Terrorismo radiológico: la amenaza que no se ha abordado

By Hubert Foy: ES, April 18, 2016

Toda la atención se centra en los materiales fisibles. Bueno, casi toda, tanto en las Cumbres sobre Seguridad Nuclear como aquí, en esta mesa redonda. Es comprensible. Las sustancias que los terroristas pueden usar para crear bombas nucleares merecen nuestra máxima atención, cada vez que se debate sobre seguridad nuclear. Sin embargo, las fuentes radiactivas, materiales producidos porque emiten radiaciones de uso en la agricultura, industria, construcción, medicina, minería, investigación y transporte, son ya de por sí bastante peligrosas. Llegan a millones. Decenas de miles de estas fuentes radiactivas selladas, pequeñas cápsulas de material radiactivo muy concentrado en forma sólida, son sumamente preocupantes. Pueden ser objeto de robos y comercialización en los mercados negros. Lo que es peor, podrían usarlos yihadistas para hacer un dispositivo de dispersión radiológica, conocido también como bomba sucia.

Hasta ahora gran parte de las amenazas que presentan las fuentes radiactivas no se han abordado. Es cierto que las fuentes radiactivas se incorporaron al temario de las Cumbres sobre Seguridad Nuclear en 2012, cuando el comunicado de Seúl hizo énfasis sobre la importancia de asegurar que las fuentes radiactivas no persiguieran fines maliciosos. Ahora bien, cuatro años y dos cumbres después, las fuentes radiactivas siguen representando una amenaza muy grave. Como mencionó mi colega Nilsu Goren en la Primera Ronda, solo el año pasado se robaron hasta 10 gramos de iridio-192 de un centro de almacenamiento en Iraq. Finalmente, el material se pudo recuperar, pero se trató de un incidente alarmante. En consonancia con ello, una carta firmada por 35 ganadores del premio Nobel antes de la última cumbre, instó a los líderes mundiales a "dedicar los recursos necesarios para hacer más avances importantes…para evitar el terrorismo nuclear y radiológico".

Hacer el seguimiento y dar cuentas sobre las fuentes radiactivas no es fácil. Como se señaló, las fuentes están muy dispersas y se usan en una gran variedad de aplicaciones. Muchas veces se trafican a través de las fronteras de la mano de contrabandistas o personas que poseen información privilegiada y buscan obtener beneficios con el comercio ilegal. Esto significa que muchas fuentes radiactivas quedan fuera del control reglamentario y son muy vulnerables a los abusos. Entre 2013 y 2014, unos 133 Estados miembros notificaron al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) al menos 276 incidentes de tráfico ilícito u otras actividades no autorizadas relacionadas con fuentes radiactivas. Como los Gobiernos y el sector privado no pueden hacer el seguimiento del material radiactivo, desde el fabricante hasta el usuario y, en última instancia, su eliminación segura, las probabilidades de que algún día terroristas detonen una bomba sucia son inadmisiblemente altas.

Ahora bien, hay posibilidades de afianzar las protección otorgada a las fuentes radiactivas, por ejemplo, logrando la adhesión e implementación universales del Código de Conducta sobre Seguridad Tecnológica y Física de las Fuentes Radiactivas del OIEA. El código procurar lograr "la elaboración y armonización de políticas, leyes y reglamentaciones sobre la seguridad tecnológica y física de las fuentes radiactivas". Lamentablemente, hasta febrero, solo 130 de los 168 Estados miembros del OIEA se habían comprometido políticamente con el código, y solo 103 habían comunicado al Organismo que procurarían actuar en consonancia con las Directrices sobre la importación y exportación de fuentes radiactivas relacionadas.

Muchos Estados tampoco han establecido marcos legales y regulatorios sólidos y exhaustivos para la seguridad radiológica. En Ghana, donde trabajo, el año pasado el presidente John Mahama firmó la Ley de regulación nuclear de 2015, que dio lugar a que Ghana pasara a ser el tercer país de África Subsahariana con una autoridad regulatoria nuclear independiente. Las débiles estructuras legales de muchos países, junto con la falta de adhesión universal al Código de Conducta, suponen que una gran cantidad de fuentes radiológicas existen fuera de los mecanismos de seguridad nacionales e internacionales.

Otra posibilidad para mejorar la seguridad radiológica es establecer capacitaciones y oportunidades educativas regulares para el personal implicado en la gestión y eliminación de las fuentes radiactivas. Los procedimientos de seguridad eficaces dependen del comportamiento de las personas que de hecho trabajan con dispositivos radiológicos. Deben desarrollarse nuevos programas educativos y de capacitación, diseñados específicamente para la seguridad de las fuentes radiológicas, a través del OIEA, la Red Internacional de Educación en Seguridad Nuclear u otros organismos. Todos estos esfuerzos deben procurar cultivar una fuerte cultura de la seguridad.

Finalmente, el sector privado podría ofrecer una primera línea de defensa más fuerte contra los materiales radiactivos que caigan en manos terroristas. Las mejores prácticas en materia radiológica deben considerarse un asunto de responsabilidad empresarial e introducirse en todas las industrias. Las organizaciones como el OIEA y el Instituto Mundial para la Seguridad Nuclear podrían facilitar los intercambios internacionales, permitiendo a las empresas compartir las mejores prácticas. También podrían facilitar las modernizaciones de los equipos que las empresas utilizan para la protección física, la contabilización y la detección del contrabando nuclear.

Este tipo de iniciativas no son glamorosas, pero pueden marcar la diferencia entre un día normal en alguna capital del planeta y el día en que una bomba sucia obligue repentinamente al mundo a considerar la seguridad radiológica a la luz de una nueva y desagradable dimensión.

 


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