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La alternativa nuclear: el mundo emergente examina las necesidades energéticas y los riesgos de seguridad

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Más de 45 países que hoy en día no cuentan con energía nuclear, están pensando seriamente en adoptarla; de estos países, 37 son clasificados como países en vías de desarrollo por el Banco Mundial. Además, se espera que cuatro países en vías de desarrollo —Bangladesh, Bielorrusia, Turquía y Vietnam— empiecen a construir instalaciones nucleares en los próximos años. Esta amplia expansión de la capacidad nuclear en el mundo en vías de desarrollo plantea preguntas difíciles sobre la proliferación, seguridad de plantas nucleares y el costo. A continuación, el brasileño Gilberto Jannuzzi, el malasio Shahriman Lockman y el indio P.R. Kumaraswamy atacan la pregunta: "¿Cómo los países en vías de desarrollo pueden disponer de energía nuclear para su desarrollo económico sin aumentar el riesgo de proliferación de armas nucleares?"

Round 1

Mucho enfoque en la proliferación y poco en la energía

Generalmente, los gobiernos occidentales y la comunidad en pro de la no proliferación tienden a consider como un riesgo potencial de proliferación a las naciones en vías de desarrollo que buscan adquirir energía nuclear. Es una lástima tener esta actitud por varias razones. Primero, desconoce las crecientes necesidades energéticas que afrontan muchos países en vías de desarrollo. Segundo, desvía la atención de un problema real que es la práctica de seguridad deficiente en plantas de energía nuclear en países en vías de desarrollo. Tercero, fortalece la división del mundo en nucleares y no-nucleares en el ámbito nuclear del Tratado de No Proliferación Nuclear.

Escasez de energía. En el mundo en vías de desarrollo, hay numerosos países que sufren perpetuamente de falta de energía. En la India, por ejemplo, la liberalización económica en las últimas dos décadas tuvo como resultado un aumento brusco en la demanda de energía, la que no se puede satisfacer solo por medio de la electricidad obtenida de hidrocarburos. Por ende, las áreas rurales de estos países sufren constantemente de apagones programados (también conocidos como la desconexión de carga). Estos cortes de energía , especialmente frecuentes durante los meses cálidos de verano, obligan a los dueños de negocios a instalar otras alternativas de electricidad tales como generadores a base de diesel. Estas alternativas conllevan costos elevados, contaminan y son una carga para los dueños de negocios y para la economía en general. Además, el país debe importar una gran parte de los hidrocarburos que utiliza, incluyendo alrededor del 70 % del petróleo que consume, lo que agrava el déficit nacional de comercio.

China también ha generado un déficit energético debido al rápido crecimiento económico. Otros países en vías de desarrollo, como Jordania, gozan solo de recursos energéticos limitados. Pero cualesquiera que sea la circunstancia, muchos países en vías de desarrollo deben incrementar sus fuentes de energía si van a alcanzar y mantener el crecimiento económico y satisfacer las aspiraciones de su población.

Desafortunadamente, cada alternativa para incrementar las reservas de energía presenta problemas en cierto tipo. El petróleo es un recurso que contamina; el petróleo importado se ve afectado por grandes fluctuaciones de precios; y la dependencia del petróleo extranjero es particularmente problemático cuando hay conflictos y tensión en el Golfo Pérsico. El carbón contamina aun más que el petróleo. La energía hidroeléctrica, a su vez, depende de los caprichos de la precipitación, y un país que depende de la energía hidroeléctrica, puede verse afectado por severa escasez de electricidad durante tiempos de sequías. Las fuentes de energía alternativa, tales como la energía solar, eólica, y de biocombustibles, aún no han despuntado porque requieren de grandes inversiones y por problemas de viabilidad comercial.

Por lo tanto, para muchos de los países en desarrollo, la energía nuclear es — simple y sencillamente — una manera práctica para aumentar el abasto energético y por ende, permitir el progreso económico. Una gran parte de la comunidad internacional, sin embargo, manifiesta sus inquietudes sobre la proliferación en programas de energía nuclear que no ameritan tales miedos. Sin lugar a dudas, las preocupaciones en materia de proliferación son justificadas en algunos casos. Irán es un ejemplo que viene a la mente. También la India empezó su programa de energía atómica con la finalidad declarada de buscar solamente su uso pacífico, pero al final, instauró un programa de armas nucleares bajo la misma égida (aunque se estima que los materiales fisibles de los artefactos nucleares de la India no se derivan de los reactores para la producción de energía). Aun así, no todos los países que en el pasado han buscado la energía nuclear también han buscado desarrollar armas, — y efectivamente, el uso de la energía nuclear en algunos países casi no ha levantado preocupaciones sobre la proliferación y mucho menos ha resultado en la proliferación misma.

Japón es un ejemplo de lo último. Por supuesto, en este caso, el miedo a la proliferación se enmudeció porque el ejército de los Estados Unidos mantuvo su presencia en el país, y Estados Unidos avaló la seguridad regional. Pero estos factores por sí solos no fueron suficientes para erradicar las preocupaciones sobre la proliferación. Al contrario, el factor decisivo fue la decisión posguerra de Japón de desmilitarizar su política exterior y de mejorar la relación problemática con sus vecinos. Por lo tanto, el desarrollo de la energía nuclear en Japón fue considerado en el extranjero como parte de la política económica del país — y no como parte de la política estratégica. Otros países pueden intentar emular este modelo hoy en día, aunque el hacerlo requiere la voluntad de parte de estos países para establecer políticas transparentes y creíbles, abiertas al escrutinio internacional.

La seguridad al final. De cualquier forma, el problema principalde la energía nuclear en la mayoría de los países en vías de desarrollo no es la proliferación sino la seguridad en plantas nucleares. En muchas de las naciones en desarrollo, el concepto de seguridad pública se toma con apatía. En la India y en China, por ejemplo, el sistema de transporte ferroviário nacional sufre de manera inaceptable altas tasas de accidentes, y aun así esto no previene que millones de personas conmuten por tren diariamente. De manera similar, las actitudes tolerantes se aplican también a la seguridad nuclear y este problema se agrava al añadir en algunos casos la falta de financiamiento adecuado. Por lo tanto, algunos programas de energía nuclear en el mundo en vías de desarrollo no cumplen con los estándares, usan materiales inadecuados, sufren de corrupción y por lo general, fallan extremadamente en términos de seguridad nuclear.

