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El rol de la tecnología en una solución para el cambio climático

Si el mundo quiere evitar "impactos [climáticos] graves, generalizados e irreversibles" las emisiones de carbono deben disminuir rápidamente y, según el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, lograrlo dependerá en parte de la disponibilidad de "tecnologías clave". No obstante, abundan los argumentos contra la fe en las soluciones tecnológicas para el problema climático. El entramado eléctrico puede estar mal preparado para satisfacer la energía renovable producida a gran escala. Muchas innovaciones tecnológicas celebradas en el pasado no han logrado tener éxito en la práctica. Incluso las tecnologías exitosas poco podrán hacer, si alcanzan el desarrollo necesario demasiado tarde para ayudar a evitar el desastre climático. A continuación, expertos de Bangladesh, India y Estados Unidos abordarán las siguientes cuestiones: ¿Hasta qué punto el mundo puede depender de las innovaciones tecnológicas para abordar el cambio climático? y ¿qué tecnologías prometedoras, para generar, almacenar y ahorrar energía, y almacenar gases de efecto invernadero o extraerlos de la atmósfera, tienen más potencial para ayudar al mundo a asumir el calentamiento global?

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Round 1

No es una carga, sino una oportunidad

El cambio climático inducido por los seres humanos es una realidad que ya está sucediendo. Si las emisiones de gases de efecto invernadero no se reducen drásticamente en las próximas décadas, para fines de siglo la situación habrá empeorado significativamente. Lo que necesitamos es un conjunto de cambios en la economía global de la energía, de modo que se base en recursos no contaminantes en lugar de, en primer lugar, en los combustibles fósiles. Sin embargo, como en la mayoría de las cosas, la clave está en los detalles, y estos son bastante complicados cuando está implicado el cambio climático. Cada país debe elaborar una estrategia de transición energética que sea adecuada para sus circunstancias nacionales y consecuente con los objetivos de emisiones globales.

Tras años de compromisos decepcionantes en materia climática por parte de los países de todo el mundo, últimamente se ha evidenciado un impulso positivo. Anticipándose a las principales conferencias internacionales sobre el clima que comenzarán en París en noviembre, alrededor de tres cuartos de los países del mundo han presentado planes, que se conocen como contribuciones previstas determinadas a nivel nacional, describiendo cómo, con el tiempo, lograrán efectuar la transición de los combustibles fósiles a fuentes de energía no contaminantes. Sin embargo, hasta ahora, si se adoptaran conjuntamente todos estos planes, solo se limitaría el aumento de la temperatura global a unos 3 grados centígrados por encima de las temperaturas anteriores a la Revolución Industrial, bastante por encima del objetivo acordado a nivel internacional de 2 grados. Se espera que en París las naciones se comprometan a lograr reducciones mayores a las prometidas hasta ahora. No obstante, si en la conferencia no pueden lograrse reducciones conjuntas que limitarían el calentamiento a 2 grados, la idea es que se incrementen progresivamente los objetivos nacionales en el futuro, en intervalos de cinco años.

Bajas emisiones como beneficio colateral. Si el mundo desea lograr una transición exitosa a energías no contaminantes, las naciones deben cambiar significativamente su postura en relación con los enfoques tecnológicos al cambio climático. Las opciones tecnológicos para un futuro con energías limpias no se deben ver como cargas o costos, sino más bien como oportunidades para que los países puedan asegurar un mejor futuro, más limpio y eficiente, a sus ciudadanos.

Mi propio país, Bangladesh, es muy vulnerable al cambio climático. Con su topografía llana, su propensión a las inundaciones y su dependencia del monzón anual, Bangladesh tiene muchos motivos para temer los ciclones fuertes, la creciente sequía, la invasión de la salinidad, entre otras cosas. Complica aún más la situación el hecho de que las 170 millones de personas de Bangladesh, más del 30 por ciento de las cuales viven por debajo de la línea de pobreza, habitan un país de unos 130.000 kilómetros cuadrados, posicionando a Bangladesh como uno de los países con mayor densidad de población en el mundo.

No obstante, aunque Bangladesh es un país pobre, y responsable de menos del 1 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, está dando importantes pasos para proporcionar energía solar a sus habitantes. Ya se han instalado bastante más de 3 millones de sistemas solares domésticos, y todos los meses se agregan 70.000 adicionales. El programa de sistemas solares domésticos de Bangladesh deviene así el de más rápido crecimiento en el mundo.

La expansión de la energía solar en Bangladesh no tiene como objetivo principal la mitigación, aunque este beneficio colateral es muy bienvenido. Más bien, Bangladesh está invirtiendo intensamente en sistemas solares domésticos para satisfacer la demanda de electricidad de los hogares, aun de los más pobres. Por consiguiente, los sistemas más populares son relativamente pequeños y alcanzan para encender algunas bombillas, una radio y una televisión. Lo que más atrae a los clientes es que pueden permitir a los niños hacer sus tareas luego de que oscurece y prescindir de las lámparas sucias de queroseno. De hecho, con frecuencias los clientes compran sistemas solares domésticos usando préstamos que son más baratos de devolver que comprar queroseno.

