Las armas espaciales y el riesgo de conflictos nucleares

El Tratado del Espacio Ultraterrestre mantiene a las armas de destrucción masiva fuera de orbita. Sin embargo, esto no es lo mismo que prohibir el conflicto armado en el espacio. Algunas naciones han realizado exitosamente ensayos de armas antisatélite destructivas en el espacio y muchos más se presume poseen capacidades antisatélite. Mientras tanto, las capacidades importantes estratégicas tales como los avisos tempranos, la comunicación segura, la acumulación de inteligencia y el comando y control circulan cada vez más en el espacio. Es preocupante la posibilidad de que el uso de armas antisatélite en medio de una crisis entre naciones poseedoras de armas nucleares podría llevar a un conflicto nuclear. En efecto, los juegos de guerra de EE.UU han demostrado una y otra vez que las armas antisatélite pueden resultar en la intensificación de una crisis de maneras impredecibles. A continuación, los expertos debaten las siguientes interrogantes: ¿Hasta qué punto las armas antisatélite aumentan el riesgo de una guerra nuclear? Y, ¿qué se puede hacer para moderar el riesgo?

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Round 1

Conflicto de guerra por antisatélite sin un riesgo nuclear: un espejismo

El Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967 prohibió las armas de destrucción masiva en la órbita, pero también dictó que el espacio estaría a disposición de todos los estados para su uso, en conformidad al derecho internacional (incluyendo la Magna Carta de la ONU). Las súper potencias de la Guerra Fría interpretaron el tratado como la legitimización y la protección del uso de satélites de aviso temprano, de comunicación de crisis, de verificación y otras actividades que contribuyen a la estabilidad de la disuasión, pero no para evitar la belicosidad.

Sin embargo, en las últimas décadas, a medida que el reconocimiento con base en el espacio, la comunicación y las capacidades de objetivos se volvieron elementos integrales de las operaciones militares modernas, los estrategas y los diseñadores de política han examinado si llevar a cabo los ataques antisatélite otorgarían ventajas militares sin aumentar el riesgo de una guerra nuclear. En teoría, la respuesta es que tal vez sí. En la práctica, es casi certero que no.

Exagerando las amenazas. Ningún país jamás a atacado deliberada y destructivamente un satélite perteneciente a otro país (aunque las naciones algunas veces han interferido con las radio transmisiones de los satélites). Sin embargo, Estados Unidos, Rusia y China han hecho ensayos de armas avanzadas cinéticas de antisatélite, y Estados Unidos ha demostrado que puede modificar un interceptor de defensa de misiles para su uso en la modalidad antisatélite. Cualquier nación que pueda lanzar un arma nuclear de misiles balísticos de medio alcance tiene el potencial de atacar los satélites en una orbita terrestre baja.

Como Estados Unidos depende mayormente en el espacio para adquirir su superioridad militar terrestre, algunos estrategas de EE.UU. han pronosticadoque los adversarios potenciales intentarán neutralizar las ventajas estadounidenses al atacar sus satélites. También han recomendado que la defensa militar de EE.UU. haga todo lo posible para proteger sus bienes espaciales, mientras continua empleando capacidades para desactivar y destruir satélites que sus adversarios utilizarían para sus datos de inteligencia, comunicación, navegación y para apuntar a objetivos militares. El análisis de este tipo a menudo exagera tanto la capacidad potencial de los adversarios para destruir los bienes espaciales de EE.UU, como las ventajas militares que cualquier lado obtendría de los ataques antisatélite. No obstante, algunos observadores, una vez más, están revelando nuevos escenarios del peor de los casos para respaldar sus argumentos en pro de las capacidades contraespaciales de ofensiva. En algunos países, el interés en conflictos bélicos espaciales tal vez vaya en aumento debido a estas alegaciones.

Si cualquier nación, por cualquier razón, lanzara un ataque en contra de los satélites de otra nación, las represalias nucleares en contra de objetivos terrestres serían una respuesta irracional. Pero los países poderosos a veces sí responden de manera irracional cuando son atacados. Además, las represalias desmesuradas que siguen después de un ataque antisatélite deliberado no son la única manera en que las armas antisatélite podrían llevar a una guerra nuclear. No es ni la manera más probable. Como fue claramente entendido por los países que negociaron el Tratado de Espacio Ultraterrestre, la gestión de crisis sería mucho más difícil, y el riesgo de fracasar accidentalmente en cuanto a la disuasión aumentaría si los satélites utilizados para el reconocimiento y la comunicación fueran desactivados y destruidos.

Y aunque la norma de que no se deben atacar los satélites de otro país no sea incumplida, desarrollar y probar las armas antisatélite de todas formas aumentarían el riesgo de una guerra nuclear. Si, por ejemplo, los lideres militares de EE.UU. se preocuparon seriamente de que China y Rusia se estuvieran preparando para un ataque antisatélite, la presión podría llevar a un ataque preventivo en contra de las fuerzas estratégicas chinas o rusas. Si un satélite fuera impactado por un pedazo de escombros espaciales durante una crisis o conflicto menor terrestre, los líderes podrían equivocarse y suponer que se habría lanzado una guerra espacial y represalias antes de que supieran lo que en realidad sucedió. Dichos escenarios tal vez no sean probables, pero no son más inverosímiles que los escenarios que se han utilizado para justificar el desarrollo y el uso de armas antisatélite.

Reduciendo el peligro. Una manera de moderar los riesgos nucleares asociados a las armas antisatélite es de evaluar de manera realista los argumentos que atacar los satélites sería un manera fácil de obtener mayores ventajas militares sin crear consecuencias no anticipadas e incontrolables. Por ejemplo, los análisis no clasificados por Jaganath Sankaran, académico investigador en el Centro de Estudios Internacionales y de Seguridad en Maryland, sugieren que las limitaciones prácticas de los misiles balísticos chinos y de los centros de lanzamiento dificultarían el ataque vital chino hacia los satélites de EE.UU. durante una crisis, más de lo que se le dificultaría a Washington el responder de manera que le negaran a Pekín ventajas militares de dicho ataque. A medida que se hagan más estudios y se reflexione seriamente, es poco probable que los diseñadores de políticas inviertan seriamente en las capacidades antisatélite o tomen acciones preventivas en contra de supuestas amenazas antisatélite.

