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By Nilsu Goren: ES, April 13, 2016
En noviembre de 2015, se robaron hasta 10 gramos del isótopo radiactivo iridio-192 de un centro de almacenamiento próximo a Basora, Iraq. Ese mismo mes, a tan solo poco más de dos semanas de los ataques terroristas de París, se encontró a un sospechoso vinculado a estos ataques con una grabación de vigilancia que mostraba a un funcionario nuclear belga de alto rango. Si bien finalmente se encontró el material radiactivo faltante en Iraq (abandonado fuera de una gasolinera en un pueblo situado a nueve millas de Basora), estos dos incidentes han exacerbado el temor de que grupos como el Estado Islámico puedan obtener materiales radiactivos y construir un dispositivo de dispersión radiológica (conocido comúnmente como "bomba sucia").
Estos incidentes también recalcan por qué el presidente Obama, en su discurso de Praga de 2009, afirmó que "la amenaza más inmediata y extrema para la seguridad global" era que los terroristas se hicieran con un arma nuclear. Esta preocupación lo llevó a iniciar el proceso de las Cumbres de Seguridad Nuclear, que comenzaron en Washington al año siguiente. No obstante, el 2016 marca tanto el último año completo de la presidencia de Obama como el final del proceso de las cumbres. La última cumbre que, como la primera, se celebra en Washington, ayudará a determinar el camino de la seguridad nuclear en el futuro.
Mucho depende de que se identifique un camino productivo. Las cumbres han arrojado algunos avances significativos en materia de seguridad nuclear, pero no se ha establecido ningún régimen global permanente para la misma. De igual forma, el proceso de las cumbres no ha podido establecer sólidos enfoques regionales para la seguridad nuclear. Tampoco se ha creado ningún sistema para ejercer control sobre los materiales nucleares militares, lo que supone un enorme fracaso, si tenemos en cuenta que solo una fracción de los materiales nucleares del mundo está en manos civiles. El resultado posible más significativo que podría tener la cuarta y última cumbre sería establecer un plan concreto para mantener el impulso que ya han conseguido las cumbres.
Aciertos y errores. El proceso de las cumbres no ha encontrado ninguna solución mágica para las amenazas a la seguridad nuclear. Sin embargo, ha obtenido algunos logros concretos. En primer lugar, las cumbres han llamado la atención de los jefes de Estado sobre la seguridad nuclear. Gracias a esto, desde que comenzaron las cumbres, doce países han eliminado los materiales nucleares de uso armamentista dentro de sus fronteras. Catorce países clausuraron reactores que utilizaban uranio altamente enriquecido o los convirtieron para que funcionaran con uranio poco enriquecido. Esto eliminó 24 reactores que usaban uranio altamente enriquecido. A su vez, en 27 países se han quitado o eliminado casi 3000 kilogramos de uranio altamente enriquecido y de plutonio.
Las cumbres también produjeron un número creciente de acuerdos multilaterales. En la cumbre de 2010, los debates se centraron en un programa dirigido por EE. UU. para los materiales fisibles y presentaron los llamados "house gifts", aludiendo a los regalos que se llevan a una casa cuando se va de visita (es decir, "compromisos voluntarios…por parte de países individuales…para mejorar la seguridad nuclear"). En 2012, en Seúl, los debates se ampliaron para abarcar una agenda global sobre seguridad nuclear e implementación de seguridad y se mejoró la cooperación regional en materia de seguridad nuclear a través de las denominadas "canastas de regalos" (es decir, compromisos de varios países que "van más allá de…los comunicados de la cumbre"). En 2014, en La Haya, 35 Estados se comprometieron a apoyar la Iniciativa para la implementación del fortalecimiento de la seguridad nuclear. La iniciativa, que posteriormente fue publicada por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) como "circular informativa 869" se refiere al compromiso de estas naciones en relación con las recomendaciones sobre seguridad nuclear del organismo. Sin embargo, a pesar de estos logros, todavía quedan grandes desafíos que afrontar en la última cumbre y después de la misma.
