado de los medios es muy amplio y competitivo, y Chaudhuri analizó los aspectos negativos de dicha competencia — el mercado "se deja llevar por preocupaciones a corto plazo y no proporciona mucho espacio para el análisis político profundo". Pero en Egipto, con su mercado de prensa más pequeño, la competencia es un aspecto positivo, especialmente ahora que los periódicos independientes empiezan a prosperar. Aquí la competencia en realidad ha hecho que los medios se interesen más detalladamente en la cobertura y el análisis de eventos. Pero los medios egipcios comparten algunos de los mismos problemas que sus homólogos en la India. En ambos lugares, los periodistas científicos y en especial, los periodistas nucleares son poco comunes.

Una cosa que esta Mesa Redonda ha confirmado es que la secrecía nuclear es un reto común para toda una serie de países. En su primer ensayo, Chaudhuri analizó el miedo  en la India de que "cualquier información nuclear que divulgue la India podría ser usada en su contra por Occidente". El mismo tipo de actitud existe hoy en día en Egipto — los funcionarios gubernamentales a veces justifican no proporcionar detalles sobre temas nucleares argumentando que "Occidente los podría usar en contra de nosotros". Los científicos que trabajan en instituciones de investigación especiales algunas veces también hacen esto.

Alexander Golts señaló en su primer ensayo que como había cuestionado las políticas nucleares rusas, fue acusado de promover los intereses de Estados Unidos. Algo similar ocurre en Egipto: algunos científicos afines al gobierno acusan a los grupos que se oponen al programa nuclear de ver por los intereses de Israel. Desde su punto de vista, el único que se beneficiaría al detener el programa sería el estado de Israel.

La revolución en Egipto ha conducido a una mayor libertad de prensa, pero la falta de transparencia continúa caracterizando al programa nuclear del país. Con información tan  restringida y en medio de una situación política nacional aún sin resolver, es muy difícil determinar la postura verdadera del gobierno acerca de la reanudación del programa nuclear.

Hacia una corriente principal

Como señaló mi colega, Alexander Golts, la secrecía ha surgido como un tema principal en esta Mesa Redonda. Lo que me sorprende más sobre la secrecía en el ámbito nuclear — aún más que la secrecía en sí, ya que los funcionarios preferirían mantener las estadísticas precoces en secreto si pudieran — es la aceptación de la secrecía por parte del público. (Estoy hablando de la India, pero basándome en esta Mesa Redonda, parece que condiciones similares también aplican a otros Estados en desarrollo o no occidentales).

En el meollo de esta situación, por lo menos en la India, se encuentra la mística nuclear, la cual ya había señalado en mi primer ensayo; la mística, más que las disposiciones reglamentarias, permite que el programa nuclear de la India opere con muy poco escrutinio público. En una democracia, se supone que la movilización pública genera presión política, lo que conlleva a reformas legales o administrativas, las cuales consolidan la democracia. Pero si esta retroalimentación no se manifiesta, la probabilidad de que exista un debate abierto e intenso es muy escasa.

¿Por qué existe la mística? Presenté algunas de las razones en mi primer ensayo, pero también existen otros factores. Uno es el asombro que una tecnología de punta bien difundida puede suscitar en una nación en desarrollo, especialmente una tecnología con un poder destructor increíble. Otro factor es la exclusividad con la cual la tecnología nuclear se trataba y es tratada por las naciones nucleares originales, haciendo que esta tecnología parezca como la fruta más prohibida de todas. (Muchos indios creen de manera equivocada que poseer armas nucleares era uno de los criterios por los cuales fueron seleccionados los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU). Como resultado de todo esto, al orden establecido nuclear de la India lo ven como un sacerdocio — al que no se le puede forzar a revelar su credo sagrado.

Esta mística imposibilita la normalización del debate nuclear. Pero si uno fuera a incorporar la narrativa atómica en la corriente principal, ¿cómo lo haría? El primer paso sería desmitificar la energía nuclear civil al empezar tratándola como un sector normal de la economía. (La aplicación militar vendría después). Este cambio en el contexto permitiría que la industria de energía nuclear responda a un público mayor, la forzaría a ser más transparente y la sujetaría a una disciplina de mercado y al escrutinio de contadores.

La India ha empezado a dar pasos en esta dirección, gracias en parte a tres acontecimientos: un acuerdo de cooperación nuclear con Estados Unidos; una decisión del Grupo de Suministradores Nucleares, después del cabildeo estadounidense agresivo, para exentar a la India del régimen que le negaba el acceso a la tecnología, el que le fue impuesto ya que nunca firmó el Tratado sobre no proliferación nuclear; y un acuerdo con el Organismo Internacional de Energía Atómica para someter al sector de energía nuclear civil de la India a las salvaguardas. Esta combinación de acuerdos resultó en la separación de los programas militares y civiles nucleares del país y abrió las puertas para que el sector de energía nuclear pueda internacionalizarse en términos de tecnología, operaciones e inversiones.

