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By Shahriman Lockman (ES), September 25, 2013
En algunos lugares, el desastre ocurrido en la central nuclear Fukushima Daiichi ha provocado que se vuelva a examinar la cuestión de la energía nuclear — pero en muchas de las naciones en vías de desarrollo que tienen programas de energía nuclear el incidente casi no ha tenido consecuencias. Se espera que Bangladesh, Bielorrusia, Turquía y Vietnam empiecen a construir sus primeras plantas de energía nuclear en un futuro cercano, y es probable que otros países en vías de desarrollo sigan el mismo ejemplo en los próximos años. ¿Pero, es la energía nuclear necesariamente buena para el desarrollo económico de estas naciones?
Muy a menudo, los promotores de la energía nuclear proclaman que ésta puede satisfacer los requisitos energéticos de las economías en expansión; de hecho, el vínculo entre la energía nuclear y el desarrollo económico es, en el mejor de los casos, débil. Es verdad que las plantas de energía nuclear son relativamente baratas en cuanto a combustible y operación — pero su costo de construcción es alto. Como lo señala el físico brasileño José Goldemberg, un país con un producto interno bruto de menos de 50 mil millones de dólares probablemente no podría comprar un reactor nuclear. (De acuerdo a Goldemberg, varios países en vías de desarrollo son malos candidatos para usar la energía nuclear debido a sus redes eléctricas deficientes). A este gasto, se suman los costos adicionales que son , comunes en la industria nuclear desde hace mucho tiempo: las 75 plantas nucleares que fueron construidas entre 1966 y 1977 en EE.UU. tuvieron gastos adicionales, que exceden en promedio un 200 %. Además, en medio de la creciente demanda global de energía nuclear, el coste de los materiales y la especialización requerida para construir una planta nuclear ha aumentado drásticamente en los años recientes.
A pesar de estos gastos reales, la energía nuclear se considera una alternativa energética atractiva en diversos países en desarrollo, especialmente aquellos países que quieren asegurar el abastecimiento energético. Como el experto de energía, Daniel Yergin señala, muchos países en vías de desarrollo piensan que garantizar el suministro eléctrico es lo mismo que resguardar el equilibro de pagos ante las fluctuaciones de precios de la energía. Por lo tanto, varios países en vías de desarrollo — que solo gozan de acceso limitado a fuentes domésticas de energía y que actúan de acuerdo a la expectativa de que los precios de petróleo, gas natural y carbón vayan a aumentar en el largo plazo — han empezado a considerar la energía nuclear como una opción. En Malasia, por ejemplo, su interés por la energía nuclear se basa en gran medida en la probabilidad de que, a menos que se descubran pronto nuevas fuentes de petróleo y de gas (improbable por las disputas territoriales en el Mar de China Meridional), se convertirá en un importador neto de energía para finales de esta década. Probablemente, las preocupaciones sobre la garantía de abastecimiento también han influenciado la decisión de Vietnam y Bangladesh para adoptar la energía nuclear.
Una pregunta difícil. Es un hecho entonces, que varios países en vías de desarrollo adquirirán reactores nucleares en los próximos años. Pero esto, ¿aumentará forzosamente el riesgo de proliferación de armas nucleares?
Sería difícil decir lo contrario. Aun así, el riesgo no sería lo suficientemente grave para provocar grandes preocupaciones. Se ha argumentado que incluso un aumento de diez veces en la cantidad de reactores nucleares no impactaría de manera significativa la proliferación nuclear, y que el problema clave del riesgo de proliferación no depende de cuántos países usen energía nuclear sino de cuántos estados canallas quieran elaborar armas nucleares. Efectivamente los reactores nucleares en sí — especialmente los reactores de agua ligera que hoy en día son el estándar industrial— no presentan riesgos altos de proliferación. Al contrario, el peligro surge de las instalaciones de enriquecimiento y de reprocesamiento, las cuales generan combustible para los reactores pero también podrían elaboran materiales fisibles de calidad armamentística.
Esto nos conduce a una pregunta difícil: ¿deben los países que adopten la energía nuclear mantener sus propias instalaciones de enriquecimiento y reprocesamiento? — en otras palabras, ¿deben desarrollar sus propios ciclos de combustible? El Tratado Nuclear de la No Proliferación sugiere que estos países tienen el derecho de hacerlo, puesto que el Artículo IV reconoce "el derecho inalienable" a "la energía nuclear con propósitos pacíficos". Por lo general, este poderoso conjunto de palabras se interpreta como que comprende el ciclo completo de combustible.
Sin embargo, la mayoría abrumadora de países que tienen plantas de energía nuclear o planean construirlas, han demostrado muy poco interés en tener sus propias instalaciones de enriquecimiento y reprocesamiento — sobre todo por la gran inversión que se requiere. Estos países también reconocen que nuevas instalaciones de enriquecimiento y reprocesamiento producirían tensiones adicionales en la capacidad de la comunidad internacional para supervisar el cumplimiento del acuerdo de no proliferación. Por lo tanto, prefieren comprar el combustible que se necesita, de fuentes externas.
No obstante, por lo general han demostrado, , una actitud indiferente a las propuestas para crear un ciclo multilateral de combustible, aunque se propongan bancos internacionales de combustible, gestión multilateral de instalaciones o garantías de abastecimiento. Algunas naciones temen que acuerdos como estos, crearían una división irreversible entre estados abastecedores y estados compradores — en efecto, sería un menoscabo de los derechos que se establecen bajo el Artículo IV del tratado.
Formas para avanzar. Aunque falte un consenso amplio sobre la metodología multilateral del ciclo de combustible, hay muchas medidas disponibles para promover el uso pacífico de la energía nuclear. Como lo señala el memorando del Consejo para la Cooperación en Seguridad Asia Pacífico, que es una red de organizaciones no gubernamentales regionales, estas medidas podrían promover la regulación eficaz del control de exportación para prevenir que tecnologías y materiales nucleares caigan en manos equivocadas. Otro paso importante sería asegurar que el Organismo Internacional de Energía Atómica tenga suficientes recursos financieros para realizar actividades de cooperación técnica, inspección y sanción.
También se podría hacer más para que las naciones que adopten la energía nuclear en el futuro, promuevan la cultura de seguridad y protección. Por ejemplo, no es suficiente que países capaciten a sus funcionarios de orden público para prevenir, detectar y responder al tráfico ilícito de materiales nucleares. Estos funcionarios también deben estar imbuidos genuinamente del motivo por el cual se debe prevenir la proliferación. En algunos países en vías de desarrollo, el riesgo de la proliferación, se considera una obsesión peculiar del mundo industrializado, en vez de una amenaza real para su seguridad nacional. Si la regulación global de la no proliferación va a ser eficaz a largo plazo, se deben desechar actitudes de esta índole.
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