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Hiroshima y Nagasaki: ¿hemos aprendido las lecciones?

En agosto de 1945, poco más de tres semanas después de que la prueba Trinity inaugurara la era atómica, Estados Unidos detonó su "Little Boy" sobre Hiroshima, matando a decenas de miles de personas. Días después Nagasaki sufrió el mismo destino con "Fat Man". Los historiadores han debatido sobre si estos bombardeos fueron necesarios o gratuitos, justificados o criminales, responsables de la rendición de Japón o en gran parte irrelevantes para ello. Hoy día, cuando los últimos sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki están llegando al final de sus vidas, ¿hasta qué punto el mundo ha incorporado las lecciones de los bombardeos, y pueden transcurrir más de siete décadas sin la detonación de un arma nuclear en una guerra?

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Round 1

Las lecciones de 1945 que no aprendimos

En mayo de 1945, un comité integrado por oficiales militares, físicos y matemáticos, incluyendo figuras destacadas como Robert Oppenheimer, John von Neumann y Norman Ramsey, se reunió para hablar sobre los posibles blancos en Japón para la bomba. Los registros del comité revelan las motivaciones y actitudes de estos influyentes consejeros. Recomendaron que "el uso inicial sea lo suficientemente espectacular para que se reconozca internacionalmente la importancia del arma cuando se le dé publicidad a la misma" y calificaron a Kioto como un "blanco AA" porque tenía "la ventaja de que las personas eran más inteligentes y que, por lo tanto, estaban en mejores condiciones de entender la importancia del arma". Finalmente la administración Truman decidió prescindir de Kioto y, en su lugar, se decidió por Hiroshima. La "ventaja" de esa ciudad, también calificada como "AA", fue que "posiblemente centrarse en las montañas cercanas" podría tener como consecuencia "la destrucción de una fracción más grande de la ciudad".

Luego de que Estados Unidos lanzara la bomba sobre Hiroshima, distribuyó un folleto explicando a los japoneses que Washington poseía "el explosivo más destructivo inventado alguna vez por el hombre. …Ustedes deberán valorar este horrible hecho." Al mismo tiempo, la Casa Blanca emitió una declaración triunfante afirmando que "ahora estaba preparada para destruir con más rapidez y por completo todas las empresas productivas que los japoneses tengan en la superficie de cualquier ciudad."

Estos registros demuestran que los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki se diseñaron y ejecutaron como actos de terror. Historiadores nacionalistas de EE. UU. han sostenido que los bombardeos fueron preferibles a una invasión de Estados Unidos, pero este es un debate en el que no es necesario presentar ningún argumento en contra. Una pregunta de naturaleza puramente fáctica es suficiente para emitir un juicio ético: ¿el gobierno de Estados Unidos hizo esfuerzos serios por salvar vidas, tanto japonesas como estadounidenses?

Los registros históricos demuestran concluyentemente que no lo hizo. Dejando de lado la Declaración de Potsdam, en la que aparentemente se expresó la demanda de rendición incondicional para invitar al rechazo y proporcionar una justificación por haber lanzado la bomba, la administración Truman se negó a considerar alternativas al uso de la bomba en una zona poblada. El profético Comité Franck, en un memorando que se comunicó al secretario de guerra en junio de 1945, recomendó la "demostración de la nueva arma…en el desierto o en una isla desierta". El grupo consultivo científico del secretario descartó rápidamente esta idea, ya que sus miembros no vieron "ninguna alternativa aceptable al uso militar directo".

Esta historia es importante porque muestra de forma emblemática qué poca importancia dan los responsables de la adopción de decisiones políticas en Washington a la vida humana, con el fin de alcanzar sus objetivos estratégicos. Si los estadounidenses hubieran entendido mejor esta característica de su gobierno al final de la guerra, quizás hubieran demostrado una mayor oposición a las siguientes intervenciones de EE. UU. en otros países. Sin embargo, tras la guerra, los defensores nacionalistas pudieron exitosamente oscurecer las lecciones de Hiroshima y Nagasaki. Esto explica parcialmente por qué se acalló durante tanto tiempo la oposición dentro del país a la agresión de EE. UU. contra el sudeste asiático, que empezó solo unos años después de la Segunda Guerra Mundial y ocasionó millones de muertes. Hoy día las fuerzas armadas de EE. UU. valoran positivamente la bomba. La campaña "shock y pavor" al inicio de la guerra de Irak en 2003 se inspiró en una doctrina que buscaba "alcanzar un grado de schock nacional parecido al efecto que tuvo en los japoneses el lanzamiento de las armas nucleares en Hiroshima y Nagasaki".

Las justificaciones de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki se basan, en definitiva, en la idea de que los patrones que se aplican a la mayoría de las naciones no rigen para el gobierno de EE. UU. y sus aliados. Esta misma presunción ha socavado muchas veces los esfuerzos internacionales para el control de armas. El discurso principal en Occidente sobre Irán sostiene que no sería aconsejable que Teherán adquiriera una bomba nuclear, pero ignora simplemente el hecho de que es igual de problemático que Estados Unidos o Israel tengan arsenales nucleares.

No se trata solo de una cuestión técnica, sino también de un problema práctico para el desarme. Estados Unidos, volviendo a los absurdos intentos del general Leslie Groves de comprar todas las existencias de uranio del mundo durante la Segunda Guerra Mundial, ha hecho la guerra pero lentamente ha perdido la batalla para poseer armas nucleares a la vez que controla su difusión en otros países. En siete décadas desde Hiroshima y Nagasaki ocho naciones han adquirido armas nucleares. Dada la inestabilidad inherente a la configuración de múltiples potencias nucleares, la única forma de garantizar que el mundo no vea otra explosión nuclear en las próximas siete décadas es reconocer que la no proliferación simplemente no es sostenible sin el desarme universal.

Un orden justo. De la misma forma que la política no han logrado incorporar las lecciones de los bombardeos, la comunidad científica tampoco ha hecho un autoexamen significativo sobre su rol en el desarrollo de las armas nucleares. Incluso los integrantes de la comisión de inteligencia de objetivos escaparon al oprobio del mundo académico. La autobiografía de Richard Feynman ejemplifica la forma en la que la comunidad científica racionalizó su colaboración con el ejército: "von Neumann me dio una idea interesante: que no tienes que ser responsable por el mundo en el que estás. Así que he desarrollado un sentido muy poderoso de la irresponsabilidad social."

