Por qué es tan difícil detener la proliferación de misiles

Es una ironía suprema el hecho de que, aun cuando la difusión de la tecnología de misiles pueda contenerse, la proliferación de misiles probablemente continuará sin restricciones. En la actualidad, más de 30 países poseen misiles con alcance de 150 kilómetros o superior. Solo en 2016, países entre los que se cuentan China, India, Irán, Israel, Corea del Norte, Pakistán, Rusia y Estados Unidos, han llevado a cabo una serie de pruebas con misiles para, o bien desarrollar nuevos misiles, o bien mejorar los ya existentes. La mayoría, si no todas estas pruebas, han mostrado misiles que se basan principalmente en tecnología propia, lo que pone de relieve la realidad de que el rechazo de la tecnología no evitará por sí solo el desarrollo de misiles.

Unos pocos factores ayudan a explicar estas tendencias de proliferación. En primer lugar, según las palabras de un Grupo de Expertos Gubernamentales de la ONU, «no existe todavía una norma, un tratado o un acuerdo universales que rijan el desarrollo, el ensayo, la producción, la adquisición, la posesión, la transferencia, el despliegue o el empleo de misiles». Sin dudas, la inquietud en torno a los misiles es un tema de amplio consenso, en especial en relación con misiles capaces de llevar armas nucleares y otras armas de destrucción masiva. Sin embargo, hay poco acuerdo sobre la forma de abordar los problemas que representan los misiles con armas de destrucción masiva. Como mucho, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha elaborado resoluciones específicas para los países sobre instancias de la proliferación de misiles que amenazan la paz y seguridad internacionales, por ejemplo en lo concerniente a Irán y Corea del Norte.

En segundo lugar, la difusión general de información y tecnología de los proveedores originales significa que casi cualquier país que decida adquirir misiles capaces de portar armas de destrucción masiva encontrará la forma de hacerlo, sin importar su fuerza económica y capacidad tecnológica, a pesar de todos los esfuerzos de la comunidad internacional. Las sanciones o restricciones a las transferencias de tecnología pueden retardar un programa de misiles. Sin embargo, es improbable que lo detengan, si el país está decidido.

En tercer lugar, aun cuando la mayoría de los países que se dedican a la proliferación deban pedir, tomar prestada o robar tecnología y materiales en las etapas iniciales de sus programas de misiles capaces de portar armas de destrucción masiva, a la larga establecerán capacidades autóctonas, de modo que se aislarán contra regímenes sancionatorios que intenten bloquear la exportación de tecnología armamentista de doble uso.

Dos caminos. La proliferación de misiles es difícil de abordar, en parte debido a que los proliferadores, las motivaciones y capacidades en materia de proliferación y los misiles en sí mismos, son todas bastante diversas. Hoy día, los misiles varían de misiles portátiles, antitanque, con un alcance de unos cientos de metros, a misiles que pesan unos 100.000 kilogramos en el lanzamiento, capaces de portar múltiples ojivas nucleares, y con alcances que superan los 10.000 kilómetros. Casi todas las naciones poseen misiles, aunque sus posesiones varían considerablemente en términos cuantitativos y cualitativos. En los últimos años, incluso grupos terroristas y actores no estatales armados adquirieron y usaron misiles portátiles con alcance menor a 150 kilómetros, lo que les permitió amenazar blancos como aeronaves civiles.

En este contexto han surgido dos enfoques principales sobre la proliferación de misiles. Estos enfoques no se excluyen mutuamente y, de hecho, con frecuencia se superponen. El primero implica una serie de iniciativas políticas y diplomáticas a nivel bilateral, regional y global, incluyendo el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés), el Régimen de Control de la Tecnología de Misiles, el Código de Conducta de La Haya contra la proliferación de misiles balísticos y tres grupos sucesivos de expertos gubernamentales de la ONU.

