Los misiles: la fuerza oculta detrás de la proliferación nuclear

By Masako Ikegami: ES, August 7, 2016

En enero, Corea del Norte llevó a cabo su cuarto ensayo nuclear, al detonar su «primera bomba de hidrógeno», o al menos eso es lo que afirmó Pyongyang. Desde entonces, el Norte ha efectuado varias pruebas de misiles, comprendiendo la última, el 22 de junio, el lanzamiento a gran altura de un misil balístico de mediano alcance (el Hwasong-10 o, como es conocido en el mundo exterior, el Musudan). Luego de cinco intentos fallidos seguidos, esta prueba fue «exitosa». El programa de misiles de Corea del Norte avanza constantemente, y Pyongyang está logrando con éxito miniaturizar ojivas nucleares para montarlas en diversos misiles balísticos con motores del tipo Musudan. Esta habilidad se podrá aplicar al primer misil balístico intercontinental del país, el KN-08, que está actualmente en desarrollo.

Inmediatamente después del ensayo del 22 de junio, el Consejo de Seguridad de la ONU cuestionó fuertemente los lanzamientos de misiles de Corea del Norte. Fue la quinta condena de este tipo este año. El Consejo de Seguridad señaló que «estos actos reiterados constituyen una grave violación de las obligaciones de conformidad con las resoluciones pertinentes» y que «estas actividades contribuyen al desarrollo de los sistemas vectores de armas nucleares y aumentan la tensión». Desde 2006, el Consejo de Seguridad ha adoptado cinco resoluciones principales, imponiendo o intensificando las sanciones sobre Corea del Norte debido a su programa de armas nucleares. Las Naciones Unidas también han emitido numerosas condenas a los lanzamientos de misiles, «cohetes», o «satélites» de Corea del Norte.

Las duras y persistentes críticas de la comunidad internacional a los lanzamientos de misiles y cohetes de Corea del Norte ponen de manifiesto la realidad básica de que los misiles son una parte integrante de las armas nucleares. Sin embargo, extrañamente, solo los ensayos con misiles de Corea del Norte son objeto de estas fuertes condenas. Los ensayos que otras naciones, inclusive Irán, llevan a cabo, no generan tanta atención. Sin dudas, el programa de armas nucleares de Corea del Norte hace que el desarrollo de misiles por parte de Pyongyang parezca más amenazador. Sin embargo, los misiles son un elemento fundamental de las armas nucleares de todos los países, de modo que la proliferación de los misiles – lo mismo que los esfuerzos destinados a su prevención- debe preocuparnos tanto como la proliferación nuclear.

Las potencias nucleares más importantes, como Estados Unidos, Rusia y China, llevan a cabo constantemente pruebas de misiles para expandir sus capacidades ofensivas. Al hacerlo, generan una sensación de inseguridad en otros Estados. Probablemente los avanzados misiles de las principales potencias, guiados con precisión, solo son un incentivo para que otras naciones desarrollen armas nucleares; entretanto, las armas nucleares promueven el desarrollo de los misiles avanzados. Estos dos factores, considerados conjuntamente, maximizan el potencial de una nación de causar destrucción, logrando de esa forma, como muchos creen, que la disuasión sea más creíble. Así que, nuevamente, los misiles armados con ojivas convencionales pueden considerarse un sustituto de las armas nucleares. Por ejemplo, Corea del Sur ha invertido muchos recursos en desarrollar misiles balísticos y de crucero con cada vez mayor alcance, aparentemente para contrarrestar o competir con el programa de armas nucleares de Corea del Norte. En cualquier caso, la agenda de la proliferación de misiles no debería limitarse simplemente a casos controvertidos como el programa de misiles de Corea del Norte, o el comercio de misiles entre China y Oriente Medio.

Por desgracia, los acuerdos legales e institucionales para detener el comercio de misiles son inadecuados y corren peligro de perder relevancia. El Régimen de Control de la Tecnología de Misiles se estableció en 1987 como un mecanismo voluntario para limitar la difusión de los misiles balísticos y otros sistemas vectores no tripulados, que podrían usarse para ataques con armas de destrucción masiva. Los 35 miembros del régimen incluyen a la mayoría de los fabricantes de misiles más importantes del mundo, y se espera que los miembros restrinjan sus exportaciones de misiles y tecnologías relacionadas, capaces de lanzar una carga de 500 kilogramos a una distancia de por lo menos 300 kilómetros, o de lanzar cualquier tipo de arma de destrucción masiva. Si bien se reconoce que el régimen ha retardado o interrumpido varios programas de misiles, tiene algunas desventajas. El régimen no implica ningún compromiso de reprimir arsenales de misiles existentes o de lograr el desarme de misiles. No comprende ninguna medida de control o verificación internacional para detectar y prevenir transferencias interestatales de tecnología de misiles y producción. Sus controles a la exportación de artículos de doble uso son estrictos y rígidos, impidiendo así la cooperación en materia de tecnología civil y perjudicando los intereses económicos, tanto de los proveedores como de los receptores. A su vez, como el régimen no es vinculante, su implementación tiende a ser arbitraria. A modo de ejemplo, Estados Unidos y Corea del Sur llegaron a un acuerdo en 2012 por el que extendieron el alcance máximo permitido de los misiles balísticos de Seúl de 300 a 800 kilómetros, y su carga máxima de 500 kilogramos hasta 1,5 toneladas métricas, lo que excede ampliamente los límites especificados conforme al régimen. La aplicación arbitraria menoscaba la legitimidad del régimen, y la relevancia del mismo parece irse desvaneciendo, dado que en la actualidad la proliferación de misiles recibe escasa atención, en comparación con los problemas de seguridad como la seguridad y el terrorismo nucleares.

En la medida que el régimen se considere impotente, la consecuencia será un control menos eficaz de las tecnologías de doble uso que se aplican a los misiles; después de todo, los misiles modernos incluyen diversas tecnologías avanzadas que también están presentes en aplicaciones espaciales y en otros ámbitos. Es poco probable que estructuras regulatorias complementarias, tales como el Grupo de Suministradores Nucleares o el Arreglo de Wassenaar, ejerzan un control eficaz sobre estas tecnologías. El Gobierno del primer ministro japonés, Shinzo Abe, ayudó poco a solucionar el problema cuando, en abril de 2014, dejó de lado los «tres principios», una prohibición de las exportaciones de armas, material militar y tecnología, que se encontraban en vigor desde 1967. Como ya he sostenido antes, Japón ya era uno de los principales proveedores de tecnologías civiles avanzadas de doble uso con posibles aplicaciones militares, aun cuando los tres principios se mantenían en vigor. La participación de Japón en el negocio de armas nucleares como proveedor de tecnologías y componentes militares avanzados solo servirá para exacerbar el problema de la proliferación de misiles.

Las armas nucleares constan de ojivas nucleares y sistemas vectores. Estos dos elementos son inseparables. Este hecho fundamental con frecuencia se deja fuera del discurso sobre desarme nuclear, tanto de forma intencional como no. Los esfuerzos tendientes a la no proliferación nuclear que desatienden la proliferación de misiles están destinados a no ser productivos. De hecho, la proliferación de misiles es la fuerza oculta e impulsora detrás de la proliferación nuclear. Si queremos que alguna vez el mundo esté libre de armas nucleares, es momento de empezar a abordar la no proliferación de misiles y el desarme nuclear como dos elementos inseparables del mismo programa.

 


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