Los retos rebasan los recursos
By Dalia el-Akkad (ES) |
Este año, el gobierno egipcio invertirá cerca del 1 % de su producto interno bruto en investigación científica — un gran avance luego del 0.23 % registrado en el 2011. Pero aun así, los científicos perciben salarios bajos y las universidades y los centros de investigación tienen infraestructura mínima. Esto ocasiona que los científicos emigren en busca de mejores estándares de vida, mayor acceso a tecnologías avanzadas y condiciones políticas más estables.
Los periodistas científicos creen que podrían desempeñar un papel más importante para que la ciencia en Egipto salga del atolladero. Pero estos periodistas encaran retos difíciles. Entre los mayores retos, en particular cuando tienen que cubrir cuestiones nucleares, se encuentra la política. Antes de la revolución, tenían que lidiar con la secrecía excesiva cuando escribían sobre temas relacionados al programa nuclear del país. El régimen de Mubarak consideraba todos los asuntos nucleares como altamente secretos. Un comité de vigilancia censuraba la prensa, autorizando muy pocas publicaciones sobre este tema. Sólo permitía que se publicaran noticias sobre el tema nuclear que resaltaran los logros del régimen. Todavía hoy en día, el proyecto de constitución de Egipto no ha aclarado la situación de tensión entre, por un lado, la seguridad nacional y, por otro lado, la libertad de prensa y el derecho a la información del público. (Un referéndum público sobre el proyecto de constitución se realizará el 22 de diciembre).
Poco espacio, poco dinero. En Egipto, hay pocos periodistas que cubren temas científicos, en gran parte porque los medios de comunicación siguen convencidos de que cubrirlos no es importante. No es fácil que los redactores científicos sean publicados en la primera plana y algunos periódicos y revistas no proporcionan espacio alguno a las noticias científicas. El reportaje científico tampoco recibe mucho dinero –los periodistas que escriben sobre temas nucleares y otros temas científicos perciben bajos salarios y como resultado la cobertura es de baja calidad, ya que éstos entregan artículos traducidos de fuentes occidentales o que dependen demasiado de comunicados de prensa. Pero muy pocos centros de investigación producen comunicados de prensa.
Por lo general, a los portavoces del gobierno les preocupa más las reuniones oficiales y sus itinerarios de viaje que proporcionar información científica que los lectores puedan entender. A los periodistas no se les permite poner un pie dentro de la Autoridad de Energía Atómica egipcia y no pueden hablar con ningún científico sin autorización previa. Además, muchos científicos se niegan a conceder entrevistas porque algunos periodistas no se preparan adecuadamente o porque publican información errónea.
Un proceso lento. Otro gran reto que he encarado es la falta de capacitación para las personas en mi profesión. Empecé a trabajar como periodista científico en el 2004, pero ningún curso para periodistas científicos fue ofrecido localmente hasta el 2008. Este curso fue financiado por el Consejo Británico en Egipto, con la cooperación financiera de la Unión Europea — a los periódicos egipcios, por lo general, no les interesa proporcionar cursos de capacitación a su personal en áreas tan especializadas. Los periodistas deben ser autosuficientes y aumentar sus conocimientos a través de lecturas independientes y de tomar cursos donde estén disponibles.
Viajar al extranjero para asistir a conferencias científicas también representa otro gran reto. La mayoría de los periódicos no financian la participación en tales eventos, por lo tanto uno tiene que conseguir fondos externos. He asistido a seis conferencias científicas fuera de Egipto, pero cada uno de estos viajes fue financiado por alguna organización internacional como reconocimiento a los artículos que he escrito.
Es una lástima porque las conferencias internacionales proporcionan un terreno fértil para el diálogo y para hacer conexiones con personas en el mundo desarrollado y en desarrollo. En el 2011, Egipto tenía programado ser anfitrión de la Conferencia Mundial para Periodistas Científicos, pero la trasladaron a Doha debido a la inestabilidad política. Este evento, en el cual participé, valió la pena a pesar de todo; la mitad de los participantes eran del mundo en desarrollo y la conferencia fue una verdadera muestra de experiencia multicultural. A pesar de las diferencias entre las naciones, los periodistas científicos alrededor del mundo tienen que enfrentar los mismos retos — por ejemplo, cómo comunicarse de la mejor manera con los científicos, cómo atraer a una mayor audiencia, cómo hacer que las historias sean accesibles y cómo introducir las ciencias en el debate público.
Pasos hacia adelante. Lo ideal sería que los medios desempeñaran un papel esencial para alentar al público a que se interese más en la ciencia y tecnología. Pero en un país en desarrollo como Egipto, muy a menudo, esto es inalcanzable. Se podría mejorar esta situación por varias vías. Por ejemplo, se deberían organizar más talleres y cursos de capacitación para periodistas científicos. Las asociaciones de prensa deberían ayudar a financiar estos cursos y también deberían patrocinar competencias y premios para el periodismo científico. Los departamentos de medios de comunicación de universidades podrían contribuir estableciendo programas especializados en periodismo científico.
Sin embargo, los propios periodistas científicos deben luchar por su vocación. Al comienzo de mi carrera, aprendí que no sólo es suficiente hacer un buen trabajo — también es necesario venderlo a los editores, persuadirlos a que publiquen estos temas al lado de las noticias políticas. Mientras tanto, el gobierno debe dejar a juicio de los periodistas qué información nuclear es importante para ser publicada y deben darse cuenta de que la censura no contribuye en nada a la seguridad nacional. De hecho, la censura sólo ha hecho que el público se oponga más a los proyectos nucleares. Por ejemplo, el proyecto de energía nuclear propuesto por Egipto, El-Dabaa ha enfrentando la oposición de residentes locales, molestos por el decomiso de tierras o temerosos de los efectos negativos al medio ambiente y a la salud. Tal vez el gobierno hubiera podido minimizar estos problemas si, para empezar, se hubiera comunicado más abiertamente con el público.