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By Tri Mumpuni (ES), June 13, 2013
En muchos sentidos, Indonesia está avanzando económicamente de manera importante. De acuerdo al Banco Mundial, un 17,8 % de indonesios vivían por debajo de la línea de pobreza en 2006, pero este número actualmente ha disminuido a un 12 por ciento. La economía del país, ahora la décima sexta más grande del mundo, podría volverse la séptima más grande para el 2030. La empresa de consultoría gerencial McKinsey & Company reportó que 45 millones de un total de 240 millones de personas en Indonesia pertenecen a la clase de consumidores, un número que se pronostica crecerá a 170 millones en menos de dos décadas. Indonesia también se está urbanizando rápidamente. El 53 por ciento de la población vive en ciudades, y se espera que para el 2030 haya un 75 %.
Pero ¿de qué les sirven estas estadísticas a los indonesios — en especial a las mujeres en áreas rurales– cuyas vidas no se han visto beneficiadas hasta ahora por la creciente prosperidad? Cuando se trata de temas energéticos, no sirven para nada.
Indonesia es un país donde existen muchos recursos energéticos viables, sin embargo, la tasa de electrificación es tan solo del 57 %. Y donde los recursos energéticos son deficientes, en especial en las aldeas, las mujeres son quienes salen más perjudicadas. Ellas tienen que ir por la madera para la leña, el principal recurso de energía para la mayor parte de las familias. Ellas preparan la comida y buscan el agua potable, quehaceres que son muy difíciles cuando no tienen a su alcance servicios modernos de energía. En una familia indonesia tradicional, y en especial en comunidades rurales, las mujeres son el pilar del bienestar económico de la familia, y hacen frente a grandes dificultades cuando no disponen de energía moderna.
IBEKA, la organización no gubernamental de la cual soy directora ejecutiva, se centra principalmente en el desarrollo rural. Principalmente, ayuda a las áreas rurales para que alcancen su potencial económico proporcionándoles las tecnologías adecuadas de energía. IBEKA también pretende proteger el medioambiente y crear conciencia sobre la importancia de temas medioambientales para el desarrollo.
La energía renovable es proporcionada por las turbinas eólicas, paneles solares y biogas, entre otras tecnologías. Pero en Indonesia, un país bendecido con una enorme fuente de agua, la microhidraúlica — la utilización de agua a pequeña escala para generar electricidad –es frecuentemente la más apropiada.
Los proyectos microhidraúlicos se establecen de acuerdo a dos esquemas principales. El primero genera electricidad para una planta eléctrica individual que no está conectada a la red nacional. Dicho sistema fue creado por la comunidad para su propio uso: la comunidad estuvo involucrada en el planeamiento desde las primeras etapas y se hizo responsable del proyecto, después de recibir capacitación técnica y gerencial, para la administración, la operación y el mantenimiento; al final la comunidad es el único dueño del sistema.
La electricidad generada satisface las necesidades básicas de alumbrado, pero las mujeres aldeanas también utilizan la electricidad para las funciones agrícolas, tales como fabricar el aceite de pachulí y citronela, tostar y moler el café, secar el cacao, etc. Las mujeres están creando grupos de cooperativas empresariales que les proporcionan el estatus legal para lidiar de manera equitativa con otras partes. Se generan nuevos ingresos y el bienestar de la familia está asegurado.
El segundo es un esquema de conexión a la red, una aldea que ya está conectada a una red establece una instalación microhidraúlica para vender la electricidad excedente. El dinero se utiliza para el fondo de desarrollo de la aldea, el que supervisan los residentes y que operan de acuerdo a un consenso. En la aldea Cinta Mekar en el Oeste de Java, la instalación microhidraúlica fue construida en 2004 con la ayuda de IBEKA y otras organizaciones, los ingresos se utilizan para el cuidado de salud de la aldea, becas, capital inicial y para otros propósitos vinculados al desarrollo. La cooperativa administra el fondo y quien la dirige es una mujer; la secretaria y tesorera también son mujeres. La comunidad confía en estas mujeres y ellas tienen gran influencia sobre el proyecto.
En la aldea rural, a menudo es más fácil desarrollar un sistema de infraestructura que supone desde un principio la participación amplia de las mujeres, ya que una vez que la infraestructura está lista, a menudo son las mujeres quienes se benefician más de ella. Pero las familias enteras se benefician de una aldea recién electrificada porque la mujer es liberada de la tarea de recoger la madera, buscar agua y realizar otras tareas de poca importancia. Proporcionar electricidad en áreas rurales también significa darle energía a las mujeres, para que luego ésta se transmita a las familias.
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