Al tranquilizar sus conciencias de esta forma, los científicos aceptaron de buena gana el abrazo del establecimiento de defensa de EE. UU luego de la guerra. Como explica el historiador de ciencias, Paul Forman, "confrontados con mucho dinero, ni la persuasión política ni la disposición antipolítica fueron lo suficientemente fuertes como para retener a los físicos".

Este acuerdo cede poder a la industria de defensa en relación con las direcciones de investigación, pero también limita el espacio disponible para el desacuerdo en las instituciones académicas. Por ejemplo, una ley de EE. UU. conocida como Enmienda Solomon puede usarse para negar la financiación federal para investigaciones a cualquier universidad que no permita el acceso de reclutadores militares o prohíba el Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de Reserva.

La situación es similar en India, donde el Departamento de Energía Atómica financia las investigaciones en matemáticas y física teórica. En 1962, el eminente matemático, D. D. Kosambi, fue destituido del Instituto Tata de Investigación Básica, ostensiblemente por publicar una comprobación incorrecta de la hipótesis de Riemann, pero más verosímilmente por su oposición pública a las armas y energía nucleares. Décadas después, el departamento ordenó al Instituto de Ciencias Matemáticas tomar medidas contra los miembros de su facultad que habían escrito oponiéndose a los ensayos nucleares de India de 1998. Más recientemente han ocurrido incidentes similares aunque, debido a su naturaleza, es difícil documentarlos de forma exhaustiva.

En la época nuclear, la supervivencia de la humanidad está estrechamente vinculada a la abolición de la guerra; por lo menos esto está claro desde hace mucho tiempo. Sin embargo, la paz duradera solo es posible en un orden internacional justo, donde no se tolere la agresión de los países poderosos, las relaciones internacionales estén guiadas por la equidad y no por el excepcionalismo, y la ciencia por objetivos sociales, y no militares. En el 70 aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, es momento de que el mundo reconozca y actúe en consonancia con estas lecciones.

 

Armas nucleares: el tabú no es suficiente

Desearía poder sostener que el mundo ha incorporado debidamente las lecciones de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki pero, lamentablemente, debo afirmar lo contrario.

¿Por qué? En primer lugar, porque muchas personas en el mundo creen que haber lanzado las bombas -sin importar qué tan catastróficas fueron las consecuencias para la gente de Hiroshima y Nagasaki- salvó vidas, quizás millones de vidas, al permitir que la Segunda Guerra Mundial terminara rápidamente. Sin embargo, la historia no corrobora esta opinión. Japón había perdido ya mucho terreno en la región de Asia y el Pacífico. Los regímenes fascistas europeos habían caído, la guerra había terminado en Europa, África del Norte y Medio Oriente, y se dejó a Japón pelear con sus enemigos solo. Dadas estas circunstancias, el imperio japonés no habría podido prolongar la guerra mucho más. Como sostuvo Dwight Eisenhower, “Los japoneses estaban listos para rendirse y no era necesario golpearlos con esa cosa tan espantosa.”

En segundo lugar, nadie fue llevado a juicio como consecuencia de Hiroshima y Nagasaki, y esto ha repercutido profundamente sobre la forma en que se perciben los bombardeos. Los criminales de guerra alemanes y japoneses se enfrentaron con los tribunales de Núremberg y Tokio, pero un hombre como el general Curtis LeMay, cuya fuerza área incendió ciudades de un extremo al otro de Japón, matando a cientos de miles de civiles incluso antes de Hiroshima y Nagasaki, no debió someterse a la justicia. Más tarde dijo LeMay "si hubiéramos perdido la guerra, a todos nos hubieran perseguido como criminales de guerra". Sin embargo, Estados Unidos no perdió la guerra, y décadas después de eso seguimos sin debatir suficientemente la legalidad de los bombardeos. Como resultado, las armas nucleares han ganado cierta legitimidad.

En tercer lugar, miembros del club nuclear como, por ejemplo, Estados Unidos y Rusia, en algunas ocasiones han amenazado con usar armas nucleares para lograr determinados objetivos políticos. Estos objetivos han incluido desde disuadir las operaciones militares de los adversarios hasta lograr cambios de régimen. Por desgracia este tipo de amenazas puede convencer a los líderes nacionales de que, para preservar sus regímenes, es necesario contar con capacidad de disuasión nuclear, como ha sucedido en Corea del Norte. Es cierto también que, a lo largo de la historia, los líderes han querido hacerse con las amas más poderosas de sus épocas. Por consiguiente, es difícil conservar el optimismo sobre las perspectivas del régimen de no proliferación durante las próximas décadas.

Por último, los encargados de las relaciones internacionales con frecuencia tratan la disuasión nuclear como si fuera una realidad indiscutible. Según lo que se cuenta frecuentemente acerca de la historia de la Guerra Fría, la destrucción mutua asegurada y la capacidad de un posible segundo ataque por parte del enemigo obligó a Estados Unidos y a la Unión Soviética a actuar con moderación. Esto evitó que las crisis desembocaran en conflictos peligrosos. Sin embargo, las condiciones predominantes en esa época eran muy particulares. Por ejemplo, las zonas más pobladas de Estados Unidos y la Unión Soviética estaban separadas por enormes distancias. Si alguna de las partes hubiera lanzado un ataque nuclear, la otra parte habría tenido tiempo de tomar represalias. Esto hizo que pudiera confiarse bastante en la disuasión. Lo que los analistas de seguridad internacional muchas veces omiten reconocer es que la disuasión es menos confiable en una región compacta como el Medio Oriente. Además, en esa región tan volátil y en otros lugares, el odio entre las naciones es muchas veces tan intenso que, si determinados líderes tuvieran a su disposición armas nucleares, ya las habrían utilizado, sin importar las consecuencias (incluso para sí mismos). Muchas personas no han interiorizado la tragedia sufrida por los japoneses con los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y, de igual forma, muchas veces no se identifican con lo que les sucede a otras personas en naciones enemigas.

