La lógica del control de armas espaciales

By Nancy Gallagher: ES, August 7, 2015

En la tercera ronda, Wu Chunsi arguyó que las propuestas de control de armas deberían coincidir con las actuales circunstancias de seguridad y que las ideas que se basan en la lógica de la Guerra Fría no son adecuadas en la actualidad. Concuerdo en que un objetivo importante del diálogo estratégico debería ser encontrar formas de cooperación para responder a cualquiera de los riesgos y oportunidades que cada nación consideraría ser el resultado del desarrollo, los ensayos y la utilización de las tecnologías espaciales que comprenden aplicaciones tanto legítimas como potencialmente amenazadoras. ¿Sin embargo, dicho debate debería empezar de cero? Las circunstancias y las preocupaciones que moldearon el control de armas de Guerra Fría son más importantes de lo que las personas creen y pueden incorporarse en la lógica de control de armas espaciales en el siglo XXI.

Wu tomó a la ligera las circunstancias alrededor del control de las armas durante la Guerra Fría: Dos partes con poderes casi iguales, que gozaban de una comunicación fácil y que poseían inteligencia exacta sobre la preferencia de cada uno, consiguieron acuerdos bilaterales. Sin embargo, muchas de las negociaciones, incluyendo a las del Tratado del Espacio Ultra Terrestre y del Tratado de No Proliferación Nuclear, fueron multilaterales. El recelo, la mala comunicación, la reserva y la discreción diplomática no dejaban claras las intenciones de cada uno. Y mucho después de que la Unión Soviética consiguió la "igualdad" nuclear con Estados Unidos, los diseñadores de políticas, de todas formas, siguieron debatiendo la importancia de una asimetría verdadera o imaginada entre las capacidades actuales y futuras.

El mismo riesgo. Bharath Gopalaswamy, mientras tanto, para respaldar su argumento de que las armas antisatélite no aumentan el riesgo de una guerra nuclear, y que el control de las armas antisatélite no es necesario, evaluó durante la segunda ronda una coyuntura de seguridad que suena como la versión reciclada de una situación de seguridad utilizada por los adversarios del control de armas en los años 70. En ese entonces, los grupos tales como el Comité sobre el Peligro Actual demostraban a la Unión Soviética como una potencia en crecimiento, más agresiva y con la posibilidad de lanzar un primer ataque nuclear si tuviera la oportunidad de evitar represalias devastadoras. En el escenario de Gopalaswamy, China remplaza a la Unión Soviética. Aunque al final Gopalaswamy argumentó que las crecientes capacidades contraespaciales de China no son causa de alarma, pasó por alto un punto: los actuales líderes chinos, —sin o con armas antisatélite o con una política de no usar armas primero— al igual que los líderes soviéticos, probablemente, no considerarían que un ataque nuclear deliberado a los Estados Unidos o sus aliados sea una acción racional.

Efectivamente, la principal causa de preocupación sobre el espacio y la estabilidad estratégica, hoy en día, concierne el mismo riesgo al cual el Tratado del Espacio Ultra Terrestre intentó responder: Cuando la guerra parece inminente, y si las partes poseen la capacidad técnica para colocar armas en el espacio y destruir satélites utilizados para la advertencia temprana, el reconocimiento o la comunicación, los incentivos para el ataque preventivo sobre los bienes espaciales aumentarán. Valerse de las armas antisatélite en la ronda de apertura en un conflicto podría producir una guerra que ninguna parte querría, mientras también reduciría la eficacia del comando, el control, la comunicación y la inteligencia necesaria para la gestión apta de crisis, el control de un escalamiento y la extinción de la guerra.

Toma y daca. Ambos, Wu y Gopalaswamy, han enfatizado que las reglas de seguridad espacial deben ser justas para los recién llegados al espacio. Efectivamente, el Tratado del Espacio Ultra Terrestre y los acuerdos relacionados a la seguridad espacial no fueron negociados únicamente para robustecer la estabilidad estratégica bilateral; también fueron explícitos en diseñarlos para ayudar a los estados y a los actores no estatales a utilizar el espacio para una amplia gama de propósitos pacíficos, sin enfrentarse a la discriminación o interferir accidentalmente en el uso del espacio de otra parte.

Es claro que se requiere un debate minucioso sobre las amenazas y las oportunidades que las naciones perciben en el espacio y sobre los acuerdos cooperativos que ellos considerarían justos y de mutuo beneficio. Por ejemplo, cuando Gopalaswamy señaló que "los administradores indios de políticas parecen estar muy al tanto de los peligros de las armas diseñadas para matar en el espacio", ¿se refiere solo a los escombros generados por los ensayos (o por la utilización) de armas antisatélite diseñadas solo para matar? O, ¿también reconoce el peligro de que el desarrollo de componentes de defensa de misiles podría ser alterado para el uso antisatélite? Los expertos chinos, mientras tanto, a menudo arguyen que la manera de reducir los riesgos nucleares sería la aplicación y el uso continuo de la política de no usar las armas primero en los países dotados de armas. Sin embargo, a cambio de la declaración estadounidense de que el único propósito de las armas nucleares de Washington es de disuadir un ataque nuclear, ¿cómo podría Pekín responder a las preocupaciones de EE.UU sobre el uso chino de las armas antisatélite?

Tales debates deberán diferenciarse de maneras importantes de las que guiaron al Tratado del Espacio Ultra Terrestre. Como lo anticiparon los redactores del tratado, la tecnología ha progresado y el número de estados y actores no estatales que usan el espacio para fines distintos ha crecido. Los objetivos de la cooperación espacial también debería abarcar más temas ahora que en el pasado, centrándose no solo en robustecer la estabilidad de la disuasión, sino también prevenir que los nuevos retos, tales como los escombros espaciales y el calentamiento global, se vuelvan más serios. En vez de utilizar argumentos en contra de algo que no fue propuesto para refutar la importancia de la teoría y práctica previas del control de armas, tendríamos que combinar las nuevas y viejas ideas para determinar lo que más conviene en la actualidad.

 


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