Es hora de que India y Pakistán solucionen sus propias crisis

By Rabia Akhtar: ES, October 6, 2016

Desde hace casi dos décadas India y Pakistán viven continuamente bajo la sombra de una guerra nuclear. En 1999, dentro del año de desarrollar armas nucleares, los dos Estados se vieron envueltos en la crisis de Kargil, un conflicto convencional en el que un ataque nuclear limitado pareció ser una posibilidad real y muy amenazadora. Con cada crisis desde Kargil ha resurgido la amenaza de una escalada nuclear. Por esta razón, el subcontinente necesita urgentemente un sistema de manejo de crisis que evite que las guerras convencionales escalen rápidamente a conflictos nucleares. Esperar sencillamente que no surja otra crisis simplemente no puede aceptarse. Los dos países comparten un pasado problemático y, dado su prolongado conflicto sobre Cachemira y el terrorismo transfronterizo de la región, esperar que no ocurran crisis es, básicamente, soñar con lo imposible.

El comportamiento de cada nación con respecto a la otra está determinado, hasta cierto punto, por medidas de fomento de la confianza que se han establecido durante años, tanto antes como después de la nuclearización. Sin embargo, estas medidas no evitan las crisis ni, lo que es crucial, ayudan a afrontarlas una vez que se inician. A su vez, como es prácticamente seguro que, de cuando en cuando, se desatarán crisis, el objetivo central de los esfuerzos en pos de la estabilidad nuclear en Asia Meridional debería ser desarrollar un mecanismo para evitar la rápida escalada, de convencional a nuclear, cuando las crisis ocurren.

Demasiado Tío Sam. Desde la nuclearización en 1998, tanto Pakistán como India han conformado sus arsenales nucleares para adaptarlos a sus propias necesidades y visiones estratégicas. Cada nación ha desarrollado su infraestructura nuclear y ha modernizado continuamente sus activos nucleares y sistemas vectores. Ambas han coqueteado también con la idea de una guerra nuclear limitada. En medio de todo esto, las dos han aprendido lo difícil que es evitar la escalada durante una crisis.

De hecho, cada vez que se ha producido una crisis bilateral con connotaciones nucleares, se ha pedido a Estados Unidos que medie para lograr la paz y maneje la crisis. De hecho, India y Pakistán han delegado el control de la escalada a Estados Unidos. Washington ha terminado siendo el abanderado de la estabilidad de las crisis en Asia Meridional, aun cuando no tiene ningún control sobre la dinámica de disuasión indio-paquistaní. La dependencia absoluta de estos dos países de la mediación de un tercero ha llevado a que los países de Asia Meridional deban confiar en la sobreprotección estratégica de una potencia ajena a la región.

Islamabad y Nueva Delhi, tanto antes como durante las crisis, se enfrentan a la necesidad absoluta de contar con canales abiertos para la comunicación y el diálogo. Sin embargo, en la actualidad las únicas estructuras disponibles son frágiles, inestables y propensas al colapso; basta observar el proceso de «diálogo compuesto» que se inició en 2004 pero colapsó en 2008, tras los ataques en Bombay.

Entretanto, Estados Unidos no está seguro de seguir implicado en futuras crisis en Asia Meridional. De hecho, a algunos observadores de la dinámica de escalada regional les preocupa que la retirada de Estados Unidos resulte ser sumamente peligrosa; India y Pakistán no han manejado nunca la dinámica de las crisis por sí solos, por lo que ¿qué garantías existen de que puedan hacerlo? Entiendo esta preocupación. Sin embargo, a la vez, India y Pakistán nunca aprenderán a contener los peligros nucleares si Washington siempre se está preocupando por la escalada en nombre de estos dos países. Estados Unidos debería promover activamente que las dos partes establezcan mecanismos bilaterales para el manejo de crisis, de modo que, cuando sea necesario frenar la escalada de la próxima crisis, Islamabad y Nueva Delhi puedan acercarse sin recurrir a Washington.

Responsabilidad compartida. En 1998, el año de la nuclearización del subcontinente, Pakistán propuso que la India se le uniera en un mecanismo que denominó régimen de moderación estratégica. El régimen comprendía tres elementos fundamentales interrelacionados: moderación nuclear, fuerzas convencionales en equilibrio y resolución de controversias. Han transcurrido los años, pero todavía podría ser posible adaptar el régimen para que incluya al manejo de crisis bilaterales como un elemento esencial de sus medidas más amplias para la reducción del riesgo nuclear. Por desgracia, India se ha opuesto al régimen y ha desdeñado sus tres elementos, sosteniendo que las capacidades militares y disposición de fuerzas de Nueva Delhi se guían por percepciones de amenazas que van más allá de Pakistán.

Es un argumento extraño. El despliegue de formaciones blindadas a lo largo de la frontera pakistaní por parte de India se relaciona, sin dudas, específicamente con Pakistán. Lo mismo ocurre con la doctrina ofensiva del «arranque en frío» (Cold Start) de Nueva Delhi, que está diseñada para iniciar rápidas intervenciones militares contra Pakistán, sin cruzar el umbral nuclear de Islamabad. Es posible que India ya se haya dado cuenta de las grandes dificultades operativas para ejecutar el arranque en frío. Sin embargo, el daño ya está hecho: el arranque en frío ya ha incitado a Islamabad a desarrollar armas nucleares tácticas.

India debería recibir, con magnanimidad, cualquier propuesta proveniente de Pakistán, tanto si se trata del régimen de moderación estratégica como de alguna forma de desarrollar la prevención bilateral de crisis y mecanismos de manejo de las mismas. Sin embargo, desde que se convirtió en un Estado nuclear, India ha mostrado una actitud muy arrogante. A veces trata a Pakistán como una especie de «paria nuclear» (la casta más baja en la India), que no es digno de respeto ni de un tratamiento igualitario en la mesa nuclear. Sin embargo, la responsabilidad de alterar la dinámica estratégica de Asia Meridional corresponde tanto a India como a Pakistán. Los dos países son conjuntamente responsables de la estabilidad regional. Mientras que las dos partes no reconozcan la mutualidad de sus percepciones de amenazas, las posibilidades de establecer una «estabilidad estratégica garantizada mutuamente» son pocas.

India y Pakistán no pueden ignorar ni hacer que desaparezca la geografía. Al fin y al cabo, la única forma de lograr la estabilidad estratégica, que supone una responsabilidad compartida, es mediante el diálogo y la cooperación.

Un último punto: las perspectivas de que Asia Meridional logre el desarme nuclear a corto plazo parecen desalentadoras. Sin embargo, las perspectivas a largo plazo no son mejores, a menos y hasta que el proceso de desarme nuclear global se acelere en la esfera más alta. Es decir, los Estados reconocidos con armas nucleares deben empezar a cumplir su parte del trato subyacente al Tratado de No Proliferación Nuclear. A pesar de que India y Pakistán, si trabajan arduamente y tienen la voluntad de cooperar, todavía pueden lograr la estabilidad nuclear en el subcontinente, no pueden conseguir por sí solos el desarme nuclear. Son las grandes potencias nucleares las que deben empezar esta tarea.

 



Topics: Nuclear Weapons

 

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