Otra manera importante de reducir el riesgo es de robustecer tanto la normativa como las reglas de derecho para proteger a los satélites. La manera más directa de conseguir lo último sería de prohibir cualquier uso, incluyendo los objetos espaciales, para dañar o destruir satélites que estén siendo utilizados como armas espaciales; y de prohibir cualquier prueba de métodos para dañar o destruir tales satélites. Actualmente, la mayor amenaza para establecer normativas y protecciones jurídicas surge de las personas que utilizan la defensa legítima con anticipo –durante una crisis o al principio de las hostilidades– como una excusa para desactivar o destruir satélites, centros de lanzamiento o estaciones terrestres. Es casi igual de peligroso que los que arguyen que, ya que empieza una guerra, cualquier cosa en el espacio se vale y, por lo tanto, sería un objetivo. A pesar de que podría ser lícito en medio de una guerra de ataque de satélites utilizados para el comando, control, la comunicación y la inteligencia, atacar satélites no sería la estrategia más inteligente.

Las medidas voluntarias de transparencia y para crear más confianza podrían reducir el riesgo de alguna manera. Por ejemplo, proporcionar la información de la situación espacial de todos los actores espaciales disminuiría el riesgo de que las naciones culparan a la parte equivocada por daños a sus satélites o por concluir de manera errónea que los satélites fueron atacados, cuando en realidad tuvieron fallas mecánicas por alguna otra razón. Solo unas cuantas potencias de exploración espacial tienen la capacidad de detectar objetos en el espacio, rastrearlos y catalogarlos, es decir, identificar un objeto espacial como un escombro o un satélite y también identificar el dueño y la función del satélite. Las capacidades de estas naciones son altamente asimétricas. Solo Estados Unidos, que tiene las capacidades más sofisticadas, comparte los datos de la situación espacial con otros actores en el espacio. Pero, lo hace de manera limitada. Hoy en día, la falta de transparencia en cuanto a las operaciones espaciales debilita la confianza entre las naciones que exploran el espacio. Más acuerdos extensos e inclusivos para la compartición de datos de inteligencia ayudarían a mermar la desconfianza.

Sin embargo, los riesgos nucleares asociados con el aumento del uso espacial de la defensa militar tan solo pueden reducirse de manera significativa mediante la transparencia y las medidas para robustecer la confianza si los países que promueven dichas medidas, le dan prioridad a la garantía de confianza de la misma manera que hacen hincapié en la disuasión y la defensa cuando deciden cuánta información relacionada al espacio compartirán, o cuáles capacidades deben adquirir o cómo deben de usarlas. Esas naciones también deben de volver a considerar las posturas nucleares que aumentan el riesgo del fracaso accidental de la disuasión. Al final, si todas las naciones poseedoras de armas nucleares adoptasen la política inequívoca de no usarlas primero y mantuvieran un control estricto de la gestión de los arsenales pequeños optimizados para la disuasión de represalias, sería mucho más difícil creer que la proliferación de capacidades antisatélite llevarían a una guerra nuclear que nadie quiere.

 

La pantalla de humo antisatélite

¿Será cierto argumentar que las armas antisatélite aumentan el riesgo de una guerra nuclear? No lo es.

Ninguna nación lanzaría un ataque nuclear porque su adversario posee armas antisatélite. Por el contrario, lanzaría un ataque porque su adversario evidentemente tenía la intención de montar su propio ataque estratégico. Por supuesto, en las primeras etapas de un ataque nuclear las armas antisatélite podrían ser usadas para destruir los sistemas de comando, control, comunicación e inteligencia de la contraparte. Aún así, las armas antisatélite serían herramientas en un conflicto nuclear, y no el "motivo" del conflicto. (Lo mismo aplica para las armas nucleares en sí). Lo más que se puede decir sobre las armas antisatélite y el riesgo de una guerra nuclear es que, en una crisis, estas armas podrían complicar los cálculos de los estados con armamento nuclear, o, figurarían en la decisión de una nación de tomar una acción nuclear preventiva. Sin embargo, las armas antisatélite no serían el "motivo" de la acción preventiva.

Para los estados con armamento nuclear que aplican la política de no usar las armas primero, incluyendo a China, las armas antisatélite no podrían, por su definición, provocar un ataque nuclear. Si las armas antisatélite efectivamente fueran utilizadas en una crisis, pero todos los países afectados estuvieran comprometidos a la política de no usar las armas primero, el conflicto podría verse limitado dentro de una arena convencional, sin llegar a la intensificación de una guerra nuclear. Los riesgos nucleares solo aumentan si los estados que consideran utilizar las armas primero se ven involucrados. Por ende, lo que es muy peligroso en una crisis es la política que permita el uso de armas nucleares primero y no la existencia (o ausencia) de las armas antisatélite.

Además, las armas antisatélite no son un elemento clave en las decisiones de los países de adoptar las políticas que permiten el uso de las armas nucleares primero. Mi punto sería más claro si lo digo de esta forma: En un mundo sin armas antisatélite, ¿se esperaría que todos los estados con armas nucleares adoptarán la política de no usar armas primero? La respuesta probable es que no. El hecho que un estado con armamento nuclear tome acción preventiva en una crisis se determinaría por la voluntad política del país para usar las armas nucleares y su doctrina militar en su totalidad y no por sus armas antisatélite. Por ende, centrarse en las armas antisatélite es malinterpretar el problema fundamental que pone en peligro al mundo en esta era nuclear.

Alerta y con sospechas. En enero 2007, el Canciller de Relaciones Exteriores de China anunció que China había realizado un experimento en el espacio ultraterrestre, pero algunos funcionarios extranjeros y medios de comunicación rechazaron la explicación del evento chino y, por el contrario, describieron el experimento como una prueba antisatélite. Sin importar lo que dijera Pekín, esas caracterizaciones continuaron sin alteraciones. Al mismo tiempo, surgieron argumentos que las armas antisatélite podrían aumentar el riesgo de la guerra nuclear.

