En el orden nuclear ¿cuál debe ser el rol de China?

Si el poder económico y militar de China continúa creciendo como en los últimos tiempos, cabe esperar que Pekín desempeñe una función más activa en el tratamiento de los problemas geopolíticos, inclusive el problema del desarme y la no proliferación nucleares. ¿El rol que cumple actualmente China en el terreno nuclear es adecuado para sus circunstancias nacionales, y cómo debería Pekín abordar el desarme y la no proliferación a medida que aumentan su poder y confianza?

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Round 1

China imprudentemente pospone el desarme

Las crecientes capacidades chinas en materia económica y militar pueden haber aumentado las expectativas en Estados Unidos. Sin embargo, el Partido Comunista de China tiene una visión más modesta sobre su capacidad para abordar los problemas geopolíticos, inclusive el problema del desarme nuclear.

Límites al crecimiento. El Gobierno chino es responsable del bienestar de casi un quinto de la humanidad. Según el Banco Mundial, China se encuentra en el lugar n.° 71 entre todas las naciones en el producto bruto interno por persona. Para los dirigentes niños, el enorme tamaño de su población limita considerablemente las capacidades económicas de la nación. Desearían que sus homólogos en Estados Unidos fueran más comprensivos.

Las limitaciones demográficas a las posibilidades económicas chinas a largo plazo llevaron al Partido Comunista de China a fijar los gastos militares en aproximadamente el 2 por ciento del PBI; porcentaje que ha mantenido desde 1988. Las tasas relativamente altas de crecimiento económico anual han permitido incrementos anuales correspondientes en gastos militares, pero a medida que la economía china madura y se retrasa su tasa de crecimiento, es probable que los gastos militares corran la misma suerte.

Una obligación, no un lujo. Los dirigentes chinos son conscientes de que su participación en las negociaciones internacionales sobre el control de armas nucleares no implica que deba lograrse un determinado nivel de desarrollo económico o militar. Entienden que es obligatoria conforme a las estipulaciones del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). La obligación más importante que asumió China al adherir al TNP en 1992, que comparte con las otras cuatro naciones (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido y Francia) a las que se permitió temporalmente conservar las armas nucleares, es «llevar a cabo las negociaciones de buena fe» para un «tratado sobre el desarme general y completo».

Se mire por donde se mire, China no está cumpliendo esta obligación. Ninguno de los Estados con armas nucleares lo está. La negociación exitosa del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares -que quedó abierto a la firma en 1996- es la última medida considerable en pos del desarme adoptada por los Estados poseedores de armas nucleares. China todavía se niega a ratificar el tratado. Los expertos chinos en control de armas dicen que su Gobierno está esperando a que Estados Unidos lo ratifique primero (EE. UU. lo firmó pero el Senado no lo ha confirmado), lo que sugiere que los dirigentes chinos tienen poco interés en cumplir un rol más activo al abordar el problema del desarme nuclear.

Es una pena. China tiene un arsenal nuclear relativamente pequeño que mantiene fuera de alerta. Sus dirigentes siguen comprometidos con la política de renuncia al primer uso que China anunció tras su primer ensayo nuclear. Estas políticas dan derecho a China a reivindicar un rol de liderazgo en el control internacional de las armas nucleares.

Liderar o perder. Es posible que los dirigentes chinos no se hayan dado cuenta de que su enfoque pasivo con respecto al desarme nuclear supone un problema diplomático creciente. Los analistas de defensa y responsables de la adopción de políticas en Washington, Tokio y otras capitales nacionales sospechan que China no quiere desempeñar un rol más activo en las conversaciones multilaterales para el desarme nuclear porque se está preparando para fortalecer su arsenal nuclear, poner a sus fuerzas nucleares en situación de alerta máxima, o modificar la política de renuncia al primer uso del país. El Gobierno chino se niega firmemente a hablar sobre el tamaño, la composición o las operaciones de sus fuerzas nucleares, alentando así las sospechas. Los analistas chinos de control de armas nucleares afirman que el silencio de China es una política constructiva porque la incertidumbre que genera permite a Pekín disuadir un ataque nuclear sin aumentar el tamaño o el nivel de alerta de sus fuerzas nucleares. Esto puede ser cierto. Sin embargo, sea lo que sea que beneficie a China a consecuencia de fomentar las dudas sobre sus capacidades nucleares, viene a costa de la creciente preocupación internacional sobre las intenciones de Pekín.

Aunque la obligación de China de participar en las iniciativas para el desarme de buena fe no se vincula a su nivel de desarrollo, existe una conexión entre las cada vez mayores capacidades económicas y militares chinas y la creciente preocupación internacional sobre las ambiciones de sus dirigentes. Las prolongadas disputas territoriales entre China y sus vecinos se están complicando a medida que Pekín se vale de una mayor presión económica y fuerza militar al insistir en sus reclamaciones de soberanía. Los Estados sin armas nucleares destinatarios de esta presión se sienten intimidados por las capacidades nucleares chinas y, lo que es más importante, la preocupación de los vecinos no nucleares de China es un factor importante en las deliberaciones de Washington sobre sus propias fuerzas nucleares. Los funcionarios de defensa estadounidenses se oponen a las propuestas de declaración de una política de renuncia al primer uso, suspensión del estado de alerta o reducción de las fuerzas nucleares de EE. UU., en parte debido a la preocupación de que estos cambios perjudiquen la credibilidad de las garantías de Washington para con sus aliados asiáticos. La falta de transparencia de China sobre el tamaño, la composición y las operaciones de sus fuerzas nucleares, sin importar qué tan bien intencionada sea, dificulta a los defensores del control de armas nucleares de Estados Unidos la superación de la oposición oficial.

Los tiempos han cambiado. Mao Zedong, Zhou Enlai, y los otros fundadores de la República Popular decidieron desarrollar armas nucleares en una época en la que creían que el mundo estaba inmerso en una lucha revolucionaria que podría desencadenar una guerra mundial. El Partido Comunista de China ya no cree que esta sea la situación internacional. El informe del 18.° Congreso del Partido en 2012 describe un mundo cada vez más multipolar, interdependiente y estable en el que China ya no podría seguir necesitando las armas nucleares.