Esto es en parte posible debido a una asociación pública y privada. Una empresa denominada Infrastructure Development Company Limited otorga préstamos bajos a concesionarios privados en todo el país, que luego proporcionan a los clientes sistemas solares domésticos (que por lo general se compran a crédito) y el servicio posventa. Actualmente el gobierno y el sector privado está explorando formas para proporcionar sistemas fotovoltaicos más grandes que podrían suministrar la energía para el bombeo de agua para riego y otros usos comerciales e industriales. El resultado final es que la energía solar ha pasado a ser una parte fundamental de la combinación energética de Bangladesh y, a pesar de que la generación de energía a partir de combustibles fósiles continúa siendo necesaria, la dependencia de los mismos disminuirá con el tiempo.

Estas transiciones de los combustibles fósiles a tecnologías de energías limpias deben volverse la norma en todos los países, tanto ricos como pobres, si queremos acometer con éxito el problema del cambio climático. Las circunstancias variarán en cada país, así como las tecnologías en las que elijan invertir los países, pero las naciones que más éxito tendrán serán las que más rápido hagan la transición a la era posterior a los combustibles fósiles.

 

Cambio climático, energías renovables y abandonar el saber convencional

Para abordar el cambio climático, es necesario que el mundo deje atrás los combustibles fósiles y pase a adoptar principalmente sistemas con bajos niveles de emisiones de carbono basados en energías renovables. Esto requiere claramente innovaciones tecnológicas, pero el cambio tecnológico no es la parte más difícil. Las tecnologías necesarias ya existen. Están mejorando rápidamente, a medida que se implementan a gran escala.

La parte más difícil de la transición a las energías renovables ha pasado de centrarse en la infraestructura existente de sistemas energéticos basados en combustibles fósiles, para pasar a enfrentarse a la resistencia política, institucional y cultural a los cambios. Esta resistencia es bastante fuerte, dado que los combustibles fósiles están incorporados profundamente, no solo en la tecnología de los sistemas energéticos, sino también en los sistemas financieros, la geopolítica, las instituciones y la cultura. Por consiguiente, para responder al cambio climático no solo es necesario invertir en innovaciones tecnológicas, sino que también es fundamental comprometerse a cambiar las instituciones, sistemas económicos y sociales, así como a llevar a cabo cambios políticos paralelos. Estos cambios podrán, a su vez, disminuir la dependencia en los combustibles fósiles con altos niveles de emisiones de carbono y permitir que prosperen las tecnologías renovables.

Transiciones inesperadas. La utilización de energías renovables a gran escala significa, fundamentalmente, cambiar las formas en las que la energía se produce, utiliza y distribuye. Esto significa que las premisas culturales e institucionales sostenidas desde hace larga data sobre la planificación energética deben reevaluarse y reformularse. También es necesario aprender sobre la marcha, a medida que los servicios públicos, reguladores, desarrolladores de energías renovables, comunidades y clientes adquieran experiencia en la implementación de sistemas de energías renovables Con esta experiencia práctica, las personas físicas y organizaciones podrán abandonar algunos de los saberes convencionales en torno al sector energético.

La buena noticia es que el saber convencional ya está siendo cuestionado. Las premisas ya están cambiando. El aprendizaje social ya está sucediendo. A la vez, todo esto está ocurriendo a medida que las energías renovables se expanden a una velocidad mucho mayor a la esperada en casi todas las proyecciones.

De hecho, una demostración impactante de la necesidad de cambiar las premisas y abandonar el saber convencional se puede ver en en muchos de los pronósticos sobre el crecimiento de las energías renovables que se han aventurado en los últimos 15 años aproximadamente. Algunas organizaciones de energía bien informadas, incluyendo la Agencia Internacional de la Energía, la Administración de Información sobre Energía de EE. UU. y la base de datos de los escenarios de la Evaluación Global de la Energía, subestimaron manifiestamente la rapidez con la que crecerían las capacidades de energías renovables. Por ejemplo, la Revisión Anual de Energía de EE. UU. de 1999 pronosticó que entre los años 2000 y 2020 solo se agregarían 800 megavatios de energía eólica, debido a que el viento era demasiado caro, en comparación con otros recursos. Sin embargo, de hecho, debido a la interrelación de un conjunto de incentivos políticos, avances tecnológicos, reducciones en los costos, aceptación social y cambios en los mercados, en Estados Unidos ya se han agregado casi 70 gigavatios de energía eólica, lo que significa que casi se ha multiplicado por 100 lo proyectado, y más de cinco años antes de lo esperado (resulta sorprendente que las proyecciones que más se han acercado a la tasa de crecimiento real de las energías renovables han provenido de la organización de defensa ambiental Greenpeace).