En 2010, China anunció que había realizado un prueba terrestre de intercepción de misiles en medio curso. Y de nuevo, algunos países se rehusaron a aceptar la explicación de China e intencionalmente opacaron la distinción entre la intercepción de misiles y la tecnología antisatélite. La idea equivocada surgida de la imaginación internacional sobre el supuesto programa de armas antisatélite de China empeoró.

Por ende, para China, es bastante natural permanecer en alerta y sentir recelo de los argumentos sobre armas antisatélite y el riesgo de la guerra nuclear. Efectivamente, China sospecha que tales argumentos tienen la única intención de estigmatizar y perturbar el programa espacial ultraterrestre de China.

Desde el punto de vista de China, el factor clave de las cuestiones espaciales es construir (o reconstruir) la confianza entre Occidente y el Este. Puede que China sea un principiante en el espacio ultraterrestre, pero también tiene derechos legítimos allí, algo que los países occidentales deberían reconocer. De lo contrario, obstruirían las relaciones entre China y otros recién llegados al espacio ultraterrestre. Y las interacciones entre los nuevos y viejos miembros del club del espacio ultraterrestre se verían dañadas por la tensión y la desconfianza. Para Estados Unidos y China, reconocer los intereses de cada uno en el espacio ultraterrestre es una base necesaria para la comunicación eficaz en cuanto al espacio y otras cuestiones estratégicas.

China está dispuesta a dialogar con Estados Unidos y ha demostrado una actitud positiva sobre el compromiso con Washington, pero Estados Unidos parece que no considera que el compromiso estratégico con China sea positivo. Tres aspectos de la actitud estadounidense ameritan la atención.

Primero, Estados Unidos tiene la costumbre de clasificar a los países, como aliados, enemigos y así sucesivamente. Claramente, China no cae en la categoría de aliados de EE.UU. En 2009, después de muchos años de esfuerzo, China pudo romper con las limitaciones que imponían las clasificaciones de Washington, y los dos países establecieron el Dialogo Estratégico y Económico de EE.UU- China: un mecanismo que permite que los funcionarios de alto rango de ambos lados debatan la importancia política, económica y estratégica. Por muchos años, el dialogo de alto nivel entre China y Estados Unidos fue denotado como "dialogo principal" porque Estados Unidos reserva el término "dialogo estratégico" para las interacciones con los aliados. Pero parece que la actitud de EE.UU. hacia el Dialogo Estratégico y Económico aun la influye "la clasificación de país" de China. Parece que Washington es más sensible a lo negativo que a lo positivo de la relación bilateral.

Segundo, el lado de EE.UU. restringe severamente los intercambios estratégicos con China en ámbitos tales como la relación militar-militar, la cooperación en el espacio ultraterrestre y las exportaciones de tecnología alta. Estas restricciones crean muchas críticas dentro de la sociedad china y no permiten que Pekín confíe en Estados Unidos.

Tercero, Estados Unidos sigue desarrollando y trabajando hacia el lanzamiento de sistemas de defensa de misiles estratégicos dentro de Estados Unidos y en los países en la periferia de China, aunque China ha expresado continuamente sus preocupaciones sobre las implicaciones del sistema estratégico para la disuasión nuclear de China. Tomando en cuenta los planes de defensa con misiles de Washington, los argumentos sobre la naturaleza desestabilizante del programa espacial de China son aun menos convincentes.

Si alguien quiere suavizar el riesgo de una guerra nuclear, las armas antisatélite no deberían ser el enfoque principal. El intercambio de opiniones de una gran cantidad de temas adicionales sería más productivo para reducir el recelo estratégico y mermar el riesgo nuclear. Desde el punto de vista de China, vincular la guerra nuclear con las armas antisatélite solo indica que los países occidentales quieren limitar el programa ultraterrestre de China. Sin embargo, no hace nada para reducir el riesgo nuclear. Puede que el intercambio en esta mesa redonda, en donde las partes de varios lados expliquen, clarifiquen y elaboren sus posturas sobre cuestiones estratégicas, ayude a deshacerse de malentendidos, interpretaciones equivocadas y cálculos erróneos.

 

Mucho ruido y pocas nueces

El ensayo antisatélite de China en 2007 provocó un gran debate entre los diseñadores de políticas en Estados Unidos en cuanto a la eventual vulnerabilidad de los bienes espaciales en EE.UU. Muchos académicos y analistas creen que, en la última década, China ha estado invirtiendo paulatina, pero continuamente, en una amplia gama de capacidades contraespaciales que efectivamente serían una amenaza para los Estados Unidos y sus aliados. Dos asuntos son el centro de preocupación.

Primero, las capacidades contraespaciales chinas algún día podrían desafiar el comando estadounidense de las tierras comunes, en particular en la zona espacial. Esta es una consideración vital con respecto a las operaciones militares convencionales de Washington porque los bienes espaciales le brindan a Estados Unidos enormes ventajas en vigilancia militar y en otras áreas. Segundo, algunas capacidades contraespaciales ponen en peligro los bienes que son importantes para la postura nuclear de "alerta de lanzamiento al recibir el aviso" de Washington. El ataque en dichos bienes podría llevar  a una guerra nuclear accidental. Algo relacionado al tema es que a algunos les preocupa que las inversiones de Pekín en tecnologías contraespaciales podrían provocar una carrera armamentística regional, en particular porque Delhi podría invertir en dichas capacidades, aumentando el riesgo de un intercambio accidental nuclear entre la India y China.

Posturas y motivaciones. El sector militar de EE.UU. goza de ventajas cualitativas significativas sobre los rivales potenciales debido al apoyo brindado por las plataformas espaciales. Una amplia gama de imágenes satelitales, por ejemplo, mejora significativamente las capacidades de vigilancia de EE.UU. Los dispositivos globales de posicionamiento satelital ayudan a las fuerzas de EE.UU. a guiar sus armas con una exactitud sin precedentes. Los satélites de comunicación ayudan a controlar el flujo de información. Como resultado, las fuerzas militares de EE.UU. tienen la posibilidad de proyectar su fuerza expedicionaria. Pueden operar en diferentes ámbitos, utilizando tanto doctrinas, como equipo sofisticado que dependen de satélites para la vigilancia avanzada, reconocimiento, comunicación, navegación y datos de cronología.

