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By Gregory Kulacki: ES, December 28, 2016
Mi colega de mesa redonda Rajesh Rajagopalan, desempolvando un concepto del siglo XIX, caracteriza a los asuntos internacionales como un «gran juego». Sin embargo, el poder destructivo de las armas nucleares ha cambiado esencialmente la naturaleza de la política internacional y la práctica del arte de gobernar. En una guerra nuclear no hay ganadores. La única jugada ganadora es no jugar.
Aparentemente, Mao Zedong intuyó esto poco después de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki. En agosto de 1946 dijo a un periodista estadounidense que la bomba atómica era un «tigre de papel». Las metáforas admiten varias interpretaciones, pero no es irracional asumir que Mao haya previsto un tabú contra el uso de armas nucleares, uno que se volvería más fuerte a medida que estas proliferaran. El pensamiento nuclear de China siempre supuso la existencia de un fuerte tabú nuclear. La única finalidad de la fuerza de Pekín «pequeña pero eficaz» era mitigar el temor de que se usaran armas nucleares contra China.
Si todas las naciones se adaptaran a la era nuclear de la forma que lo hizo China, el mundo estaría plagado de armas nucleares. Este descubrimiento fue la esencia del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, un reconocimiento colectivo de que, a menos que se abolieran las armas nucleares, cualquier nación podría reclamar con razón el derecho a desarrollarlas. O bien nadie tendría armas nucleares, o bien las tendrían todos.
Mao Zedong, Zhou Enlai y los fundadores de la República Popular no formaron parte de las negociaciones del TNP, ni siquiera se los reconoció como el Gobierno legítimo de China, pero parecen haber entendido la verdad esencial subyacente al tratado. Como es bien sabido, el general Nie Rongzhen, que administraba el programa de armas nucleares de China, dijo a los científicos e ingenieros que trabajaban a sus órdenes que China estaba fabricando la bomba que eliminaría la bomba. Este fue el mensaje esencial de la única declaración detallada sobre las armas nucleares que China haya pronunciado alguna vez, y que se efectuó inmediatamente después de su primer ensayo nuclear en 1964.
En esa declaración, los dirigentes chinos propusieron que «se celebrara una cumbre con todos los países del mundo para tratar….la prohibición absoluta y la destrucción completa de las armas nucleares». Posteriormente, el TNP aspiró al mismo resultado, pero ahora se ha transformado en un mecanismo que mantiene un mundo integrado por los que «tienen» y los que «no tienen» armas nucleares. Cuarenta y seis años tras la entrada en vigor del tratado, los Estados con armas nucleares se preparan ahora para gastar suntuosas sumas en la modernización de sus arsenales. Los Estados sin armas nucleares, sintiéndose traicionados -con plena justificación- se están movilizando para promulgar una convención legal internacional que prohíba la bomba.
Esta iniciativa pone seriamente a prueba el compromiso de China para con el desarme nuclear. Hasta ahora el secretario general del Partido Comunista Xi Jinping está reprobando la prueba. Debido a sus respuestas poco favorables a la iniciativa del tratado, se corre el riesgo de legitimar las opiniones de críticos de otras naciones, en especial de Estados Unidos, que siempre han mirado con escepticismo el compromiso de China con el desarme nuclear.
El tercer ensayo de mi colega Hua Han podría explicar la lógica detrás de la aparente indiferencia de Xi por la posición de principios sobre el desarme nuclear articulada en la declaración de 1964. Relaciona la política de armas nucleares chinas con el desequilibrio de las fuerzas convencionales entre Pekín y Washington. Aun así, en 1964 la superioridad de las fuerzas convencionales estadounidenses con respecto a las de China era mucho mayor que en la actualidad. ¿Xi está ignorando a las 123 naciones que promueven la convención de armas nucleares porque cree que China debe amenazar con el uso de armas nucleares en un conflicto convencional con Estados Unidos? De ser así, la declaración de 1964 sería letra muerta y Xi estaría apartando a su país y al mundo del desarme nuclear y llevándolos a una nueva carrera de armas nucleares.
La amplia iniciativa internacional para la adopción de una convención sobre armas nucleares, que obligue a los Estados poseedores de las mismas a cumplir sus obligaciones de desarme en virtud del TNP, no es una utopía, como afirma Rajagopalan. Es un llamado desesperadamente necesario al sentido común colectivo en un momento en que los Gobiernos de Estados con armas nucleares están cayendo en manos de líderes «fuertes» que llegan al poder político apelando vanagloriosamente a anácronicos prejuicios raciales.
Bertrand Russell, Albert Einstein y los científicos que firmaron su famoso manifiesto entendieron que con la llegada de la era nuclear, se había terminado el «gran juego» de la política internacional, puesto que la siguiente ronda sería «desastrosa para todas las partes». Nos instaron a considerarnos «simplemente miembros de una especie biológica con una historia notable, y cuya desaparición ninguno de nosotros desea». Pretender que un holocausto nuclear sea improbable, o seguir considerando a la guerra como un juego, es desconocer los peligros de la realidad política actual.
Topics: Nuclear Weapons
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