Para empeorar las cosas, algunas instalaciones nucleares están ubicadas en áreas propensas a terremotos. Mientras que este es el caso de Japón, obviamente, los reguladores gubernamentales locales imponen estándares rigurosos de construcción con el propósito de minimizar los daños estructurales durante un terremoto, incluyendo el daño a las plantas de energía nuclear. Este tipo de estándares no se aplica en países de menor desarrollo. El accidente que ocurrió en la central japonesa de energía nuclear Fukushima Daiichi expuso las dificultades que hasta los países más desarrollados pueden experimentar al responder ante un desastre nuclear. Los países menos desarrollados ciertamente encararían mayores problemas bajo circunstancias semejantes.

Es alentador que el desastre en Fukushima haya aumentado la concienciación pública sobre los temas de seguridad nuclear en los países en vías de desarrollo. En la India, las protestas sobre la construcción deficiente de la instalación nuclear Kudankulam, en el estado sureño de Tamil Nadu, son la manifestación de tales preocupaciones populares. (El miedo del público se intensificó debido al tsunami del Océano Índico en esa zona en el año 2004). Esperamos que tal compromiso público mejore al final las condiciones de seguridad en las instalaciones nucleares en el mundo en vías de desarrollo.

Ninguna tecnología es inmune a los accidentes ni existe progreso sin algún riesgo. La seguridad nuclear sencillamente es otra esfera de tecnología — desde luego, una esfera compleja y cara — donde el progreso se consigue con el paso del tiempo. Sin embargo, a corto plazo, la cantidad de países capaces de abastecer a sus poblaciones con energía nuclear es limitada; por consiguiente, responder de manera satisfactoria a los retos de la seguridad nuclear debería ser posible para esta cantidad limitada de países.

Mientras tanto, la comunidad internacional debe abandonar su actitud tradicional en la que se piensa que cualquier país que busca la energía nuclear es un promotor potencial de armas nucleares. EL TNP ha evolucionado en un cártel de poseedores de armamento nuclear, pero no se puede permitir lo mismo cuando se trata de energía nuclear. Ciertamente, la proliferación continúa siendo una inquietud legítima en algunos casos, y todas las plantas de energía nuclear deben estar bajo el régimen de inspección del Organismo Internacional de Energía Atómica. Pero el miedo infundando de la proliferación no debe interferir con los esfuerzos legítimos de naciones en vías de desarrollo para satisfacer sus urgentes necesidades energéticas.

La energía nuclear: limitaciones en sus usos y en los riesgos de proliferación

En algunos lugares, el desastre ocurrido en la central nuclear Fukushima Daiichi ha provocado que se vuelva a examinar la cuestión de la energía nuclear — pero en muchas de las naciones en vías de desarrollo que tienen programas de energía nuclear el incidente casi no ha tenido consecuencias. Se espera que Bangladesh, Bielorrusia, Turquía y Vietnam empiecen a construir sus primeras plantas de energía nuclear en un futuro cercano, y es probable que otros países en vías de desarrollo sigan el mismo ejemplo en los próximos años. ¿Pero, es la energía nuclear necesariamente buena para el desarrollo económico de estas naciones?

Muy a menudo, los promotores de la energía nuclear proclaman que ésta puede satisfacer los requisitos energéticos de las economías en expansión; de hecho, el vínculo entre la energía nuclear y el desarrollo económico es, en el mejor de los casos, débil. Es verdad que las plantas de energía nuclear son relativamente baratas en cuanto a combustible y operación — pero su costo de construcción es alto. Como lo señala el físico brasileño José Goldemberg, un país con un producto interno bruto de menos de 50 mil millones de dólares probablemente no podría comprar un reactor nuclear. (De acuerdo a Goldemberg, varios países en vías de desarrollo son malos candidatos para usar la energía nuclear debido a sus redes eléctricas deficientes). A este gasto, se suman los costos adicionales que son , comunes en la industria nuclear desde hace mucho tiempo: las 75 plantas nucleares que fueron construidas entre 1966 y 1977 en EE.UU. tuvieron gastos adicionales, que exceden en promedio un 200 %. Además, en medio de la creciente demanda global de energía nuclear, el coste de los materiales y la especialización requerida para construir una planta nuclear ha aumentado drásticamente en los años recientes.

A pesar de estos gastos reales, la energía nuclear se considera una alternativa energética atractiva en diversos países en desarrollo, especialmente aquellos países que quieren asegurar el abastecimiento energético. Como el experto de energía, Daniel Yergin señala, muchos países en vías de desarrollo piensan que garantizar el suministro eléctrico es lo mismo que resguardar el equilibro de pagos ante las fluctuaciones de precios de la energía. Por lo tanto, varios países en vías de desarrollo — que solo gozan de acceso limitado a fuentes domésticas de energía y que actúan de acuerdo a la expectativa de que los precios de petróleo, gas natural y carbón vayan a aumentar en el largo plazo — han empezado a considerar la energía nuclear como una opción. En Malasia, por ejemplo, su interés por la energía nuclear se basa en gran medida en la probabilidad de que, a menos que se descubran pronto nuevas fuentes de petróleo y de gas (improbable por las disputas territoriales en el Mar de China Meridional), se convertirá en un importador neto de energía para finales de esta década. Probablemente, las preocupaciones sobre la garantía de abastecimiento también han influenciado la decisión de Vietnam y Bangladesh para adoptar la energía nuclear.

Una pregunta difícil. Es un hecho entonces, que varios países en vías de desarrollo adquirirán reactores nucleares en los próximos años. Pero esto, ¿aumentará forzosamente el riesgo de proliferación de armas nucleares?

Sería difícil decir lo contrario. Aun así, el riesgo no sería lo suficientemente grave para provocar grandes preocupaciones. Se ha argumentado que incluso un aumento de diez veces en la cantidad de reactores nucleares no impactaría de manera significativa la proliferación nuclear, y que el problema clave del riesgo de proliferación no depende de cuántos países usen energía nuclear sino de cuántos estados canallas quieran elaborar armas nucleares. Efectivamente los reactores nucleares en sí — especialmente los reactores de agua ligera que hoy en día son el estándar industrial— no presentan riesgos altos de proliferación. Al contrario, el peligro surge de las instalaciones de enriquecimiento y de reprocesamiento, las cuales generan combustible para los reactores pero también podrían elaboran materiales fisibles de calidad armamentística.

Esto nos conduce a una pregunta difícil: ¿deben los países que adopten la energía nuclear mantener sus propias instalaciones de enriquecimiento y reprocesamiento? — en otras palabras, ¿deben desarrollar sus propios ciclos de combustible? El Tratado Nuclear de la No Proliferación sugiere que estos países tienen el derecho de hacerlo, puesto que el Artículo IV reconoce "el derecho inalienable" a "la energía nuclear con propósitos pacíficos". Por lo general, este poderoso conjunto de palabras se interpreta como que comprende el ciclo completo de combustible.