Sin embargo, los bienes espaciales de EE.UU también serían eventuales debilidades, en especial para las capacidades contraespaciales chinas. Varias evaluaciones que se basaron en datos disponibles al público sugieren que, a pesar del aumento en las inversiones chinas en las tecnologías contraespaciales, Washington aún goza de una ventaja tremenda en las operaciones convencionales realizadas con la ayuda de los bienes espaciales. Aun así, China se muestra renuente en participar cabalmente en un orden mundial que se rige por reglas que Washington formuló después de la Segunda Guerra Mundial, y esta es la preocupación clave de los diseñadores políticos de EE.UU. A ellos les preocupa que China demuestre una conducta impredecible, y efectivamente, ese carácter impredecible fue manifestado con el ensayo de armas antisatélite que China llevó a cabo en 2007, y en otros ensayos en el espacio ultraterrestre desde ese entonces.

Una segunda preocupación para los diseñadores de políticas de EE.UU. es que las capacidades contraespaciales podrían provocar de manera accidental un intercambio nuclear, es decir, entre Estados Unidos y China, o entre China y la India. A varios de los diseñadores de políticas de EE.UU les preocupa que China pudiese utilizar sus capacidades contraespaciales para destruir los bienes espaciales importantes de Washington, tal como los satélites para el aviso temprano. En algunos escenarios, esto podría llevar a conclusiones incorrectas de que China habría decidido lanzar un ataque nuclear preventivo. De manera similar, las inversiones chinas e indias en estas capacidades podrían llevar a un error de cálculo en Pekín y Delhi, intensificando el conflicto a un intercambio nuclear. Pero para entender la probabilidad de dicha situación, es importante entender las motivaciones de China y la India para adquirir capacidades contraespaciales y también entender las posturas nucleares de ambos países.

Lamentablemente, las motivaciones de China, sobre las capacidades contraespaciales permanecen poco claras. ¿China estará pensando en disminuir el comando de EE.UU. de la tierra comuna para obstaculizar las capacidades operacionales de las fuerzas de EE.UU en Pacífico Occidental? ¿Pekín tiene pensado eliminar las capacidades de vigilancia nuclear de EE.UU? Estas preguntas críticas aún no tienen respuesta. Lo que es más confuso para los diseñadores de política es si China respondiera a estas cuestiones de la misma manera que Moscú durante la Guerra Fría; en esa época, la Unión Soviética y los Estados Unidos disminuyeron la presión y se garantizaron más seguridad al establecer los tratados tales como el Tratado del Espacio Ultraterrestre. Una cosa sí es segura: Las capacidades actuales contraespaciales de China son suficientes para negarle a Estados Unidos acceso al espacio, pero solo de manera temporal.

Cuando se trata de la postura nuclear, la situación es aún más clara: China no tiene pensado realizar un ataque nuclear primero. Desde 1964, cuando China realizó su primera prueba nuclear, hasta mediados de 1990, cuando las negociaciones para la Prohibición Integral de Ensayos Nucleares empezaron, la modernización del arsenal chino era a paso de tortuga. A finales de los setenta, China desarrolló una capacidad de misiles balísticos de largo alcance para poner como objetivo a los Estados Unidos Continentales, pero Pekín a penas tenía una decena de misiles. Para los chinos, hasta una proporción de ojivas de 125 a 1 a favor de Washington parecía suficiente para obtener la disuasión nuclear. Y a diferencia de Estados Unidos, que desarrolló un arsenal que incluía varios miles de ojivas y sistemas de entrega, capacidades diversas de conflicto de guerra nuclear, y redundancias generalizadas, China dejo que su arsenal fuera simple. Pekín abandonó lo técnico por lo político.

Hoy en día, todas las pruebas sugieren que China, aunque su arsenal nuclear ha crecido, no ha reflexionado fundamentalmente en su postura. Por ende, no es muy probable que China considere que las armas antisatélite sean un medio para inhabilitar los satélites de vigilancia nuclear. Y aunque China no adoptara la política de no utilizar las armas primero, los sistemas de entrega nuclear de Pekín no son particularmente exactos. Son incapaces de ejecutar un tipo de "primer ataque esplendido" que pudiera eliminar las fuerzas nucleares terrestres de EE.UU.

A pesar de las tensiones entre China y la India, la postura nuclear de Delhi ante Pekín está bastante relajada, ya que se basa en la disuasión mínima y en la estricta política de no usar primero las armas. Los administradores de seguridad nacional en India, como sus homólogos chinos, ven a las armas nucleares como herramientas políticas, y se han resistido a los esfuerzos de los planeadores militares para desechar esa misma política. India posee aproximadamente 100 ojivas nucleares, pero ninguna se acomoda a los misiles bajo condiciones normales. Los diseñadores indios de política, debido al compromiso fuerte del país hacia el no usar primero las armas, tienen pocos incentivos para desarrollar las armas antisatélite operacionales necesarias para cumplir con el ataque primero en contra de China. Tales ideas casi no figuran en el foro público indio sobre la seguridad espacial. Por el contrario, muchos de los enfoques del debate se centran alrededor de la defensa del aumento de bienes espaciales de la India en la órbita baja terrestre.

Para estar seguros, la demostración exitosa de China de una arma antisatélite impulsó un debate en la India y provocó que la Organización de Investigación de Defensa y Desarrollo empezara a hacer esfuerzos exploratorios para desarrollar capacidades de represalias y de una arma antisatélite de la India. Sin embargo, los esfuerzos de investigación de antisatélites de India, a diferencia de China, surgieron de un programa nacional de defensa de misiles, lo que sugiere que proviene mayormente de ese programa. Muchas de las tecnologías antisatelite de energía cinética coinciden con los sistemas de defensa de misiles balísticos actualmente en desarrollo en la India, en especial en las áreas de rastreo de radar y adquisición de objetivos. Las pocas pruebas disponibles al público sugieren que las autoridades indias no han establecido un programa antisatélite. Aunque Delhi lo hiciera, la tecnología de armas antisatélite no ha sido corroborada en su mayoría; no se ha hecho ni una sola prueba. En cambio, Estados Unidos realizó casi unas tres docenas de pruebas, y la ex Unión Soviética como unas dos docenas, antes de declarar que sus armas antisatélite tenían funcionamiento.

