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By Rodrigo Álvarez Valdés: ES, September 18, 2014
En la segunda ronda, mi colega Bharat Karnad nos diagnosticó a Héctor Guerra y a mí de padecer de algo llamado Tlatelolco-itis: "una tendencia a pasar por alto aquellas características del Tratado de Tlatelolco que indican que no es una base práctica para el desarme universal". Él argumentó que sólo la arquitectura global de seguridad de EE.UU. pudo establecer el tratado y detalló que las naciones latinoamericanas "todavía caen … dentro del ámbito protector de Estados Unidos". Esto, señala él, hace que el estatus de estas naciones en relación con las armas nucleares sea "en efecto, igual que el de los estados no nucleares dentro de la OTAN".
El argumento de Karnad tiene cierta validez en cuanto a lo dicho. No obstante, no logra reconocer un hecho principal: que el planeta entero, debido al alcance y a la movilidad de los sistemas de misiles nucleares, cae dentro del "ámbito" de los estados nucleares. En ocasiones, este "ámbito" toma la forma de una sombrilla nuclear y, a veces, simplemente toma la forma de una amenaza. Por lo tanto, el argumento de Karnad, aunque sí contiene una pequeña perspectiva, no puede minimizar las contribuciones que ha hecho el Tratado de Tlatelolco a la no proliferación y el desarme.
Karnad comete otro error al no reconocer la voluntad política que sustenta el tratado. Si el estatus de los países latinoamericanos con respecto a las armas nucleares no es diferente a aquel de los estados no nucleares de la OTAN, ¿entonces por qué Latinoamérica se ha organizado en una zona libre de armas nucleares desde 1969 mientras que una zona tal no se ha establecido en Europa, aún pese a que la Guerra Fría terminó en 1989? Las naciones europeas no nucleares ciertamente habrían podido organizar una zona si lo hubieran querido. Después de todo, ellas caen dentro de la "arquitectura global de seguridad respaldada por Estados Unidos". El hecho de que no lo hayan establecido indica que carecen de voluntad política. De igual manera, la falta de voluntad política es el factor principal detrás del fracaso hasta ahora en establecer una zona libre de armas nucleares en el Medio Oriente. Cuando realmente existe la voluntad política para establecer una zona libre de armas nucleares, estas se prohíben. La prueba son los tratados, no sólo de Tlatelolco, sino también los de Rarotonga, Bangkok, Pelindaba y Semipalatinsk. Karnad examina el Tratado de Tlatelolco y diagnostica una enfermedad: Tlatelolco-itis. Yo examino el tratado y descubro una cura: el Tlatelolco-ismo global.
Un efecto recíproco. En mi ensayo de la segunda ronda, escribí que Guerra ve el desarme como un proceso que se origina desde abajo, mientras que "yo generalmente veo los asuntos nucleares desde arriba y desde abajo". Sin embargo, al reflexionar me parece que la iniciativa humanitaria hacia el desarme, la cual Guerra ha discutido con amplitud, puede ofrecer la mejor opción disponible para abordar el desarme desde ambas direcciones simultáneamente. Lo que quiero decir es que si la iniciativa se expandiera hacia un movimiento que buscara declarar inconstitucionales las armas nucleares de nación en nación, podría potenciar la herramienta más poderosa de los países: sus constituciones, y lograrlo de tal manera que involucre a las fuerzas que se ejercen desde arriba, partiendo de los actores políticos, y a las que se ejercen desde abajo, partiendo de la sociedad civil. Efectivamente, la noción de transformar las detonaciones nucleares y sus implicaciones humanitarias en un asunto global constitucional podría bien valer la pena discutirse en Viena este diciembre, en la próxima conferencia programada de la iniciativa.
Topics: Nuclear Weapons
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