La comunidad internacional ha hecho esfuerzos conjuntos y elaborados para evitar la proliferación nuclear. Sin embargo, la tecnología para crear armas nucleares se sigue difundiendo. No se puede de ninguna forma desatender la posibilidad de que armas nucleares caigan en manos de organizaciones terroristas con visiones apocalípticas. Temo que no transcurran otras siete décadas sin la detonación de un arma nuclear en una guerra.

 

En las vidas de los sobrevivientes

El 70° aniversario de los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki es muy simbólico. Después de todo, setenta años es más o menos el promedio de una vida humana, así que el tiempo se está acabando para las relativamente pocas personas que vivieron de primera mano lo que es una detonación nuclear en una guerra. Muchos sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki, que en japonés se conocen como Hibakusha, ya han fallecido. Menos de 200 000 siguen vivos. El Hibakusha promedio tiene ahora más de 80 años. ¿Cuál será su legado? ¿El mundo ha incorporado las lecciones que los Hibakusha han intentado enseñar? ¿Y cómo recordarán las futuras generaciones a Hiroshima y Nagasaki?

Durante décadas los Hibakusha han hablado incansable y valientemente sobre sus trágicas experiencias. Han advertido al mundo sobre los efectos crueles, inhumanos e inmorales de las armas nucleares. Han enviado en reiteradas ocasiones delegaciones a la Asamblea General de la ONU y a las conferencias de revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Han llevado a cabo campañas de envío de cartas instando a los Estados con armas nucleares a que aceleren el desarme. Han apelado tanto a los responsables políticos como a las personas normales y corrientes para que creen un mundo libre de armas nucleares.

Sin embargo, fuera de Japón sus voces han sido ignoradas muchas veces. De hecho, a veces su mensaje ha sido tan malinterpretado que las terribles experiencias que describen se han retratado como un incentivo para que las naciones desarrollen armas nucleares en nombre de la disuasión.

Sin embargo, la disuasión no explica por qué no se han utilizado armas nucleares en guerras durante las últimas siete décadas. Estados Unidos pensó en usar armas nucleares, tanto durante las Guerras de Corea como de Vietnam, pero no lo hizo. Los líderes de ese país descartaron la opción nuclear, no porque tuvieran miedo de las represalias, sino porque entendieron las consecuencias físicas, humanitarias y políticas que traería aparejada esa alternativa. En otras palabras, no se trata de la disposición de un adversario de usar armas nucleares, sino más bien del reconocimiento del impacto catastrófico de estas armas, lo que ha evitado las detonaciones nucleares en tiempos de guerra durante 70 años.

No obstante, mientras los Hibakusha siguen envejeciendo, y sus memorias se desvanecen, es posible que el tabú en torno al uso de las armas nucleares se debilite en los debates sobre políticas nacionales. Incluso hoy día en Japón, la doctrina sobre la disuasión nuclear se pone cada vez menos en duda. Esto ha dado lugar a que un puñado de ideólogos aboguen para que Japón tenga armas nucleares.

Aun así, los Hibakusha, que sueñan con ver a un mundo sin armas nucleares durante sus vidas, durante los últimos años han recobrado las esperanzas sobre el desarme. Esta nueva esperanza se debe en gran medida al aumento de la toma de conciencia de la comunidad internacional sobre las consecuencias humanitarias del uso de armas nucleares.

Un movimiento se empieza a mover. Se podría sostener que la "iniciativa humanitaria" comenzó con una apelación en 2010 del presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja que señalaba el " indescriptible sufrimiento humano" que ocasionan las armas nucleares y llamaba a eliminarlas "a través de un tratado internacional legalmente vinculante". Al año siguiente, el Consejo de Delegados de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja adoptó una resolución que hacía énfasis en el "poder destructivo de las armas nucleares [y] la amenaza que implican para el medio ambiente y las futuras generaciones". La resolución apelaba a todos los Estados para que "garantizaran que nunca más se usen armas nucleares" y para que trabajaran con urgencia y determinación para llegar a un acuerdo vinculante que eliminara las armas nucleares.

Luego, durante una reunión del TNP en Viena en 2012, Suiza emitió una declaración en nombre de 16 países subrayando las dimensiones humanitarias del desarme nuclear. La declaración estuvo a un paso de llamar a la prohibición de las armas nucleares. Ahora bien, ha aumentado el número de países que respaldan esta declaración. En abril de este año 159 países han firmado para una sexta versión.

En el ínterin se han llevado a cabo una serie de conferencias internacionales sobre el impacto humanitario de las armas nucleares. Presentando los testimonios de los Hibakusha, estas conferencias se basaron en las lecciones de Hiroshima y Nagasaki; también dieron sus testimonios sobrevivientes de ensayos nucleares. Los expertos subrayaron los efectos catastróficos que aparejaría cualquier detonación nuclear, tanto intencionales, accidentales o a consecuencia de errores de cálculo. Decenas de millones morirían, resultarían heridos o deberían desplazarse. Se alteraría el clima global, ocasionando hambrunas. Se destruirían las infraestructuras de comunicación y la economía global se vería afectada, haciendo imposible cualquier respuesta humanitaria eficaz por parte de los gobiernos u organismos de socorro.

En respuesta a estos horrorosos escenarios, el presidente de la conferencia humanitaria en Nayarit, México, afirmó que "ha llegado el momento de iniciar un proceso diplomático" a fin de acordar "nuevos estándares y normas internacionales a través de un instrumento legalmente vinculante". Afirmó, también, que "en el pasado las armas se eliminaron después de declararse ilegales" y que "ese es el camino para llegar a un mundo sin armas nucleares". En otras palabras, llamó a una prohibición total de las armas nucleares, algo que iría bastante más allá de los requisitos de desarme relativamente laxos del TNP. Identificó al 70 aniversario de los ataques de Hiroshima y Nagasaki como el "hito adecuado para conseguir nuestro objetivo".