La parte superior del Medio Oeste de Estados Unidos nos ofrece un ejemplo que se ha dado en la vida real sobre el aprendizaje social y los cambios en las premisas. En esa zona, la utilización masiva de la energía eólica a gran escala ha cambiado la forma en la que operan los mercados de electricidad. Los cambios importantes en las reglas del mercado energético y en los métodos para controlar las turbinas eólicas -imprevistos hace 10 años- permiten en la actualidad a los generadores de energía eólica presentarse en las ofertas de los mercados de electricidad diarios, de la misma forma que sucedería con la electricidad producida a través de cualquier otra tecnología. Los generadores de energía eólica pueden entonces "corregir" sus ofertas 10 minutos antes de su envío, permitiéndoles así presentar ofertas precisas, a pesar de la variabilidad de los recursos eólicos.

Los sistemas de energía solar fotovoltaica para techos ofrecen otro ejemplo. Los paneles solares en los techos, al permitir a las personas generar su propia electricidad, han dado a las personas, hogares y comunidades un mecanismo fundamentalmente nuevo para participar en los sistemas energéticos. Esto equivale a un cambio cultural en la producción de energía. Los nuevos conceptos sobre el "prosumidor" -una persona que produce su propia electricidad- han cambiado los roles de los ciudadanos individuales en los sistemas energéticos, y los han empoderado.

En Austin, Texas, el rápido desarrollo de la energía solar fotovoltaica ha desafiado y en definitiva, modificado las premisas, por ejemplo, sobre la óptima orientación de los paneles solares. Es cierto que, en el transcurso de un año, los paneles solares orientados hacia el sur producen la mayor electricidad. Sin embargo, durante las horas de más demanda, cuando la producción de electricidad adquiere un especial valor para las compañías eléctricas, los paneles orientados hacia el oeste producen más. Darse cuenta de esto ha dado lugar a la alineación de los incentivos para las compañías eléctricas y la expansión de los paneles solares en los techos.

Ahora bien, si bien algunas compañías eléctricas aceptan e incluso adoptan fuentes de generación distribuida, como la energía fotovoltaica, otras son menos complacientes. De hecho, está creciendo rápidamente la movilización política contra la energía solar. Por desgracia, debido a la asociación de las energías renovables con el "controvertido" tema del cambio climático y su capacidad para desestabilizar la dependencia en los combustibles fósiles, en general las energías renovables han pasado a ser divisorias y partidistas en los Estados Unidos.

A pesar de esto, debido a la interacción entre la innovación tecnológica y los cambios políticos, institucionales y culturales, las fronteras de lo posible se están corriendo. Y, a pesar de que nadie puede predecir con exactitud cómo evolucionarán los sistemas energéticos a medida que el mundo intente responder al cambio climático, esto sí está claro: el aumento de las energías renovables seguirá desafiando el saber convencional, alterará las premisas sostenidas desde hace larga data sobre el sector energético y requerirá un aprendizaje social constante.

 

El problema va más allá de la tecnología

Los seres humanos tienen la capacidad excepcional de desarrollar tecnología que lleva a la conversión de energía. Cuando los cazadores-recolectores adoptaron la agricultura, aumentaron gradualmente su consumo de energía, que llegó a multiplicarse por 1000, a través de desarrollos tecnológicos, como la domesticación de animales de tiro y el uso del fuego para limpiar la tierra, hacer ladrillos y derretir metales. La emergencia de las sociedades industriales implicó otro aumento en 50 veces.

Los seres humanos habitualmente ponen su propio derecho sobre la naturaleza por encima del de las demás especies; el crecimiento energético se ha basado en este hábito. También ha dependido de la propiedad privada de la naturaleza, que permite a los inversores, ya sea personas físicas, empresas o el Estado, hacer pequeñas inversiones energéticas que permiten obtener enormes cantidades de energía excedente. El excedente de energía anima el desarrollo humano y los cambios en el estilo de vida. A su vez, el deseo de desarrollo conduce al ulterior crecimiento energético.

Los combustibles fósiles, con su alta densidad energética, han jugado un papel fundamental en la historia del crecimiento humano. En 2012, el año más reciente para el que se dispone de cifras de la Agencia Internacional de la Energía, los combustibles fósiles suministraron el 82 % de la energía primaria del mundo, y son responsables, junto con los cambios en el aprovechamiento de la tierra, de emisiones anuales de unas 40 gigatoneladas de dióxido de carbono. La mitad de estas emisiones no vuelven a ser capturadas por la tierra. Esta es la principal causa del calentamiento global.

¿Cuál es la solución? Está compuesta por dos partes, una tecnológica y la otra política y filosófica. Las dos partes de la solución deben implementarse, si quieren evitarse estragos más graves ocasionados por el calentamiento global.

Hay problemas en todas partes. En primer lugar, el aspecto tecnológico. Los seres humanos deben reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, ¿alguno de los principales enfoques tecnológicos para reducir las emisiones funcionará de verdad?

