Mucho enfoque en la proliferación y poco en la energía
By P. R. Kumaraswamy (ES) |
Generalmente, los gobiernos occidentales y la comunidad en pro de la no proliferación tienden a consider como un riesgo potencial de proliferación a las naciones en vías de desarrollo que buscan adquirir energía nuclear. Es una lástima tener esta actitud por varias razones. Primero, desconoce las crecientes necesidades energéticas que afrontan muchos países en vías de desarrollo. Segundo, desvía la atención de un problema real que es la práctica de seguridad deficiente en plantas de energía nuclear en países en vías de desarrollo. Tercero, fortalece la división del mundo en nucleares y no-nucleares en el ámbito nuclear del Tratado de No Proliferación Nuclear.
Escasez de energía. En el mundo en vías de desarrollo, hay numerosos países que sufren perpetuamente de falta de energía. En la India, por ejemplo, la liberalización económica en las últimas dos décadas tuvo como resultado un aumento brusco en la demanda de energía, la que no se puede satisfacer solo por medio de la electricidad obtenida de hidrocarburos. Por ende, las áreas rurales de estos países sufren constantemente de apagones programados (también conocidos como la desconexión de carga). Estos cortes de energía , especialmente frecuentes durante los meses cálidos de verano, obligan a los dueños de negocios a instalar otras alternativas de electricidad tales como generadores a base de diesel. Estas alternativas conllevan costos elevados, contaminan y son una carga para los dueños de negocios y para la economía en general. Además, el país debe importar una gran parte de los hidrocarburos que utiliza, incluyendo alrededor del 70 % del petróleo que consume, lo que agrava el déficit nacional de comercio.
China también ha generado un déficit energético debido al rápido crecimiento económico. Otros países en vías de desarrollo, como Jordania, gozan solo de recursos energéticos limitados. Pero cualesquiera que sea la circunstancia, muchos países en vías de desarrollo deben incrementar sus fuentes de energía si van a alcanzar y mantener el crecimiento económico y satisfacer las aspiraciones de su población.
Desafortunadamente, cada alternativa para incrementar las reservas de energía presenta problemas en cierto tipo. El petróleo es un recurso que contamina; el petróleo importado se ve afectado por grandes fluctuaciones de precios; y la dependencia del petróleo extranjero es particularmente problemático cuando hay conflictos y tensión en el Golfo Pérsico. El carbón contamina aun más que el petróleo. La energía hidroeléctrica, a su vez, depende de los caprichos de la precipitación, y un país que depende de la energía hidroeléctrica, puede verse afectado por severa escasez de electricidad durante tiempos de sequías. Las fuentes de energía alternativa, tales como la energía solar, eólica, y de biocombustibles, aún no han despuntado porque requieren de grandes inversiones y por problemas de viabilidad comercial.
Por lo tanto, para muchos de los países en desarrollo, la energía nuclear es — simple y sencillamente — una manera práctica para aumentar el abasto energético y por ende, permitir el progreso económico. Una gran parte de la comunidad internacional, sin embargo, manifiesta sus inquietudes sobre la proliferación en programas de energía nuclear que no ameritan tales miedos. Sin lugar a dudas, las preocupaciones en materia de proliferación son justificadas en algunos casos. Irán es un ejemplo que viene a la mente. También la India empezó su programa de energía atómica con la finalidad declarada de buscar solamente su uso pacífico, pero al final, instauró un programa de armas nucleares bajo la misma égida (aunque se estima que los materiales fisibles de los artefactos nucleares de la India no se derivan de los reactores para la producción de energía). Aun así, no todos los países que en el pasado han buscado la energía nuclear también han buscado desarrollar armas, — y efectivamente, el uso de la energía nuclear en algunos países casi no ha levantado preocupaciones sobre la proliferación y mucho menos ha resultado en la proliferación misma.