Si a Estados Unidos le preocupa que los avances chinos reduzcan su primacía espacial, las pruebas sugieren que los sistemas chinos son capaces de, por lo menos, desafiar la primacía estadounidense. Pero decir que las preocupaciones de los avances chinos e indios en las tecnologías contraespaciales provocarían un intercambio nuclear accidental es exagerado. Las capacidades contraespaciales chinas e indias no han avanzado lo suficiente para destruir los avisos tempranos de satélite de EE.UU., y a un nivel más fundamental, las posturas nucleares de la India y China siguen orientándose hacia la disuasión.

 

Round 2

Pocas razones para alarmarse

En la segunda ronda, Nancy Gallagher alentó a "todas las partes a admitir que sus experimentos en el espacio ultraterrestre, los experimentos de defensa de misiles y el afán de controlar el espacio como si fuere un espacio común hace que los demás estados se sientan extremadamente inseguros". Me pregunto cuánto derecho tiene Estados Unidos para sentirse inseguro sobre las actividades espaciales de otras naciones. Pero la duda más importante que permanece en esta mesa redonda es si las armas antisatélite eventualmente provocarían un intercambio nuclear accidental. Wu Chunsi y yo estamos de acuerdo en que las armas antisatélite no aumentan el riesgo de una guerra nuclear. Gallagher discrepa.

Hoy en día,  los bienes espaciales brindan ventajas disparejas y sin paralelo al ejército de EE.UU  en la guerra convencional. Aún así, los analistas de seguridad estadounidenses temen que el aumento en las capacidades contraespaciales de China aumenten el costo del conflicto convencional en el Oeste del Pacífico. Para estar seguros, China está amenazando con cerrar la brecha en el espacio. Sin embargo, los indicios a la vista sugieren que Estados Unidos mantendrá su dominio por mucho tiempo, en parte debido a que Washington goza de redundancias en sus bienes espaciales y terrestres, que serían suficientes para neutralizar los avances contraespaciales de China. ¿Sin embargo, el avance en las capacidades contraespaciales de China y la erosión del dominio de EE.UU resultarían en el comportamiento agresivo de China y una mayor estabilidad? Si la respuesta es sí, los avances en China en el espacio, efectivamente, serían amenazadores. Si la respuesta es no, es un punto irrelevante. De todos modos, como Wu y yo argumentamos, países (tales como China y la India) que se comprometieron a no ser los primeros en realizar ataques nucleares, no tienen ningún incentivo para desarrollar las armas antisatélite, para lanzar los primeros ataques.

La política de la India de no usar armas primero, coincidentemente, no ha cambiado mucho en los últimos 15 años, y parece que no cambiará pronto. Y nada indica que la India busque fabricar armas antisatélite. Aunque en la segunda ronda, Gallagher señaló que la India está "realizando investigaciones antisatélite en el contexto del programa balístico de defensa de misiles". No presenta ninguna prueba para respaldar su afirmación. Ciertamente, las tecnologías subyacentes de las armas antisatélite y la defensa balística de misiles comparten algunas sinergias. Pero no existe nada —aparte de las pocas declaraciones de los oficiales en turno del exgobierno de la Alianza Unida Progresiva— que indique que la India quiera armas antisatélite. Por el contrario, los administradores de la política india parecen estar completamente al tanto de los peligros alrededor de las armas diseñadas para matar en el espacio.

En conclusión, comparto el deseo de, tanto Wu, como Gallagher, de entablar un diálogo estratégico sobre los temas espaciales para responder a los temores de todas las partes y prevenir los malentendidos potenciales. Pero yo enfatizaría, junto con Wu, que naciones tales como la India y China darían la bienvenida al diálogo solo si las reglas y los marcos subyacentes son justos. Los administradores de políticas indias, en especial, estarían más dispuestos a dialogar sobre el espacio ultra terrestre solo si se reflejará genuinamente los temores y si se llegará a un acuerdo para las medidas que obstaculizan las opciones de la India en el espacio, en tanto que la India pueda continuar con su afán de paridad tecnológica con otros países.

Hay que admitir cuando das miedo

Estoy de acuerdo con mis colegas de la mesa redonda, Wu Chunsi y Bharath Gopalaswamy, sobre los puntos importantes: no es lógico que por poseer armas antisatélite cualquier país iniciaría una guerra nuclear, y la implementación universal de políticas creíbles de la política de no usar armas primero reduciría el riesgo nuclear de manera más directa que limitar las armas espaciales. Sin embargo, discrepo con la premisa subyacente de mis colegas que cuando los estadounidenses advierten sobre los peligros a la seguridad internacional por la propagación de las capacidades antisatélite, solo están intentando, —para poder preservar el dominio militar, tecnológico y económico de EE.UU—, evitar que los competidores potenciales pudiesen adquirir las capacidades que Washington ya desarrolló hace varias décadas.

Sin importar lo que según hacen los funcionarios de varias naciones, la propagación de las capacidades antisatélite es verdadera. China, con el "experimento ultra terrestre" de 2007, demostró que podía destruir uno de sus propios satélites con tecnología diseñada para matar, como demostró Estados Unidos en 2008 que podía adaptar un interceptor de defensa misil, Aegis, para destruir uno de sus propios satélites (el USA-193, cuyo tanque de gasolina supuestamente podría haber amenazado "la seguridad pública".) Del mismo modo, aunque la India está realizando investigaciones antisatélite bajo el contexto del programa balístico para la defensa de misiles, en vez de bajo un programa básico de desarrollo antisatélite, no existe ninguna importancia militar sobre esta distinción.