También lo que favorece la normalización de la energía nuclear es la dirección del gobierno que ve al sector de energía nuclear como parte de la cadena de abastecimiento global, en la cual la India corporativa sería un suministrador y cliente. Y las cuestiones de proliferación y seguridad alrededor de las plantas nucleares empiezan a percibirse como técnicas y administrativas y no como pretextos para más secrecía. Este patrón fue acelerado por el accidente en la Planta Nuclear Fukushima Daiichi y por la serie de manifestaciones anti nucleares en la India.

En resumidas cuentas, la India está al borde de un avance, en el cual la energía nuclear dejaría de ser un subconjunto del arsenal completo nuclear del país y en cambio sería un subconjunto de la industria eléctrica. Una señal de que el avance podría ser inminente: la cobertura de temas nucleares es cada vez más habitual para los reporteros de negocios que para los corresponsales de temas políticos o de seguridad.

El alza de los costos de responsabilidad o la baja en precios de combustibles fósiles podría destruir, en términos económicos simples, cualquier expansión vigorosa del programa nuclear de la India. Pero hacer del programa nuclear civil una corriente principal probablemente no podría revertirse. De todas formas, como se resalta en el ensayo de Golts sobre Rusia, las armas nucleares suelen producir un tipo diferente de narrativa oficial y no parece que las armas nucleares de la India vayan a ser parte de la corriente principal dentro de poco.

La secrecía: el último refugio

Para ser sincero, cuando el Bulletin of Atomic Scientists me invitó a participar al lado de colegas del mundo en desarrollo en una discusión de Mesa Redonda sobre el periodismo nuclear, tenía mis reservas. Después de todo, Rusia es el sucesor principal de la Unión Soviética, un país que durante la Guerra Fría estaba a la par con Estados Unidos en el ámbito nuclear. Hoy en día, Rusia, debido a su gigantesco arsenal de armas y a su industria avanzada de energía nuclear (la que construye plantas tanto nacionales como en el extranjero, notoriamente en China y la India) ocupa el segundo lugar en el ámbito nuclear. Por lo tanto tenía mis dudas sobre si Rusia verdaderamente debería discutir sobre temas nucleares en el mundo en desarrollo.

Para mi sorpresa, mis colegas participantes, a juzgar por sus primeros ensayos, enfrentan muchos de los mismos problemas que he encarado como periodista nuclear. El principal, dentro de ellos, es la oleada de secrecía que enfrenta cualquier persona que quiera escribir sobre temas nucleares en Rusia, y evidentemente, también en India y Egipto.

Podría argumentar que en el campo nuclear, no existen tantos secretos verdaderos como hace 30 o 50 años. Es fácil encontrar libros de cursos universitarios de física sobre el diseño de bombas atómicas. Debido a los tratados entre Rusia y Estados Unidos, la ubicación del armamento nuclear de estos países y la organización de sus fuerzas nucleares no son un gran secreto, y esto en gran parte también es válido para Francia y el Reino Unido por causa de sus instituciones democráticas transparentes. Los secretos nucleares más importantes de otras naciones tampoco son secretos debido a lo que se le llama discretamente "recursos nacionales" (supervisión espacial, espionaje y cosas de esa índole). Hoy, la información verdaderamente secreta comprende detalles técnicos específicos sobre armas y la producción de éstas — y estos temas no le interesan al público en general.

Aún así, un manto de secretismo rodea los temas nucleares, y esto permite que los altos funcionarios puedan esconder sus errores e incompetencia cuando llega el momento de tomar decisiones sobre temas de seguridad. El gobierno ruso recientemente anunció que pretende desarrollar y desplegar mísiles de combustible líquido pesado para remplazar los mísiles SS-18 salientes. Se tomó la decisión en completa secrecía, sin discusión, sin consulta alguna con expertos. Pero uno debe cuestionar cómo se producirán los misiles. En la era de la Unión Soviética, se diseñaron y manufacturaron misiles "pesados" en Ucrania. Rusia nunca ha fabricado misiles terrestres de carburante líquido "pesado". Por lo tanto, Rusia debe diseñar nuevos misiles y tal vez tendrá que construir plantas para producirlos. Todo esto costaría miles de millones de dólares. Los líderes de la industria de defensa rusa ven con entusiasmo la producción de nuevas armas, al igual que generales de alto rango de las Fuerzas Estratégicas de Cohetes. Pero nadie se pregunta si los misiles son necesarios para la seguridad del país.

