Cómo revitalizar la no proliferación de misiles

By Sitki Egeli: ES, August 7, 2016

El genio de la tecnología de misiles se ha escapado y está tan lejos de la botella, que lograr volver a meterlo otra vez simplemente no es viable, si no completamente imposible. Más de dos docenas de países ya han adquirido las capacidades científicas, tecnológicas e industriales para producir misiles balísticos, de crucero o de ambos tipos. Una parte importante de la tecnología en cuestión tiene más de 70 años. Gran parte de la tecnología, los conocimientos y materiales relevantes para los misiles han pasado actualmente a ser de doble uso, lo que significa que sus aplicaciones civiles y comerciales son legítimas y extendidas. Los esfuerzos para contener la difusión de los misiles se ven socavados por el paso del tiempo.

Esto se aplica particularmente a los controles de las exportaciones -una amplia variedad de acuerdos destinados a frenar el flujo, tanto de misiles terminados como de las tecnologías y materiales relevantes- a naciones que todavía no los tienen. El comercio global en constante expansión está mermando, todos los días, la eficacia de los controles de las exportaciones y la tecnología. Sucede lo mismo con los viajes fáciles y económicos a través de las fronteras, así como con los increíbles avances en el almacenamiento y difusión de los datos, visibles en aplicaciones cotidianas como Internet.

Aumentando la tensión, algunos Estados que hasta ahora se consideraban «chicos buenos» en la escena de la no proliferación, están desarrollando un gran interés en los misiles de tipo convencional, tanto misiles balísticos con alcance relativamente corto como misiles de crucero con alcance relativamente largo. Corea del Sur y Turquía son dos de estos Estados, pero otros podrían incorporarse pronto a la lista.

¿Por qué estas naciones están procurando obtener estas tecnologías? La sabiduría convencional sostenía que los misiles balísticos, a menos que estuvieran acompañados de ojivas nucleares, eran tan imprecisos que no podían ofrecer una alternativa útil desde el punto de vista táctico a la supremacía aérea. Por consiguiente, cualquier país sin ambiciones de adquirir armas nucleares, pero con amplios recursos financieros y la reputación política necesaria para acceder a elementos avanzados de la supremacía aérea, se inclinaría por los aviones de combate. Sin embargo, esto ya no es así. ¿A qué se debe este cambio?

En Seúl y Ankara se debe en parte a la irritación con los vecinos rivales, con un desarrollo constante de misiles en Corea del Norte, Irán y Rusia, y con los arsenales diversificados y en continua expansión de estas naciones. Sin embargo, igual de importante -si no más- son los progresos logrados en un número de tecnologías que permiten el desarrollo de misiles. Estas comprenden el procesamiento y cómputo de datos, la miniaturización de componentes electrónicos, navegación y materiales avanzados. Los avances en estas áreas están dando lugar a una nueva generación de misiles de crucero y misiles balísticos tácticos (de corto alcance), con una mayor precisión, fiabilidad y asequibilidad que sus antecesores de la infame generación Scud. Los misiles balísticos de alcance más corto, cuya precisión se mide en metros, se han convertido en herramientas eficaces para destruir objetivos de gran valor y bien defendidos adentrados en lo más profundo del territorio de un contrincante. Una vez que se dispara uno de estos misiles, está prácticamente garantizado su impacto en el objetivo. No puede decirse lo mismo de los aviones de combate.

Así pues, si los avances tecnológicos están transformando a los misiles de crucero en activos útiles y asequibles para la guerra convencional, y si la fuerte demanda consigue resultados, ¿los días de controles de la tecnología y las exportaciones ya se acabaron? ¿Es hora de dejar de preocuparse totalmente por estos controles?

No, no sería inteligente renunciar a los controles.

Los controles de la tecnología y las exportaciones continúan haciendo la vida difícil a los proliferadores existentes y en vías de serlo. Aumentan los costos, alargan los tiempos de desarrollo y crean barreras políticas y psicológicas. Sin embargo, los controles actuales, que se concibieron hace más de tres décadas dentro del ámbito del Régimen de Control de la Tecnología de Misiles, deben replantearse y reajustarse. Las restricciones globales del régimen no se adaptan a los nuevos desarrollos en el campo, y su impacto se ha dispersado demasiado. Un enfoque más eficaz sería concentrar los controles en los artículos y sectores más importantes para la proliferación de misiles.