El primer desafío es lograr una mayor aceptación y cumplimiento de los acuerdos de seguridad nuclear existentes. La Convención sobre la protección física de los materiales nucleares, firmada en 1980, es el único acuerdo internacional legalmente vinculante en relación con la protección física de los materiales nucleares. Una enmienda de 2005 amplió el alcance de la convención, en especial en relación con el robo de materiales nucleares o el sabotaje de centros nucleares. Sin embargo, la enmienda aún no tiene plena vigencia, dado que solo 94 Estados -de los 101 que se necesitan- la han ratificado. Entretanto, el Convenio internacional para la represión de los actos de terrorismo nuclear de 2005, que facilita los procesamientos y extradiciones relacionados con el terrorismo nuclear, ya está en vigor. Sin embargo, 77 de los 152 Estados que poseen menos de un kilogramo de materiales nucleares de uso armamentista no lo han ratificado. La iniciativa más reciente a la que pueden comprometerse los Estados es la circular informativa 869 del OIEA ya mencionada, que estará abierta a nuevos signatarios en la cumbre de 2016. Lograr una mayor adopción de estos instrumentos es fundamental para fortalecer los cimientos legales de un régimen global de seguridad nuclear, establecer un mecanismo de apoyo institucional para este régimen y facilitar su implementación.
Un segundo desafío es que las iniciativas en materia de seguridad nuclear se ven truncadas por la falta de enfoques regionales sobre este problema.Tanto las Cumbres de Seguridad Nuclear como las análogas Cumbres de la Industria Nuclear han abordado las normas de seguridad nuclear y los métodos para evaluar el cumplimiento de las mismas. No obstante, no se han centrado en la demanda creciente de energía nuclear en regiones, como Medio Oriente, marcadas por los conflictos y el extremismo violento. Esto representa un problema, dado que la mejor forma de abordar los entornos de riesgo es a nivel regional. Sin dudas, para responder a las infracciones en materia de seguridad nuclear y perseguir judicialmente el contrabando de materiales nucleares y otros materiales radiactivos, es necesario seguir las recomendaciones del OIEA, pero también son fundamentales los marcos legales y códigos penales nacionales, así como la cooperación transfronteriza. El proceso de las cumbres ha tenido solo un alcance regional limitado para los Estados que no han participado en ellas y la información que se ha compartido con estos ha sido también limitada. Es necesario establecer mecanismos regionales que responsabilicen a los gobiernos por su seguridad nuclear.
Una tercera necesidad constante es incluir a los materiales nucleares militares en el debate sobre seguridad nuclear. Los países que desean eliminar su material nuclear civil ya lo han hecho. Esto significa que podrán hacerse pocos avances hasta que se trate el problema de los materiales militares. Estos conforman el 83 por ciento del uranio altamente enriquecido y del plutonio del mundo, y siguen estando fuera de la vigilancia internacional. Los materiales militares, así como los materiales nucleares civiles, pueden ser vulnerables a los robos (en especial durante su transporte), sabotaje (tanto físico como cibernético) y al acceso accidental. Un enfoque inicial para afrontar este problema podría ser que los Estados, en intercambios militares, compartieran las mejores prácticas y otra información no sensible en relación con la seguridad de los materiales nucleares militares.
¿Incentivos reducidos? El Organismo Internacional de Energía Atómica planifica organizar reuniones de ministros sobre seguridad nuclear cada tres años. Sin embargo, la era posterior a las cumbres verá reducida la participación al nivel presidencial, y los Estados podrán percibir que se han reducido los incentivos para mejorar su seguridad nuclear. Rusia ya optó por no participar en la cumbre de 2016. Moscú sostiene que el OIEA debería cumplir el papel central en materia de seguridad nuclear y que ya no hay un programa político significativo para la seguridad nuclear por debatir. Rusia y Estados Unidos poseen casi el 90 por ciento de los materiales nucleares del mundo, de modo que la falta de diálogo sobre seguridad nuclear entre estos dos países es motivo de preocupación. Por desgracia, la confianza entre los dos países se ha visto menoscabada fruto de la crisis de Ucrania y el conflicto de Siria. En cualquier caso, a menos que en Washington surja un plan concreto para continuar el diálogo internacional de alto nivel sobre seguridad nuclear, los progresos logrados a través del proceso de las cumbres corren riesgo de detenerse.
Topics: Nuclear Energy, Nuclear Weapons
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