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By Mustafa Kibaroglu: ES, February 1, 2017
La época dorada de la disuasión ha llegado a su fin. Las armas nucleares, que fueron en su momento un jugador estrella de la escena internacional, ya no disfrutan del protagonismo que tuvieron.
Es cierto que algunos formuladores de políticas continúan atribuyendo a las armas nucleares el mismo prestigio del que gozaron durante la Guerra Fría, debido a su incomparable poder destructivo y a la influencia que proporcionaban a los Estados con armas nucleares en el terreno internacional. Sin embargo, el ambiente de la Guerra Fría, en el que las armas nucleares en manos de dos superpotencias cumplían una función fundamental para el mantenimiento de la estabilidad estratégica, ya no existe. Tampoco es probable que se reproduzca en el futuro, a pesar de que existen algunos paralelismos entre las relaciones entre EE. UU y la Unión Soviética durante la Guerra Fría y las relaciones actuales entre Rusia y Estados Unidos. Ahora bien, es dolorosamente evidente que la disuasión nuclear no sirve de nada contra organizaciones terroristas apocalípticas movidas por el extremismo religioso. Si alguno de estos grupos adquiriera y usara armas nucleares, no habría ninguna «dirección remitente» a la que dirigir las represalias. A su vez, los terroristas apocalípticos probablemente no tengan miedo de la destrucción en primer lugar.
Ahora que la edad dorada de la disuasión ha llegado a su fin, la prohibición de las armas nucleares se ha vuelto posible, siempre y cuando puedan minarse los valores que los formuladores de políticas les atribuyen. Ahora es el momento de quitarle a las armas nucleares la linda máscara que escondió su horrible cara durante toda la Guerra Fría. Es momento de que el mundo trate a las armas nucleares de la misma forma que a las químicas o biológicas, las otras armas de destrucción masiva, como meras armas de matanza, que no merecen ningún prestigio. Es momento de prohibir las armas nucleares, de la misma forma que se prohibieron las armas biológicas y químicas mediante la Convención sobre armas biológicas y tóxicas y la Convención sobre armas químicas.
¿Por qué ahora? A lo largo de la historia las armas se han inventado por diversas razones, pero principalmente para matar al enemigo. Si las armas existen, se usarán más tarde o más temprano, en especial si han disminuido o desaparecido los factores que puedan reducir las probabilidades de su uso, como los tratados de paz, los contextos políticos estables, los liderazgos racionales y las capacidades de disuasión.
En el mundo actual y en el futuro previsible, ¿podemos contar con líderes políticos racionales para mantener un contexto internacional estable en el que no se usen armas nucleares? Es difícil responder que sí. La única forma confiable de evitar una catástrofe nuclear es prohibir la producción de estas armas y eliminarlas de una vez por todas. De hecho, dada la creciente capacidad de muchos Estados y actores no estatales para dominar las conocimientos científicos y competencias tecnológicas necesarias para fabricar dispositivos nucleares explosivos, tanto rudimentarios como sofisticados, el mundo se volverá notablemente menos seguro si las armas nucleares no se eliminan pronto. La estructura existente de desarme y no proliferación aún no ha alcanzado el desarme y es poco probable que lo haga en el futuro previsible. Por eso es necesario el tratado de prohibición.
¿Qué incluir? La pregunta sería, entonces, qué debería incluir un tratado de prohibición. En primer lugar, debería asegurar que los Estados que adhieran al mismo gocen de los mismos derechos a los usos pacíficos de la energía nuclear que disfrutan actualmente los Estados sin armas nucleares en virtud del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares (TNP). Es decir, el negocio básico que hizo atractivo al TNP para muchos Estados, es decir, renunciar a la opción de fabricar armas nucleares a cambio de obtener ayuda para las aplicaciones pacíficas de la energía nuclear, se debería consagrar en el nuevo tratado. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) debería continuar con sus responsabilidades de prestar asistencia a los Estados en sus empresas de energía nuclear.
En segundo lugar, el tratado de prohibición debería establecer un mecanismo de verificación eficaz, aunque este no sería probablemente el OIEA, según su constitución actual. Dado que, si queremos que el tratado de prohibición tenga éxito, será necesario que los Estados con armas nucleares adhieran algún día al mismo, estos no pueden dominar los mecanismos de verificación del tratado, como dominan actualmente al organismo. La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) puede ser un modelo más útil. Hasta la fecha, la OPAQ ha desempeñado su labor para la eliminación de las armas químicas de forma equitativa, oportuna y eficaz.
En tercer lugar, una vez que se vuelva universal, el tratado de prohibición convertiría al mundo entero en una zona libre de armas nucleares. Por consiguiente, las disposiciones sobre zonas existentes deberían ser una fuente de inspiración para los redactores del tratado, especialmente en términos de derechos y responsabilidades.
Razones para el optimismo. Las posibilidades de que el tratado de prohibición pueda lograr el desarme no serían peores a las del TNP, quizás incluso mejores. Un factor a favor del tratado de prohibición es que no representa ninguna amenaza legítima para ningún país. Los Estados sin armas nucleares no perciben en la actualidad ninguna amenaza del TNP y, si alguna vez se universaliza el tratado de prohibición, todos los Estados serán Estados sin armas nucleares. Ninguna nación podrá ya intimidar a sus vecinos amenazándolos con usar armas nucleares.
Otro factor útil es que el movimiento para el tratado de prohibición puede basarse en el régimen de desarme existente, en el que ya participan todos los países, a excepción de cuatro: Israel, India, Pakistán y Corea del Norte. De esos cuatro, India y Pakistán se abstuvieron en la votación de octubre sobre el tratado de prohibición. Sus abstenciones deben considerarse signos positivos para las posibilidades de que un tratado de prohibición logre el desarme total. Entretanto, China también se abstuvo. Esto puede leerse como una declaración de que Pekín no tiene miedo de un mundo sin armas nucleares, aun cuando tiene el privilegio de contar con el estatus oficial de Estado con armas nucleares.
Otra abstención interesante fue la de los Países Bajos, que integra la OTAN, a pesar de que todos sus otros miembros votaron contra la resolución. Países Bajos es también uno de los cinco países europeos que, como parte del acuerdo de reparto nuclear de la OTAN, tiene armas nucleares tácticas que pertenecen a Estados Unidos. Quizás la abstención de los Países Bajos represente una grieta en la armadura que Estados Unidos y muchos otros países con armas nucleares han construido para proteger sus armas nucleares de la iniciativa del tratado de prohibición.
¿El tratado de prohibición será suficiente para eliminar las armas nucleares? Bien, dado que las naciones que poseen la mayoría del inventario nuclear global no apoyan la iniciativa del tratado, podríamos decir que terminará siendo una tentativa infructuosa. Sin embargo, esta sería una opinión con poca visión de futuro. Es posible que la prohibición no pueda por sí misma poner fin al reinado de las armas nucleares, ni hacerlo en el futuro previsible, pero cabe esperar que cree un estigma universal en torno a las armas nucleares, que signifique el principio del fin. No sería sorprendente que, dentro de varias décadas, se considere al tratado de prohibición como la piedra fundamental de un mundo libre de armas nucleares.
Topics: Nuclear Weapons
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