Por ejemplo, los controles podrían centrarse en los misiles de alcance más largo. Cuanto más largo es el alcance de un misil, menor es su dependencia de los conocimientos y materiales generalizados y de uso dual. Por lo tanto, desarrollar misiles de alcance más largo presenta una serie de desafíos técnicos y tecnológicos para quienes contribuyen a la proliferación, como la necesidad de equipar a los misiles con una segunda o incluso una tercera fase. De la misma forma, quienes se dedican a la proliferación deben aprender a manejar la tensión y el calor extremos causados por el reingreso a la atmósfera de la Tierra. Estos problemas cargan a los proliferadores con riesgos cada vez más grandes y costos elevadísimos. También exigen que se tenga acceso a una variedad de artículos y tecnologías especializadas; materiales exóticos necesarios para el reingreso a la atmósfera, ingredientes para propulsores y los conocimientos para las múltiples fases y los controles de separación. Los controles de la tecnología y las exportaciones pueden alcanzar su mayor impacto si se concentran en misiles de alcance más largo, que ya presentan grandes desafíos para quienes se dedican a la proliferación.

Aun así, los controles a las exportaciones no deben ser los únicos medios para abordar la proliferación de misiles. Otro enfoque provechoso sería limitar -e idealmente eliminar- todas las pruebas con misiles. Para afinar el diseño de un misil y garantizar su fiabilidad es necesario llevar a cabo múltiples pruebas. Por lo tanto, el talón de Aquiles de los proliferadores es la necesidad de efectuar amplias pruebas de vuelo; si no pueden hacerlas, se retrasa el desarrollo y despliegue de sus misiles, y quizás se evita completamente. Esto se aplica particularmente a los misiles de alcance más largo. A su vez, restringir las pruebas con estos misiles ofrece otra ventaja: estos misiles son los candidatos más probables para llevar armas nucleares. Los incipientes proliferadores -e incluso los que ya tienen experiencia en el campo- deben intentar confirmar la fiabilidad de sus misiles. De lo contrario, un misil defectuoso lanzado durante una guerra equivaldría a una ojiva nuclear desperdiciada. A su vez, un misil defectuoso que lleve una ojiva nuclear también crearía riesgos para la seguridad ilimitados debido a sus materiales fisibles.

La buena noticia es que ya existe una base para establecer una prohibición de pruebas: un mecanismo patrocinado por la ONU conocido como el Código de Conducta de La Haya contra la proliferación de misiles balísticos Este acuerdo voluntario y no vinculante, adoptado en 2002 con signatarios que superan hoy día los 135, implica la presentación de informes anuales sobre las pruebas con misiles y disposiciones sobre las notificaciones previas a los lanzamientos. La eficacia del código podría reforzarse y mejorarse de diversas formas como, por ejemplo, aumentando los miembros del código, fortaleciendo los mecanismos de cumplimiento, y agregando a los misiles de crucero, vehículos hipersónicos e incluso la defensa contra misiles al alcance del código. El código también podría revisarse para incorporar medidas relacionadas con la transparencia, generación de confianza y manejo de crisis; medidas que algunos Estados ya han implementado a través de acuerdos bilaterales.

Por último, la proliferación horizontal de misiles (es decir, los misiles que se propagan a un mayor número de Estados) podría contenerse mediante la defensa contra misiles, que está madurando rápidamente. No hay dudas de que los sistemas de defensa contra misiles son sumamente costosos y solo están disponibles para un puñado de Estados ricos y con un gran desarrollo tecnológico. A su vez, los paraguas para la defensa contra misiles que abran estos países no van a proteger a todos. Así que, quizás podría elaborarse un código de conducta internacional para ofrecer garantías de que los Estados sin misiles que sean amenazados con estos reciban automáticamente ayuda para la defensa contra misiles de miembros dispuestos y capaces de la comunidad internacional. Es probable que este tipo de código de conducta sea en gran medida simbólico, y que puedan cumplirse sus promesas puede depender mucho del contexto. Aun así, un código ayudaría a establecer normas internacionales contra el despliegue y uso de misiles, y ofrecería algo de tranquilidad a las naciones que opten por no participar en el desarrollo de los misiles.

 


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