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By Alisha Graves: ES, February 29, 2016
En muchos ámbitos de la política nacional los intereses de toda la población deben sopesarse con los derechos de los individuos. Este parecería ser el caso de la mitigación frente al cambio climático y la planificación familiar, ¿cómo pueden los países reducir sus emisiones de dióxido de carbono si nada puede evitar que las personas tengan tantos bebés como quieran? Sin embargo, la verdad no es tan simple. Dado que muchísimas personas tienen más bebés de los que desean, proporcionarles los medios para planificar sus familias puede ayudar a las naciones a contener sus emisiones totales de dióxido de carbono.
En la Primera Ronda Alex Ezeh escribió que “los mayores culpables en la carrera por destruir al planeta son los países con las huellas de carbono más profundas”. Como estadounidense, admito que mi país es culpable de esta acusación. En el año 2011 (el año más reciente para el que se dispone de cifras del Banco Mundial), las emisiones de dióxido de carbono per cápita en Estados Unidos eran de 17 toneladas métricas. Esto es más del doble de las emisiones per cápita globales. Entretanto, casi la mitad de los embarazos en Estados Unidos son no deseados y, desde el año 2008, el 60 por ciento de estos embarazos terminó en nacimientos. En vista de estas circunstancias, Estados Unidos debería demostrar un compromiso político mucho mayor con la planificación familiar y debería volverla un elemento explícito de la política climática nacional. Al no fomentar la planificación familiar con la suficiente rotundidad, Estados Unidos está perdiendo una importante oportunidad para la mitigación del cambio climático, a la vez que niega a las personas la capacidad de tomar decisiones individuales sobre el tamaño de sus familias.
Por su parte, Wang Haibin centra sus ideas sobre la mitigación del cambio climático en la “buena gobernanza con respecto al carbono” al escribir que “la mejor forma de limitar las emisiones de dióxido de carbono es a través del cambio de conductas [de las personas, con relación al carbono], no limitando la población”. Es totalmente comprensible que Wang se muestre receloso frente a los intentos de procurar la mitigación del cambio climático a través de la planificación familiar. Después de todo, la política china del único hijo, que se mantuvo vigente durante 35 años hasta que fue reemplazada por la política de dos hijos a fines del año pasado, era una política coercitiva. Tuvo algunas consecuencias trágicas para las familias chinas, en particular los infanticidios y esterilizaciones forzadas, y presentó también problemas a nivel nacional relacionados con los servicios sociales para los ancianos.
Sin embargo, cuando Wang se refiere a la “limitación de la población”, parece dar a entender que la fertilidad no puede disminuir, a no ser que se violen los derechos humanos. Esto no es así, como lo demuestran ejemplos de Tailandia, Irán o Túnez. De hecho, todo el paradigma de la “limitación de población”, que sugiere un control externo, debería reemplazarse por el paradigma de lalibertad y elección personal (cuestiones que Ezeh aborda con elocuencia en la Primera Ronda). Una mujer que usa anticonceptivos no está simplemente limitando su capacidad reproductiva, sino que también está ejerciendo su derecho individual a determinar el tamaño de su familia. Al hacerlo, toma en cuenta los beneficios para su salud y la de sus hijos y afloja la presión sobre el medio ambiente. Grande será el día en el que feministas, ambientalistas y profesionales de la salud pública puedan trabajar juntos para aprovechar la oportunidad que representa el acceso universal a la planificación familiar.
Wang escribió sobre el papel fundamental que juega la gobernanza para la promoción de la utilización de energía limpia. En lo que a la prestación de servicios de planificación familiar respecta, la buena gobernanza es positiva -facilita y abarata las cosas- pero no es una condición necesaria. No hay dudas de que los países con las tasas de fertilidad más altas también tienden a estar entre los menos desarrollados, más corruptos y peor gobernados. Sin embargo, esto no es excusa para retrasar la planificación familiar hasta que haya buena gobernanza, por el contrario, las terribles tasas de mortalidad materna e infantil en los países menos desarrollados demandan que la planificación familiar se implemente de inmediato. En los lugares donde no existe una buena gobernanza, la capacidad de las mujeres de separar el sexo de la reproducción puede ser una cuestión de vida o muerte. Cuando los programas de salud pública proporcionan a las mujeres esta capacidad, no solo empoderan a las mujeres para ejercer su derecho a determinar el tamaño de sus familias, sino que también contribuyen significativamente a la reducción de las emisiones en el futuro cercano.
¿A qué me refiero con “futuro cercano”? Bueno, si en la actualidad los métodos anticonceptivos pueden evitar un embarazo no deseado, el mundo tendrá un emisor de carbono menos en tan solo unas 40 semanas, más o menos la duración de un embarazo a término.
Topics: Climate Change
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