Una posible solución es derivar energía de la biomasa, que ya suministra el 10 % de la energía utilizada por los seres humanos. La biomasa es un recurso extendido y puede convertirse fácilmente para suministrar servicios de energía. Lamentablemente, la biomasa ya está sobreexplotada; los seres humanos utilizan el 16 % de la energía producida por las plantas cada año. Si se continúa explotando, solo se exacerbarán las feas cicatrices ambientales del planeta que la extracción de biomasa, a través de la deforestación y otros cambios en el uso de la tierra, ya ha causado.

La hidroelectricidad proporciona el 2,4 % de la energía primaria del mundo, pero ya se ha aprovechado el 40 % de su potencial utilizable. Ha aumentado la resistencia a las represas, porque destruyen los bosques aguas arriba y la tierra para la agricultura; las zonas que están aguas abajo pueden inundarse cuando el exceso de agua sale de los embalses. Es poco probable que la hidroelectricidad se extienda mucho, excepto en algunas regiones montañosas.

Entretanto, la energía nuclear satisface aproximadamente el 5 % de los requisitos energéticos de los seres humanos. No obstante, el mundo está dejando atrás la energía termonuclear. Es sucia; la extracción de uranio conlleva graves consecuencias para la salud, y unas 300.000 toneladas métricas de combustible usado altamente radioactivo se almacenan en reactores en todo el mundo. No es segura; ya han ocurrido tres accidentes importantes en reactores de energía. Puede ser objeto de abusos; el uranio enriquecido puede utilizarse para hacer bombas. Por último, es cara, mucho más que los combustibles fósiles.

A continuación, la energía solar concentrada y los fotovoltaicos, junto con el viento, suministran aproximadamente el 1 % de la energía global. Estas fuentes están creciendo de un 15 a un 40 % por año, pero tienen varias desventajas: son intermitentes, solo pueden colocarse en lugares favorables, no pueden utilizarse directamente para locomoción y tienen impactos ambientales de los que no se habla con frecuencia. Las instalaciones eólicas y las plantas fotovoltaicas requieren muchísima más tierra que las plantas de combustibles de origen fósil. Cálculos realistas sugieren que la energía eólica utilizable puede satisfacer solo el 5 % de la demanda de energía global de la actualidad, y durante la producción, tanto de los equipos eólicos como solares, se emiten cantidades importantes de dióxido de carbono. A su vez, estas fuentes de energía son todavía más caras que los combustibles fósiles.

¿Qué sucedería si capturáramos y almacenáramos dióxido de carbono para que no pudiera liberarse nunca a la atmósfera? Por diversas razones ha decaído el entusiasmo por la captura y almacenamiento del carbono (CCS, por sus siglas en inglés). Para empezar, solamente están operativos 14 proyectos CCS, y ocho más están en construcción. Conjuntamente, su capacidad representa solamente una décima parte del 1 % de las emisiones actuales de dióxido de carbono. Además, muchos de estos proyectos se combinan con proyectos mejorados para la recuperación del petróleo, lo que neutraliza las reducciones en las emisiones que se logran a través de la captura y el almacenamiento.

Entretanto, la eficiencia energética muchas veces se ve como un camino fácil para disminuir las emisiones. Sin embargo, lo que podemos lograr a través de la eficiencia tiene un límite. Es más, aquí entra en escena la paradoja de Javons, es decir, si la disponibilidad de energía aumenta debido a una mayor eficiencia, la energía será más barata y aumentará el consumo.

Un enfoque diferente. Hasta ahora, los países que han tenido más éxito en dejar atrás los combustibles fósiles son Alemania y Cuba. Alemania garantiza tarifas fijas a los productores de energías renovables. Cuba se ha centrado en la eficiencia y también en la agricultura orgánica, que conserva la energía a través de sus menores requisitos de agua, el uso reducido de equipos agrícolas, y su rechazo a los fertilizantes y pesticidas. El modelo alemán se puede reproducir en países desarrollados, pero no en lo que están en vías de desarrollo. Un gran porcentaje de los dueños de generadores de energía renovable en Alemania son personas físicas, cooperativas o comunidades, y en las naciones en vías de desarrollo estas entidades no tienen el capital para invertir en energías renovables. La experiencia cubana aún es más difícil de reproducir, dado que la agricultura orgánica no genera tantos beneficios económicos como los cultivos comerciales.

Para que la civilización pueda continuar siendo sustentable, los seres humanos deben cambiar los combustibles de origen fósil por la energía solar, a pesar de los problemas técnicos. Además, es necesario invertir en biótica y otras innovaciones que consuman poca energía. Pero al final, el consumo de energía global debe reducirse en el orden de aproximadamente un 60 %. Esto requerirá un número de cambios profundos en el terreno no tecnológico. Debe establecerse la equidad energética entre los países del mundo; las personas en los países más ricos no deben, como ocurre en la actualidad, utilizar cientos de veces más energía que las de los países más pobres. Debe renunciarse los derechos de propiedad sobre la naturaleza a favor del derecho a usar la naturaleza sin destruirla. La economía global debe dar prioridad a "la minimización de riesgos para todos" sobre "la maximización de ganancias para unos pocos". Debe establecerse una economía estatal estable; una economía sostenible que mantenga el equilibrio de la naturaleza.