El Presidente Vladimir Putin insiste en que la seguridad nacional de Rusia se debe asegurar al mantener la igualdad cuantitativa con Estados Unidos en el contexto de ojivas nucleares. El motivo por el cual él desea arduamente los vehículos "pesados" de entrega, que pueden cargar una docena de ojivas nucleares. A los ojos de Putin, sólo la paridad cuantitativa, con la promesa de destrucción mutua asegurada podría generar la estabilidad. Pero ¿cómo calculan los estrategas rusos el daño que podría infligir una guerra nuclear? Esto también es un gran secreto. ¿Seguirán el tipo de formula que el Secretario de Defensa de EE.UU. Robert McNamara estableció en los años 1960, en la cual se calculó que "el nivel inaceptable de daños" era la destrucción del 50 por ciento de la capacidad industrial de la nación y de un 20 a 25 por ciento de su población? Desde mi punto de vista, explotar tan sólo una ojiva representa un daño inaceptable y una ojiva es suficiente para disuadir cualquier proclividad agresiva de EE.UU. Pero en este caso, Rusia está gastando enormes recursos para nada.

La cultura de secrecía convierte a los líderes nacionales en rehenes de aquellos que les proporcionan información. Por ejemplo, Putin aún cree que Estados Unidos quiere utilizar interceptores terrestres para destruir los misiles balísticos de Rusia en la fase de impulso. El Congreso de EE.UU. detuvo financiamiento del proyecto en el 2009, pero Putin ignora la información disponible y abierta al público y prefiere confiar en sus informes secretos.

La secrecía es el último refugio de un burócrata. Ahí esconde la incompetencia y disfraza su propio interés — mientras hace todo lo posible para evitar que se discutan sus propias decisiones.

Round 3

La crítica no es suficiente

Tras la revolución del 2011, el público egipcio está extremadamente interesado en la política, nada puede competir cuando se trata de llamar la atención de las personas. Los periódicos y las revistas están repletas de noticias y análisis políticos, dejando poco espacio para la cobertura de temas científicos y nucleares. Esta situación se agrava en los nuevos periódicos independientes porque las empresas independientes que imprimen periódicos no están disponibles: los periódicos independientes deben imprimir sus ediciones por medio de periódicos estatales como el Al-Ahram, Al-Gomhuria y Al-Akhbarelyom, quienes controlan cuándo se imprime un periódico independiente, cómo se distribuye, cuántas páginas comprende y hasta cuántas páginas aparecen en color. Los jefes de redacción independientes, ante limitaciones de esta índole, deben decidir cuales temas deben cubrir, y por lo general, favorecen a la política antes de la ciencia. En la actualidad, el interés en temas nucleares es significativamente bajo dado que el programa nuclear intermitente de Egipto se ha demorado una vez más.

La falta de espacio en los periódicos es uno de varios problemas graves a los que se enfrentan los reporteros egipcios para la ciencia. Otro problema es que el gobierno no es lo suficientemente transparente y los funcionarios a menudo no están dispuestos a proporcionar información. Sin embargo, los periódicos independientes también tienen la culpa: su práctica habitual editorial es de criticar al gobierno sin proponer soluciones a los problemas que identifican. Un buen ejemplo es la escasez de gasolina, diesel y butano en el país. Los periódicos independientes se han limitado en gran parte a la cobertura de esta noticia basándose en informes de gasolineras saturadas y no han entrevistado a científicos ni a otros expertos para informarse sobre cómo podría remediarse la situación.

Los periodistas desempeñan un gran papel en las decisiones nacionales tales como el desarrollo de la energía nuclear. Aumentar la sensibilización del público sobre temas relacionados, desde la seguridad nuclear hasta la demanda eléctrica en el futuro, es indispensable para el oficio periodístico. Y en este tema, los periodistas egipcios también podrían esforzarse más. Varios periódicos cuestionaron en julio del 2012 un informe por el Ministerio de Electricidad y Energía, publicando que el país debería buscar desarrollar la energía nuclear para así satisfacer la demanda futura de unos 300 megavatios adicionales anualmente, pero aún no han sugerido cómo Egipto podría satisfacer la demanda eléctrica por un medio que no sea la energía nuclear. Y vista la propuesta de una instalación de energía nuclear en El-Dabaa, el público merece un reportaje detallado sobre si El-Dabaa es el lugar adecuado para tal instalación, en vez de sólo cubrir las protestas en contra de las plantas nucleares. (También deben prestar atención a El-Nagila, un pueblo que ha sido mencionado como un posible sitio para reactores en el futuro).

Al mismo tiempo, las personas que viven cerca de El-Dabaa merecen más de su gobierno. Al final, son los residentes quienes sufrirán si la instalación nuclear sufre un accidente. Por lo tanto, el gobierno debe emprender un proceso transparente sobre la ubicación de instalaciones de energía nuclear con la ayuda de científicos, grupos medioambientales, residentes locales y periodistas. De esta manera, tanto el gobierno como los medios podrán cumplir con su obligación hacia el público.