En este mundo, las armas nucleares chinas son de alguna forma una carga. Mientras que los dirigentes en Pekín afirman que procuran lograr una distribución más equitativa de la autoridad e influencia nacionales en este nuevo mundo multipolar, muchos analistas y funcionarios estadounidenses interpretan que las iniciativas chinas para lograr este equilibrio son un malicioso intento para desplazar a Estados Unidos como líder global. Sostienen que la defensa de China de sus reclamaciones de soberanía es un presagio de sus ambiciones nacionales agresivas, y advierten que para China la posesión de armas nucleares es una condición sine qua non del liderazgo global.

Una recomendación. Si China realmente ve al mundo tal como se describió en el Congreso del Partido, Pekín podría adoptar varias medidas para consolidar el surgimiento de un mundo así. Una de ellas sería desempeñar un rol más activo en las negociaciones internacionales para el control de las armas nucleares. Otra, más drástica, sería la decisión unilateral de desarme.

La voluntad de efectuar el desarme debilitaría los argumentos de los escépticos que consideran a China un asesor en procura de la hegemonía regional o global. Daría un enorme impulso al prestigio internacional de China, volvería a equilibrar las relaciones internacionales y transformaría las percepciones internacionales sobre las reclamaciones chinas de soberanía. Una China no nuclear podría presionar con más eficacia a otros Estados con armas nucleares para que siguieran su ejemplo. A su vez, sin armas nucleares, finalmente recibiría de Washington la garantía de renuncia al primer uso que ha procurado en las conversaciones bilaterales sobre estabilidad estratégica.

Probablemente China tenga más para ganar al deshacerse de sus armas nucleares que al mantenerlas, modernizarlas o ponerlas en alerta. Puesto que los dirigentes chinos intentan volver a equilibrar las relaciones internacionales en lo que describen como una era nueva y cooperativa de interdependencia multilateral, la eliminación de las armas nucleares de China es una opción estratégica que merece ser considerada seriamente.

 

¿Cómo puede abordar China el desorden nuclear mundial?

Como consecuencia natural de la creciente riqueza y poder chinos, Pekín cada vez adquiere más importancia en la gestión del orden nuclear global. Ahora bien, esta transición se da en un momento en que el propio orden nuclear se enfrenta a graves problemas. Durante dos décadas la Conferencia de Desarme no ha llevado a cabo ninguna negociación multilateral importante sobre el control de las armas nucleares. La amenaza de proliferación nuclear continúa aumentando. A su vez, el rol de las armas nucleares está adquiriendo más importancia en las estrategias de seguridad nacionales de algunas potencias poseedoras de armas nucleares.

China puede cumplir una importante función para el fortalecimiento del orden nuclear sonsacando a otras naciones, en particular a Corea del Norte y Pakistán, para que cooperen más. Sin embargo, para ello Pekín debería apartarse de su enfoque actual sobre el multilateralismo, que es defensivo y estrictamente nacionalista, para adoptar en su lugar un enfoque más amplio, con la finalidad de promover los intereses globales comunes al mismo tiempo que se garantizan los propios intereses nacionales de China.

Un descubrimiento. Los problemas que aquejan actualmente al orden nuclear no son todos culpa de China. Aun así, Pekín parece no comprender totalmente las consecuencias para su propia seguridad de un régimen de no proliferación debilitado. Todas las grandes potencias se benefician al asegurar la no difusión de las armas nucleares; la no proliferación responde a los propios intereses. Sin embargo, esta también redunda en beneficio del interés común. Fue este descubrimiento el que llevó a la Unión Soviética a apoyar activamente el establecimiento del régimen de no proliferación global y a colaborar con Estados Unidos para fortalecerlo. Hasta ahora parecería que los dirigentes chinos no han hecho este descubrimiento.

Es una obviedad que todos los Estados procuran promover sus propios intereses, y el multilateralismo es una forma de hacerlo. Las grandes potencias tienen mucha más capacidad que otras naciones para promover sus propios intereses, pero por lo general entienden que pueden cumplir sus objetivos con más eficacia a través de iniciativas multilaterales que alineen sus intereses individuales con el interés común. Aun cuando el «interés común» pueda acomodarse para favorecer a las grandes potencias, puede igualmente obtener un amplio apoyo si también se deja cierto espacio para las inquietudes de otras naciones. Esta es la razón por la que Estados Unidos tomó el camino multilateral, a través del Tratado de No Proliferación Nuclear, para prevenir la difusión de las armas nucleares. El tratado es abiertamente discriminatorio en la distribución de beneficios. Aun así, Washington pudo convencer a otros de que la amenaza de la proliferación nuclear indiscriminada era más importante que la naturaleza injusta del tratado. Es verdad que Estados Unidos eligió un largo camino para la consecución de sus objetivos, pero la adopción del multilateralismo fue probablemente lo más sencillo a largo plazo.

Este es el tipo de lógica que China deberá internalizar. El poder de China ha aumentado pero paradójicamente en Pekín todavía no se han dado suficiente cuenta de la importancia del liderazgo en materia normativa. China aún aborda el orden nuclear global con un nacionalismo estrecho y defensivo, es decir, China utiliza el poder para defender sus propios intereses, en lugar de contribuir a los intereses de todos los miembros de la comunidad internacional atendiendo a la vez también a sus propios intereses. Mientras las políticas chinas continúen ligadas a sus estrictos intereses privados, en el orden nuclear global se mirará con sospecha a Pekín y para China será difícil disfrutar de toda la magnitud de su poder.

Medidas concretas. China puede evitar este tipo de desenlace si desempeña un papel mucho más activo en tres áreas. En primer lugar, puede trabajar para fortalecer el inestable orden de no proliferación. En segundo lugar, puede promover acuerdos en la Conferencia sobre Desarme. En tercer lugar, puede unirse totalmente a la búsqueda de enfoques y planteamientos para hacer frente a los nuevos riesgos para la seguridad internacional, como los que implican las amenazas espaciales y cibernéticas.

Pekín podría empezar retirando su escudo protector de Corea del Norte, un país cuya terquedad supone una amenaza para el régimen de no proliferación así como para la seguridad a largo plazo de China. En su momento China cometió el error de ayudar a un proliferador, Pakistán, a adquirir armas nucleares. Esto llevó a India a volver a iniciar un programa de armas nucleares que había abandonado. A la larga, las consecuencias para China fueron negativas.