Sin embargo, la mayoría abrumadora de países que tienen plantas de energía nuclear o planean construirlas, han demostrado muy poco interés en tener sus propias instalaciones de enriquecimiento y reprocesamiento — sobre todo por la gran inversión que se requiere. Estos países también reconocen que nuevas instalaciones de enriquecimiento y reprocesamiento producirían tensiones adicionales en la capacidad de la comunidad internacional para supervisar el cumplimiento del acuerdo de no proliferación. Por lo tanto, prefieren comprar el combustible que se necesita, de fuentes externas.

No obstante, por lo general han demostrado, , una actitud indiferente a las propuestas para crear un ciclo multilateral de combustible, aunque se propongan bancos internacionales de combustible, gestión multilateral de instalaciones o garantías de abastecimiento. Algunas naciones temen que acuerdos como estos, crearían una división irreversible entre estados abastecedores y estados compradores — en efecto, sería un menoscabo de los derechos que se establecen bajo el Artículo IV del tratado.

Formas para avanzar. Aunque falte un consenso amplio sobre la metodología multilateral del ciclo de combustible, hay muchas medidas disponibles para promover el uso pacífico de la energía nuclear. Como lo señala el memorando del Consejo para la Cooperación en Seguridad Asia Pacífico, que es una red de organizaciones no gubernamentales regionales, estas medidas podrían promover la regulación eficaz del control de exportación para prevenir que tecnologías y materiales nucleares caigan en manos equivocadas. Otro paso importante sería asegurar que el Organismo Internacional de Energía Atómica tenga suficientes recursos financieros para realizar actividades de cooperación técnica, inspección y sanción.

También se podría hacer más para que las naciones que adopten la energía nuclear en el futuro, promuevan la cultura de seguridad y protección. Por ejemplo, no es suficiente que países capaciten a sus funcionarios de orden público para prevenir, detectar y responder al tráfico ilícito de materiales nucleares. Estos funcionarios también deben estar imbuidos genuinamente del motivo por el cual se debe prevenir la proliferación. En algunos países en vías de desarrollo, el riesgo de la proliferación, se considera una obsesión peculiar del mundo industrializado, en vez de una amenaza real para su seguridad nacional. Si la regulación global de la no proliferación va a ser eficaz a largo plazo, se deben desechar actitudes de esta índole.

El mundo en vías de desarrollo tiene mejores alternativas que la energía nuclear

Cuando se discute sobre la energía nuclear, sea en el mundo en vías de desarrollo o en países industrializados, por lo general los temas que sobresalen son costos, eliminación de desechos, el riesgo de accidentes y la proliferación de armas. Esta mesa redonda introduce dimensiones adicionales a la discusión acerca de energía nuclear: la necesidad del desarrollo económico de los países emergentes y la energía que se requiere para obtenerlo.

En América Latina, donde vivo y trabajo como analista energético, la energía nuclear no se presenta de manera generalizada. Solo una pequeña fracción de la electricidad en la región se genera a partir de la energía nuclear y solo tres países — Brasil, Argentina y México — cuentan con plantas de energía nuclear. En Brasil, el mayor consumidor de energía de América Latina, la energía nuclear aporta tan solo un 2,7 % del suministro eléctrico nacional. En cambio, la energía hidroeléctrica representa cerca del 74 % de la producción de electricidad doméstica, mientras que los biocombustibles y la energía eólica también desempeñan un papel cada vez mayor.

Sin embargo, la demanda energética en América Latina y en otros lugares del mundo en vías de desarrollo aumentará con el tiempo y el potencial de la energía nuclear para satisfacer esta demanda creciente debe ser considerado al menos en casos específicos. Aun así, se requiere un análisis cuidadoso de la relación entre la energía y el desarrollo económico para determinar si la energía nuclear tiene sentido en el mundo emergente. En particular, es necesario preguntarse detalladamente cuánta electricidad se requiere para sustentar el desarrollo económico.

Más allá del dinero. Una respuesta provisional a dicha pregunta podría encontrarse al distinguir entre dos tipos de países en vías de desarrollo — las naciones de bajos y medianos ingresos, según la clasificación del Banco Mundial sobre la base del producto interno bruto per cápita. En países de ingresos bajos, como por ejemplo Camboya, donde una gran parte de la población vive en áreas rurales, en general, se requiere la electricidad para satisfacer las necesidades básicas como alumbrado, servicios de salud, educación entre otros. En estos países, por cada habitante, el suministro anual adecuado de electricidad es de aproximadamente 50 a 100 kilovatios/hora (dependiendo de las diferencias en clima, cultura, etc.). En países en vías de desarrollo de ingresos medios, como Brasil, donde ciertos sectores de la población gozan de un acceso limitado a los servicios modernos de electricidad pero otros sectores de la población muestran patrones de consumo semejantes a los de países industrializados, el consumo de electricidad varía entre 1,000 y 2,000 kilovatios-horas per cápita por año.

Estos datos son de utilidad, pero cualquier metodología que clasifique a los países según los niveles de ingreso por sí solos, podría limitar el debate de esta mesa redonda. Un mejor índice a considerar es el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas que proporciona una mejor herramienta ya que no solo evalúa el ingreso de cada país sino también las expectativas de vida y los niveles de escolaridad Una investigación considerando este índice reveló una relación sorprendente entre el consumo de electricidad y el bienestar humano.

Por ejemplo, varios estudios demuestran que el bienestar humano tiende a mejorar rápidamente a medida que las sociedades avanzan desde niveles bajos a moderados en cuanto al consumo energético comercial, pero ese bienestar no aumenta significativamente a medida que el consumo de energía continúa creciendo. Además, como lo demuestra un análisis integral de datos que fue publicado en el año 2009, la cantidad necesaria de energía para lograr una mejoría en el bienestar humano ha registrado un descenso significativo con el paso del tiempo. Este resultado sugiere que mejorar el bienestar humano no requiere de una cantidad fija de energía.

No me hace falta, no la quiero. Por lo tanto, para los países de bajos ingresos, la energía nuclear no pareciera ser una opción adecuada. A corto plazo, las necesidades energéticas de estos países no son lo suficientemente grandes para justificar el uso de la energía nuclear. A medio plazo, estas naciones podrían lograr un progreso en el bienestar de su población sin la necesidad de un aumento considerable del suministro eléctrico. Simplemente, la energía nuclear es extremadamente costosa y centralizada para estos países. Sin embargo, los países de ingreso medio caracterizados por poblaciones urbanas en expansión, con crecientes sectores industriales y bases de infraestructura, podrían efectivamente ser candidatos para la energía nuclear.

