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By Masako Ikegami: ES, August 7, 2016
Mis colegas W.P.S. Sidhu y Sitki Egeli subrayan la importancia de establecer normas internacionales para la no proliferación de misiles, por ejemplo, mediante la ampliación y fortalecimiento del Código de Conducta de La Haya contra la proliferación de misiles balísticos. Sin embargo, las normas deben aplicarse a todas las partes de la misma manera, si queremos que sean eficaces. Si las normas y regímenes se imponen solo a una parte, como ocurre con el Régimen de Control de la Tecnología de Misiles, no pueden mitigar el sentimiento de inseguridad que conduce a la proliferación. Lo mismo se aplica a los instrumentos que aplican una doble moral, tales como el Tratado de No Proliferación Nuclear. La doble moral solo sirve para exacerbar la inseguridad, invitando a la ulterior proliferación.
En su lugar, las motivaciones de los proliferadores para proliferar merecen más atención de la que usualmente reciben. Entre los 31 países que poseen misiles balísticos, nueve son naciones con armas nucleares que continúan fortaleciendo sus capacidades en materia de misiles como un elemento de sus arsenales nucleares. Los otros 22, o bien poseen misiles balísticos como herencia de la Guerra Fría, o se ven envueltos en tensiones regionales extremas con la participación de al menos un Estado con armas nucleares.
Por ejemplo, Asia Oriental está encerrada en un círculo vicioso de proliferación de misiles. Corea del Sur y el Norte con armas nucleares han competido en la adquisición y desarrollo de misiles balísticos desde la década de 1970. Recientemente, en respuesta al cuarto ensayo nuclear de Corea del Norte y a una prueba con un misil de alcance intermedio, Seúl aceptó desplegar un sistema de defensa contra misiles, conocido como THAAD (Terminal High Altitude Area Defense). Japón comenzó con el despliegue conjunto de un sistema de defensa contra misiles balísticos con Estados Unidos tras el ensayo de un misil Taepodong llevado a cabo por Corea del Norte en 1998. A su vez, Taiwán, como reacción frente al despliegue masivo de China -que posee armas nucleares- de misiles balísticos de corto y mediano alcance, ha desarrollado misiles de alcance intermedio capaces de atacar objetivos valiosos, como Shanghái.
Es natural que las naciones que no pueden salir de este tipo de situaciones tensas, y que se enfrentan a adversarios equipados con misiles balísticos, se sientan amenazadas (especialmente si los misiles de sus adversarios están armados con ojivas nucleares). Por consiguiente, procuran obtener misiles balísticos por su cuenta, tanto para ganar una capacidad para tomar medidas de represalia prácticamente segura en caso de un ataque con misiles, como para desalentar intervenciones terrestres. Más precisamente, adquieren misiles balísticos para defenderse contra armas del terror, que es lo que realmente son los misiles armados con ojivas nucleares.
Empeorando las cosas, los Estados con armas nucleares están desarrollando actualmente armas nucleares «inteligentes», más precisas, con rendimientos más bajos y, por lo tanto, más «utilizables». Esta es una tendencia sumamente peligrosa. Si se desplegaran armas nucleares «inteligentes» en combinación con misiles balísticos de corto y mediano alcance en medio de un tenso conflicto regional, sería muy fácil imaginarse una Crisis de los Misiles cubana en desarrollo. Es necesario adoptar medidas urgentes -y un nuevo enfoque- para abordar el riesgo muy real de un escenario de guerra nuclear.
Mecanismos como el Régimen de Control de la Tecnología de Misiles y el Arreglo de Wassenaar han limitado y retrasado la proliferación de misiles balísticos, pero no han podido detener a los proliferadores decididos, en particular a miembros que no pertenecen al régimen, como China, Corea del Norte, Israel, India y Pakistán. Todos los enfoques relacionados con la proliferación de misiles que sean meramente técnicos e institucionales pueden estar condenados al fracaso. Se requiere un nuevo enfoque político, uno que aborde los motivos que llevan a los proliferadores a la proliferación.
Casi 30 años después de la conclusión del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) por parte de la Unión Soviética y Estados Unidos, es fácil olvidar cuán dramático fue su impacto. Las negociaciones para el tratado tuvieron éxito porque reemplazaron el espíritu de confrontación que rigió durante las décadas anteriores, por el espíritu de la confianza mutua. La confianza permitió efectuar una amplia verificación, inspecciones en el lugar y reducciones reales en las armas nucleares y también, fundamentalmente, puso fin a la Guerra Fría. En el transcurso de unos pocos años cayó el Muro de Berlín y colapsó la Unión Soviética. Probablemente el tratado cumplió en esto un papel fundamental.
Lo que se necesita ahora urgentemente es un tratado universal al estilo del INF que eliminaría la doble amenaza de misiles y armas nucleares no estratégicas. Sin dudas, las negociaciones para acordar este tipo de tratado presentarán sus desafíos. No tendrán varias de las ventajas que se presentaron durante las negociaciones del INF, por ejemplo, el cercano equilibrio entre las fuerzas estadounidenses y soviéticas, y la presencia de un poderoso movimiento anti-nuclear en Europa en ese momento. El mundo de hoy es bien diferente, entre otras razones porque existen muchísimas confrontaciones asimétricas con misiles. Sin embargo, lo que de verdad permitió que el Tratado INF fuera posible, fue la audaz visión política y la voluntad de eliminar clases enteras de armas de una vez. Con similar audacia, las armas nucleares no estratégicas y los misiles necesarios para transportarlas podrían desaparecer de la Tierra, de la misma forma que una vez lo hicieron las armas nucleares de alcance intermedio estadounidenses y soviéticas.
Topics: Nuclear Weapons, Technology and Security
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