China está repitiendo este error al permitir a Corea del Norte burlarse de las iniciativas internacionales para la eliminación de su programa de armas nucleares. A pesar de que la ira -y cosas peores- de Pyongyang se han centrado en Corea del Sur y Japón, estos países hasta ahora no han respondido construyendo sus propios arsenales nucleares. Sin embargo, se han acercado a Estados Unidos, estrechando una alianza que irrita a Pekín. Si Estados Unidos se debilitara demasiado como para no poder cumplir sus compromisos para la seguridad en la región, Seúl y Tokio verían aumentados los incentivos para desarrollar formas alternativas para garantizar su seguridad, que posiblemente incluirían armas nucleares.

Probablemente ya es demasiado tarde para lograr que Corea del Norte vuelva a estar del lado de los no proliferadores, pero China todavía podría apaciguar los ánimos en la región prestando más apoyo a las iniciativas internacionales para moderar la conducta de Pyongyang. Si China reforzara el consenso internacional sobre Corea del Norte en lugar de proteger a Pyongyang, podría fortalecer tanto el régimen de no proliferación como su propia seguridad.

China también podría hacer más para promover los acuerdos y el consenso en la Conferencia sobre Desarme. En particular, podría intentar convencer a Pakistán de que permita que avancen las negociaciones. El punto muerto de la conferencia se debe principalmente a los desacuerdos en torno a si el Tratado de prohibición de la producción de material fisible debería regir solamente para la producción futura de material fisible o si también deberían rendirse cuentas sobre los arsenales existentes. Aparentemente China estaría a favor de la primera opción, pero en todo caso Pekín estaría bien posicionado para encontrar un término medio entre las partes enfrentadas, si decide hacerlo. Esto no solo permitiría seguir adelante con el Tratado de prohibición de la producción de material fisible, sino que también destrabaría el potencial más amplio de la conferencia moribunda.

Por último, China podría contribuir al avance del debate estancado sobre las amenazas emergentes, como las relacionadas con el espacio y la cibernética, en especial las primeras. China, como nueva potencia espacial, puede entender la ansiedad de los países en desarrollo preocupados por los acuerdos de control de armas que podrían dejarlos fuera del uso del espacio ultraterrestre y también por ser objeto de daños colaterales a medida que se acalore la competencia espacial. Los movimientos anteriores de China no se meditaron bien; la prueba de un misil antisatélite que llevó a cabo en 2007 fue desacertada por muchas razones. Aun así, el espacio es un terreno que pide a gritos el liderazgo internacional. China puede hacer una contribución importante.

El desorden actual del terreno nuclear ofrece a China la oportunidad de demostrar su liderazgo normativo multilateral a la vez que promueve su propia seguridad. Sin embargo, para aprovechar esta oportunidad Pekín deberá asimilar una sencilla verdad: China no puede volverse más segura provocando la inseguridad en otras naciones.

 

China, el actor nuclear con cada vez mayor responsabilidad

El espectacular crecimiento económico de China de las últimas tres décadas junto con el creciente estatus internacional del país han generado grandes expectativas sobre la contribución que Pekín puede hacer a los programas globales y regionales para el desarme y la no proliferación nucleares. En algunos momentos estas grandes expectativas han causado insatisfacción con la cartera actual de China en materia de desarme y no proliferación. De hecho, la prensa internacional ha sido muy crítica con China, por ejemplo, sobre la cooperación nuclear de Pekín con Pakistán (The Diplomat), las ventas secretas de chinos de artículos prohibidos a Irán (Newsweek), y la reticencia de Pekín a sancionar las provocaciones nucleares de Corea del Norte (The New York Times). Para sus críticos China ha sido tanto un proliferador consecuente como un polizón en (o incluso una traba para) las iniciativas globales en pos de la no proliferación.

Sin embargo, estas críticas son engañosas y sencillamente no son objetivas. Lo cierto es que, desde fines de la década de los ochenta, China ha sufrido una transformación dramática en su política de no proliferación y la implementación de la misma. No hay dudas de que hace décadas China mostraba escepticismo acerca de los beneficios de la no proliferación. No obstante, en la actualidad Pekín es un actor proactivo en casi todos los principales tratados y regímenes de no proliferación. Pekín puede haber fracasado hasta ahora en alcanzar la calidad de miembro en el Régimen de Control de la Tecnología de Misiles, pero ha observado, no obstante, las directrices y listas de control del régimen. China demostró su creciente interés en la no proliferación cuando, en 1997, suspendió las transferencias de reactores nucleares y tecnologías de misiles a Irán. Pekín ha investigado a las organizaciones y personas físicas chinas sobre las que existen sospechas de contribuir con los programas nucleares de otros países. Es más, para terminar con las lagunas que han permitido a personas y empresas de propiedad privada chinas cometer actividades de tráfico ilícito, Pekín ha creado nuevos mecanismos legales y administrativos que intensifican los controles a las exportaciones y sancionan las exportaciones de artículos prohibidos.

China participa también activamente en las iniciativas multilaterales para hacer frente a los problemas de proliferación. Ha asumido un rol destacado en las conversaciones a seis bandos sobre el programa nuclear de Corea del Norte. Pekín jugó un papel excepcionalmente constructivo en las maratónicas negociaciones que llevaron al acuerdo nuclear con Irán. China ha apoyado las resoluciones de la ONU sobre los programas nucleares de Irán y Corea del Norte. China fue sumamente importante para la extensión indefinida del Tratado de No Proliferación Nuclear y las negociaciones para el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares. China ha sido un país clave en la defensa de las normas del tratado y del Grupo de Suministradores Nucleares.

A pesar de todo esto, China todavía puede mejorar la implementación de sus crecientes obligaciones. China continúa en medio de una grandísima transformación social y económica. Se enfrenta a enormes desafíos en la implementación de las políticas gubernamentales en general, no solo en materia de no proliferación. La implementación total de los objetivos nacionales de no proliferación requerirá el fortalecimiento de los marcos legales, estructuras institucionales y procedimientos de personal. Es más, los controles eficaces de las exportaciones requieren formación y conocimientos técnicos en un gran número de empresas estatales y privadas. Lleva tiempo y trabajo implementar todo esto. China ha adoptado medidas para abordar estos desafíos al llevar a cabo, por ejemplo, cursos conjuntos de formación con otros países.