Pero, incluso los países de ingreso medio deben considerar que la energía nuclear no solo requiere suficiente capital económico sino también capacidades técnicas, industriales e institucionales sofisticadas para garantizar su operación segura y confiable. Muy pocos países en vías de desarrollo pueden permitirse la infraestructura necesaria para todo lo anterior. Los estándares de seguridad para la energía nuclear se han vuelto más estrictos en el mundo industrializado en los últimos años y los países ricos han invertido cuantiosos recursos en instalaciones más seguras. Para la mayor parte de los países en vías de desarrollo, sin embargo, el costo les prohibiría acceder a las nuevas generaciones de reactores y podría agravar la dependencia tecnológica y económica de las naciones avanzadas (a menos que decidieran involucrarse dentro de la cadena de producción de la industria nuclear).

De cualquier forma, la planificación de un sistema energético no puede reducirse a una discusión acerca de las fuentes de abastecimiento; los sistemas energéticos están compuestos de subsistemas complejos tales como recursos de energía primaria, tecnologías para la conversión y servicios energéticos finales. Por lo tanto, los países en desarrollo procurando sus futuras fuentes energéticas deben considerar todo el espectro de tecnologías de energía disponibles, desde fuentes primarias y procesos de conversión relacionados hasta los servicios finales. Países en vías de desarrollo también deben evaluar todos los costos sociales y ambientales para poner en marcha sistemas energéticos seguros y confiables, costos que incluyen a las instituciones públicas necesarias para planificar, controlar y supervisar las tecnologías y los recursos durante toda la vida útil.

A medida que se van haciendo cada vez más disponibles las nuevas opciones de tecnologías de energía, han emergido diversas alternativas interesantes a la energía nuclear alrededor del mundo. Efectivamente, las oportunidades para integrar fuentes de energías renovables en redes energéticas existentes y futuras se está volviendo más posible debido a los avances en tecnología de materiales; almacenamiento, trasmisión y métodos de distribución; y en sistemas energéticos de uso final.

En la medida en que los países de ingresos bajos y medianos planean su futuro energético, ellos tendrán la oportunidad de dar un salto de gigante para dejar atrás las tecnologías existentes hacia diferentes tipos de sistemas energéticos — sistemas más flexibles que integran fuentes distribuidas utilizando sistemas inteligentes de medición y de tecnologías de redes Ese salto gigante permitiría a los países en vías de desarrollo construir edificios de gasto energético casi nulo, lograr mayor eficiencia en todo, desde aparatos electrodomésticos hasta procesos industriales y por lo general, edificar infraestructuras urbanas que sean menos intensivas en el uso de energía. Al ir por este camino, países en vías de desarrollo podrán tener avances en sus tecnologías y capacidades industriales sin introducir riesgos de proliferación y de salud pública que se presentan con la energía nuclear.

El proceso de toma de decisiones en el ámbito de energía debe por supuesto sopesar temas tales como el costo y la gestión de desechos. Pero los países en vías de desarrollo también deben de calcular cuánta energía es realmente necesaria para alcanzar las metas económicas y de bienestar social — y deben decidir si avanzan hacia una economía basada en un uso poco-intensivo de energía.

Round 2

Ya es hora de abandonar la sospecha reflexiva

En esta Mesa Redonda se ha llegado al consenso que no se debe negar el acceso a la energía nuclear a los países en desarrollo debido a las preocupaciones sobre la proliferación. Aunque la proliferación nuclear no se debe tomar a la ligera, tampoco se pueden ignorar las preocupaciones excesivas vinculadas a la energía nuclear que la comunidad de la no proliferación alberga (en especial las organizaciones de la sociedad civil que encabezan una cruzada en contra de la energía nuclear).

La perenne crisis energética que muchos países de bajos y medianos ingresos afrontan, no permite que las buenas noticias perduren. La mayor parte del tiempo, las noticias sobre la escasez de energía nunca llegan a los periódicos. En cambio, los accidentes nucleares de Chernobyl y de la Planta Nuclear Fukushima Daiichi parecen transmitir un mensaje poderoso y mortífero: nunca más. A pesar de que estos accidentes fueron atroces, mantener las cosas en su justa dimensión es esencial. El accidente industrial que ocurrió en el año 1984 en Bhopal, India, produjo de inmediato más muertes que Chernobyl (aun cuando las pérdidas humanas a largo plazo por ambos incidentes se siguen contando).

Pero a pesar de que no se presta mucha atención a la escasez de energía en los países en desarrollo, muchas naciones utilizan o consideran la adopción de energía nuclear precisamente por la dependencia creciente o perenne de las importaciones de hidrocarburos. En la India, China y hasta en Japón, la energía nuclear no puede disociarse de la dependencia de hidrocarburos. Tal dependencia siempre ha sido problemática debido a la volatilidad de precios y la inestabilidad política en el Golfo Pérsico que es rico en petróleo — pero las nuevas sanciones al petróleo emitidas por Occidente en contra de Irán han dificultado y encarecido las transacciones petroleras comerciales. Aunque las sanciones en contra de Irán se deben a las preocupaciones por la proliferación, estas mismas sanciones hacen que la energía nuclear sea más atractiva. Se puede esperar que los países dependientes de importaciones, tales como China y la India, tiendan a considerar la energía nuclear como una opción, tanto para mejorar la seguridad energética como para minimizar la injerencia de Occidente de mediano a largo plazo. Estos países también pudieran tener la tentación de usar su creciente influencia financiera para desafiar las políticas occidentales de energía nuclear.

Pese a todas estas preocupaciones sobre la proliferación, ¿cuántos países en realidad han buscado el emplazamiento de armas a lo largo de los años? Tras más de seis décadas después de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, solo nueve países poseen armamento nuclear. Aunque se puede dar algo de crédito al régimen global de no proliferación por ello, es importante considerar que el emplazamiento de armas es un asunto costoso y arriesgado. De hecho, los retos tecnológicos y financieros para el desarrollo de armamento nuclear podrían ser rebasados por los costos de seguridad involucrados. En el caso de Irán, por ejemplo, el emplazamiento de armas podría socavar los intereses de seguridad del país al alentar a las naciones árabes y hasta a Turquía a buscar un paraguas nuclear o armamento nuclear. Por lo general, los países no deciden adquirir armamento nuclear sin evaluar seriamente los riesgos y la decisión de hacerlo se basa en un cálculo minucioso. Otorgar mucha importancia a la decisión de muy pocas naciones de adquirir armamento nuclear, solo añade confusión al debate global sobre las necesidades energéticas.