Japón es un ejemplo de lo último. Por supuesto, en este caso, el miedo a la proliferación se enmudeció porque el ejército de los Estados Unidos mantuvo su presencia en el país, y Estados Unidos avaló la seguridad regional. Pero estos factores por sí solos no fueron suficientes para erradicar las preocupaciones sobre la proliferación. Al contrario, el factor decisivo fue la decisión posguerra de Japón de desmilitarizar su política exterior y de mejorar la relación problemática con sus vecinos. Por lo tanto, el desarrollo de la energía nuclear en Japón fue considerado en el extranjero como parte de la política económica del país — y no como parte de la política estratégica. Otros países pueden intentar emular este modelo hoy en día, aunque el hacerlo requiere la voluntad de parte de estos países para establecer políticas transparentes y creíbles, abiertas al escrutinio internacional.
La seguridad al final. De cualquier forma, el problema principalde la energía nuclear en la mayoría de los países en vías de desarrollo no es la proliferación sino la seguridad en plantas nucleares. En muchas de las naciones en desarrollo, el concepto de seguridad pública se toma con apatía. En la India y en China, por ejemplo, el sistema de transporte ferroviário nacional sufre de manera inaceptable altas tasas de accidentes, y aun así esto no previene que millones de personas conmuten por tren diariamente. De manera similar, las actitudes tolerantes se aplican también a la seguridad nuclear y este problema se agrava al añadir en algunos casos la falta de financiamiento adecuado. Por lo tanto, algunos programas de energía nuclear en el mundo en vías de desarrollo no cumplen con los estándares, usan materiales inadecuados, sufren de corrupción y por lo general, fallan extremadamente en términos de seguridad nuclear.
Para empeorar las cosas, algunas instalaciones nucleares están ubicadas en áreas propensas a terremotos. Mientras que este es el caso de Japón, obviamente, los reguladores gubernamentales locales imponen estándares rigurosos de construcción con el propósito de minimizar los daños estructurales durante un terremoto, incluyendo el daño a las plantas de energía nuclear. Este tipo de estándares no se aplica en países de menor desarrollo. El accidente que ocurrió en la central japonesa de energía nuclear Fukushima Daiichi expuso las dificultades que hasta los países más desarrollados pueden experimentar al responder ante un desastre nuclear. Los países menos desarrollados ciertamente encararían mayores problemas bajo circunstancias semejantes.
Es alentador que el desastre en Fukushima haya aumentado la concienciación pública sobre los temas de seguridad nuclear en los países en vías de desarrollo. En la India, las protestas sobre la construcción deficiente de la instalación nuclear Kudankulam, en el estado sureño de Tamil Nadu, son la manifestación de tales preocupaciones populares. (El miedo del público se intensificó debido al tsunami del Océano Índico en esa zona en el año 2004). Esperamos que tal compromiso público mejore al final las condiciones de seguridad en las instalaciones nucleares en el mundo en vías de desarrollo.
Ninguna tecnología es inmune a los accidentes ni existe progreso sin algún riesgo. La seguridad nuclear sencillamente es otra esfera de tecnología — desde luego, una esfera compleja y cara — donde el progreso se consigue con el paso del tiempo. Sin embargo, a corto plazo, la cantidad de países capaces de abastecer a sus poblaciones con energía nuclear es limitada; por consiguiente, responder de manera satisfactoria a los retos de la seguridad nuclear debería ser posible para esta cantidad limitada de países.
Mientras tanto, la comunidad internacional debe abandonar su actitud tradicional en la que se piensa que cualquier país que busca la energía nuclear es un promotor potencial de armas nucleares. EL TNP ha evolucionado en un cártel de poseedores de armamento nuclear, pero no se puede permitir lo mismo cuando se trata de energía nuclear. Ciertamente, la proliferación continúa siendo una inquietud legítima en algunos casos, y todas las plantas de energía nuclear deben estar bajo el régimen de inspección del Organismo Internacional de Energía Atómica. Pero el miedo infundando de la proliferación no debe interferir con los esfuerzos legítimos de naciones en vías de desarrollo para satisfacer sus urgentes necesidades energéticas.