Los efectos negativos eventuales de las armas antisatélite sobre la estabilidad de la disuasión, la estabilidad en crisis y de la carrera armamentística han sido debatidos por décadas. Las preocupaciones sobre dichos temas no fueron inventadas para restar legitimidad al programa espacial de China. Efectivamente, representaban el meollo de la lógica de control de armas que llevó a la creación del Tratado del Espacio Ultra Terrestre de 1967, y también llevó a la creación de un régimen tácito de las limitaciones antisatélite, que aún perduran, en cierto modo, hasta la fecha. A finales de los años cincuenta, los misiles balísticos de punta nuclear representaban, tanto para la Unión Soviética, como para Estados Unidos, una capacidad de antisatélite latente. A finales de los años sesenta, los soviéticos realizaron experimentos con armas antisatélite rudimentarias en la modalidad no nuclear. Sin embargo, ni Moscú ni Washington se dedicaron al programa antisatélite tan rápido como deberían de haberlo hecho. Ninguno de ellos realizó un ataque antisatélite. Ambas partes calcularon que cualquier ventaja de corto plazo que podría aumentar al destruir el satélite del adversario durante una crisis, no sobrepasaría el riesgo de un conflicto agravado.

Para estar seguros, la política antisatélite de EE.UU no ha sido coherente en los últimos años. El Gobierno de Carter intentó sin éxito negociar las limitaciones legales sobre el desarrollo y el uso de armas antisatélite. El Gobierno de Reagan, que consideraba que la Unión Soviética era menos predecible, transparente y limitada de lo que es considerada China en la actualidad por los líderes políticos y militares de línea dura de EE.UU, rechazó este acercamiento. El Gobierno de George W. Bush se dedicó a las armas antisatélite (y a la defensa de misiles), a lo mínimo, con el mismo entusiasmo que el Gobierno de Reagan, aunque su lógica se basaba en evitar que los países más débiles pudieran lanzar ataques asimétricos en contra de Estados Unidos y sus aliados y no para disuadir ataques masivos de los poderes militares del mismo tamaño aproximadamente.

Hoy en día, el programa militar de EE.UU sigue siendo el número uno en el espacio por una gran ventaja, pero no ejerce el completo control ofensivo y defensivo que exhorta la Visión de 2020 del Comando Espacial de EE.UU; un grado de dominio que podría brindarle libre acceso a Washington del uso del espacio para sus propios fines; la capacidad de proteger todos sus bienes espaciales; y la capacidad de negarle acceso al espacio a los demás países con intenciones hostiles. La comunidad internacional tampoco le ha pedido al ejército de EE.UU que "tome el mando del patrimonio espacial"  como parte de un servicio público global. De todos modos, los demás países no estarían de acuerdo con los esfuerzos de EE.UU de tomar el mando del patrimonio espacial, por lo tanto cumplir con tal misión sería difícil, caro y arriesgado.

De ahora en adelante, Estados Unidos, China y la India y las demás naciones probablemente desarrollarán capacidades sofisticadas en el espacio, ya sea de doble uso, o estrictamente militares, aunadas a escenarios elaborados de cómo estas capacidades podrían ser utilizadas para ganar o compensar ventaja en una crisis o en una guerra de menor importancia. El recelo aumentará. El dinero se desviará para otros usos. El secreto en cuanto al presupuesto espacial, los programas de adquisición y las operaciones aumentaría. Una amplia gama de riesgos de seguridad se volvería más grave.

El diálogo estratégico solo podrá mejorar la situación si las partes admiten que algunos de sus experimentos en el espacio ultra terrestre, los proyectos de defensa de misiles y los esfuerzos para controlar el patrimonio espacial generan un sentimiento de gran inseguridad en las demás naciones. Ciertamente, esta misma puede ser reducida como lo que sucedió por varias décadas, por medio de una mezcla de reglas formales, limitaciones informales recíprocas y tranquilidad. Pero como aludió Wu, la inseguridad probablemente se reducirá si los esfuerzos para robustecer el orden, con base en leyes en el espacio, se realizan de una manera beneficiosa, equitativa e inclusiva para todas las partes. Dichos esfuerzos no pueden centrarse únicamente en un tipo de amenaza, como las armas de antisatélite destructivas, o de un solo tipo de riesgo, como la guerra nuclear.

Haciendo espacio para los recién llegados

En la primera ronda, mi colega de la mesa redonda, Nancy Gallagher, expresó sus preocupaciones por el creciente riesgo potencial de una guerra nuclear debido a las armas antisatélite. Su preocupación proviene del deseo de, tanto prevenir una guerra catastrófica, como de conservar la seguridad en el espacio ultraterrestre. Yo también comparto estos anhelos, pero aún considero, como lo expresé en la primera ronda, que las políticas que permiten el uso de armas nucleares primero son uno de los mayores contribuidores para el riesgo de un intercambio nuclear.

Dos participantes de esta mesa redonda dedicaron bastante atención a las políticas de no utilizar las armas primero en la primera ronda. Lo que es curioso es que ambos autores representan a naciones que son recién llegadas al espacio ultraterrestre; en el caso de Bharath Gopalaswamy, la India, y en el caso mío, China. (Gallagher también respaldó la opinión de que "las naciones dotadas de armas nucleares [deberían adoptar] políticas inequívocas de no usar armas primero", pero no fue un enfoque principal de su ensayo de la primera ronda). Gopalaswamy y yo tenemos otro punto en común: Él escribió extensamente en la primera ronda sobre las preocupaciones en Washington de que Pekín podría retar el poderío espacial de EE.UU, mientras que yo señalé la importancia de garantizar los derechos espaciales de los recién llegados (es decir, garantizar que el poder espacial dominante no infrinja los derechos de los demás). ¿Será coincidencia que los autores que representan a China y la India consideran que la política de primer uso y el dominio de EE.UU en el espacio es una parte integral del debate de las armas antisatélite? No, en lo absoluto. Los recién llegados al espacio naturalmente tendrán las mismas preocupaciones y preferencias políticas que diferirán de aquellas de la potencia dominante.

Considerar las preocupaciones de los recién llegados al espacio es, por ende, una cuestión clave para los Estados Unidos y la comunidad internacional en general. Dos temas son vitales si las naciones van a gozar de una relación espacial saludable, estable y cooperativa. Primero, el espacio debe permanecer abierto. Como lo señaló Gallagher en la primera ronda, se considera que el espacio "está a disposición de todos los estados conforme al derecho internacional" y debe permanecer de ese modo. Cualquier intento de monopolizar el espacio en pro de los intereses de una nación sería contraproducente. Segundo, deben establecer leyes y reglamentos para garantizar el comportamiento adecuado de las naciones en el espacio ultraterrestre.