Para ser más eficiente, la comunidad global de la no proliferación debe comprometerse seriamente con la crisis energética que afrontan muchos países de bajos y medianos ingresos. Este compromiso forzosamente implicaría el reconocimiento de las fuerzas que empujan al mundo en desarrollo a considerar la energía nuclear y ofrecería tres claras ventajas.

Primero, si la comunidad de la no proliferación abandonara su proclividad de ver con sospecha a cada nación que busca adquirir la energía nuclear, podría identificar de manera más eficaz los verdaderos promotores de la proliferación y luego actuar de manera decisiva para detenerlos. Segundo, los países desarrollados podrían contribuir más al progreso económico del mundo en desarrollo si consideraran a la energía nuclear como una plataforma para el crecimiento.

Tercero, el mundo desarrollado podría fomentar un debate significativo sobre la energía nuclear dentro de los países en desarrollo, si dejara de poner obstáculos al uso de energía nuclear en el mundo emergente. Después de todo, la energía nuclear no es una panacea para los problemas socioeconómicos en los países de bajos y medianos ingresos — en realidad puede que ni siquiera sea un remedio para la escasez energética. Como Gilberto M. Jannuzzi y Shahriman Lockman ya han señalado en la Mesa Redonda, la energía nuclear no solo es cara sino que en varios casos puede ser contraproducente para el medio ambiente y la tecnología en los países en desarrollo. Estas realidades continuarán siendo poco claras mientras el mundo desarrollado no vea la energía nuclear como una alternativa energética. Si este error se rectificara, los países en desarrollo podrían lidiar de manera realista con cuestiones tales como la viabilidad económica y el perfil de seguridad de la energía nuclear — y a la larga afrontar sus necesidades energéticas de manera menos complicada.

Los defensores de la no proliferación deben reconocer los desafíos energéticos de los países en desarrollo y al mismo tiempo apartar estos desafíos de las preocupaciones sobre la proliferación. De lo contrario, la no proliferación se transformará en una fuerza que impedirá la toma racional de decisiones tanto en el mundo desarrollado como en el emergente.

Un riesgo exagerado, pero real

A medida que más y más países en el mundo en desarrollo consideran adoptar la energía nuclear, los gobiernos occidentales y la comunidad de la no proliferación muy a menudo exageran los riesgos por la proliferación armamentista. Por lo tanto, ¿se deben abandonar las preocupaciones relacionadas a la seguridad en los nuevos programas de energía nuclear? Mi respuesta es no — no cuando los recursos, las instituciones y las actitudes que son necesarias para garantizar la seguridad y protección nucleares continúen escaseando en el mundo en desarrollo.

En su primer ensayo presentado en esta Mesa Redonda, P.R. Kumaraswamy sostuvo que pocos países con programas de energía nuclear han buscado desarrollar armamento nuclear. Y está en lo cierto. De hecho, el académico sobre la no proliferación Matthew Fuhrmann recientemente analizó 123 países, algunos de los cuales mostraron interés en la energía nuclear y otros que no lo hicieron, entre 1965 y el año 2000. Encontró pocos elementos para respaldar que las naciones buscan desarrollar la energía nuclear con el fin de sentar las bases para futuros programas de armamentismo nuclear. En otras palabras, generalmente los países no ocultan sus propósitos nucleares (nuclear hedging).

Por tanto, se justifica el desconcierto de las autoridades de países en desarrollo por la alarma con la que sus homólogos del mundo desarrollado observan la proliferación nuclear. Estados Unidos, en particular, a menudo considera las amenazas remotas de seguridad — incluyendo aquellas derivadas de la proliferación y del terrorismo nucleares — como si fueran ciertas , a pesar de que se podría decir que el mundo es menos peligroso hoy más que nunca (principalmente para Estados Unidos). Además, el experto en seguridad Tom Sauer argumenta que la política europea de no proliferación a partir del 11 de septiembre es cada vez más parecida a la de los Estados Unidos.

A pesar de esto, el crecimiento internacional de la energía nuclear efectivamente representa riesgos y no debemos subestimarlos. Es cierto que los nuevos productores de energía nuclear, por lo general, no buscan la proliferación, pero sería insensato ignorar la posibilidad de que un determinando país con energía nuclear pudiera algún día aprovechar su capacidad armamentista latente. En países del sudeste de Asia, por ejemplo, una expansión nuclear es poco probable pero no se puede descartar a largo plazo, especialmente si el entorno estratégico de la región sufre cambios desestabilizadores y drásticos.

Por otra parte, se debe reconocer que los países en desarrollo a menudo carecen de los recursos y de las instituciones necesarios para preservar la seguridad nuclear, la que el Organismo Internacional de Energía Atómica define como "la prevención y detección, y la respuesta al robo, sabotaje, acceso no autorizado, intercambio ilícito y otros actos criminales con uso de materiales nucleares, demás materiales radioactivos y de instalaciones nucleares." Vietnam, por ejemplo, ha afirmado que construirá hasta diez reactores nucleares para el año 2030, pero existen dudas sobre su capacidad para entrenar al personal necesario para operar y reglamentar el uso de estas plantas nucleares. Además, de acuerdo al Índice de Seguridad de Materiales Nucleares elaborado este año por la Iniciativa contra la Amenaza Nuclear y la Unidad de Inteligencia de The Economist (Economist Intelligence Unit), Vietnam es calificado muy bajo en numerosos indicadores de protección nuclear; entre otras cuestiones, se incluye que la corrupción prevalece y el país carece de un organismo regulador independiente. Cabe mencionar que Vietnam ni siquiera ha llegado a ratificar los principales acuerdos internacionales sobre la seguridad nuclear, tales como la Convención sobre la Protección Física de Materiales Nucleares y su enmienda en el año 2005.