De hecho, el derecho internacional existente no regula apropiadamente las armas nucleares. A diferencia de otras armas de destrucción masiva, no se prohíben explícitamente las armas nucleares. El TNP es el único tratado multilateral que contiene un compromiso vinculante en pos del desarme nuclear. Ahora bien, si bien este tratado evita que la mayoría de los Estados adquiera armas nucleares, autoriza efectivamente a cinco naciones a poseerlas. Lo que se necesita, entonces, es una prohibición legal total de todas las armas nucleares.

A fin de reparar este déficit fundamental del régimen de desarme, el gobierno austriaco inició en la conferencia humanitaria de 2014 en Viena lo que se conoce como "promesa humanitaria". En la promesa, Austria llamó a todos los Estados miembros del TNP a "identificar y adoptar medidas eficaces para llenar el vacío legal para la prohibición y eliminación de las armas nucleares". A pesar de que esta declaración se presentó en un soso lenguaje diplomático, parece identificar al Tratado de No Proliferación Nuclear como inadecuado para lograr el desarme y promete medidas para crear una estructura legal alternativa, mucho más estricta. Un número de grupos de la sociedad civil ya ha comenzado a promocionar la promesa, a la que ya se han adherido unos 110 gobiernos, pero este número continúa creciendo.

Un legado digno. Durante 70 años los Hibakusha han trabajado para comunicar que las armas nucleares son inhumanas y que las consecuencias de su uso son inaceptables. En Nayarit, el Hibakusha Setsuko Thurlow dijo que "A pesar de que nosotros, los Hibakusha, hemos destinado la energía de todas nuestras vidas para advertir a la gente sobre el infierno que es una guerra nuclear, en casi 70 años no ha habido muchos progresos en el terreno del desarme nuclear…Esperamos que este nuevo movimiento para prohibir las armas nucleares nos lleve finalmente a un mundo sin armas nucleares".

Ahora, dentro del poco tiempo que les queda a aquéllos que vivieron de primera mano las detonaciones nucleares en tiempos de guerra, es el momento de establecer un tratado internacional que estigmatice, criminalice y disponga la eliminación total de las armas nucleares. Un tratado así honraría las siete décadas de trabajo de los Hibakusha y les permitiría dejar un legado digno y duradero.

 

Round 2

El bosque es político, pero los árboles son técnicos

En la Segunda Ronda, mi colega Akira Kawasaki abordó el desastre de Fukushima y sus consecuencias para las armas nucleares, mientras que Mustafa Kibaroglu insistió en las reservas de plutonio de Japón. Ambos autores trajeron a colación importantes cuestiones sobre los aspectos técnicos y humanitarios de la seguridad nuclear. Sin embargo, es importante no perder de vista la cuestión política central que presentan los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki: ¿Qué tipo de sistema político permitió al gobierno de EE. UU. cometer actos terroristas y luego permitió a los líderes responsables de ello escapar a las consecuencias, tanto nacionales como internacionales?

La comunidad de control de armas ha eludido en gran medida estas cuestiones. Con esto no pretendo sugerir que los problemas técnicos que aborda en su lugar no sean importantes. Kibaroglu, por ejemplo, a lo largo de su exposición sobre el plutonio de Japón, nos recuerda que las industrias nucleares civiles aumentan automáticamente el riesgo de proliferación. Los responsables políticos aprovechan esta ambigüedad a su favor. Ya en 1955, el primer presidente de la comisión de energía atómica de India, Homi Bhabha, admitió que la “industria de energía atómica …pondrá en manos de muchas naciones cantidades de material fisible a partir del cual…las bombas atómicas serán…un paso fácil.” En efecto, el programa de energía atómica de India sirvió de base para las armas nucleares. Actualmente, India se está preparando para poner en marcha un prototipo de reactor reproductor rápido que se promociona como un reactor nuclear de 500 megavatios, pero que se ha mantenido alejado de las salvaguardias internacionales y que podrá utilizarse para generar hasta 140 kilogramos de plutonio apto para la fabricación de armas cada año.

Entretanto, Kawasaki tiene razón al afirmar que el accidente de Fukushima resalta los peligros que suponen, en tiempos de paz, tanto los reactores como las armas nucleares. La industria nuclear usa el término "defensa en profundidad" para describir los sistemas de seguridad redundantes que protegen a los reactores. No obstante, a veces un único acontecimiento imprevisto puede afectar simultáneamente múltiples elementos del sistema. Por ejemplo, en Fukushima, 12 de los 13 generadores diésel de respaldo no estaban habilitados a consecuencia del tsunami. Así pues, el escepticismo se justifica cuando los gobiernos utilizan precisamente estos mismos clichés para sugerir que el control que ejercen sobre los arsenales nucleares es totalmente fiable. Además, las armas nucleares también pueden ser vulnerables a los escenarios del tipo del Dr. Insólito, en los que una persona "de adentro" maquina deliberadamente un desastre. El accidente de Germanwings en marzo de 2015, en el que el copiloto dirigió el avión hacia los Alpes franceses, utilizando los propios sistemas de seguridad de la aeronave para que el piloto no pudiera acceder a la cabina, constituye un ejemplo aterrador de este tipo de acontecimiento.

Desafío y reforma. Si bien es necesario mejorar la seguridad nuclear, no debemos olvidar que los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki fueron consecuencia de decisiones políticas conscientes. A su vez, a pesar del horror de los bombardeos, el gobierno de EE. UU. ha considerado en reiteradas ocasiones adoptar nuevamente medidas similares.

En 1969, Henry Kissinger escribió un memorando para Richard Nixon en el que describía posibles planes de ataque contra Vietnam del Norte. El memorando hacia énfasis, no solo en que "debe ser una medida brutal", sino también en que "debe basarse en la firme resolución de hacer lo que sea necesario para tener éxito". Este memorando iba acompañado de una lista de "preguntas importantes", inclusive: "¿debemos estar preparados para usar armas nucleares?" Más recientemente, en 2006, el periodista de investigación Seymour Hersh informó que la administración Bush había pensado en usar armas nucleares tácticas contra Irán.

El gobierno de EE. UU. no llevó a cabo ataques nucleares en ninguno de los casos. Sin embargo, estos incidentes se deben miran dentro del contexto histórico adecuado, es decir, que el ejército de Estados Unidos ha utilizado reiteradamente tácticas de terror no nucleares. Por ejemplo, en 2004, enfrentados a la resistencia en la ciudad iraquí de Faluya, las fuerzas estadounidenses asediaron la ciudad y la atacaron con fósforo blanco -un químico incendiario- tomando el Hospital General de Faluya y causando que gran parte de la población de la ciudad huyera aterrorizada.