Sin embargo, Pekín tiene otras oportunidades para afianzar su papel en materia de no proliferación. Por ejemplo, podría desempeñar un rol más activo en relación con los problemas de proliferación nuclear y de misiles en la península coreana, cuestión que tiene profundas repercusiones para la estabilidad del noreste de Asia y para la propia seguridad de China.

Antes de fines de la década de los noventa, cuando China era el único Estado con armas nucleares en Asia, Pekín procuraba conseguir sus objetivos de no proliferación a su propia manera: sin lanzar amenazas nucleares, sin colocar armas nucleares en el territorio de otros países, sin extender el paraguas nuclear a otras naciones, y contando con las armas nucleares solo para disuadir los ataques nucleares. En la actualidad, dada la transformación del panorama geopolítico alrededor de la periferia China, así como su creciente influencia internacional, Pekín ha llegado a apreciar la no proliferación nuclear más que en los años anteriores. Evitar que otros Estados posean armas nucleares redunda claramente en beneficio de los intereses nacionales actuales de China, y la no proliferación debería continuar ocupando un lugar destacado en el programa político de Pekín. En los próximos años, con una capacidad consolidada y una mayor influencia, China tendrá un peso mayor en la adopción de normas regionales y globales, y probablemente se convertirá en un actor activo y responsable en materia de desarme y no proliferación nucleares.

 

Round 2

El presidente Xi desiste de prohibir la bomba

El 27 de octubre China se enfrentó con otra prueba más de su voluntad de liderar el desarme nuclear: El Primer Comité de la Asamblea General de la ONU votó una resolución llamando a las negociaciones para un tratado que prohíba las armas nucleares. China se abstuvo.

Solo unos días después de la votación, en una conferencia internacional sobre control de armas en la antigua ciudad de Suzhou, Du Xiangwan, ex vice-director de la Academia China de Ingeniería y uno de los fundadores de la comunidad china de control armamentista, dio inicio a su intervención expresando su decepción por la decisión de China. Sostuvo que China debería haberse unido a las 123 naciones que votaron a favor de la resolución de la ONU. Manifestó su desacuerdo con la idea (que por cierto expresó en esta mesa redonda buena amiga Hua Han) de que Pekín debería delegar en Moscú y Washington la cuestión del desarme nuclear.

Como señaló correctamente la profesora Han, Estados Unidos y Rusia no solo no se están desarmando, sino que siguen también políticas que amenazan con retomar -de forma peligrosa y desestabilizadora- la carrera armamentista nuclear. No obstante, si Pekín siguiera el consejo de Han sobre la delegación a Moscú y Washington, las próximas negociaciones en la ONU se llevarían a cabo sin el apoyo activo de ni un solo Estado con armas nucleares (a pesar del dudoso voto a favor de Corea del Norte). Sin embargo, si China se comprometiera a apoyar las negociaciones, ganaría el reconocimiento de los Estados sin armas nucleares que votaron a favor de la prohibición, y ayudaría a restablecer el Movimiento de Países No Alineados que China paralizó en 1964 al llevar a cabo su primer ensayo con armas nucleares.

Aunque todavía es muy pronto para tener la certeza, la elección de Donald Trump probablemente acelerará el surgimiento de un orden mundial genuinamente multipolar. Hasta ahora, el curso de la transición presidencial sugiere que el presidente electo Trump carece tanto de la voluntad como de la capacidad para mantener unido el sistema internacional centrado en EE. UU. creado por el presidente Truman y continuado por sus sucesores. Las palabras y hechos de Truman tras su elección sugieren que tiene intenciones de cumplir lo prometido en su campaña y adoptar un programa que priorice a Estados Unidos, sin tomar en cuenta a las instituciones internacionales y poniendo a los aliados de EE. UU. en segundo lugar. La servil diligencia del primer ministro japonés Shinzo Abe, al apurarse a acudir a la Torre Trump el 17 de noviembre, puede haber consolidado la fe del presidente electo en la eficacia de su agenda política.

La postura de Pekín sobre la resolución de la ONU de prohibir las armas nucleares podría verse como un barómetro de la forma en que China se comportará en un mundo que ya no se centrará en Estados Unidos. ¿El Imperio del Centro compartirá su suerte con la amplia mayoría de naciones que ven las ventajas de continuar construyendo un orden global equitativo, justo y sostenible desde el punto de vista ambiental? ¿O el régimen de Xi Jinping se considerará a sí mismo simplemente otra potencia nacional que impone sus propios intereses en medio de una aparente anarquía internacional? Si Pekín decide mantenerse al margen del creciente movimiento global para prohibir la bomba, al mismo tiempo que invierte en la modernización de sus armas nucleares, no puede culparse al resto del mundo por llegar a la conclusión de que la China de Xi representa un obstáculo para la paz y el desarrollo globales.

El presidente Mao, el héroe de la revolución que llevó al poder al Partido Comunista de China en 1949, dijo que es fundamental distinguir a los amigos de los enemigos. También dijo que la forma de pensar de todas las personas, inclusive del presidente del Partido Comunista de China, se determina por lealtades de clase. ¿Mao querría ver a su «república popular» como una «gran potencia» emergente destinada a reemplazar a Estados Unidos en la cima de la jerarquía global, o como una nación en desarrollo que se solidariza con otras naciones para luchar por un orden internacional más equitativo?

El presiente Xi ha unido la supervivencia política del régimen comunista chino en decadencia al linaje de Mao. Su inminente decisión sobre unirse o mantenerse fuera del movimiento global para abolir las armas nucleares quizás finalmente concluya el prolongado debate que existe en China acerca de si Mao debe recordarse como un revolucionario genuino, aun con sus defectos, o como el tiránico primer emperador de una nueva dinastía china.

 

China y la no proliferación: divergencia entre las políticas y las medidas adoptadas

La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha saboteado la complicada maquinaria de la política internacional. Las opiniones de Trump sobre las relaciones internacionales y el control de armas parecen poco claras y mal desarrolladas pero tienen sin dudas una vena de sospecha hacia el multilateralismo. Trump ha comunicado su intención de reconsiderar el acuerdo nuclear con Irán y parece estar marcando una línea más dura con Corea del Norte. En este nuevo contexto es necesario ser realista, y parece preferible que el interés internacional se centre en el control de armas, en lugar de desperdiciar energías en promover un programa de desarme nuclear que probablemente no pueda avanzar.