Las implicaciones de estos cambios son radicales. Estados Unidos y Canadá deben reducir su consumo de energía en un 90 %; Europa, Australasia, y Japón deben hacerlo en un 75 %. Las ciudades deben retraerse drásticamente y los diferenciales energéticos entre zonas rurales y urbanas deben desaparecer. Debe darse prioridad al localismo y el gobierno debe descentralizarse. Deben implementarse normas uniformes de riesgos y emisiones para todo el mundo.

Las soluciones tecnológicas para el cambio climático serán difíciles de implementar, pero estos retos políticos y filosóficos todavía serán más complicados. No obstante, se pueden superar si son las mismas personas las que luchan por las demandas que muchos hicieron en las manifestaciones sobre el cambio climático el año pasado. "¡Mantengan el clima, cambien la economía!"

Si estas demandas dan lugar a cambios rápidos y concentrados, podemos seguir teniendo esperanza en que los seres humanos puedan formar sociedades sostenibles, equitativas y pacíficas. De lo contrario, el calentamiento global impondrá sus propios cambios, profundamente dolorosos.

 

Round 2

Puntos esperanzadores, gran potencial

Hasta ahora en esta mesa redonda, Saleemul Huq y especialmente Sagar Dhara han señalado que la transición necesaria para que el mundo deje atrás los combustibles fósiles es, por un lado, de fundamental importancia pero, por el otro, sumamente abrumadora. Nosotras estamos de acuerdo, pero también creemos que existen razones para tener esperanza. Esta esperanza no se basa solo en la tecnología, sino que surge de los cambios sociales, culturales y políticos que están sucediendo en los lugares que podemos considerar "puntos esperanzadores" del mundo, en los que ya están avanzando rápidamente los esfuerzos tendientes a reemplazar a los combustibles fósiles con sistemas basados en energías renovables. En estos lugares se han hecho cuantiosas inversiones en tecnologías renovables, que han estado acompañadas y respaldadas por cambios paralelos en el terreno político y de las políticas públicas, en la planificación y operación de sistemas energéticos, y en las formas en que las organizaciones reflexionan sobre la energía y, en última instancia, la utilizan. En estos puntos esperanzadores, las personas, hogares, empresas y comunidades están entendido el potencial de los sistemas basados en energías renovables, y están dejando atrás los regímenes de combustibles fósiles y las normas políticas, culturales e institucionales existentes.

Admitamos que en muchos lugares del mundo los incentivos y la infraestructura que rodean a los combustibles fósiles, y que existen desde hace mucho tiempo, siguen estando bastante intactos. A su vez, las transiciones hacia sistemas de energía más sostenibles se están dando a diferentes velocidades en distintos lugares. Aun en países vecinos, como Venezuela y Brasil, o Alemania y Polonia, o en estados de EE. UU. contiguos, como Minnesota y Dakota del Norte, o provincias canadienses como Columbia Británica y Alberta, los sistemas energéticos están cambiando de formas drásticamente diferentes. Pero ¿a qué se deben estas diferencias? Se deben, no solo a diferencias en los recursos naturales y tecnologías, sino también a divergencias fundamentales en la política, las instituciones y las normas sociales y culturales.

Dhara ha señalado aspectos importantes sobre los desafíos a los que se enfrenta la energía solar y eólica, su viabilidad tecnológica e impactos ambientales. No obstante, aunque estos retos son importantes, no impedirán las transiciones energéticas. En lugar de ello, subrayan la importancia de la interacción dinámica entre la evolución de los sistemas tecnológicos y la evolución de los sistemas sociales. De hecho, el desafío más importante para las transiciones energéticas se refiere a si los cambios políticos, institucionales y culturales pueden ocurrir con la rapidez suficiente para respaldar los cambios tecnológicos.

Dhara sostiene también que, para lograr el objetivo de equidad en materia de emisiones de dióxido de carbono, Estados Unidos y Canadá deberían reducir su consumo de energía en un 90 por ciento, y que otras naciones industrializadas también deberían reducir drásticamente su consumo. La idea detrás de la propuesta de Dhara es loable. Sin embargo, es difícil identificar un mecanismo para facilitar los cambios en los sistemas de energía a esa escala. De hecho, una propuesta como la suya puede ser incluso contraproducente, ya que, cuando el desafío parece demasiado abrumador, las personas tienden simplemente a cerrarse. Como dice el dicho, lo perfecto no debe convertirse en enemigo de lo bueno. Lo que necesitamos es reconocer y aceptar la complejidad del cambio social y respaldar los múltiples procesos a través de los que las sociedades aprenden a cambiar.

