El mundo en vías de desarrollo tiene mejores alternativas que la energía nuclear

By Gilberto M. Jannuzzi (ES), April 3, 2012

Cuando se discute sobre la energía nuclear, sea en el mundo en vías de desarrollo o en países industrializados, por lo general los temas que sobresalen son costos, eliminación de desechos, el riesgo de accidentes y la proliferación de armas. Esta mesa redonda introduce dimensiones adicionales a la discusión acerca de energía nuclear: la necesidad del desarrollo económico de los países emergentes y la energía que se requiere para obtenerlo.

En América Latina, donde vivo y trabajo como analista energético, la energía nuclear no se presenta de manera generalizada. Solo una pequeña fracción de la electricidad en la región se genera a partir de la energía nuclear y solo tres países — Brasil, Argentina y México — cuentan con plantas de energía nuclear. En Brasil, el mayor consumidor de energía de América Latina, la energía nuclear aporta tan solo un 2,7 % del suministro eléctrico nacional. En cambio, la energía hidroeléctrica representa cerca del 74 % de la producción de electricidad doméstica, mientras que los biocombustibles y la energía eólica también desempeñan un papel cada vez mayor.

Sin embargo, la demanda energética en América Latina y en otros lugares del mundo en vías de desarrollo aumentará con el tiempo y el potencial de la energía nuclear para satisfacer esta demanda creciente debe ser considerado al menos en casos específicos. Aun así, se requiere un análisis cuidadoso de la relación entre la energía y el desarrollo económico para determinar si la energía nuclear tiene sentido en el mundo emergente. En particular, es necesario preguntarse detalladamente cuánta electricidad se requiere para sustentar el desarrollo económico.

Más allá del dinero. Una respuesta provisional a dicha pregunta podría encontrarse al distinguir entre dos tipos de países en vías de desarrollo — las naciones de bajos y medianos ingresos, según la clasificación del Banco Mundial sobre la base del producto interno bruto per cápita. En países de ingresos bajos, como por ejemplo Camboya, donde una gran parte de la población vive en áreas rurales, en general, se requiere la electricidad para satisfacer las necesidades básicas como alumbrado, servicios de salud, educación entre otros. En estos países, por cada habitante, el suministro anual adecuado de electricidad es de aproximadamente 50 a 100 kilovatios/hora (dependiendo de las diferencias en clima, cultura, etc.). En países en vías de desarrollo de ingresos medios, como Brasil, donde ciertos sectores de la población gozan de un acceso limitado a los servicios modernos de electricidad pero otros sectores de la población muestran patrones de consumo semejantes a los de países industrializados, el consumo de electricidad varía entre 1,000 y 2,000 kilovatios-horas per cápita por año.

Estos datos son de utilidad, pero cualquier metodología que clasifique a los países según los niveles de ingreso por sí solos, podría limitar el debate de esta mesa redonda. Un mejor índice a considerar es el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas que proporciona una mejor herramienta ya que no solo evalúa el ingreso de cada país sino también las expectativas de vida y los niveles de escolaridad Una investigación considerando este índice reveló una relación sorprendente entre el consumo de electricidad y el bienestar humano.

Por ejemplo, varios estudios demuestran que el bienestar humano tiende a mejorar rápidamente a medida que las sociedades avanzan desde niveles bajos a moderados en cuanto al consumo energético comercial, pero ese bienestar no aumenta significativamente a medida que el consumo de energía continúa creciendo. Además, como lo demuestra un análisis integral de datos que fue publicado en el año 2009, la cantidad necesaria de energía para lograr una mejoría en el bienestar humano ha registrado un descenso significativo con el paso del tiempo. Este resultado sugiere que mejorar el bienestar humano no requiere de una cantidad fija de energía.

No me hace falta, no la quiero. Por lo tanto, para los países de bajos ingresos, la energía nuclear no pareciera ser una opción adecuada. A corto plazo, las necesidades energéticas de estos países no son lo suficientemente grandes para justificar el uso de la energía nuclear. A medio plazo, estas naciones podrían lograr un progreso en el bienestar de su población sin la necesidad de un aumento considerable del suministro eléctrico. Simplemente, la energía nuclear es extremadamente costosa y centralizada para estos países. Sin embargo, los países de ingreso medio caracterizados por poblaciones urbanas en expansión, con crecientes sectores industriales y bases de infraestructura, podrían efectivamente ser candidatos para la energía nuclear.

Pero, incluso los países de ingreso medio deben considerar que la energía nuclear no solo requiere suficiente capital económico sino también capacidades técnicas, industriales e institucionales sofisticadas para garantizar su operación segura y confiable. Muy pocos países en vías de desarrollo pueden permitirse la infraestructura necesaria para todo lo anterior. Los estándares de seguridad para la energía nuclear se han vuelto más estrictos en el mundo industrializado en los últimos años y los países ricos han invertido cuantiosos recursos en instalaciones más seguras. Para la mayor parte de los países en vías de desarrollo, sin embargo, el costo les prohibiría acceder a las nuevas generaciones de reactores y podría agravar la dependencia tecnológica y económica de las naciones avanzadas (a menos que decidieran involucrarse dentro de la cadena de producción de la industria nuclear).

De cualquier forma, la planificación de un sistema energético no puede reducirse a una discusión acerca de las fuentes de abastecimiento; los sistemas energéticos están compuestos de subsistemas complejos tales como recursos de energía primaria, tecnologías para la conversión y servicios energéticos finales. Por lo tanto, los países en desarrollo procurando sus futuras fuentes energéticas deben considerar todo el espectro de tecnologías de energía disponibles, desde fuentes primarias y procesos de conversión relacionados hasta los servicios finales. Países en vías de desarrollo también deben evaluar todos los costos sociales y ambientales para poner en marcha sistemas energéticos seguros y confiables, costos que incluyen a las instituciones públicas necesarias para planificar, controlar y supervisar las tecnologías y los recursos durante toda la vida útil.

A medida que se van haciendo cada vez más disponibles las nuevas opciones de tecnologías de energía, han emergido diversas alternativas interesantes a la energía nuclear alrededor del mundo. Efectivamente, las oportunidades para integrar fuentes de energías renovables en redes energéticas existentes y futuras se está volviendo más posible debido a los avances en tecnología de materiales; almacenamiento, trasmisión y métodos de distribución; y en sistemas energéticos de uso final.

En la medida en que los países de ingresos bajos y medianos planean su futuro energético, ellos tendrán la oportunidad de dar un salto de gigante para dejar atrás las tecnologías existentes hacia diferentes tipos de sistemas energéticos — sistemas más flexibles que integran fuentes distribuidas utilizando sistemas inteligentes de medición y de tecnologías de redes Ese salto gigante permitiría a los países en vías de desarrollo construir edificios de gasto energético casi nulo, lograr mayor eficiencia en todo, desde aparatos electrodomésticos hasta procesos industriales y por lo general, edificar infraestructuras urbanas que sean menos intensivas en el uso de energía. Al ir por este camino, países en vías de desarrollo podrán tener avances en sus tecnologías y capacidades industriales sin introducir riesgos de proliferación y de salud pública que se presentan con la energía nuclear.

El proceso de toma de decisiones en el ámbito de energía debe por supuesto sopesar temas tales como el costo y la gestión de desechos. Pero los países en vías de desarrollo también deben de calcular cuánta energía es realmente necesaria para alcanzar las metas económicas y de bienestar social — y deben decidir si avanzan hacia una economía basada en un uso poco-intensivo de energía.



 

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