Más allá de estas cuestiones de seguridad nuclear, otro motivo de preocupación debido a la expansión de energía nuclear en el mundo en desarrollo es la ausencia de una cultura de seguridad en estos países. Kumaraswamy, en su primer ensayo de la Mesa Redonda, subrayó las actitudes displicentes hacia la seguridad en algunos países en desarrollo, mientras que Gilberto M. Jannuzzi señaló el alto costo para mantener las capacidades necesarias para el funcionamiento seguro de plantas nucleares. Pero cada vez más se considera que la seguridad y protección nucleares se superponen y efectivamente requieren de respuestas comunes. Por ejemplo, las técnicas de defensa profundizada — que requieren la creación de varias capas de defensa contra fallas humanas y mecánicas en instalaciones nucleares — no solo protegen contra accidentes nucleares sino también eventualmente contra el sabotaje y ataques. Los países en desarrollo que están considerando la adopción de la energía nuclear deben reflexionar seriamente si su capacidad de seguridad — sin mencionar su capacidad de protección — son suficientes para emprender esta tarea.

Los países en desarrollo que están por decidir si van a adquirir programas de energía nuclear enfrentan una serie compleja de consideraciones. En efecto, el aumento de la demanda energética es un tema crucial. También el cambio climático representa un gran problema para los países en desarrollo, pero hacer frente a estos retos no debe excluir una evaluación seria de la proliferación armamentista y del terrorismo nuclear.

Oferta, demanda y saber qué es lo importante

En discusiones internacionales sobre la energía nuclear en el mundo en desarrollo, a menudo tanto la comunidad de la no proliferación como los mismos países emergentes otorgan excesiva importancia a ciertos elementos del debate y poca importancia a los demás. Como lo sugiere P.R. Kumaraswamy en su primer ensayo presentado en esta Mesa Redonda, la comunidad de la no proliferación se enfoca tanto en la proliferación de armamento que a veces no reconoce la necesidad creciente de servicios de energía de los países en desarrollo, y por consiguiente, no aborda cómo satisfacer esta demanda. Además, los defensores de la no proliferación a menudo prestan poca atención al cambio climático, cuyos efectos impredecibles en el mundo en desarrollo podrían representar un mayor peligro que la proliferación.

Mientras tanto, es posible que la consideración de algunos países en desarrollo por adoptar la energía nuclear, surja de un enfoque excesivo por la seguridad energética y de la atención inadecuada hacia otros elementos de la ecuación energética. Más aun, las estrategias de seguridad energética pueden llevar a los países emergentes a usar métodos convencionales de planificación energética, y en todo caso, a considerar un número limitado de opciones de abastecimiento. Los países en desarrollo se equivocan, por reales que sean sus necesidades energéticas, si restringen sus opciones para aumentar el abastecimiento.

Pero el enfoque excesivo en tecnologías de abastecimiento es por lo general una característica típica de los debates sobre la energía. A menudo, se ignoran las estrategias que podrían alterar drásticamente los sistemas de suministro y las infraestructuras para el uso final — aunque se pueden alcanzar avances importantes hacia infraestructuras eficaces y modernas por medio de soluciones técnicas como señalé en mi primer ensayo de la Mesa Redonda (éstas incluyen edificios de gasto energético nulo, generación repartida y sistemas de transporte que requieren menos energía para su funcionamiento).

No obstante, muchos países en vías de desarrollo se caracterizan tanto por la demanda reprimida de energía como por un crecimiento en su población. Por tanto, incluso programas agresivos de innovación para atender la demanda serán insuficientes para equilibrar las ecuaciones energéticas de estas naciones. De acuerdo al World Energy Outlook 2010, alrededor de 1,400 millones de personas en el mundo (aproximadamente el 85 % de éstas en áreas rurales) no tienen acceso a electricidad. Para el año 2030, se pronostica que este número caerá a 1,200 millones (aun sin implementar nuevas políticas para aumentar el acceso), pero esta cifra menor representará alrededor de un 15 % de la población mundial. Mientras tanto, alrededor de 2,700 millones de personas no tienen acceso a combustibles modernos para cocinar y se espera que esta cifra aumente a 2,800 millones para el año 2030. Considerando que la incineración de la biomasa produce gases de efecto invernadero y supone un peligro para la salud humana, lo anterior representa un problema significativo.

Dado lo anterior, aun las políticas agresivas para adoptar tecnologías avanzadas relativas a la demanda no resolverán los problemas energéticos de cada nación; después de todo, en muchos de los casos, la expansión de la base de suministro, se volverá necesaria. Los servicios energéticos irregulares o de baja calidad, que están al alcance de países en desarrollo, son un obstáculo para las ambiciones de las personas que quieren mejorar sus vidas, y lo que es más, dificultan los esfuerzos nacionales para el desarrollo económico. Por lo tanto, es perfectamente legítimo que los países en desarrollo busquen la expansión de reservas energéticas y consideren la energía nuclear como parte de este esfuerzo.

Así, en vez de que la comunidad internacional se ponga en el camino de estos países y sus esfuerzos para desarrollar la energía nuclear, debería ayudar al mundo en desarrollo a satisfacer sus necesidades energéticas por medio de maneras eficientes en costo y que respeten al medioambiente. Claro que proveer esta tecnología es una manera de brindar apoyo, pero no se debe enfatizar únicamente las tecnologías del lado del abastecimiento. Otros pasos a seguir deben incluir el apoyo financiero para el desarrollo de energía innovadora de bajo costo, energías renovables y sistemas modernos para satisfacer la demanda que permitan dar saltos gigantescos hacia una mayor eficacia en áreas desde la construcción hasta el sector agroindustrial. También se podría brindar más apoyo a instituciones sociales y de recursos humanos locales, las cuales cuentan con una gran capacidad para gestionar sistemas energéticos sustentables. Por supuesto que también es importante que los países emergentes trabajen juntos al transferir tecnología y por lo general, que aspiren a una mayor cooperación Sur-Sur.

La energía nuclear es una de varias opciones energéticas legítimas para el mundo en desarrollo. En muchos casos, es la opción equivocada y lo peor para los países en desarrollo sería buscar opciones energéticas inadecuadas creando simultáneamente patrones insostenibles de demanda energética futura. No obstante, el crecimiento de la demanda de servicios energéticos es real y se debe atender de manera realista.

Round 3

Progreso tecnológico y no control político

¿Existe algún vinculo intrínseco entre la energía nuclear y los programas de emplazamiento de armas? Este ha sido el tema principal de la Mesa Redonda — y la evidencia presentada aquí no corrobora la existencia de tal vínculo. Tanto Gilberto Jannuzzi, como yo, hemos señalado exhaustivamente que el régimen global de la no proliferación suele exagerar los riesgos de la proliferación, posiblemente dificultando las metas legítimas de los países en desarrollo para desarrollar sectores de energía nuclear; y Shahriman Lockman, aunque le otorga más importancia a los riesgos de la proliferación que la mayor parte de los participantes de la Mesa Redonda, no afirma que la propagación de la energía nuclear lleve a la eventual propagación del armamento nuclear. Por cierto, algunos países han emprendido programas de energía nuclear, posteriormente también iniciaron el procedimiento para el  emplazamiento de armas. Pero aun en India, un caso conspicuo, el deseo de adoptar la energía nuclear no era solo una excusa para el emplazamiento de armas.