Nadie sabe exactamente cómo cambiarán y se desarrollarán los futuros sistemas energéticos. De hecho, las transiciones para dejar atrás los combustibles fósiles son impulsadas por una variedad de factores que van más allá del cambio climático; los beneficios colaterales de los sistemas energéticos basados en energías renovables incluyen la reducción de la contaminación del aire, una mayor fiabilidad en las fuentes de energía locales y una mayor estabilidad en los costos. En muchos lugares estos beneficios colaterales están impulsando los cambios de diferentes maneras. Pero, a medida que las personas y lugares adoptan una gran diversidad de estrategias energéticas, es importante reconocer las instancias en las que ya se están dando el aprendizaje y los cambios. Por consiguiente, el optimismo sobre las transformaciones energéticas está justificado, un optimismo basado no solo en la tecnología, sino también en los cambios sociales y técnicos que acompañan las transiciones hacia las energías renovables. Los vínculos entre los cambios sociales y los tecnológicos nos dan motivos para tener esperanzas. Estos puntos esperanzadores ponen de relieve un amplio potencial para las transiciones energéticas exitosas y los sistemas de energía más sostenibles.

 

El camino es claro pero los viajeros están indecisos

Los seres humanos se han convencido muchas veces de que la tecnología los salvará del desastre. Han creído en el mito del cuerno de la abundancia, de un planeta tierra con recursos ilimitados. Algunas sociedades, como los mayas, sufrieron colapsos totales cuando sus tecnologías fallaron, o cuando la energía u otros recursos materiales escaseaban. Los seres humanos deberán afrontar un dilema similar en el futuro no muy lejano, si confían demasiado en los enfoques tecnológicos frente al cambio climático y no ponen el énfasis suficiente en las necesarias transformaciones políticas y filosóficas. Ahora bien, mis colegas de mesa redonda Jennie Stephens, Elizabeth Wilson y Saleemul Huq han demostrado en la Primera Ronda una fe excesiva en la tecnología en relación con la energía eólica y la tecnología de energía solar fotovoltaica para techos.

En mi primer ensayo expuse varios factores que suponen obstáculos para las tecnologías fotovoltaica y de energía eólica: su intermitencia, los requisitos de la tierra, etc. No tuve espacio suficiente para mencionar otras limitaciones adicionales. Tanto la energía solar como eólica dependen de elementos denominados “tierras raras” que es muy probable que escaseen en unos 20 años. Hace tan solo cinco años China era responsable del 95 por ciento de la producción de tierras raras del mundo, lo que suscitó el temor de que pretendería ejercer un control monopólico. La cuota china en la producción de tierras raras se ha reducido desde ese entonces, pero ese país continúa teniendo por lejos las reservas de tierras raras más abundantes del mundo, y las inquietudes sobre su comportamiento monopólico aún persisten. Entretanto, las tecnologías de energías renovables que podrían funcionar sin tierras raras, en particular la fotovoltaica, no han alcanzado todavía la etapa de difusión comercial.

Además, como mencioné someramente en la Primera Ronda, la fabricación de los paneles fotovoltaicos conlleva emisiones de dióxido de carbono. De hecho, los análisis del ciclo de vida de los fotovoltaicos indican que, si su fabricación crece a una tasa anual que supere la inversa del tiempo de “recuperación” del dióxido de carbono de los paneles, los fotovoltaicos producirán más emisiones en su fabricación de las que pueden ahorrarse al utilizarlos. A modo ilustrativo, el período de “recuperación” promedio de los fotovoltaicos es en la actualidad de unos ocho años, lo que significa que los fotovoltaicos no deben crecen en más de un 12 por ciento anual para cumplir los requisitos de un mitigador neto de dióxido de carbono. Sin embargo, los fotovoltaicos crecieron, de hecho, a una tasa anual del 40 por ciento desde 1998 a 2008, y a una del 59 por ciento entre 2008 y 2014. Por consiguiente, los fotovoltaicos han sido durante años emisores netos. Para que los fotovoltaicos reemplacen a los combustibles fósiles solo en la generación de energía (sin tener en cuenta el transporte u otras áreas), creciendo únicamente con la rapidez permitida por el tiempo de “recuperación” del carbono, deberán transcurrir quizás unos 50 años. Esto es demasiado tiempo para reemplazar a los combustibles fósiles.

La energía eólica presenta un problema totalmente diferente, como lo demuestran las recientes investigaciones en granjas eólicas de Kansas. Las investigaciones indican que las turbinas de grandes granjas eólicas, al extraer la energía cinética del flujo atmosférico, disminuyen la velocidad del viento y, por lo tanto, limitan las tasas de generación. Esta es una de las razones por las cuales la energía eólica utilizable representa un recurso mínimo, si lo comparamos con la demanda de energía actual. La energía eólica simplemente no puede reemplazar a los combustibles fósiles (aun cuando presenta problemas ambientales, como la mortalidad de las aves).