Acontecimientos como este revelan un sistema político en el que quienes ejercen el poder se distancian básicamente de las consecuencias humanas de sus acciones. En Estados Unidos, los poderosos están protegidos de las consecuencias políticas nacionales debido a la propaganda interna que describe sus acciones como necesarias y justificadas o, cuando menos, básicamente bien intencionadas.

Es en este ámbito donde los intelectuales públicos pueden jugar un papel importante, confrontando enérgicamente estas afirmaciones falsas. También es cierto que, para cumplir esta función, es necesario que los académicos salgan de sus disciplinas tradicionalmente definidas y negocien terreno que es inherentemente político, y no técnico. Sin embargo, solamente si desafiamos y reformamos el sistema que permitió lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki, podemos tener esperanzas de librar al mundo de las armas nucleares.

 

Cómo el plutonio perjudica a los Hibakusha

Akira Kawasaki escribió en la Primera Ronda que los nobles esfuerzos de los Hibakusha -sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki- en pos del desarme "han sido ignorados muchas veces" fuera de Japón. De hecho, su mensaje "ha sido a veces tan malinterpretado" que "se ha retratado como un incentivo para que las naciones desarrollen armas nucleares en nombre de la disuasión".

Esto es una vergüenza. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme si la incapacidad del mundo de atender el mensaje de los Hibakusha no puede atribuirse, al menos en parte, a las vastas reservas de plutonio de Japón, que siguen creciendo.Me pregunto si poseer tanta cantidad de material fisible diluye el mensaje en pos del desarme que solamente Japón, como el único país que sufrió detonaciones de armas nucleares en tiempos de guerra, está calificado para transmitir.

Con el transcurso de los años, Japón ha acumulado unas 47 toneladas métricas de plutonio (separadas de combustible nuclear gastado). De esas 47 toneladas, 36 se almacenan en el Reino Unido y Francia, y 11 se encuentran en Japón.Esta cantidad de plutonio -suficiente para construir miles de armas nucleares- merma considerablemente la confianza de la comunidad internacional en que Japón nunca intentará desarrollar armas nucleares y, de esa forma, perjudica los sentimientos de solidaridad y compasión que Japón merece como la única víctima directa del mundo de la guerra nuclear.

Algunas tendencias políticas en Japón exacerban el problema. Como escribió Kawasaki, "hoy día en Japón, la doctrina sobre la disuasión nuclear se pone cada vez menos en duda" y "un puñado de ideólogos abogan por que Japón tenga armas nucleares." Entretanto, mientras los defensores del desarme sugieren que Japón siga el ejemplo de Suecia haciendo de la condición de Estado no nuclear una característica permanente e incondicional de la política internacional y de seguridad del país, los funcionarios japoneses contestan que la ley básica de energía atómica de Japón ya prohíbe los usos militares de la tecnología nuclear. Esto no inspira confianza dentro de la comunidad internacional de que Japón seguirá siendo siempre un Estado no nuclear.

Qué hacer. Las autoridades japonesas deberían pensar en adoptar una serie de medidas tangibles para ofrecer las máximas garantías de que, bajo ninguna circunstancia, Japón se convertirá en un Estado nuclear.

En primer lugar, las reservas japonesas de plutonio no deben seguir aumentando. Esto significa que deben descartarse los planes para la instalación de reprocesamiento de plutonio de Rokkasho, cuyo comienzo de operaciones, tras décadas de retrasos y gastos de decenas de miles de millones de dólares, está previsto para 2016. En segundo lugar, las autoridades japonesas deberían considerar expandir su programa para utilizar combustible de óxido mixto de plutonio y uranio en los reactores de energía. Con el tiempo, esto podría dar lugar a la reducción de las existencias de plutonio. Si Japón no separara más plutonio y agotara gradualmente el plutonio que ya posee, enviaría al mundo un mensaje muy importante sobre la no proliferación, y quizás reforzaría los esfuerzos internacionales para que el Tratado de prohibición de la producción de material fisible se convierta en una realidad.

Sé que puede considerarse una injusticia criticar a Japón por sus reservas de plutonio, cuando el historial de no proliferación del gobierno de ese país ha sido encomiable durante décadas. También me doy cuenta de que, comprensiblemente, los líderes japoneses se preocupan por el arsenal nuclear de Corea del Norte. Por esa razón, es solo una cuestión de justicia sugerir que, mientras Japón soluciona sus problemas de plutonio, sus amigos y aliados busquen la forma de aumentar la solidaridad con Tokio y mejorar la seguridad del país.

 

Como quedó demostrado en Fukushima, los peligros nucleares siguen existiendo

El 9 de agosto de 2011, 66 años después del bombardeo atómico de Nagasaki, pero solo unos cinco meses tras el desastre en la planta nuclear de Fukushima Daiichi, el alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, observó que, hasta Fukushima, muchas personas creían en el mito de la seguridad en las plantas de energía nuclear. "Pero ¿qué sucede con las más de 20.000 armas nucleares en el mundo?” preguntaba Taue. “¿Seguimos creyendo que el mundo es más seguro gracias a la disuasión nuclear? ¿Seguimos dando por sentado que nunca más se volverán a usar armas nucleares?”

Cuatro años más tarde, el desastre de Fukushima sigue estando presente en las noticias, más de 100.000 evacuados no pueden regresar a sus hogares y el lugar todavía no está bajo control. Entretanto, han transcurrido más de siete décadas desde los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y el mundo ya no está tan pendiente de las armas nucleares. Sin embargo, los riesgos que acarrean estas armas no han desaparecido.

