El bosque es político, pero los árboles son técnicos

By Suvrat Raju: ES, September 15, 2015

En la Segunda Ronda, mi colega Akira Kawasaki abordó el desastre de Fukushima y sus consecuencias para las armas nucleares, mientras que Mustafa Kibaroglu insistió en las reservas de plutonio de Japón. Ambos autores trajeron a colación importantes cuestiones sobre los aspectos técnicos y humanitarios de la seguridad nuclear. Sin embargo, es importante no perder de vista la cuestión política central que presentan los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki: ¿Qué tipo de sistema político permitió al gobierno de EE. UU. cometer actos terroristas y luego permitió a los líderes responsables de ello escapar a las consecuencias, tanto nacionales como internacionales?

La comunidad de control de armas ha eludido en gran medida estas cuestiones. Con esto no pretendo sugerir que los problemas técnicos que aborda en su lugar no sean importantes. Kibaroglu, por ejemplo, a lo largo de su exposición sobre el plutonio de Japón, nos recuerda que las industrias nucleares civiles aumentan automáticamente el riesgo de proliferación. Los responsables políticos aprovechan esta ambigüedad a su favor. Ya en 1955, el primer presidente de la comisión de energía atómica de India, Homi Bhabha, admitió que la “industria de energía atómica …pondrá en manos de muchas naciones cantidades de material fisible a partir del cual…las bombas atómicas serán…un paso fácil.” En efecto, el programa de energía atómica de India sirvió de base para las armas nucleares. Actualmente, India se está preparando para poner en marcha un prototipo de reactor reproductor rápido que se promociona como un reactor nuclear de 500 megavatios, pero que se ha mantenido alejado de las salvaguardias internacionales y que podrá utilizarse para generar hasta 140 kilogramos de plutonio apto para la fabricación de armas cada año.

Entretanto, Kawasaki tiene razón al afirmar que el accidente de Fukushima resalta los peligros que suponen, en tiempos de paz, tanto los reactores como las armas nucleares. La industria nuclear usa el término "defensa en profundidad" para describir los sistemas de seguridad redundantes que protegen a los reactores. No obstante, a veces un único acontecimiento imprevisto puede afectar simultáneamente múltiples elementos del sistema. Por ejemplo, en Fukushima, 12 de los 13 generadores diésel de respaldo no estaban habilitados a consecuencia del tsunami. Así pues, el escepticismo se justifica cuando los gobiernos utilizan precisamente estos mismos clichés para sugerir que el control que ejercen sobre los arsenales nucleares es totalmente fiable. Además, las armas nucleares también pueden ser vulnerables a los escenarios del tipo del Dr. Insólito, en los que una persona "de adentro" maquina deliberadamente un desastre. El accidente de Germanwings en marzo de 2015, en el que el copiloto dirigió el avión hacia los Alpes franceses, utilizando los propios sistemas de seguridad de la aeronave para que el piloto no pudiera acceder a la cabina, constituye un ejemplo aterrador de este tipo de acontecimiento.

Desafío y reforma. Si bien es necesario mejorar la seguridad nuclear, no debemos olvidar que los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki fueron consecuencia de decisiones políticas conscientes. A su vez, a pesar del horror de los bombardeos, el gobierno de EE. UU. ha considerado en reiteradas ocasiones adoptar nuevamente medidas similares.

En 1969, Henry Kissinger escribió un memorando para Richard Nixon en el que describía posibles planes de ataque contra Vietnam del Norte. El memorando hacia énfasis, no solo en que "debe ser una medida brutal", sino también en que "debe basarse en la firme resolución de hacer lo que sea necesario para tener éxito". Este memorando iba acompañado de una lista de "preguntas importantes", inclusive: "¿debemos estar preparados para usar armas nucleares?" Más recientemente, en 2006, el periodista de investigación Seymour Hersh informó que la administración Bush había pensado en usar armas nucleares tácticas contra Irán.

El gobierno de EE. UU. no llevó a cabo ataques nucleares en ninguno de los casos. Sin embargo, estos incidentes se deben miran dentro del contexto histórico adecuado, es decir, que el ejército de Estados Unidos ha utilizado reiteradamente tácticas de terror no nucleares. Por ejemplo, en 2004, enfrentados a la resistencia en la ciudad iraquí de Faluya, las fuerzas estadounidenses asediaron la ciudad y la atacaron con fósforo blanco -un químico incendiario- tomando el Hospital General de Faluya y causando que gran parte de la población de la ciudad huyera aterrorizada.

Acontecimientos como este revelan un sistema político en el que quienes ejercen el poder se distancian básicamente de las consecuencias humanas de sus acciones. En Estados Unidos, los poderosos están protegidos de las consecuencias políticas nacionales debido a la propaganda interna que describe sus acciones como necesarias y justificadas o, cuando menos, básicamente bien intencionadas.

Es en este ámbito donde los intelectuales públicos pueden jugar un papel importante, confrontando enérgicamente estas afirmaciones falsas. También es cierto que, para cumplir esta función, es necesario que los académicos salgan de sus disciplinas tradicionalmente definidas y negocien terreno que es inherentemente político, y no técnico. Sin embargo, solamente si desafiamos y reformamos el sistema que permitió lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki, podemos tener esperanzas de librar al mundo de las armas nucleares.

 


Share: [addthis tool="addthis_inline_share_toolbox"]