Todavía siguen las sospechas. Mi colega de mesa redonda Gregory Kulacki recomienda a China considerar el desarme nuclear unilateral. Antes de la elección de Trump parecía dudoso que China siguiera ese camino, ahora todavía lo es más. El desarme nuclear unilateral es un asunto difícil de vender a cualquier país con armas nucleares, en cualquier circunstancia. Vender esta idea a China va a ser todavía más difícil, si las relaciones entre las grandes potencias se vuelven más tensas, como es posible que ocurra bajo la presidencia de Trump. En épocas de incertidumbre, es poco probable que los Estados se embarquen en políticas de seguridad riesgosas. No obstante, China será importante para llevar adelante un programa nuclear modesto, centrado en el control de armas, que tiene sentido promover durante la presidencia de Trump.

Los participantes de esta mesa redonda coinciden en que China, debido a su espectacular crecimiento económico y a su consecuente importancia en todos los aspectos de la política internacional, ya es un actor importante y activo en el control de armas global. Sin embargo, Hua Han y yo no estamos de acuerdo sobre la opinión de Pekín con respecto al multilateralismo y, en especial, si China está preparada para promover sus propios intereses a la vez que promueve el interés general (nadie espera que China sacrifique sus propios intereses, como tampoco se espera de otros Estados).

Han tiene toda la razón cuando escribe que «evitar que otros Estados posean armas nucleares redunda claramente en beneficio de los intereses nacionales actuales de China». Puede incluso tener razón cuando sostiene que «Pekín ha llegado a apreciar la no proliferación nuclear más que en los años anteriores». Sin embargo, la política de China en materia de no proliferación puede adolecer de problemas más importantes que simplemente la «implementación de sus crecientes obligaciones» que Han identifica. (Todos los Estados enfrentan dificultades en la implementación de sus obligaciones en áreas como el control de las exportaciones y la seguridad nuclear. Deben esperarse fracasos ocasionales. China no es la excepción). El problema más grande puede ser la misma política de no proliferación de China. En otras palabras, la desconexión entre la política declarada de China y las medidas que realmente adopta son tan diferentes que debemos preguntarnos si realmente son la misma cosa. Esta desconexión explica por qué todavía existen sospechas sobre las credenciales de China en materia de no proliferación. Han reconoce los cuestionamientos que a veces surgen sobre la cooperación nuclear de Pekín con Pakistán, y su reticencia a castigar la proliferación de Corea del Norte. También reconoce las «ventas secretas de chinos de artículos prohibidos a Irán».Habría sido útil que respondiera a estas preguntas específicas en su primer artículo.

Retomando uno de estos temas, en relación con Corea del Norte en reiteradas ocasiones China ha intentado reducir la presión de las sanciones internacionales sobre Pyongyang, presión que podría permitir a los líderes de Corea del Norte reflexionar un poco sobre la promoción de su programa nuclear. A su vez, a pesar de que China ha formado parte de las negociaciones sobre el problema nuclear de Corea del Norte, las conversaciones han dado pocos frutos. Corea del Norte ha llevado a cabo hasta ahora cinco ensayos nucleares, así como varias pruebas con misiles y cohetes, contraviniendo así las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. No parece que China, a pesar de ser el socio internacional más cercano a Corea del Norte y su salvavidas económico, haya utilizado su considerable influencia sobre el régimen de Pyongyang para moderar la conducta de ese país, ni que hablar de convencerlo de dar marcha atrás en sus avances en materia de armas nucleares. De hecho, los organismos dentro de China aparentemente siguen favoreciendo los programas estratégicos de Corea del Norte. A su vez, con respecto a Pakistán, un informe reciente elaborado por el Proyecto Alpha en el Centro de Estudios sobre Ciencias y Seguridad, King’s College, sugiere que los organismos chinos también continúan manteniendo vínculos con el programa de armas estratégicas de Islamabad.

El rol de China en el control de las armas global es importante, en especial si tenemos en cuenta la elección de Trump, los retos que presenta el programa de armas nucleares de Corea del Norte, el punto muerto de la Conferencia sobre Desarme y el acuerdo nuclear con Irán posiblemente en peligro. Por estas razones es necesario que China sea más transparente y terminante para estar a la altura de sus compromisos con el sistema de no proliferación.

 

Washington y Moscú tienen la llave de la puerta del desarme

El impulso para el desarme generado por el famoso discurso de Praga de Barack Obama se estaba desvaneciendo aun antes de que Donald Trump ganara la carrera para convertirse en el sucesor de Obama. Ahora las posibilidades del desarme parecen más turbias que nunca. Es un momento interesante para retomar el argumento de mi colega de mesa redonda Gregory Kulacki que afirma que China, al mostrar tanta reticencia para implementar sus obligaciones de desarme, perjudica su propia imagen y desperdicia una oportunidad para asumir un rol de liderazgo en el gobierno global.

Durante décadas China ha tomado seriamente sus obligaciones respecto al desarme en virtud del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares (TNP) De hecho, Pekín exigió la abolición total de las armas nucleares tras llevar a cabo su primer ensayo nuclear hace cinco décadas. El desarme contribuye a los intereses a largo plazo de China, pero Pekín se enfrenta con un clima de seguridad cada vez más complicado y mantiene una fuerza disuasiva nuclear relativamente pequeña. Por consiguiente, China solo podrá lograr el desarme si adopta un enfoque prudente y pragmático.

Un callejón sin salida para el desarme. Desde la finalización de la Guerra Fría, Estados Unidos y Rusia han reducido considerablemente sus excesivos arsenales nucleares a través de acuerdos sobre el control de armas y recortes unilaterales. Por desgracia, los recortes solo se han diseñado para «optimizar» los arsenales de las dos partes; Washington y Moscú no han hecho los intensos recortes que podrían inducir a otras potencias nucleares a unirse al proceso. En consecuencia, el inventario nuclear global continúa siendo enorme y asciende a unas 15 000 ojivas, 93 % de las cuales pertenecen a Estados Unidos y Rusia.