El tratado INF, firmado por Estados Unidos y la Unión Soviética en 1987, eliminó exitosamente los misiles balísticos y de crucero lanzados desde tierra, con un alcance de entre 500 y 5500 kilómetros. Sin embargo, el tratado corre ahora peligro de fracasar, dado que Moscú amenaza con retirarse del régimen, en parte debido a la denuncia de Washington del Tratado sobre misiles antibalísticos de 1972. El Régimen de Control de la Tecnología de Misiles ha tenido sus propias limitaciones. El régimen, establecido en 1987 principalmente para restringir la difusión de misiles capaces de lanzar armas nucleares, no ha logrado obtener aceptación universal debido a dos fallas fundamentales. En primer lugar, su alcance se limitó inicialmente a los misiles balísticos (y, posteriormente, a otros sistemas de lanzamiento no tripulados) capaces de lanzar armas de destrucción masiva o de llevar una carga de 500 kilogramos a una distancia de 300 kilómetros. Los misiles de crucero provistos de armas convencionales se ignoraron. En segundo lugar, el régimen se centra en la proliferación horizontal (la difusión de misiles a nuevos Estados) en lugar de en la proliferación vertical (mejoras cualitativas y cuantitativas en los misiles efectuadas por Estados que ya poseen misiles).

Los miembros del régimen, en parte en respuesta a las deficiencias del régimen, pusieron en marcha el Código de Conducta de La Haya, que entró en vigor en 2002. A diferencia del régimen, el código no busca impedir que los Estados adquieran o posean misiles balísticos capaces de portar armas de destrucción masiva. Simplemente procura promover una conducta responsable, a través de medidas que generen confianza y promuevan la transparencia, en relación con los misiles balísticos (aunque no abarca a los misiles de crucero). Aunque 138 naciones han suscrito el código, muchos Estados clave que poseen misiles capaces de portar armas de destrucción masiva no lo han hecho (entre estos se incluyen China, Corea del Norte, Irán, Israel y Pakistán).

El segundo enfoque principal sobre la proliferación de misiles implica iniciativas militares y tecnológicas, como la invasión a Iraq en 2003 (en parte con el objetivo de destruir los programas de misiles y nucleares de Iraq) y el desarrollo de defensas contra misiles.

Por supuesto, la invasión a Iraq pretendía no solo desarmar a ese país, sino también disuadir a otras naciones, en particular a Irán y Corea del Norte, de desarrollar capacidades nucleares y en materia de misiles. Sin embargo, Irán, lejos de abandonar sus polémicos programas, se embarcó en un esfuerzo para construir misiles capaces de lanzar una ojiva de una tonelada métrica a más de 2000 kilómetros de distancia. Entretanto, Corea del Norte dio inicio a una serie de pruebas de misiles capaces de portar armas de destrucción masiva, que ha continuado a pesar de las sanciones internacionales cada vez más graves. Las consecuencias no previstas de la Guerra de Iraq de 2003, que todavía resuenan más de una década después, hacen que sea muy improbable que este enfoque se repita en el futuro cercano.

Entretanto, los programas de defensa contra misiles -cuya finalidad es desarrollar la capacidad de detectar, interceptar y destruir misiles balísticos antes de que alcancen sus objetivos- están madurando rápidamente y ahora amenazan socavar la estabilidad estrategia entre Estados Unidos, Rusia y China. Estos dos últimos países se han embarcado en sus propios proyectos de defensa contra misiles, aun cuando objetan el programa de EE. UU. Probablemente otras naciones, incluyendo a India, Israel, Japón y Corea del Sur, desplieguen o mejoren sus sistemas de defensa contra misiles en el futuro previsible, como respuesta a la proliferación de misiles. Si bien en muchos casos la eficacia de estos sistemas no se ha demostrado, algunas veces se perciben como una panacea parcial para la amenaza de los misiles.

La eficacia de las iniciativas políticas y diplomáticas contra la proliferación de misiles se ha visto limitada en cierta forma, y lo mismo puede decirse de la actividad militar y la defensa contra misiles. No obstante, es probable que estos enfoques sigan adelante. Las iniciativas políticas y diplomáticas siguen siendo cruciales para establecer las normas e instrumentos que pueden limitar la proliferación, y también son fundamentales para promover una conducta responsable en los Estados que ya poseen misiles estratégicos. Además, existe la posibilidad de que estas iniciativas obtengan algún día adhesión universal.

Es probable que, de ahora en más, la actividad militar y la defensa contra misiles tengan un atractivo limitado, especialmente la última, a la que solo pueden acceder naciones que puedan desarrollar por sí mismas capacidades de defensa contra misiles u obtener la protección de otro país que posea estas capacidades. Sin embargo, aun cuando la defensa contra misiles represente una forma de responder a la proliferación de misiles, no es probable que ponga freno a la proliferación. Por el contrario, todo indica que la defensa contra misiles producirá todavía más proliferación vertical de misiles, a medida que las naciones intenten derrotar los sistemas de defensa contra misiles con cantidades abrumadoras de misiles u otras contramedidas.

 


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