Error humano, fallo técnico. En 2012, una comisión enviada por el Parlamento de Japón para investigar el desastre de Fukushima informó que el accidente había sido "totalmente causado por el hombre". La comisión concluyó que, tanto el operador de la planta como el regulador nacional, sabían que la central de Fukushima necesitaba refuerzos estructurales, pero optaron por no abordar el problema. De hecho, el gobierno, el sector industrial y los expertos nucleares japoneses mantienen una relación connivente que les ha valido el apodo burlón de "la aldea nuclear". En su informe final de mayo de 2015 sobre Fukushima, el Organismo Internacional de Energía Atómica criticó al operador de la planta por no prestar suficiente atención a los acontecimientos de "baja probabilidad, graves consecuencias". El organismo informó que esta falla se debió parcialmente a la "concepción básica en Japón, reforzada durante muchas décadas, de que la solidez del diseño técnico de las plantas nucleares proporcionaría suficiente protección contra los supuestos riesgos".

¿Las armas nucleares están exentas de que se cometan estos errores? No, tenemos razones de sobra para creer que las personas responsables de la seguridad de las armas nucleares demostrarán, al igual que otros seres humanos, reticencia para abordar problemas difíciles, una tendencia a apartarse de certezas inconvenientes y una simple capacidad de error. El periodista de investigación de EE. UU., Eric Schlosser, en su libro de 2013 Command and Control (en español "Mando y control") informó sobre los muchos accidentes graves relacionados con armas nucleares, o incidentes "flecha rota", que ha sufrido el complejo nuclear de Estados Unidos durante décadas. Schlosser, al sostener que no puede existir ninguna forma definitiva de garantizar que las armas nucleares sean totalmente seguras y libres de riesgos, afirmó que son las "máquinas más peligrosas y mortales" del mundo.

Aun cuando asumiéramos que las armas nucleares nunca más se usarán de forma deliberada en tiempo de guerra -asunción que puede no ser más que una vana ilusión, dada la cantidad de conflictos impredecibles en el mundo en la actualidad- todavía debemos preocuparnos muy seriamente por que las personas que ejercen el mando y control de las armas nucleares no cometan nunca errores catastróficos que lleven a una detonación (Kyodo News informó este año que las tripulaciones de combate con misiles de Okinawa, en la última fase de la crisis de los misiles de Cuba, recibieron una orden de lanzamiento nuclear que había sido emitida por error). Tampoco nadie puede asumir que los sistemas técnicos nunca van a fallar, ya sea debido a causas prosaicas, como el paso del tiempo, o más improbables, como los ataques cibernéticos.

Para estar seguros, la probabilidad de una detonación nuclear es baja. Sin embargo, se suponía que también era baja la probabilidad de un accidente en Fukushima. Cuando se produjo el accidente, las consecuencias fueron catastróficas.

 

Round 3

Ciencia para la paz

Anteriormente, en la Tercera Ronda, mi colega Akira Kawasaki se refirió a la dicotomía entre los principios sostenidos por Japón, que promueven el desarme, y sus políticas, que no fomentan esta causa. Mustafa Kibaroglu llevó a cabo un análisis similar para Turquía. Esta misma dinámica se manifiesta en otros lugares. Por ejemplo, el Reino Unido está obligado al desarme nuclear en virtud del Tratado de No Proliferación Nuclear pero, cuando el Partido Laborista eligió hace poco a un nuevo líder que se opone a las armas nucleares, los conservadores en el gobierno se refirieron a él como una "amenaza para la seguridad nacional". Ahora bien, para concluir esta mesa redonda que recuerda el 70 aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, creo que es adecuado volver a concentrarnos en Estados Unidos, que llevó a cabo estos ataques.

La política nuclear estadounidense continúa siendo un tema urgente en la actualidad, entre otras razones, debido a la intervención militar permanente de Washington en Asia Occidental y su conflicto con Irán. En este contexto, varios aspectos del debate estadounidense sobre el acuerdo nuclear con Irán son motivo de preocupación.

El debate predominante en Estados Unidos se ha visto bastante constreñido. Por un lado, el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, sostuvo en septiembre que "no había dudas de que el programa nuclear de Irán fue diseñado para desarrollar un arma nuclear" y lamentó la "aquiescencia" de la administración de Obama con la "hegemonía de Irán". El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, criticó el pacto por no permitir a los "inspectores tener acceso a cualquier lugar, en cualquier momento, las 24 horas, los siete días de la semana". Para calmar estas inquietudes, 29 científicos estadounidenses que ostentan una posición de liderazgo habían escrito al presidente Obama en agosto, describiendo el acuerdo como "un pacto innovador con…restricciones rigurosas", pero sugiriendo también que "de detectarse una infracción importante al acuerdo, la intervención estaría firmemente justificada".

No obstante, esta defensa del acuerdo omite señalar una cuestión fundamental: las pruebas de que Irán ha intentado últimamente obtener armas nucleares son poco concluyentes. De hecho, Mohamed ElBaradei, el ex director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, relató que cuando Estados Unidos produjo "pruebas" del programa de militarización de Irán, "el problema era que nadie sabía si eran reales". Tiempo después, cuando Yukiya Amano reemplazó a ElBaradei, el organismo modificó su postura. Sin embargo, esto apenas sorprende a la luz de los cables diplomáticos filtrados de la misión de EE. UU. en Viena. Los cables se refirieron al ascenso de Amano como "una oportunidad que se presenta una vez cada diez años", en parte debido a que Amano "estuvo firmemente de parte de Estados Unidos en cada una de sus decisiones estratégicas claves… [inclusive] el manejo del supuesto programa de armas nucleares de Irán".

A su vez, es necesario recordar que Irán nunca ha llevado a cabo un ataque dentro de las fronteras de Estados Unidos y es poco probable que lo haga en el futuro previsible. Sin embargo, el gobierno estadounidense apoyó un golpe de Estado que en 1953 derrocó al gobierno iraní democráticamente electo de Mohammad Mosaddeq. En la década de los ochenta, Washington apoyó a Irak durante la guerra con Irán y, en 1988, la marina estadounidense derribó un avión civil iraní, matando a 290 pasajeros. Más recientemente, Washington prestó ayuda al grupo terrorista Jundallah en el sudeste de Irán.

También es relevante el historial de las inspecciones de control de armas en Irak, en particular en relación con la demanda de "en cualquier momento, en cualquier lugar". Scott Ritter, un inspector de armas de la ONU que participó en las inspecciones en Irak en los noventa, observó que Estados Unidos utilizó el proceso como un "caballo de Troya para introducir capacidades de recopilación de información de inteligencia a fin de perseguir a Saddam Hussein".