China está dispuesta a cumplir con las reglas y los reglamentos de derecho internacional, mientras que sean justas y equitativas. Sin embargo, Pekín considera injusta la presión ejercida en China con relación a las armas antisatélite. Desde la perspectiva de China, las armas antisatélite son solo uno de varios tipos de armas espaciales. Efectivamente, China (y otras naciones) ha propuesto desde hace tiempo un tratado que prohíba todas las armas en el espacio. Estados Unidos no ha demostrado ninguna disposición para entablar una dialogo por dichas propuestas. ¿Sin embargo, por qué debería aceptar China la idea de que las armas antisatélite son más peligrosas que otras armas espaciales?

Un terreno común. En el espacio, como concuerdan mis dos colegas de la mesa redonda, Estados Unidos goza de obvias ventajas. Mientras tanto, China, está volviéndose una potencia en ascenso, aunque no significa necesariamente que Pekín intentara competir con Washington en el espacio. China cuenta con varias razones para participar en actividades espaciales, para fomentar el desarrollo económico, estimular los avances en ciencia y tecnología y, por supuesto, robustecer la seguridad nacional. Nada de esto significa que China deba intentar volverse el número uno en el espacio. Y aunque China pudiera ganarle a Estados Unidos en la competencia, ¿de qué serviría? Si "ganar" no diera cabida a la paz, seguridad y desarrollo del pueblo chino, no serviría de nada. Por lo tanto, ver el programa espacial chino únicamente en términos de seguridad y militares limitaría nuestra perspectiva. Exagerar el peligro asociado con el programa espacial de China solo genera problemas. En vez, la comunidad internacional debería buscar un terreno común y vías para colaborar en el espacio.

Por último, la primera ronda sugiere que China debe exponerle más abiertamente al mundo sus estrategias espaciales, nucleares y de defensa. El gobierno chino se ha esforzado arduamente en comprobar que sus intenciones son pacíficas y cooperativas, pero parece que estos esfuerzos no han dado frutos. Por lo tanto, China debe ser más transparente para ayudar a desvanecer las preocupaciones de la comunidad internacional.

 

Round 3

La lógica del control de armas espaciales

En la tercera ronda, Wu Chunsi arguyó que las propuestas de control de armas deberían coincidir con las actuales circunstancias de seguridad y que las ideas que se basan en la lógica de la Guerra Fría no son adecuadas en la actualidad. Concuerdo en que un objetivo importante del diálogo estratégico debería ser encontrar formas de cooperación para responder a cualquiera de los riesgos y oportunidades que cada nación consideraría ser el resultado del desarrollo, los ensayos y la utilización de las tecnologías espaciales que comprenden aplicaciones tanto legítimas como potencialmente amenazadoras. ¿Sin embargo, dicho debate debería empezar de cero? Las circunstancias y las preocupaciones que moldearon el control de armas de Guerra Fría son más importantes de lo que las personas creen y pueden incorporarse en la lógica de control de armas espaciales en el siglo XXI.

Wu tomó a la ligera las circunstancias alrededor del control de las armas durante la Guerra Fría: Dos partes con poderes casi iguales, que gozaban de una comunicación fácil y que poseían inteligencia exacta sobre la preferencia de cada uno, consiguieron acuerdos bilaterales. Sin embargo, muchas de las negociaciones, incluyendo a las del Tratado del Espacio Ultra Terrestre y del Tratado de No Proliferación Nuclear, fueron multilaterales. El recelo, la mala comunicación, la reserva y la discreción diplomática no dejaban claras las intenciones de cada uno. Y mucho después de que la Unión Soviética consiguió la "igualdad" nuclear con Estados Unidos, los diseñadores de políticas, de todas formas, siguieron debatiendo la importancia de una asimetría verdadera o imaginada entre las capacidades actuales y futuras.

El mismo riesgo. Bharath Gopalaswamy, mientras tanto, para respaldar su argumento de que las armas antisatélite no aumentan el riesgo de una guerra nuclear, y que el control de las armas antisatélite no es necesario, evaluó durante la segunda ronda una coyuntura de seguridad que suena como la versión reciclada de una situación de seguridad utilizada por los adversarios del control de armas en los años 70. En ese entonces, los grupos tales como el Comité sobre el Peligro Actual demostraban a la Unión Soviética como una potencia en crecimiento, más agresiva y con la posibilidad de lanzar un primer ataque nuclear si tuviera la oportunidad de evitar represalias devastadoras. En el escenario de Gopalaswamy, China remplaza a la Unión Soviética. Aunque al final Gopalaswamy argumentó que las crecientes capacidades contraespaciales de China no son causa de alarma, pasó por alto un punto: los actuales líderes chinos, —sin o con armas antisatélite o con una política de no usar armas primero— al igual que los líderes soviéticos, probablemente, no considerarían que un ataque nuclear deliberado a los Estados Unidos o sus aliados sea una acción racional.

Efectivamente, la principal causa de preocupación sobre el espacio y la estabilidad estratégica, hoy en día, concierne el mismo riesgo al cual el Tratado del Espacio Ultra Terrestre intentó responder: Cuando la guerra parece inminente, y si las partes poseen la capacidad técnica para colocar armas en el espacio y destruir satélites utilizados para la advertencia temprana, el reconocimiento o la comunicación, los incentivos para el ataque preventivo sobre los bienes espaciales aumentarán. Valerse de las armas antisatélite en la ronda de apertura en un conflicto podría producir una guerra que ninguna parte querría, mientras también reduciría la eficacia del comando, el control, la comunicación y la inteligencia necesaria para la gestión apta de crisis, el control de un escalamiento y la extinción de la guerra.

Toma y daca. Ambos, Wu y Gopalaswamy, han enfatizado que las reglas de seguridad espacial deben ser justas para los recién llegados al espacio. Efectivamente, el Tratado del Espacio Ultra Terrestre y los acuerdos relacionados a la seguridad espacial no fueron negociados únicamente para robustecer la estabilidad estratégica bilateral; también fueron explícitos en diseñarlos para ayudar a los estados y a los actores no estatales a utilizar el espacio para una amplia gama de propósitos pacíficos, sin enfrentarse a la discriminación o interferir accidentalmente en el uso del espacio de otra parte.

