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La renuncia al primer uso no supone ninguna razón para alarmarse

By Ta Minh Tuan: ES, October 23, 2016

Luego de que Barack Obama declarara una política estadounidense de renuncia al primer uso de armas nucleares, en toda Asia de repente han comenzado a ponerse en duda las garantías de seguridad de Washington. Tokio y Seúl están considerando desarrollar sus propias capacidades de disuasión nuclear. Pekín se siente alentado a luchar por sus reivindicaciones territoriales con más agresividad. Lo mismo ocurre con Pyongyang y su programa de armas nucleares.

Este es el escenario que mi colega de mesa redonda Raymund Jose G. Quilop presentó en la Primera Ronda. Parris Chang expuso una versión limitada del mismo planteamiento. En mi opinión, no existe ninguna razón para temer este tipo de escenario.

En primer lugar, todos los países están obligados por compromisos internacionales, y los cálculos de seguridad estratégica de los líderes mundiales se basan en un determinado nivel de confianza de que las otras naciones cumplirán con sus compromisos. En lo que respecta a Washington, esta confianza está bien justificada. A la hora de mantener su palabra, Estados Unidos ha mantenido un buen historial durante décadas. Esta es una de las razones por las que Washington ha desempeñado un papel central en los asuntos internacionales desde la Segunda Guerra Mundial. Es muy difícil encontrar motivos para juzgar a Estados Unidos como un aliado poco fiable.

Así que, ¿a qué conclusión podrían llegar los aliados de Washington en Asia Oriental sobre la fiabilidad de Estados Unidos si Obama declarara una política de renuncia al primer uso? ¿Les surgirían dudas sobre la disuasión nuclear ampliada de Estados Unidos, si esta ya no incluyera la posibilidad de un primer ataque nuclear? Podemos estar seguros de que naciones como Corea del Sur y Japón no son tan ingenuas como para permitir que su seguridad dependa de que Estados Unidos inicie los ataques nucleares. Lo que de verdad les importa es que Washington respete sus tratados bilaterales y multilaterales sobre seguridad, así como su disposición para tomar medidas inmediatas cuando sea necesario. Una política de renuncia al primer uso no afectaría de ninguna manera los compromisos asumidos por Washington de proteger a sus aliados de tratados. Tampoco afectaría el paraguas nuclear de Washington, su poder convencional o el ejercicio de su posición de prestigio internacional.

Tampoco daría alas a Pekín para conducirse con más agresividad. En la actualidad, a pesar de la ambigüedad sobre el primer uso en la doctrina nuclear de Estados Unidos, China ya se maneja con confianza en el noreste de Asia y en el mar de la China Meridional. Está claro que Pekín no considera la posibilidad de un primer ataque estadounidense como un factor disuasivo de sus acciones actuales. Entonces, ¿por qué la eliminación de esta posibilidad llevaría a China a actuar con más firmeza? Pekín no ganaría nada presentándose como una amenaza más importante para Estados Unidos, los aliados asiáticos de Washington y la seguridad de Asia Oriental. No hay indicios de que Pekín podría optar por una respuesta antagónica a la declaración de la política de renuncia al primer uso.

En Pyongyang los cálculos serían similares en algunos aspectos. Las provocaciones de Corea del Norte a lo largo de los años han tenido muy poca relación con la política de disuasión nuclear estadounidense. En su lugar, la disuasión de Estados Unidos ha demostrado ser un fracaso, en la medida en que no ha impedido a Corea del Norte desarrollar y llevar a cabo ensayos con armas nucleares. Para decirlo con otras palabras, los líderes de Corea del Norte no tienen miedo de la disuasión nuclear de EE. UU. Si deciden actuar con más agresividad, sin duda tienen los medios para hacerlo. Lo que sucede, simplemente, es que responder con agresividad a una declaración estadounidense de renuncia al primer uso no representaría ningún beneficio para los norcoreanos.

Por el contrario, una declaración de renuncia al primer uso podría demostrar a Pyongyang que Estados Unidos no tiene ninguna intención de derrocar el régimen de Corea del Norte (una cuestión que preocupa mucho a los líderes de ese país). A su vez, incluso cuando los dirigentes de Corea del Norte no confíen plenamente en una política estadounidense de renuncia al primer uso, al menos se aliviaría la presión que se ejerce sobre ellos para que maximicen su preparación nuclear. Lo mismo podría decirse de los dirigentes en Pekín.

En resumen, ningún jugador de Asia Oriental o Asia Sudoriental se beneficiaría al intentar aprovecharse de una política de renuncia al primer uso de Estados Unidos. En su lugar, las naciones la considerarían en sí misma beneficiosa; Washington se declararía a sí misma una potencia del statu quo en los asuntos nucleares de Asia y toda la región se volvería más segura. Nadie en Asia Oriental o Sudoriental tiene alguna razón válida para remover las aguas ya turbulentas de la región.

 



Topics: Nuclear Weapons

 

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