El grave riesgo nuclear que supone la inestabilidad en Corea del Norte

By Andrei Lankov: ES, August 6, 2016

La «cuestión coreana» es un poco como un volcán dormido. No ha sucedido nada particularmente dramático durante décadas, y se ha mantenido el statu quo durante tanto tiempo que las personas se han acostumbrado a él. Pero el hecho triste y simple es que el statu quo en la península es inherentemente inestable. Más tarde o más temprano, es probable que caiga la élite política y económica de Corea del Norte. Esto presentará la perspectiva muy riesgosa del caos violento, al estilo de Libia o Siria, en un país que posee armas nucleares y que se encuentra a lo largo de una línea de fisura estratégica donde convergen y muchas veces chocan los intereses de Estados Unidos, China y Rusia.

Las raíces de la inestabilidad. En 1948, cuando surgió el régimen pro-soviético en Pyongyang y el régimen pro-estadounidense en Seúl, ninguna de las partes reconoció el derecho a existir de su homóloga. Cada Gobierno se consideró a sí mismo la única autoridad legítima de la península. Cada uno de ellos reivindicó la unificación como un objetivo a largo plazo, aunque solo según sus propias condiciones. Sin embargo, si bien el régimen estalinista del Norte heredó del Gobierno colonial japonés la economía industrial más desarrollada de Asia Oriental, con excepción del mismo Japón, a la dictadura de derecha del Sur le tocó tomar el poder en un lugar atrasado y agrícola. En el transcurso de un par de décadas se cambiaron los papeles. Tras un breve período de crecimiento, la economía norcoreana se estancó y empezó a derrumbarse. El Sur se convirtió en un modelo, un éxito económico absoluto.

Hoy día, dependiendo de cómo se calcule, la brecha económica de ingresos entre el Norte y el Sur está entre 1:14 y 1:40. Es posible que esta sea la brecha más amplia que separa a dos países con una frontera común. El surcoreano promedio disfruta más o menos del mismo poder de compra que alguien en Francia o Italia. El norcoreano promedio puede comprar prácticamente lo mismo que alguien de Uganda o Sierra Leona. Por consiguiente, el Sur, al menos potencialmente, ejerce un poderoso encanto para los norcoreanos quienes, en consecuencia, se supone que no deben saber lo que sucede en el Sur, para que no se pongan nerviosos ni rebeldes. Pyongyang prohíbe todas las radios sintonizables, permite el acceso a Internet solo para algunos oficiales de muy alto rango y extranjeros, y ejerce un estricto control sobre los pocos residentes extranjeros del país. Los observadores internacionales tienden a considerar paranoicas a este tipo de restricciones. Sin embargo, estas medidas son de vital importancia para la supervivencia del régimen. Lo mismo ocurre con la masiva burocracia de seguridad de Pyongyang y su gran número de campos para prisioneros políticos. En el Norte es necesario encargarse rápida y duramente de cualquier persona con ideas peligrosas.

Empeorando las cosas, los miembros de la élite norcoreana (semi-hereditaria en todas sus facetas) creen que el colapso del régimen significaría su ruina personal y quizás incluso la muerte. Si Corea se unifica siguiendo el modelo alemán -el único ejemplo realista que puede concebirse- la élite norcoreana no espera recibir ninguna cuota de poder. Por consiguiente, los miembros de la élite están decididos a sobrevivir y, si las cosas se ponen feas, a luchar.

En los últimos años la situación económica de Corea del Norte ha mejorado notablemente, entre otras razones porque Kim Jong Un, contrariamente a la impresión generalizada, es un gestor financiero razonablemente bueno. La hambruna pertenece al pasado, y los emprendedores están asumiendo el control de la economía a pesar de la feroz retórica estalinista de Pyongyang. A pesar de que el sector privado técnicamente continúa siendo ilegal, se tolera, y recientemente incluso se ha estimulado con discreción. Hoy día, la gente de Corea del Norte está mucho mejor alimentada y vestida que en cualquier momento desde fines de la década de los cuarenta.

Sin embargo, este éxito económico no supone una gran diferencia política en el Norte. Cuando los norcoreanos valoran su calidad de vida, no toman como referencia la hambruna de fines de los noventa, sino más bien a China y Corea del Sur, que todavía están a años luz por delante del Norte. Es más, las personas en Corea del Norte viven bajo la poderosa ilusión de que, en caso de que ocurra la unificación, alcanzarán instantáneamente el mismo nivel de vida del que disfrutan los habitantes de Seúl.

El statu quo no podrá sostenerse a largo plazo. La supervivencia del régimen depende de mantener la unidad entre la élite; no solo de apparátchiks de la segunda o tercera generación de familias establecidas, sino también de los líderes empresariales de fortuna reciente. Depende de que se siga teniendo éxito en controlar y aterrorizar a los habitantes de Corea del Norte. Depende también de que se mantenga el aislamiento del país; una tarea cada vez más difícil en medio de una revolución global de las tecnologías de la información. Las naciones que apuesten por la paz en la península coreana harían bien en reflexionar ahora seriamente sobre la posibilidad de una crisis al estilo de Siria, una crisis en la que las armas nucleares podrían jugar un papel muy importante.

 



Topics: Nuclear Weapons

 

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