A pesar de que no estoy de acuerdo con el optimismo tecnológico expresado por Huq, Stephens y Wilson, que se basa en micro experiencias en lugar de en un panorama general de la demanda energética, los obstáculos para la utilización de energías renovables, entre otros, estoy de acuerdo con ellos en algunos aspectos. Al igual que Huq, a pesar de los problemas relacionados con las energías renovables, creo que “las transiciones de los combustibles fósiles a tecnologías de energías limpias deben volverse la norma en todos los países, tanto ricos como pobres”. También creo que Stephens y Wilson tienen razón cuando afirman que afrontar la resistencia política, institucional y cultural a los cambios es fundamental para la transición energética (que para mí, incluye establecer la equidad energética global y reducir el consumo de energía).

De hecho, si pueden implementarse soluciones a los problemas de naturaleza no técnica, las emisiones podrán reducirse rápida y significativamente, dando tiempo a las tecnologías solares mejoradas a madurar e implementarse. No obstante, las soluciones que se me ocurren difieren bastante de las que imaginan mis colegas. Por ejemplo, imagino que el mundo atenúe y finalmente erradique las fronteras nacionales. Esto eliminaría de inmediato un 10 por ciento de las emisiones globales porque los ejércitos permanentes, con sus emisiones masivas, se reducirían a un mínimo. A su vez, las personas irían a donde está la energía, como hicieron durante milenios, antes del surgimiento de los combustibles fósiles, en lugar de hacer lo contrario, lo que reduciría tanto las emisiones como los costos energéticos del transporte. La prohibición del transporte aéreo y privado de superficie basado en combustibles fósiles podría eliminar otro 10 por ciento de emisiones, La retracción de las ciudades y la vuelta a la ruralización del mundo podría ahorrar un 10 por ciento adicional. Si se hicieran estos cambios, el mundo podría comenzar a transitar el camino de la sostenibilidad, paz y equidad.

La ruta hacia adelante está clara. Sin embargo, es muy dudoso que el mundo tenga la intención de recorrerla.

 

Round 3

La paradoja de París

El objetivo de las conversaciones sobre el clima en París es lograr un acuerdo con consenso global. Sin embargo, todos los que allí están reunidos -los miles de negociadores, políticos, ambientalistas, participantes de la sociedad civil y representantes de organizaciones no gubernamentales y el sector privado- saben que el resultado de la conferencia será decepcionante y absolutamente insuficiente. Para algunos, cualquier acuerdo será vano. Un acuerdo, prácticamente sin importar qué tan ambicioso y agresivo sea, no evitará que el aumento del nivel del mar amenace a estados isleños, como las Maldivas (la nación amenazada por los problemas climáticos a la que nuestro colega Sagar Dhara se refirió con anterioridad en la Tercera Ronda). Ningún acuerdo al que pueda llegarse en la conferencia protegerá adecuadamente a las millones de personas en todo el mundo que se enfrentan a alteraciones climáticas, que abarcan desde inundaciones y sequías en aumento hasta temporales cada vez peores.

No muy lejos del lugar de la conferencia en Le Bourget se encuentra el histórico Panthéon, un edificio monumental en el centro de París. Fuera del edificio, el 3 de diciembre se montó una obra llamada “Reloj de hielo” (“Ice Watch”) que se derretirá a medida que la conferencia se aproxime a su conclusión, el 11 de diciembre. La obra comprende 12 enormes bloques de hielo traídos de icebergs que flotaban en un fiordo de Groenlandia. Los bloques están dispuestos en círculo, como la esfera de un reloj, y representan el tiempo limitado que queda para tomar medidas eficaces contra el cambio climático. “Reloj de Hielo”, del artista plástico Olafur Eliasson (en colaboración con el geólogo Minik Rosing), demuestra de manera simple y tangible la precaria situación a la que el mundo se enfrenta.

“Reloj de Hielo” también busca llamar la atención sobre un conjunto de verdades aparentemente irreconciliables sobre el cambio climático y la respuesta de la humanidad a las mismas. Las actitudes sobre el cambio climático en la actualidad presentan una paradoja. Por un lado, existe una sensación de inutilidad, una profunda desesperanza sobre el cambio climático en sí mismo y los esfuerzos inadecuados del mundo para hacerle frente. Por otro lado, compensando aunque sea un poco la sensación de inutilidad, hay optimismo nacido de la necesidad. El optimismo surge de la poderosa voluntad de la humanidad por sobrevivir y de la ingenuidad, creatividad y esperanza que acompaña al instinto de supervivencia. Sin dudas resulta difícil cambiar los sistemas humanos como, por ejemplo, los sistemas energéticos predominantes. A su vez, cuando los seres humanos se enfrentan a problemas difíciles, sus “soluciones” siempre son incompletas. Sin embargo, también es cierto que, cuando se producen los cambios, muchas veces ocurren de forma inesperada y no lineal.

Esta mesa redonda ha investigado si la humanidad es capaz de desarrollar y utilizar tecnologías adecuadas para abordar el problema climático. No obstante, la pregunta fundamental es otra. ¿Los seres humanos pueden reorganizar, reorientar y redistribuir los recursos con rapidez, y pueden transformar sus instituciones y sociedades a fin de estabilizar el clima en el planeta y minimizar el sufrimiento y las alteraciones futuros? Esta cuestión es más amplia que la pregunta tecnológica más acotada, y más difícil de responder. También es una pregunta que sin dudas merece tener una respuesta.