Es claro que se requiere un debate minucioso sobre las amenazas y las oportunidades que las naciones perciben en el espacio y sobre los acuerdos cooperativos que ellos considerarían justos y de mutuo beneficio. Por ejemplo, cuando Gopalaswamy señaló que "los administradores indios de políticas parecen estar muy al tanto de los peligros de las armas diseñadas para matar en el espacio", ¿se refiere solo a los escombros generados por los ensayos (o por la utilización) de armas antisatélite diseñadas solo para matar? O, ¿también reconoce el peligro de que el desarrollo de componentes de defensa de misiles podría ser alterado para el uso antisatélite? Los expertos chinos, mientras tanto, a menudo arguyen que la manera de reducir los riesgos nucleares sería la aplicación y el uso continuo de la política de no usar las armas primero en los países dotados de armas. Sin embargo, a cambio de la declaración estadounidense de que el único propósito de las armas nucleares de Washington es de disuadir un ataque nuclear, ¿cómo podría Pekín responder a las preocupaciones de EE.UU sobre el uso chino de las armas antisatélite?

Tales debates deberán diferenciarse de maneras importantes de las que guiaron al Tratado del Espacio Ultra Terrestre. Como lo anticiparon los redactores del tratado, la tecnología ha progresado y el número de estados y actores no estatales que usan el espacio para fines distintos ha crecido. Los objetivos de la cooperación espacial también debería abarcar más temas ahora que en el pasado, centrándose no solo en robustecer la estabilidad de la disuasión, sino también prevenir que los nuevos retos, tales como los escombros espaciales y el calentamiento global, se vuelvan más serios. En vez de utilizar argumentos en contra de algo que no fue propuesto para refutar la importancia de la teoría y práctica previas del control de armas, tendríamos que combinar las nuevas y viejas ideas para determinar lo que más conviene en la actualidad.

 

Nuevas circunstancia, nuevos acercamientos

En la segunda ronda, Nancy Gallagher se ahondó en el tema de la historia de la Guerra Fría con un debate sobre las interacciones entre los estadounidense y en cuanto a la lógica de las armas antisatélite y el control de armas que perduró durante ese tiempo. Gallagher dio fuertes indicios de que medidas semejantes de control de armas deberían ser los objetivos actuales, que las naciones deberían moderar su interés en desarrollar (y ciertamente, en utilizar) las capacidades antisatélite y que, por el contrario, deberían emprender el camino que Washington y Moscú moldearon en las últimas décadas.

Es entendible que Gallagher y los demás sientan urgencia para volver a robustecer los esfuerzos de control de armas internacionales y el desarme, debido a que los esfuerzos se han paralizado por muchos años. Yo, también, por lo general, apoyo el mantenimiento de la estabilidad estratégica y los avances en el control de armas, pero, al mismo tiempo, es importante señalar que las relaciones actuales entre Estados Unidos y los recién llegados al espacio difieren de las viejas relaciones americano-soviéticas.

Primero, como lo analizó Bharath Gopalaswamy en su segundo ensayo, hoy en día, Estados Unidos goza de una gran asimetría de poder en el espacio ultra terrestre. Esta asimetría complica los cálculos del control de armas. A Estados Unidos, debido a su dominio, tal vez no le interese limitar sus acciones en el espacio. Los recién llegados al espacio, debido a su debilidad relativa, tienden más a ejercer una mayor vigilancia para proteger sus derechos, en vez de adelantar el desarrollo. La asimetría de los poderes polariza las posiciones nacionales y dificulta la reconciliación.

Segundo, muchos de los recién llegados al espacio ultra terrestre, notoriamente China y la India, son muy diferentes de Estados Unidos en términos culturales. Estados Unidos y la Unión Soviética diferían marcadamente sobre cuestiones ideológicas, pero se podía suponer un grado razonable de familiaridad cultural; las personas en ambos bandos, por ejemplo, solían sentirse cómodas expresando sus preferencias de manera bastante directa. En los países asiáticos esto casi no siempre es el caso. Por lo tanto, Estados Unidos, a veces, se queda dudando de las verdaderas intenciones de China, suponiendo lo peor, y llegando a conclusiones incorrectas. Esta dinámica desempeña un papel cuando China responde a las propuestas de EE.UU con el silencio. El silencio podría significar que, aunque China esté de acuerdo con la propuesta, de todas formas, desea dejar un espacio abierto para la cooperación (mientras se evita la oposición pública). Pero, Estados Unidos podría muy fácilmente interpretar el silencio de China como un simple rechazo a la cooperación; lo opuesto a lo que China pretende hacer. Las cuestiones culturales de esa índole deben de considerarse cuando los acuerdos de control de armas sean elaborados. Simplemente al seguir el modelo del acuerdo americano-soviético, probablemente, no se alcanzarían los resultados deseados.

Tercero, el panorama en el espacio ultra terrestre ha cambiado bastante en las últimas décadas. El espacio se está concurriendo más. Hoy en día, muchos países tienen la tecnología para participar en actividades espaciales y parece inevitable que los nuevos actores lleguen a dominar las capacidades antisatélite. En medio de esta realidad cambiante, los acuerdos bilaterales como los que buscaban Estados Unidos y la Unión Soviética tal vez no sean los más adecuados. Un mejor acercamiento sería buscar acuerdos multilaterales o trabajar con instituciones internacionales.

China entiende porque la comunidad internacional pide un resurgimiento de los procesos de control de armas alrededor de las armas antisatélite y de otros temas del espacio ultra terrestre. Y China, por lo general, apoya el control de armas en el espacio ultra terrestre. Pero como dice el dicho, el diablo está en el detalle. La verdadera pregunta no es si los países individuales apoyan los esfuerzos para el control de armas y si desean la estabilidad estratégica, pero, por el contrario, cómo se alcanzarán estas metas, conforme a qué principios y cuáles prioridades se buscarían. Mientras vayan cambiando las circunstancias en el espacio, la naturaleza de los acuerdos de control de armas entre naciones también debe de cambiar. Sin embargo, si los jugadores más importantes no llegan a un entendimiento claro y común sobre la nueva realidad en el espacio, será difícil entablar un diálogo constructivo.

 


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