Dado el consenso que se ha desarrollado en torno al   tema principal de la Mesa Redonda, ahora valdría la pena centrarse en una región donde los temas nucleares son más sensibles. Esta región es el Medio Oriente — donde la Primavera Árabe ha resaltado en muchos paises la necesidad de contar con nuevas opciones energéticas, incluyendo la energía nuclear. El debilitamiento de la autoridad central de Egipto, por ejemplo, ha conducido a varios actos de sabotaje en contra del gasoducto Egipto-Jordania, intensificando la escasez energética actual en Jordania. Esta escasez, sumada a la fragilidad de los recursos económicos del Estado, socavan la estabilidad gubernamental — y las tensiones permanecen aun cuando las medidas para las reformas que Jordania implementó en medio de la Primavera Árabe, son más importantes que aquellas instituidas por muchos otros países del Medio Oriente. En Jordania, la energía nuclear podría ser la única opción realista para alcanzar las metas nacionales energéticas — y también podría ser necesaria si el país quiere implementar más reformas largamente esperadas.

A pesar de todo, la importancia de la energía nuclear como una fuente de electricidad no elimina las preocupaciones de la proliferación. La capacidad nuclear de larga data de Israel no ha incitado una carrera armamentista nuclear, pero esto no significa que los países árabes hayan resuelto aceptar la asimetría nuclear en su región. Por otro lado, la política estadounidense del garrote y la zanahoria ha disuadido a las naciones árabes de buscar la opción nuclear. Entretanto, Israel, a pesar de lapsos ocasionales, ha mantenido una postura nuclear discreta  desde los últimos años de la década de los sesenta, evitando de ese modo sanciones internacionales.

En el contexto del Medio Oriente, una zona libre de armas nucleares continúa siendo una idea utópica, ya que el progreso significativo hacia esta meta no puede alcanzarse sin un acuerdo integral en el conflicto Árabe-Israelí. La única solución realista para este conflicto — una opción de dos estados, con Israel y Palestina existiendo uno junto al otro — continúa siendo difícil de alcanzar. En cualquier caso, el problema no yace en fronteras, asentamientos u otras cuestiones de este tipo, sino en aceptar a Israel como una entidad política, con todo lo que ello implica.

Entretanto, la polémica en curso acerca de las presuntas ambiciones nucleares de Irán expone los límites del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) para llegar a desalentar la proliferación y garantizar simultáneamente los derechos legítimos de los signatarios para desarrollar la energía nuclear. Si Irán se convierte en un Estado con armamento nuclear de facto, países tales como Arabia Saudita, Turquía y Egipto también podrían buscar desarrollar su propio armamento, o como  mínimo un paraguas nuclear. Israel podría sentir la tentación de  mostrar de manera abierta su capacidad nuclear. Por ende, no es una exageración decir que la supervivencia del régimen del TNP depende de la capacidad  de este para  asegurar que Irán siga siendo un Estado sin armamento nuclear.

Pero una vez más,  respecto al tema principal del vínculo entre la energía nuclear y el emplazamiento de armas, los riesgos son intrínsecos en cualquier tecnología, y la energía nuclear es una de las tecnologías más peligrosas. Aun así, hasta cierto punto significativo, el progreso humano depende del uso de la energía nuclear minimizando al mismo tiempo sus peligros. No se alcanza progreso al negarles la tecnología a ciertas naciones o al ejercer control político sobre ellas.

Saber cuánto preocuparse

En los países en desarrollo, los peligros de la proliferación  y el terrorismo nuclearpueden, a menudo, parecer remotos. En el mundo desarrollado, por el contrario,  estas amenazas se consideran bastante graves. Parte de la razón por la que los dos puntos de vista son tan incompatibles es que el riesgo de proliferación es muy difícil de evaluar.

Hasta las regiones relativamente estables, e incluso los países sin programas de energía nuclear, pueden contribuir a la proliferación. En Malasia, por ejemplo, la amenaza de la proliferación  tuvo por mucho tiempo una baja prioridad. Esto comenzó a cambiar en el año 2004, cuando se descubrió que una empresa de Malasia, que opera como parte de la red A.Q. Khan, había elaborado componentes de centrifugadoras para el régimen libio de Muammar Gadafi. Para prevenir que este tipo de cosas vuelvan  a suceder, Malasia aprobó en 2010 una de las leyes más severas de control de exportaciones en Asia. También, está planeando ratificar el Protocolo Adicional de su acuerdo de salvaguardias en el marco del Tratado de No Proliferación Nuclear, así como  firmar la Convención sobre la Protección Física de Materiales Nucleares y su enmienda del año 2005.

La mayoría de los países en desarrollo, sin embargo, tienden a adoptar un enfoque gradual hacia  amenazas tales como el terrorismo nuclear. Esto es particularmente evidente en el contexto de las agrupaciones regionales como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSEA), donde los países a menudo tienen que operar en el nivel del mínimo común denominador. Aunque la ANSEA ha establecido una zona libre de armamento nuclear en su región, el terrorismo nuclear no ha recibido mucho protagonismo en la agenda de seguridad de la ANSEA, a pesar de que una serie de países del sudeste asiático está contemplando activamente la adopción de la energía nuclear. Esto ha llevado al politólogo filipino  Raymund José G. Quilop a sugerir que los países fuera del Sudeste Asiático "impulsen el proceso" para incrementar la importancia de  la seguridad nuclear dentro de la ANSEA(por ejemplo, en el contexto de eventos regionales como la Cumbre del Sudeste de Asia).

Por supuesto, es en los países desarrollados fuera de la región — países como Estados Unidos y Australia — que la posibilidad del terrorismo nuclear crea una sensación distinta de alarma. Estados Unidos, en particular, ha tratado el terrorismo nuclear como una de las principales preocupaciones desde hace más de tres décadas. En el año 1976, en lo que Micah Zenko del Consejo de Relaciones Exteriores describe como el primer análisis exhaustivo de la CIA sobre terrorismo internacional, la agencia evaluó que "la perspectiva de terroristas con armas nucleares, de hecho, ya no puede ser desestimada." Los ataques del 11 de septiembre aumentaron considerablemente la ansiedad de Estados Unidos sobre esta amenaza, y el presidente Barack  Obama describió al terrorismo nuclear como  “la amenaza más importante  a la seguridad nacional que enfrentamos"  y "una amenaza que está por encima de  todas en términos de urgencia."