 

Hacia sociedades sostenibles y equitativas

Durante la última década visité varias veces las Maldivas, una nación de 26 atolones en el océano Índico, para ayudar al ministro de Medio Ambiente y Energía a hacer el seguimiento de la contaminación del aire. Sin embargo, me di cuenta de que sus habitantes están menos interesados en debatir sobre la contaminación del aire que en hablar sobre su destino luego de que el mar se traga a sus islas maravillosas y obliga a unas 400.000 personas a vivir en permanentes exilios climáticos. En 2009, para destacar las amenazas climáticas que enfrentan las Maldivas, el presidente de ese país celebró una reunión de gabinete en el fondo del mar. No obstante, parecería que son pocos los que realmente están prestando atención a los problemas del país.

Las personas pobres de los países en desarrollo, que en muy poco han contribuido al cambio climático, serán la mayoría de los refugiados climáticos a nivel global. Sus emisiones históricas promedio per cápita son solo una octava parte de las de las personas en países desarrollados. Sin embargo, estas personas, con sus bajos niveles de desarrollo y muchas veces ubicaciones geográficas desfavorables, serán las que estarán más expuestas a los impactos más duros del calentamiento global: el aumento del nivel del mar, las sequías, condiciones climáticas extremas y variaciones de las lluvias.

Entretanto, los países desarrollados se han beneficiado de 200 años de utilización de combustibles fósiles con alta densidad de energía. Los nuevos ricos en países menos desarrollados también han comenzado a obtener beneficios en los últimos años, a medida que se ha incrementado su consumo energético. Así que las emisiones históricas de los países desarrollados son altas (como señalamos, ocho veces más altas sobre una base per cápita) y las emisiones actuales de los ricos del mundo, sin importar de qué país provienen, son igual de altas.

Sin duda se ha reducido la brecha de emisiones entre países desarrollados y en desarrollo. Las emisiones per cápita promedio del mundo desarrollado ascienden ahora a un poco más del doble del nivel correspondiente a los países en desarrollo. Sin embargo, la brecha de emisiones entre ricos y pobres, sin importar su país, ha aumentado. A su vez, los países y personas ricos pueden contar con su riqueza para protegerse de los muchos efectos del calentamiento global.

Como ha sucedido tantas veces en el transcurso de la historia, los ricos buscan conservar sus privilegios.De hecho, es difícil pensar en ejemplos de la historia en los que los ricos hayan renunciado a privilegios para ayudar a los pobres. Por el contrario, la historia nos proporciona numerosos ejemplos sobre los ricos luchando duramente para mantener sus privilegios. Por ejemplo, cuando los grandes plantadores de algodón del sur de Estados Unidos dirigieron los movimientos en favor de la secesión para preservar la esclavitud.

Ahora se encuentran en París los países desarrollados y en desarrollo, reivindicando el dióxido de carbono que el mundo puede seguir emitiendo, sin permitir que la temperatura global ascienda en más de 2 grados Celsius en comparación con la era pre-industrial, un nivel que los científicos consideran una línea roja. Los países desarrollados, que desean mantener sus altas emisiones per cápita, están reclamando derechos de ocupación ilegal sobre lo que quede de la asignación del carbono.

En la Primera Ronda propuse que Estados Unidos y Canadá redujeran su consumo de energía en un 90 por ciento, para salvar al planeta y a naciones como las Maldivas de ahogarse. Mis colegas de mesa redonda Jennie C. Stephens y Elizabeth J. Wilson sostuvieron que mi propuesta era loable pero inviable. Para los norteamericanos, las Maldivas son un país lejano y desconocido, pero esto no explica la actitud de mis colegas. Los indios ricos, que viven al lado de las Maldivas, piensan de forma similar. La explicación real es que los ricos no están dispuestos a renunciar a sus privilegios.

Mis colegas han señalado correctamente que el mundo debe dar un viraje hacia las fuentes de energía renovable. Han aplaudido también un conjunto de cambios sociales, culturales y políticos que lo acompañen (aunque aún deben explicar con precisión en qué consisten estos cambios). Sin embargo, aunque las energías renovables puedan retrasar un poco el calentamiento global, la tecnología no puede por sí sola abordar adecuadamente el problema del cambio climático. Tampoco puede hacer que las sociedades sean sostenibles y equitativas, no mientras la economía global esté basada en el crecimiento y el consumo inequitativo de los recursos naturales.

¿Cuánta energía y cuántos recursos naturales pueden extraer los seres humanos de la naturaleza sin destruirla? ¿Cómo pueden distribuirse estos recursos equitativamente entre todas las personas? Abordar estas cuestiones de manera realista puede ayudar a los seres humanos a entender que forman parte de la naturaleza, y que no son algo ajeno a ella, y puede incluso ayudar a la humanidad a lograr la verdadera sostenibilidad y equidad.

 



Topics: Climate Change

 

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