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By Wang Haibin: ES, March 9, 2016
Para sobrevivir los seres humanos deben consumir recursos naturales. Por consiguiente, producen contaminadores de carbono. Cuanto mayor sea la población humana, mayores serán las emisiones de carbono y más graves las consecuencias para el medio ambiente.
Esta es una perspectiva esencialmente pesimista sobre la relación entre la población y las emisiones de carbono, y parece que esta es la postura de mis dos colegas de mesa redonda.
Una alternativa más optimista es la idea de que los mismos seres humanos son, en palabras del difunto economista Julian Simon, el “último recurso”. Los optimistas sostendrán que, aunque las personas consumen recursos naturales y causan contaminación, al final provocan más beneficios mediante lo que crean, que daños debido a lo que consumen. En última instancia, los seres humanos encontrarán la forma de resolver los problemas ocasionados por la contaminación e incluso convertirán a los contaminadores en recursos valiosos.
Estos puntos de vista opuestos tienen algo en común: los dos son absolutos. Los enfoques absolutos en relación con la población generalmente dan lugar a consecuencias problemáticas.
Por ejemplo, en China, los líderes políticos de las últimas décadas implementaron dos conjuntos de políticas demográficas que, a pesar de ser muy diferentes, eran absolutas y problemáticas. Bajo Mao Zedong el gobierno chino adoptó la postura de que una mayor población volvería a las personas más poderosas y más fuerte a la nación. El gobierno adoptó políticas que permitieron, e incluso promovieron, tener más hijos. Luego, a fines de los setenta y principio de los ochenta, el gobierno modificó su postura y decidió que una gran población suponía una carga para la economía y estructura social de la nación. De este modo, Beijing dio inicio a su política coercitiva del hijo único, muy controvertida y sumamente impopular. En 2010 el gobierno, reconociendo finalmente que la población de China estaba envejeciendo rápidamente y que su dividendo demográfico estaba desapareciendo, relajó su política del hijo único permitiendo a las parejas tener un segundo hijo, siempre y cuando ambos padres fueran hijos únicos. Desde entonces, esta política se ha seguido moderando y en la actualidad existe en China básicamente una política de dos hijos.
Lo cierto es que, en lo que refiere a la mitigación frente al cambio climático, el crecimiento demográfico puede ser tanto una ventaja como un inconveniente. Lo verdaderamente importante a este respecto es si las sociedades tienen una buena o mala gobernanza.
Cuando la gobernanza es deficiente, probablemente una mayor población originará más contaminación. En los lugares en los que la mera supervivencia sea una lucha, las personas no tendrán otra opción que consumir los recursos naturales a su alcance, sin importar qué tan sustentable o contaminante sea su consumo. Si el carbón, especialmente el carbón de mala calidad, es el recurso energético más barato, las personas lo consumirán. Es más, las personas de los países con malos gobiernos prevén la escasez de los futuros recursos. No confían en que la sociedad se encargará de su cuidado cuando sean ancianos. Preocupados por este riesgo, invierten en sus futuros produciendo mucha descendencia cuando son jóvenes. Esto lleva a un aumento demográfico más rápido.
Cuando existe una buena gobernanza, las sociedades son estables. Las necesidades materiales son abundantes. Sin dudas esto causa mayores emisiones de dióxido de carbono en la actualidad. Sin embargo, también da a las personas la oportunidad de resolver problemas y contribuir para un bienestar futuro. Es posible que los seres humanos no sean siempre el “último recurso”, como diría Simon. No obstante, si su talento y conocimientos se utilizan plenamente, los seres humanos podrán ampliar de forma constante las posibilidades de los recursos utilizables, profundizar el uso que se da a los mismos, reduciendo a la vez la contaminación, inclusive la contaminación por carbono. En estas sociedades una mayor población solo aumenta las posibilidades de que los seres humanos descubran soluciones brillantes a los problemas que enfrentan. La buena gobernanza libera a las personas de las preocupaciones y miedos, y les da el tiempo y los recursos para, por ejemplo, reemplazar los combustibles fósiles con fuentes de energía de bajo carbono.
Dado que, al menos parcialmente, el calentamiento global es provocado por los seres humanos, no hay dudas de que estos deberán modificar su comportamiento de determinadas maneras. Sin embargo, no debe culparse a las personas normales y corrientes del cambio climático. Debe culparse a la mala gobernanza. Lo que debe contenerse no es el crecimiento demográfico, sino más bien la mala gobernanza.
Así que, cuando mi colega de mesa redonda Alisha Graves promueve el “sexo verde” como un elemento clave en la mitigación del cambio climático, yo abogaría en su lugar por una administración pública verde, que incluya buenos sistemas educativos y de seguridad social. Lograr una administración verde en todo el mundo tendrá más beneficios para el clima que cualquier enfoque centrado en la población.
Topics: Climate Change
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