Armamento nuclear, orgullo nacional

En esta Mesa Redonda ha sido muy evidente el problema que enfrentan muchos periodistas que cubren temas nucleares. Los periodistas que sólo quieren cumplir con su deber de informar al público, a menudo enfrentan una batalla con funcionarios que piensan que los objetivos nacionales importantes se pueden alcanzar al esconder o distorsionar la información. En estas situaciones, por lo general, no es difícil que prevalezca la opinión de los burócratas, en especial en las naciones en desarrollo, y aún más si el público se deja influir por la propaganda gubernamental.

En varios países, la tecnología nuclear es el símbolo de un logro nacional. En Rusia, esta actitud se ha vuelto un fetichismo. Los fanáticos de José Stalin (estas personas aún existen hoy en día) a menudo repiten una frase que le atribuyen a Winston Churchill: que Stalin heredó a Rusia con un arado de madera y la dejó con una bomba nuclear. A estos patriotas autoproclamados les gusta tratar el tema del armamento nuclear, pero no quieren reconocer la gran cantidad de ciudadanos soviéticos que fallecieron en el gulag, trabajando en fábricas de armamento o en minas de uranio. Todas estas muertes permitieron que los líderes comunistas del país pudieran adquirir armamento nuclear, lo que en cambio les garantizó la habilidad de conducir experimentos políticos dementes con su propia gente, y en un segmento grande de la humanidad en otros países.

Aún hoy en día, el armamento nuclear tiene funciones que van más allá de la disuasión militar.  También es una muestra del gran nivel de poder. Pero el armamento nuclear es lo único que Rusia puede reivindicar; la Unión Soviética no le dejó como legado algún otro poder máximo.  Los rusos no pueden enorgullecerse de un nivel alto de vida, ni de la distribución de riqueza, ni de los sistemas modernos médicos y educativos. Por lo tanto, las autoridades rusas quieren que el público se sienta orgulloso del poder nuclear del estado.

Y en algunos países, el armamento nuclear puede ser una herramienta que permite la supervivencia de una dictadura. En Corea del Norte, el armamento nuclear proporciona a la tiranía medieval la garantía de que no haya injerencia externa. Desde mi punto de vista, la invasión a Irak en el 2003 por los Estados Unidos dio un incentivo claro a todos los dictadores del planeta para adquirir armamento nuclear.

Donde yace la esperanza. Los líderes rusos creen que la meta principal de cualquier opositor potencial es negarle a Rusia su armamento nuclear. En el 2004, terroristas tomaron rehenes en una escuela en el pueblo de Beslan; este incidente culminó con la muerte de más de 300 personas, la mayoría niños. Después, Vladimir Putin tuvo que decir esto: "Rusia, una de las mayores potencias nucleares, aún representa una amenaza para alguien. Por lo tanto esta amenaza tiene que ser eliminada. Y el terrorismo, por supuesto, es la única manera de alcanzar estas metas." Este ambiente político, donde las amenazas a la seguridad como aquellas que suponen los grupos terroristas pueden ser percibidas como una amenaza a la existencia del arsenal nuclear de Rusia, facilita el que acusen a periodistas imparciales de actuar como agentes para Estados extranjeros, o como expliqué en mi primer ensayo, o de alta traición. Y en estas situaciones, el público por lo general apoya al gobierno antes que a los periodistas.

Todo esto cambiará sólo si la actitud de la nación hacia el armamento nuclear cambia.  Lamentablemente, es difícil creer que vaya haber este cambio pronto, aún si Rusia "cambia de régimen". Ningún alto funcionario del Estado ruso estará dispuesto a hacer a un lado un arma tan eficaz como el armamento nuclear para ejercer presión internacional. Por lo tanto, la gran esperanza para el cambio de la actitud en Rusia sobre armamento nuclear yace en el progreso en general del país. Es decir, si Rusia cambia para mejor, y surgen nuevos logros nacionales, fuentes de orgullo, el armamento nuclear ya no será un símbolo tan poderoso.

Claro, nada de esto sucederá de inmediato. Pero la prensa en si puede ayudar a acelerar el proceso. Los periodistas deben cumplir con su obligación de informar al público de eventos, al igual que educar a sus ciudadanos, para advertirles de los riesgos asociados a los programas nucleares. Esto requiere que los periodistas sigan ofreciendo análisis honestos y sin prejuicio de los temas que cubren. Sí, esto puede ser muy difícil, y a veces peligroso. Pero el periodismo no sirve de nada a menos que sea guiado por esta misión.



 

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