Estos hechos explican la reticencia del gobierno iraní para abrir sus instalaciones militares a inspecciones invasivas y también arrojan luz sobre los objetivos de Estados Unidos en Asia Occidental: los responsables políticos de ese país se preocupan en primer lugar por preservar el dominio de EE. UU. en la región, y no por la seguridad nacional. Por consiguiente, Teherán representa un problema, ya que no está obligado por las directivas de Washington, a diferencia de Israel, Egipto y Arabia Saudita, que dependen de la ayuda y apoyo de Estados Unidos.

Estados Unidos podría garantizar la seguridad insistiendo en que Israel se una a una zona sin armas nucleares en Medio Oriente y renunciando públicamente al uso de la fuerza contra Irán, en lugar de hacer énfasis sobre cómo la intervención militar sigue estando sobre la mesa. La mayoría de los gobiernos del mundo ya han respaldado estas medidas, a través del Movimiento de Países No Alineados, pero los científicos estadounidenses con frecuencia temen articularlas por miedo a que en Washington no se los tome en serio. Ahora bien, las próximas elecciones en Estados Unidos ofrecen la oportunidad a los científicos progresistas para ir más allá de ofrecer consejos y apoyo a los demócratas que, después de todo, se diferencian de sus colegas republicanos solo en que promueven un enfoque más realista al programa de supremacía de Washington. Al combinar sus conocimientos técnicos con propuestas políticas aceptadas a nivel internacional, pueden intervenir directamente en el debate público sobre Irán para exponer las contradicciones de la política nuclear estadounidense y romper una lanza por la paz.

Las contradicciones nucleares de Turquía

Aparentemente, mi ensayo de la Segunda Ronda, en el que sostuve que las vastas reservas de plutonio de Japón perjudican el mensaje de los Hibakusha, ha servido de inspiración a mi colega Akira Kawasaki para hablar sobre "la doble moral inherente a las políticas nucleares de Japón". En esta oportunidad, en la Tercera Ronda, haré lo mismo que él y abordaré la doble moral nuclear de mi propio país, Turquía.

Turquía es un miembro de los regímenes de no proliferación y desarme que goza de una buena reputación, ha firmado instrumentos como el Tratado de No Proliferación Nuclear y el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, y participa en iniciativas como la del Comité Zangger y el Grupo de Proveedores Nucleares. Es más, desde hace mucho tiempo promueve la creación de una zona libre de armas nucleares en Medio Oriente. Los funcionarios turcos, considerando los graves y crecientes problemas de seguridad en Medio Oriente, afirman que el establecimiento de una zona libre de armas nucleares es una cuestión de responsabilidad colectiva urgente.

Ahora bien, Turquía es también miembro de la OTAN y, en el marco de la estrategia de seguridad de la alianza y sus principios de solidaridad y distribución de cargas, desde hace décadas Ankara permite el despliegue de armas nucleares de EE. UU. en territorio turco. Los funcionarios consideran que estas armas refuerzan el compromiso de Washington en pos de la seguridad transatlántica y contribuyen a la credibilidad de la disuasión ampliada.

Así que, por un lado, Turquía se compromete con un mundo sin armas nucleares pero, por el otro, Ankara permite armas nucleares estadounidenses dentro de su territorio y subraya que el desarme requerirá tiempo y paciencia y que, de hecho, el desarme total no será posible en el corto plazo. Esta enfoque contradictorio perjudica la reputación de Turquía en los regímenes de no proliferación y desarme, al menos a los ojos de sus vecinos del Medio Oriente, cuya cooperación es indispensable si se piensa en establecer una zona sin armas nucleares en la región. Para eliminar esta contradicción y ser coherentes con los principios que Turquía ha sostenido desde hace tiempo, Ankara debería comenzar el proceso de devolver las armas nucleares tácticas a Estados Unidos. Para ello, deberá llevar a cabo un prudente proceso de revisión y mantener estrechos contactos con Washington.

Los funcionarios turcos pueden sostener que, devolver las armas estadounidenses al lugar al que pertenecen, perjudicaría la seguridad turca. Pero, aunque las relaciones entre la OTAN y Rusia empeoran en medio de los acontecimientos en Ucrania, imaginar una "calurosa" confrontación entre ambos, y mucho menos un conflicto nuclear, es, como sostuvo el estratega Herman Kahn, "pensar en lo impensable". Aun cuando tuviera lugar un escenario de este tipo, las armas nucleares tácticas no desempeñarían casi ningún papel.

Además, la OTAN podría ofrecer a Turquía disuasión ampliada a través de otros medios que no sean colocar armas nucleares en suelo turco. Por ejemplo, los submarinos dotados de armas nucleares de EE. UU. podrían desplegarse temporalmente en el Mediterráneo oriental y acudir a los puertos de Turquía. Este tipo de medidas darían un mensaje poderoso a los países hostiles. Por esta razón, en 20 de los 28 países de la OTAN no se despliegan armas nucleares, pero todos los 28 están cubiertos por el paraguas nuclear de la alianza.

Paradójicamente, si las armas nucleares se retiraran de Turquía, algunos expertos occidentales podrían mirar con sospecha los planes de energía nuclear de Turquía, preguntándose si Ankara pretende desarrollar sus propias armas nucleares. Ahora bien, Turquía no tendría ningún incentivo en función de la seguridad para seguir este camino. Por lo demás, embarcarse en una aventura de armas nucleares complicaría las ya difíciles relaciones de Turquía con la Unión Europea, perjudicando las ambiciones turcas de convertirse en un Estado miembro de la UE.

Otras naciones europeas que alojan armas nucleares estadounidenses ya han comenzado a debatir acerca de si deben o no conservarlas. Alemania, Italia, Holanda y Bélgica, todos estos países han expresado su voluntad de tratar al menos el tema de retirar las armas nucleares de EE. UU. del continente europeo. Algunas otras naciones, preocupadas por su seguridad frente a Rusia, se han resistido a la idea (como ha sucedido en Turquía). Sin embargo, en este contexto Turquía no estaría fuera de lugar si participara en discusiones serias sobre si deben o no sacarse las armas de su territorio.