Todavía peor, Estados Unidos ha desarrollado continuamente capacidades en materia de defensa contra misiles y ataques inmediatos convencionales como parte de sus fuerzas estratégicas. Esto pone en riesgo a las pequeñas capacidades de disuasión nuclear, como la de China, lo que obliga a Pekín a depender más de su fuerza disuasiva nuclear, reduciendo así los incentivos de China para emprender el desarme. Por ahora las llaves de la puerta del desarme siguen estando en manos de Estados Unidos y Rusia.

El enfoque singular de China. El compromiso de desarme en virtud del TNP es tanto normativo como legalmente vinculante. Sin embargo, el compromiso de por sí no ofrece a los Estados con armas nucleares un incentivo suficiente para llevar a cabo el desarme. Las naciones considerarán que no tienen incentivos suficientes hasta que el desarme pueda adaptarse a sus perspectivas nacionales sobre la utilidad de las armas nucleares y sobre el rol de las mismas en la seguridad nacional.

Durante toda la Guerra Fría las armas nucleares estuvieron en el centro de las estrategias de seguridad de EE. UU. y Rusia, y la destrucción mutua asegurada evitó los ataques entre las respectivas naciones. El enfoque de China era diferente. Aun cuando este país se unió al club nuclear en 1964 entre graves problemas de seguridad, Mao Zedong consideraba a las armas nucleares un «tigre de papel». Esta visión influyó profundamente sobre el desarrollo de las armas nucleares y la postura nuclear de China. De hecho, a Pekín le llevó décadas desarrollar su pequeño arsenal y lograr que su fuerza disuasiva nuclear estuviera en verdaderas condiciones de funcionamiento. China fue el primer Estado que anunció su intención de desarmar a la vez que desarrollaba con éxito armas nucleares, y que proclamó una política de renuncia al primer uso de las armas nucleares. El desarme, ya sea que se considere obligatorio u optativo, se ajusta a la filosofía nuclear china.

No hay dudas de que las armas nucleares cumplen un rol cada vez mayor en los cálculos de seguridad de China. Sin embargo, la «falta de utilidad» de estas armas en una verdadera guerra impide a China desarrollar un gran arsenal, y mucho menos intentar igualar los de las potencias nucleares más importantes. A su vez, con el surgimiento de Estados con armas nucleares a lo largo de la periferia china, el desarme y la no proliferación convienen claramente a los intereses naciones a largo plazo de Pekín.

Es posible que hasta ahora China no haya adoptado medidas importantes en pos del desarme pero, a pesar de lo que cree Kulacki, esto no significa que sea reticente a cumplir sus obligaciones en virtud del tratado. En su lugar, China está siguiendo su propio camino para el desarme, y ¿qué implica ese camino? En primer lugar, el desarme no puede procurarse simplemente reduciendo el número de ojivas y misiles; la calidad superior de las armas de EE. UU. y Rusia también debe tenerse en cuenta. En segundo lugar, para China la ratificación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares y la negociación del Tratado de prohibición de la producción de material fisible son pasos importantes en pos del desarme. Sin embargo, estos tratados deberían negociarse y ratificarse junto con un instrumento que prohíba el primer uso de las armas nucleares. En tercer lugar, dado que las capacidades de defensa contra misiles y militares convencionales pueden ser un incentivo para que las naciones desarrollen o amplíen sus arsenales nucleares, deberían también incluirse en la agenda para el desarme.

Sí, China tiene la responsabilidad de implementar de forma más proactiva sus compromisos en materia de desarme. Sin embargo, las potencias nucleares deben procurar el desarme a través de -tomando prestada una frase que por lo general se relaciona con las negociaciones sobre el cambio climático- el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas.Con suerte China podrá trabajar con el próximo Gobierno de Estados Unidos, así como con otras naciones poseedoras de armas nucleares, para que la próxima conferencia de revisión del TNP sea significativa y relevante.

 

Round 3

Sabiduría, no fuerza, es lo que se necesita de China (y de otros)

Mi colega de mesa redonda Rajesh Rajagopalan, desempolvando un concepto del siglo XIX, caracteriza a los asuntos internacionales como un «gran juego». Sin embargo, el poder destructivo de las armas nucleares ha cambiado esencialmente la naturaleza de la política internacional y la práctica del arte de gobernar. En una guerra nuclear no hay ganadores. La única jugada ganadora es no jugar.

Aparentemente, Mao Zedong intuyó esto poco después de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki. En agosto de 1946 dijo a un periodista estadounidense que la bomba atómica era un «tigre de papel». Las metáforas admiten varias interpretaciones, pero no es irracional asumir que Mao haya previsto un tabú contra el uso de armas nucleares, uno que se volvería más fuerte a medida que estas proliferaran. El pensamiento nuclear de China siempre supuso la existencia de un fuerte tabú nuclear. La única finalidad de la fuerza de Pekín «pequeña pero eficaz» era mitigar el temor de que se usaran armas nucleares contra China.

Si todas las naciones se adaptaran a la era nuclear de la forma que lo hizo China, el mundo estaría plagado de armas nucleares. Este descubrimiento fue la esencia del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, un reconocimiento colectivo de que, a menos que se abolieran las armas nucleares, cualquier nación podría reclamar con razón el derecho a desarrollarlas. O bien nadie tendría armas nucleares, o bien las tendrían todos.

Mao Zedong, Zhou Enlai y los fundadores de la República Popular no formaron parte de las negociaciones del TNP, ni siquiera se los reconoció como el Gobierno legítimo de China, pero parecen haber entendido la verdad esencial subyacente al tratado. Como es bien sabido, el general Nie Rongzhen, que administraba el programa de armas nucleares de China, dijo a los científicos e ingenieros que trabajaban a sus órdenes que China estaba fabricando la bomba que eliminaría la bomba. Este fue el mensaje esencial de la única declaración detallada sobre las armas nucleares que China haya pronunciado alguna vez, y que se efectuó inmediatamente después de su primer ensayo nuclear en 1964.