¿La amenaza del terrorismo nuclear merece un  temor tan intenso? Creo que no. Pero tampoco puede ser tomada a la ligera. Con seguridad, los aspirantes a terroristas nucleares se enfrentarían a grandes obstáculos técnicos y logísticos, mientras buscan desarrollar la capacidad para detonar un dispositivo nuclear improvisado. Sin embargo, hay incertidumbre respecto a la seguridad de las reservas mundiales de material fisionable. Como el físico nuclear estadounidense  Peter D. Zimmerman ha señalado, "no es posible asegurar al mundo que no ha habido ningún robo de material fisionable, o que cualquier intento  como ese será detectado con la suficiente rapidez para evitar que  ese material se convierta en un dispositivo nuclear."

En tal ambiente, los países en desarrollo deben tomar con mayor seriedad la amenaza de la proliferación nuclear y el terrorismo nuclear. Esto se aplica especialmente a aquellos países que están considerando la adopción de la energía nuclear. Tales países, si no demuestran un verdadero compromiso con la no proliferación y seguridad nuclear, no deberían sorprenderse si la comunidad internacional expresa sus dudas acerca de su voluntad y capacidad para reducir al mínimo las amenazas nucleares.

Por lo tanto, no estoy de acuerdo con  P. R. Kumaraswamy  de que la energía nuclear  siempre pueda ser considerada como "otra opción de  energía." Al mismo tiempo, los países desarrollados deben dejar de describir en términos alarmistas los riesgos de seguridad asociados con los programas de energía nuclear. Nada socava más los planteamientos serios para la no proliferación y seguridad nuclear  que la exageración de las amenazas y, además,  tal exageración puede causar que algunos en el mundo en desarrollo, cuestionen los motivos de aquellos  que  hacen las advertencias. Por el bien de todos los interesados, las evaluaciones de riesgos de seguridad deben esforzarse para mantener un equilibrio delicado.

Donde las preocupaciones sobre la proliferación suenan huecas

Para los latinoamericanos que viven en una región relativamente pacífica, las preocupaciones de la comunidad internacional sobre la proliferación de armamento nuclear puede sonar algo extraño. América Latina ha sido una zona libre de armas nucleares desde el año 1969, cuando el Tratado de Tlatelolco entró en vigor. Todos los países en esta región, además de ser signatarios del tratado, también son partes del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Por lo tanto, la proliferación no parece ser una preocupación urgente para la mayoría de las personas en Latinoamérica.

Brasil, mi país, se unió al TNP en el año 1998, en calidad de Estado sin armamento nuclear. (Después de que la nueva constitución en el año 1988 fue adoptada, el país renunció a esfuerzos previos para desarrollar armamento nuclear. Pero la participación en acuerdos de no proliferación globales y regionales no significa que Brasil no tenga un interés legítimo para desarrollar sus capacidades en tecnología nuclear.

En los últimos 40 años, Brasil ha llegado a crear una industria nuclear doméstica, con la excepción de las tecnologías civiles de energía nuclear, y ha desarrollado su propia tecnología capaz de enriquecer uranio para uso en submarinos nucleares.  De hecho, debido a cuestiones acerca  de su  programa naval de combustible nuclear, Brasil no ha ratificado el Protocolo Adicional del TNP del año 1997. Esto resalta un problema con el régimen internacional de no proliferación: los tratados internacionales pueden  limitar el campo de acción de las metas legítimas nucleares de cada país. También puede limitar a los signatarios a situaciones discriminatorias al dejarlos en un estatus perpetuo de compradores de tecnología.

Ahora bien, la experiencia de Brasil con la generación eléctrica nuclear, como mínimo, ha sido costosa y llena de  irregularidades. La construcción de la primera planta nuclear brasileña, ANGRA I, empezó en el año 1971, pero comenzó sus operaciones comerciales solo  en el año 1985. El costo total es oficialmente de 2.000 millones de dólares, pero varios analistas sostienen que es una estimación moderada. La segunda instalación, ANGRA II, empezó sus operaciones en el año 2000, aunque la construcción de la instalación ya había empezado el año 1976. La construcción de  una tercera central, ANGRA III, empezó en el año 1984, pero se suspendió por muchos años. La construcción se reanudó solo en el año 2009 y no se espera que termine antes del año 2015, con una estimación final de casi 6.000 millones de dólares.

Actualmente, la energía nuclear aporta menos del tres por ciento de toda la producción de electricidad en Brasil. Esta cifra podría aumentar si el gobierno decide proceder con sus planes de cuatro plantas nucleares adicionales como  ha ido contemplando en el Plan Energético Nacional 2030, pero solo aumentaría cerca de un 4 % en el año 2030 (dependiendo de la situación de demanda). De cualquier forma, el desastre de la Planta Nuclear Fukushima Daiichi ha llevado al gobierno a revisar sus planes de energía nuclear y es muy probable que el Plan Energético Nacional 2035 reduzca drásticamente la capacidad nuclear pronosticada previamente.

Las protestas públicas, el liderazgo político débil y las prioridades poco claras de las políticas energéticas han ido acompañando la construcción de instalaciones nucleares existentes en Brasil. Las variaciones drásticas en la política nuclear que el país ha experimentado a niveles sin precedentes, conllevan implicaciones significativas — el cambio en las prioridades ha llevado a que se posponga o se suspenda la construcción de plantas nucleares, conduciendo así a mayores costos finales para generar la electricidad.

La ausencia de continuidad política también ha interrumpido los esfuerzos brasileños para aumentar sus recursos humanos domésticos. La energía nuclear es una tecnología muy especializada y compleja. Requiere un grupo de personas con formación en seguridad, operaciones, mantenimiento y otros aspectos de la cadena de producción. Poner todo esto en orden toma tiempo y un esfuerzo prolongado. Y en Brasil,  cuestiones tales como la seguridad pública y la gestión de deshechos todavía requieren de atención más profunda y revisión más sistemática, tanto por las autoridades como por la consulta pública.

En América Latina, la proliferación de armamento nuclear es un tema altamente regulado que es controlado por cuerpos locales e internacionales confiables. Mientras tanto, yo sigo creyendo que la energía nuclear no adquirirá un lugar destacado en la producción de electricidad, ni en Brasil ni en la mayor parte de América Latina.



 

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