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By Ta Minh Tuan (ES), September 2, 2012
En los años recientes, la idea de establecer un banco internacional de combustible nuclear ha ganado notoriedad, con los EEUU y otras naciones del Occidente promoviendo el concepto y esforzándose para hacerlo una realidad. Un ejemplo simple de cómo podría funcionar un banco de combustible es el acuerdo del año 2009 que se pactó entre Estados Unidos y los Emiratos Árabes Unidos (EAU); bajo ese acuerdo, Abu Dhabi aceptó no ejercer su derecho a enriquecer y a reprocesar materiales nucleares, mientras que Estados Unidos se comprometió a proporcionar uranio poco enriquecido a los EAU y también a proporcionar cooperación nuclear de varias maneras. No obstante, en los círculos políticos del mundo en desarrollo, el banco internacional de combustible no es una idea particularmente popular.
Académicos y funcionarios de gobiernos de Occidente, quienes abogan por un banco de combustible, a menudo aducen la necesidad de cerrar las lagunas en el régimen de la no proliferación. Ellos argumentan que la capacidad de un país bajo el Tratado de No Proliferación Nuclear de enriquecer uranio y reprocesar el combustible gastado crea un riesgo de proliferación armamentista, y que reducir este riesgo debe ser considerado como una alta prioridad. (Cabe mencionar, que algunos expertos sostienen que un banco de combustible no tendría éxito en su meta principal de limitar la proliferación, y de hecho lograría lo contrario).
¿Pero cuáles son las ventajas de un banco de combustible que motivaría a los clientes potenciales a que participen del mismo? Los proponentes señalan algunas cuantas. Primero, afirman que los clientes no tendrían que construir sus propias plantas de enriquecimiento, y esto ahorraría grandes cantidades de dinero que podrían ser usadas para otros propósitos. En 2008, se estimaba que el costo de construir una nueva instalación de enriquecimiento era de entre $250 millones y $ 3.300 millones, dependiendo de factores tales como la capacidad y la ubicación. Esto no es, en modo alguno, una cantidad insignificante, especialmente para las naciones en desarrollo que enfrentan limitaciones fiscales y que dependen de préstamos extranjeros o de otras formas de ayuda para financiar el desarrollo de sus sectores nucleares. En especial para los recién llegados a la industria nuclear, un banco de combustible podría mejorar la viabilidad económica de la energía nuclear.
Un segundo argumento a favor de un banco de combustible involucra la seguridad nuclear: un banco internacional de combustible reduciría las preocupaciones domésticas del país sobre cómo proporcionar protección física a sus materiales nucleares. Los países en desarrollo suelen enfrentan mayores dificultades que los países desarrollados en cuanto a poder asegurar que sus instalaciones nucleares sean seguras. Un banco de combustible permitiría que un país enfoque sus recursos para la seguridad de sus plantas nucleares en vez de dedicar parte de ellos a las instalaciones de enriquecimiento.
Un tercer punto a favor del banco de combustible es que, en muchos países, el apoyo público para la construcción de plantas nucleares ha disminuido significativamente desde el accidente en la Planta Nuclear Fukushima Daiichi. Fukushima reanudó el debate público sobre la energía nuclear y ha obligado a algunos gobiernos a que consideren sus planes para introducir la energía nuclear como alternativa a los combustibles fósiles. Aquellos gobiernos que quieran seguir desarrollando sus programas nucleares deben tomar en cuenta la ansiedad del público — y un banco de combustible podría ayudar en este respecto a mitigar, por lo menos ,hasta cierto punto, las preocupaciones sobre la seguridad de las instalaciones nucleares.
Pero las naciones clientes también deben considerar los problemas potenciales de un banco de combustible. Uno de estos problemas es que las naciones que renuncien a su derecho a enriquecer su propio combustible acabarían en una posición difícil si los precios del mercado de uranio poco enriquecido aumentaran drásticamente. En 1997, el precio en el mercado de un kilogramo de uranio poco enriquecido para uso en reactores de investigación era de aproximadamente $5,400. Para 2005, el precio había subido a aproximadamente $8,800 — un aumento de más del 60 por ciento en ocho años. Para una nación sin la capacidad de enriquecer combustible por su cuenta, los aumentos de costos de esta índole supondrían precios más altos de electricidad producida por plantas nucleares, que a su vez reduciría la competitividad de la energía nuclear en comparación con otras fuentes de energía. Además, no es claro cuánta libertad tendrían los clientes para negociar precios con los Estados abastecedores si un banco internacional de combustible llegara a concretarse. En resumidas cuentas, depender completamente del combustible extranjero para el funcionamiento de un reactor nuclear — y renunciar a la posibilidad de hacerlo de otra forma — parece riesgoso económicamente.
Otra serie de problemas potenciales concierne al combustible nuclear como un tema de seguridad nacional. Cualquier país que conserve un sector de energía nuclear pero que renuncie a su derecho de enriquecer uranio se expone potencialmente a la presión internacional; tiene menos espacio para conducir su política exterior. Esto es, si el abastecedor y las naciones clientes, experimentan tensiones diplomáticas o aún si se tornan antagonistas, la amenaza de cortar el suministro de combustible nuclear plantearía un riesgo importante para la seguridad nacional del estado cliente. Preocupaciones como éstas podrían parecer disparatadas para algunos, pero los que diseñan y planean políticas deben prever los peores escenarios.
Aún siun banco de combustible nuclear se volviera realidad, no empezaría a funcionar de inmediato. En el ínterin, un cliente potencial debe plantearse las siguientes preguntas básicas: ¿Es en realidad necesario un banco internacional de combustible? ¿ El país lo necesita? ¿De veras quiere uno? ¿Impondría simplemente un banco de combustible la voluntad del abastecedor sobre su cliente?
En cualquier caso, los países deben considerar que no se deberá esperar que un banco internacional de combustible nuclear elimine todas las preocupaciones sobreproliferación relacionadas al ciclo del combustible nuclear. El propósito de un banco de combustible es mitigar las amenazas de la proliferación — pero es sólo una de las muchas medidas usadas para tal propósito.
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