En esa declaración, los dirigentes chinos propusieron que ­«se celebrara una cumbre con todos los países del mundo para tratar….la prohibición absoluta y la destrucción completa de las armas nucleares». Posteriormente, el TNP aspiró al mismo resultado, pero ahora se ha transformado en un mecanismo que mantiene un mundo integrado por los que «tienen» y los que «no tienen» armas nucleares. Cuarenta y seis años tras la entrada en vigor del tratado, los Estados con armas nucleares se preparan ahora para gastar suntuosas sumas en la modernización de sus arsenales. Los Estados sin armas nucleares, sintiéndose traicionados -con plena justificación- se están movilizando para promulgar una convención legal internacional que prohíba la bomba.

Esta iniciativa pone seriamente a prueba el compromiso de China para con el desarme nuclear. Hasta ahora el secretario general del Partido Comunista Xi Jinping está reprobando la prueba. Debido a sus respuestas poco favorables a la iniciativa del tratado, se corre el riesgo de legitimar las opiniones de críticos de otras naciones, en especial de Estados Unidos, que siempre han mirado con escepticismo el compromiso de China con el desarme nuclear.

El tercer ensayo de mi colega Hua Han podría explicar la lógica detrás de la aparente indiferencia de Xi por la posición de principios sobre el desarme nuclear articulada en la declaración de 1964. Relaciona la política de armas nucleares chinas con el desequilibrio de las fuerzas convencionales entre Pekín y Washington. Aun así, en 1964 la superioridad de las fuerzas convencionales estadounidenses con respecto a las de China era mucho mayor que en la actualidad. ¿Xi está ignorando a las 123 naciones que promueven la convención de armas nucleares porque cree que China debe amenazar con el uso de armas nucleares en un conflicto convencional con Estados Unidos? De ser así, la declaración de 1964 sería letra muerta y Xi estaría apartando a su país y al mundo del desarme nuclear y llevándolos a una nueva carrera de armas nucleares.

La amplia iniciativa internacional para la adopción de una convención sobre armas nucleares, que obligue a los Estados poseedores de las mismas a cumplir sus obligaciones de desarme en virtud del TNP, no es una utopía, como afirma Rajagopalan. Es un llamado desesperadamente necesario al sentido común colectivo en un momento en que los Gobiernos de Estados con armas nucleares están cayendo en manos de líderes «fuertes» que llegan al poder político apelando vanagloriosamente a anácronicos prejuicios raciales.

Bertrand Russell, Albert Einstein y los científicos que firmaron su famoso manifiesto entendieron que con la llegada de la era nuclear, se había terminado el «gran juego» de la política internacional, puesto que la siguiente ronda sería «desastrosa para todas las partes». Nos instaron a considerarnos «simplemente miembros de una especie biológica con una historia notable, y cuya desaparición ninguno de nosotros desea». Pretender que un holocausto nuclear sea improbable, o seguir considerando a la guerra como un juego, es desconocer los peligros de la realidad política actual.

 

China debería procurar la estabilidad nuclear, no la utopía del desarme

Debatir si China puede dirigir al mundo hacia el desarme nuclear, como han hecho mis colegas en esta mesa redonda, es hacer la pregunta equivocada en el momento equivocado. China no tiene por costumbre luchar contra los molinos de viento, e intentar avergonzar a Pekín para que asuma el liderazgo en el desarme es, o bien una demostración de desesperación o una muestra de desarraigo de las realidades políticas contemporáneas.

Para que puedan hacerse avances reales en materia de control de armas y desarme nuclear a nivel global, es necesario que exista cierto consenso entre las grandes potencias. Por esta razón el régimen de no proliferación nuclear fue tan fuerte durante la Guerra Fría. La no proliferación interesaba tanto a Estados Unidos como a la Unión Soviética, y ambos países cooperaban para promover ese interés. En la actualidad no existe este tipo de consenso, en particular entre las grandes potencias.

El orden mundial parece dirigirse hacia mayores conflictos y caos. Y esto no se debe a la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, a pesar de que parece probable que esta aumente el ritmo de las tendencias existentes. China, Rusia y diversos regímenes desalmados de todo el mundo han estado superando los límites del comportamiento tolerable durante los últimos ocho años, mientras Estados Unidos, bajo la presidencia de Barack Obama, ha encontrado una excusa tras otra para mirar hacia otro lado. Ya fue bastante malo que la administración de Obama se negara a involucrarse seriamente en la terrible guerra civil de Siria. Peor es que Washington no haya podido generar la confianza de que apoyará a sus aliados y ni siquiera haya intentado contrarrestar a sus crecientes oponentes, como China. Esto ha llevado a que los jugadores regionales más débiles, desde Europa hasta Asia, se sientan cada vez más solos.

La elección de Trump no ha hecho más que profundizar la percepción de que Estados Unidos se está lavando las manos de sus compromisos globales En consecuencia, incluso a países como Japón y Alemania, que hasta no hace mucho se consideraban «potencias civiles» que priorizaban la integración económica sobre la fuerza militar, ahora les preocupa cómo garantizar su seguridad. Si ellos y otros aliados de Estados Unidos deciden que están solos, entre sus posibles respuestas podrían estar las armas nucleares. Esto señalizaría el fin del régimen de no proliferación.

Trump es esencialmente distinto a Obama. El presidente actual no tiene ningún interés en jugar el gran juego. Trump parece decidido a jugarlo de cualquier modo, siguiendo su instinto en lugar de una estrategia, por su cuenta, en vez de con sus aliados. También parece decidido a adoptar una línea dura contra China, acorde a la retórica de su campaña. Si China reacciona con firmeza, podría rápidamente desencadenarse un conflicto. Tanto los aliados como los posibles enemigos de Washington tienen razones para sentirse inseguros, generando el potencial para una situación mucho más tensa e incómoda en la política internacional, en la que todas las potencias procuren adoptar medidas unilaterales para garantizar su seguridad.

En este contexto, la prioridad no debería ser el desarme nuclear. En su lugar, los esfuerzos deberían centrarse en mantener cierta estabilidad, a través de medidas para la generación de confianza y el control de armas. China puede hacer muchas cosas para crear confianza, especialmente en Asia. Una China que se conduzca con una mayor moderación puede reducir en gran medida la inseguridad en su región y limitar las réplicas de la elección de Trump. Pekín también podría contribuir a la estabilidad demostrando una mayor apertura y transparencia, cuya ausencia es una de las principales causas de las inquietudes regionales en torno a China.

