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By Mario E. Carranza: ES, November 23, 2016
India y Pakistán son en última instancia los responsables de solucionar sus propias crisis, pero la nuclearización del subcontinente ha internacionalizado sus controversias. Las tensiones en Asia Meridional ya no son una cuestión regional, debido a las posibles catastróficas consecuencias humanitarias en todo el mundo de un conflicto nuclear en esa región.
En mi segundo artículo de esta mesa redonda sostuve que «el principal objetivo de Washington en la región debe ser la desnuclearización» como parte de un «esfuerzo multilateral para reducir los peligros nucleares, tanto a nivel global como en Asia Meridional». Mi colega de mesa redonda Rabia Akhtar afirma que esto es como «vivir en la tierra de la fantasía», pero mi argumento no tiene nada de fantástico. Desde el discurso de Praga de Barack Obama en 2009 «la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares» ha sido política oficial de Estados Unidos. A su vez, en 2009 los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU también prestaron su apoyo al objetivo de un mundo sin armas nucleares.
Akhtar intenta rebatir mis ideas «fantasiosas» al escribir que «se han hecho elecciones», lo que principalmente quiere decir que India y Pakistán han decidido buscar la seguridad en las armas nucleares, manteniéndose fuera del régimen de no proliferación nuclear. Sin embargo, estas elecciones no son irreversibles. De hecho, India y Pakistán están desincronizados con la abrumadora mayoría de Estados que han renunciado a las armas nucleares, y son los rivales de Asia Meridional los que se comportan como si estuvieran viviendo en una «tierra de la fantasía», una engañosa y peligrosa tierra de la fantasía «realista».
Si bien Estados Unidos puede haber reconocido a India y Pakistán como Estados con armas nucleares de facto, la mayoría de la comunidad internacional no lo ha hecho. Por ejemplo, en 1998 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó unánimemente la Resolución 1172 exhortando a India y Pakistán a «poner término de inmediato a sus programas de desarrollo de armas nucleares». India ya está pagando un precio por ignorar el régimen de no proliferación nuclear: en junio de este año se rechazó su solicitud para integrar el Grupo de Suministradores Nucleares (GSN) porque, entre otras razones, «algunos miembros del GSN creen que India debe ratificar el Tratado de No Proliferación Nuclear como Estado sin armas nucleares antes de ser admitido en el GSN».
Akhtar sostiene también, junto con Jayita Sarkar, la tercera participante de esta mesa redonda, que la capacidad de Washington de influir sobre la diplomacia nuclear de India y Pakistán es limitada. Esto solo es cierto si el próximo Gobierno de Estados Unidos continúa con la política de Obama de deferencia hacia la susceptibilidad india. La influencia de Washington podría maximizarse si, como sugerí en la Primera Ronda, adoptara «un enfoque equilibrado sobre las relaciones indio-pakistaníes» y mejorara las relaciones con Pakistán. Akhtar puede afirmar que «Washington nunca pudo ejercer demasiada influencia sobre India», pero las alianzas siempre permiten al socio más fuerte influir sobre el socio menor. La asociación estratégica entre EE. UU. e India no es ninguna excepción.
La elección a la que se enfrentan los principales actores del drama nuclear de Asia Meridional es más de lo mismo o algo radicalmente diferente. Más de lo mismo no ha funcionado para Pakistán; podría decirse que tampoco para India o Estados Unidos. En Asia Meridional Estados Unidos debería dejar de centrarse exclusivamente en la lucha antiterrorista y la geopolítica, para pasar a tener como prioridad la resolución de conflictos y el control de las armas nucleares. Debería adoptar la enérgica política que Obama expuso en una entrevista con Time en 2008, es decir, «trabajar con Pakistán e India para intentar resolver la crisis de Cachemira con seriedad». (La misma administración de Obama abandonó este tipo de enfoque proactivo debido a la presión del grupo de cabildeo indio en Washington). A su vez, a pesar de que Akhtar afirma que no muestro «rigor histórico» cuando sugiero que Washington debería alentar firmemente a India y Pakistán a tomarse en serio el control de las armas nucleares, existe un precedente histórico de una enérgica forma de abordar el conflicto entre India y Pakistán por parte de EE. UU: en 1963 el Gobierno de Kennedy patrocinó seis rondas de negociaciones sobre el conflicto de Cachemira.
Las armas nucleares no se eliminarán inmediatamente del subcontinente. Sin embargo, los peligros nucleares que representa Asia Meridional pueden reducirse si las dos partes intercambian información sobre las doctrinas nucleares, mejoran la seguridad nuclear y cibernética y crean centros para la reducción del riesgo nuclear. Nueva Delhi e Islamabad deberían también adoptar las medidas que se necesitan urgentemente para el control de armas, tales como un acuerdo bilateral de renuncia al primer uso y una prohibición bilateral de los ensayos, desvinculándolas de la resolución definitiva de la controversia de Cachemira. Pakistán tiene fuertes incentivos para ser el primero en iniciar este tipo de acciones. Si el loco juego nuclear de la actualidad continúa indefinidamente, Islamabad tiene más para perder que Nueva Delhi, en términos de seguridad y de desviación de recursos económicos. Sin embargo, en última instancia es de interés de ambas partes revivir el "espíritu de Lahore" de 1999, estableciendo a la vez un frente unido para enfrentarse a todas las formas de terrorismo en la región.
Topics: Nuclear Weapons
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