Una guía para evitar una crisis

By Maryam Javan Shahraki (ES), December 4, 2012

Hace cuarenta y dos años, en medio de la Guerra Fría, el Tratado sobre no proliferación nuclear (TNP) entró en vigor.  El propósito original del tratado era, entre otras cosas, evitar que países como Italia, Alemania Occidental y Japón fabricaran armamento nuclear. Pero desde el fin de la Guerra Fría, la meta ha ido evolucionando hacia el mantenimiento del orden global nuclear.  Hoy, el TNP tiene 189 signatarios y es el tratado para el control de armas con mayor aceptación internacional. Pero es discutible si la prevención de la propagación de armamento nuclear del tratado ha tenido éxito y hay preguntas serias alrededor de la credibilidad y la eficacia del TNP como mecanismo central en contra de la futura proliferación.

Al considerar estas cuestiones, es útil tener presente qué tan peligrosa podría ser una crisis nuclear. Este año se conmemora el 50 aniversario de la Crisis de los Misiles en Cuba, que llevó al mundo al borde de una catástrofe nuclear.  El mundo sobrevivió — pero no hay garantías de que podría sobrevivir en una crisis similar en el futuro.  En efecto, la lección fundamental de la Crisis de los Misiles en Cuba es la importancia de prevenir una crisis mediante esfuerzos diplomáticos y políticos antes de llegar al borde de una guerra nuclear.  No importa cuán imperfecto sea el TNP, aún así, el tratado es una herramienta diplomática crucial para poder anticipar y evitar una crisis nuclear.

El desafío de la credibilidad. Muy pocas personas disputan que el tratado sea necesario; en cambio, los desafíos más importantes involucran la eficacia y la credibilidad. El tratado no necesariamente tiene  que cambiar ni ser remplazado, pero si va a alcanzar sus objetivos globales debe ser implementado equitativamente.

Un aspecto fundamental sobre la equidad supone la responsabilidad de los Estados con armamento nuclear para alcanzar el desarme como lo define el TNP: Cada Estado con armamento nuclear se compromete a dar pasos de buena fe hacia el desarme, un elemento clave de los requisitos principales del tratado.  Pero esto está lejos de ser implementado cabalmente.  Estados Unidos y Rusia controlan la gran mayoría del armamento nuclear en el planeta y serían capaces de destruir el mundo varias veces. Desde el fin de la Guerra Fría, las estrategias nucleares han cambiado en muchos países, incluyendo a los cinco Estados con armamento nuclear reconocidos bajo el tratado.  Pero la actitud central de seguridad de la Guerra Fría — que entre más armas nucleares tengas, más poderoso eres — continua siendo dominante.

Un problema similar es que los principios del tratado son aplicados de manera distinta a los diferentes Estados sin armamento nuclear.  En un ejemplodestacable en 2008, la India concluyó un acuerdo de cooperación nuclear con los Estados Unidos, y también obtuvo una exención del Grupo de Suministradores Nucleares, permitiéndole participar con pocas restricciones en el comercio nuclear.  Pero la India es uno de tan sólo tres Estados, junto con Pakistán e Israel, que nunca ha accedido al TNP (en cuanto a los otros dos Estados con armamento nuclear, Corea del Norte ratificó el tratado, pero luego se retiró, y Sudáfrica se unió al tratado después de haber renunciado a su arsenal nuclear); ninguno de estos países, con excepción de Sudáfrica, ha ratificado el Tratado Integral sobre la Prohibición de Ensayos Nucleares (aunque Israel sí lo firmó). Es un error ignorar la responsabilidad de no proliferación de estos países sólo porque podrían gozar de buenas relaciones con Estados Unidos, en especial cuando un signatario del tratado, como Irán, enfrenta presión internacional por intentar ejercer su derecho inalienable a un programa pacífico de energía nuclear.  (Mientras tanto, cada Estado con armamento nuclear podría ser un promotor potencial de proliferación, pero este hecho ha recibido muy poca atención).

La aplicación asimétrica de los estándares podría forzar a que los programas nucleares se hicieran clandestinos.  Pero, lo que es más importante, la credibilidad y la eficacia del tratado se debilitan cuando las obligaciones y los derechos de diferentes Estados se perciben de manera desigual.

Problemas y soluciones. El hecho de que el tratado haya existido por 42 años es un gran éxito. Pero el TNP sufre de serias deficiencias — adentro y fuera del régimen.  Se pueden tomar varios pasos para solventar estas deficiencias.  Primero, el mundo debe volver a comprometerse a eliminar el armamento nuclear, en vez de concentrarse en la no proliferación, excluyendo el desarme.  El armamento nuclear es sumamente peligroso, sin importar quién lo posee, y todos los Estados — grandes y pequeños, signatarios o no del tratado — deben aceptar la responsabilidad compartida para eliminarlo.

Segundo, estándares variables y reglas injustas deben ser evitados.  El dar prioridad a los intereses políticos de una nación en vez de a la seguridad global podría conllevar el fracaso total del tratado.  El propósito del régimen del TNP es de hacer del mundo un lugar más seguro, con menos bombas nucleares.  Por lo tanto, el propio propósito del tratado se ve socavado si el TNP se usa para prevenir que un Estado ejerza sus derechos legítimos y también para apoyar a otro Estado a que ejerza los mismos derechos.

Tercero, la tendencia de convertir las cuestiones nucleares en cuestiones de seguridad  — para apartarlas del ámbito diplomático y del contexto del tratado — debe ser evitada.  En efecto, declarar que una disputa nuclear es una amenaza existencial para la comunidad global, en vez de buscar soluciones políticas y diplomáticas, desprestigia al tratado y también corre el riesgo de convertir una disputa en una crisis.  Como ya aprendió el mundo durante la Crisis de los Misiles en Cuba, no deben depender de respuestas de último momento a una crisis.

Entonces, dado todo lo anterior, ¿cuántos Estados adquirirán armamento nuclear en los próximos 42 años y cuántas armas nucleares existirán? Esto depende en gran medida en los Estados con armamento nuclear.  Hoy en día, el mundo contiene alrededor de 19,000 armas nucleares, y casi el 95 % de éstas pertenecen a tan sólo dos países — Estados Unidos y Rusia. Ambos países, junto con otros Estados con armamento nuclear reconocidos (China, Gran Bretaña y Francia), en el 2000, se comprometieron con “la tarea inequívoca de alcanzar la completa eliminación de su arsenal nuclear“. Y aunque Rusia y Estados Unidos han tomado los pasos para disminuir sus arsenales al firmar New START, la completa eliminación de estos aún no ha ocurrido; India, Pakistán e Israel tampoco han tomado pasos hacia el desarme.

Hoy en día, el número de países que poseen armamento nuclear no es extremamente alto, pero las actitudes alrededor de la posesión de armas nucleares son aterrorizantes. El hecho de que a los Estados aún les gustaría conservar o desarrollar armamento nuclear es más peligroso que el número real de países que llevan a cabo la proliferación, o de cuántas armas tengan específicamente.  Una carrera armamentista nuclear renovada podría llevar a un mundo, tomando las palabras del filósofo Tomás Hobbes, donde el hombre es un lobo para el hombre.  Pero esta vez los lobos podrían estar armados con armamento nuclear.



 

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