También debería esforzarse por fortalecer el régimen de no proliferación. Corea del Norte sería uno de los aspectos de este esfuerzo pero igual de importante es apuntalar la pérdida de confianza en el régimen. Un fuerte régimen de no proliferación nuclear conviene a los intereses de China. Algunos vecinos de China, que incluyen a Japón y Corea del Sur, están en condiciones de fabricar armas nucleares, pero han optado por no hacerlo. Conviene a Pekín asegurarse de que no cambien de opinión.

China también puede asumir un rol de liderazgo en su región y otras regiones al intentar limitar las nuevas rivalidades en materia de seguridad en el espacio exterior y la esfera cibernética. Pekín podría invertir en una versión asiática del Proceso de Helsinki, una amplia iniciativa multilateral que contribuyó mucho a mitigar las tensiones entre los bloques soviético y occidental en la década de los setenta. Son proyectos difíciles pero, en comparación con el desarme nuclear, parecen mucho más fáciles de lograr y beneficiosos a corto plazo.

El momento actual ofrece a Pekín una gran oportunidad para establecer y demostrar su liderazgo normativo en su región y otros lugares. La pregunta clave es si Pekín reconocerá y aprovechará esta oportunidad inesperada para disminuir la dependencia de la región en Washington como proveedor de seguridad.

 

China y el desarme: tres preguntas para seguir adelante

En medio de la posible transformación actual de un orden global centrado en EE. UU. a uno multilateral, tal como lo describió mi buen amigo Gregory Kulacki en esta mesa redonda, el desarme nuclear está ocupando nuevamente un lugar muy importante entre los asuntos que son objeto de debate entre estrategas, científicos y adoptadores de políticas. Kulacki pide a China adoptar un rol más activo en las iniciativas globales para abolir las armas nucleares, y se trata de una expectativa razonable. Con su creciente poder e influencia, China está obligada a asumir más responsabilidad en la gobernanza global en general y en el desarme nuclear en particular. De hecho, bajo el régimen de Xi Jinping, China ha demostrado que sus aspiraciones son mayores a las de «simplemente otra potencia nacional que impone sus propios intereses», tomando prestada la expresión de Kulacki. En la actualidad China procura convertirse en una gran potencia que, con sus propios métodos, ofrece bienes públicos y busca tener intereses comunes con otros países.

Sin embargo, todos los debates sobre el rol de China en el orden nuclear emergente deben partir de la base de entender cómo evolucionó el orden nuclear y qué fuerzas le han dado forma. En este orden, establecido en la década de los cincuenta, China ocupa un lugar intermedio, junto con Gran Bretaña, Francia y otras naciones. De un lado tienen a las dos superpotencias nucleares: Estados Unidos y Rusia (o, en su momento, la Unión Soviética). Del otro lado están los Estados que no poseen armas nucleares y representan a la amplia mayoría de naciones. Esta configuración no ha tenido cambios significativos, aun cuando el mundo bipolar colapsó hace 25 años y China surgió como la segunda economía más grande del mundo en torno a 2009. El peso de China en el orden nuclear sigue siendo modesto, si lo comparamos con la importancia del país en el sistema financiero asiático y en el orden económico global. China no tiene ninguna intención «revisionista» y no procurará convertirse en una superpotencia nuclear en el futuro previsible.

Seguridad, incertidumbre, capacidad. La rotundidad con la que China afronte sus obligaciones actuales en relación con el desarme y si asume o no un rol de liderazgo en el mismo dependerán de la respuesta que Pekín dé a las siguientes preguntas.

En primer lugar, teniendo en cuenta la enorme brecha existente entre China y Estados Unidos en sus capacidades de defensa convencional, ¿puede China proteger sus intereses en materia de seguridad sin mantener su fuerza disuasiva nuclear relativamente pequeña?

El avanzado despliegue de Washington de sus defensas contra misiles y capacidades de ataques precisos a lo largo de la frontera marítima china llevan a Pekín a considerar con cautela cualquier iniciativa drástica de desarme. Aunque Pekín es muy consciente del deseo de muchos Estados sin armas nucleares de eliminar las armas nucleares, y apoya las medidas adoptadas en este sentido, las iniciativas en pos del desarme deben tener en cuenta el entorno de seguridad dominante. La mejor forma en que China puede cumplir sus intereses es a través de un enfoque pragmático en relación con el desarme, y esto explica la abstención de ese país en la votación de octubre en las Naciones Unidas sobre un tratado de prohibición de las armas nucleares (todos los otros Estados poseedores de armas nucleares reconocidos oficialmente votaron contra la negociación de un tratado de prohibición).

La segunda pregunta es si China está lista para efectuar reducciones nucleares en medio de la incertidumbre en el orden nuclear existente. Tras ocho años del discurso de Barack Obama sobre el desarme -en gran medida infructuoso- estamos entrando ahora en un territorio nuevo. En Estados Unidos, y en todo el mundo, la gente se está preguntando cuál será la postura nuclear que mostrará Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump, preguntándose si Trump «pulsará el botón» y si se le puede tener confianza con miles de ojivas nucleares. Al mencionar esta incertidumbre, no estoy buscando excusas para que China mantenga su arsenal nuclear. Sin embargo, es una realidad desafortunada que la política y postura nucleares de Washington pendan amenazadoramente sobre los cálculos de seguridad chinos.

La última pregunta es si China tiene actualmente la capacidad de desempeñar un rol de liderazgo en el terreno del desarme global. China todavía está pasando por una trascendental transformación social y económica. Las prioridades más urgentes del Gobierno continúan siendo el desarrollo económico y la estabilidad social. Se ha calificado a la conducta reciente de China en el extranjero de enérgica, pero la política exterior de Pekín no ha abandonado completamente el bajo perfil que en chino se conoce como tao guang yang hui. La capacidad diplomática de China en general y su diplomacia nuclear en particular continúan estando poco desarrolladas. En estas circunstancias, la capacidad de China para influir sobre la evolución del orden nuclear, crear normas y fijar la agenda de las instituciones multilaterales es limitada.

No obstante, Pekín está en camino de desempeñar un rol más activo en el orden nuclear. En los próximos años, a medida que China desarrolle una comunidad más amplia de expertos en política nuclear y mejore sus capacidades diplomáticas, esta tendencia solo podrá continuar.

 



Topics: Nuclear Weapons

 

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