Entretanto, la opinión pública turca no tiene una inclinación favorable a la OTAN y Estados Unidos en estos días. A medida que la OTAN ha dejado de ser una organización de defensa colectiva con una postura "dura" para pasar a ser una organización de seguridad colectiva con una postura "blanda", se ha diluido su imagen poderosa. Cada vez es más fuerte la opinión de que la OTAN sirve en primer lugar para defender los intereses de EE. UU. y mantener la hegemonía de ese país. Actualmente, se ha generalizado en Turquía un sentimiento anti-estadounidense, y es muy probable que retirar las armas nucleares de EE. UU. del suelo turco sea una medida popular.

Alojar las armas nucleares de EE. UU. contribuye muy poco a mejorar la seguridad de Turquía. Sin embargo, perjudica sus credenciales sobre la no proliferación y el desarme y molesta al público turco. Ha llegado el momento de que Washington se lleve a casa sus armas.

 

Un largo camino hacia Tokio

En la Segunda Ronda, Mustafa Kibaroglu sostuvo que el vasto arsenal de plutonio de Japón perjudica el mensaje de los Hibakusha. Suvrat Raju se centró en que Washington ha estado continuamente preparado para usar armas nucleares; un tema que afecta directamente a Japón debido al paraguas nuclear que Washington extiende sobre Tokio. Los ensayos de mis dos colegas, aunque de forma diferente, arrojan luz sobre la doble moral inherente a las políticas nucleares de Japón.

En ese país, tanto los responsables políticos como las personas normales y corrientes tienen dificultades para reconocer las profundas contradicciones nucleares del país. Los primeros ministros japoneses han sostenido durante años que la abolición de las armas nucleares está entre las prioridades más urgentes del país, y Tokio ha presentado regularmente resoluciones a estos efectos a las Naciones Unidas. En consecuencia, entre el público japonés existe la percepción generalizada de que Tokio desempeña un papel destacado en el desarme. Sin embargo, esta percepción no es del todo exacta.

Décadas después del fin de la Guerra Fría, Japón sigue estando ligado al concepto de disuasión nuclear que imperaba en la misma. En 2012, cuando Suiza y otras 15 naciones emitieron una declaración sobre las consecuencias humanitarias de las armas nucleares, en un principio Japón se negó a firmar porque la misma llamaba a ilegalizar las armas nucleares. Cuando, finalmente, Tokio dio marcha atrás, solo lo hizo debido a las críticas de la opinión pública, y subrayó que no apoyaría la prohibición de las armas nucleares en el cercano plazo. Japón tampoco se ha adherido a la "promesa humanitaria", una iniciativa creciente que llama a "llenar el vacío legal" para eliminar y prohibir las armas nucleares.

En ocasiones, Tokio se ha resistido incluso a medidas parciales en pos del desarme. Cuando Washington estaba llevando a cabo la "Revisión de la Postura Nuclear", que concluyó en 2010, se evaluó iniciar una estrategia de "propósito único". Esta estrategia habría determinado que el único propósito de las armas nucleares es el de disuadir un ataque nuclear contra Estados Unidos o sus aliados. Tras un debate interno, el gobierno japonés se opuso al cambio por miedo a que rompiera el paraguas nuclear.

Más tarde, en 2013, en la Universidad de Nagasaki, el Ministro de Asuntos Exteriores, Fumio Kishida, presentó sus "ideas sobre la política general japonesa sobre el desarme nuclear y la no proliferación". Informó orgullosamente que Japón instaría a los países con armas nucleares a limitar el uso de las mismas a las "circunstancias extremas en función del derecho de autodefensa, individual o colectivo". Los sobrevivientes de Nagasaki que estaban presentes se horrorizaron, preguntándose cómo Japón podía consentir el uso de armas nucleares, incluso para la propia defensa.

Los comentarios de Kishida causaron escándalo en Nagasaki y en Hiroshima. Sin embargo, se prestó poca atención a la dependencia oficial de Japón en la disuasión nuclear de EE. UU., o a la solicitud del gobierno japonés, en las primeras etapas de las conversaciones a seis bandas sobre Corea del Norte, para que Washington no aplicara la desnuclearización del norte, excluyendo el uso de las armas nucleares contra Pionyang. ¿Cómo puede una nación guiar al mundo en pos del desarme cuando concibe la posibilidad de que Washington lance un ataque nuclear en su nombre?

Así como las políticas japonesas sobre el desarme están plagadas de contradicciones, lo mismo sucede con la no proliferación. En Japón existe la opinión generalizada de que las plantas de energía nuclear del país solo tienen fines pacíficos y no tienen relación alguna con las armas. Los académicos, respaldados por el gobierno y la industria, afirman con autoridad que el plutonio de Japón no puede usarse para las armas porque es solo para uso en reactores. El público japonés por lo general no entiende que el plutonio acarrea un serio riesgo de proliferación, sin importar qué forma toma.

Kibaroglu sugiere que Japón aborde su problema de plutonio utilizando combustible de óxido mixto de plutonio y uranio en los reactores de energía. Sin embargo, yo creo que concentrar el arsenal de plutonio y almacenarlo siguiendo controles estrictos, sería un enfoque mucho más seguro. También sería más realista, teniendo en cuenta que, tras Fukushima, disminuyó la dependencia de Japón en la energía nuclear. A su vez, en lo que al combustible usado producido por los reactores nucleares refiere, el almacenamiento en seco en las propias centrales sería mucho más preferible al reprocesamiento, tanto en términos de seguridad como de no proliferación. En cualquier caso, el comienzo de todas las operaciones en la planta de reprocesamiento de Rokkasho (que actualmente se prevé para 2016) enviaría una señal terrible en relación con la proliferación de armas globales.

Los sobrevivientes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki luchan muchas veces por comunicar su mensaje a los capitales extranjeros, como Washington, Moscú y Pionyang. Hiroshima y Nagasaki están tan solo a un viaje en tren de Tokio, pero a veces parece que la distancia que separa a los Hibakusha de la capital de su propia nación es mucho más grande.

 



Topics: Nuclear Weapons

 

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