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By Shen Dingli: ES, June 29, 2016
Ahora que Corea del Norte llevó a cabo su cuarto ensayo nuclear en enero, la península coreana parece estar más lejos que nunca de la desnuclearización. Dada esta realidad, ¿cuál es la forma más eficaz de abordar el problema nuclear?
Los obstáculos para los avances son enormes. Las inclinaciones de Pyongyang son sumamente realistas, y las autoridades del país consideran que la disuasión nuclear es la máxima garantía de la seguridad. Probablemente seguirá viendo las cosas de esa manera durante algún tiempo. El Norte percibe la actitud de Washington también como esencialmente realista, de modo que probablemente Pyongyang esté apostando a que la política estadounidense con respecto a Corea del Norte finalmente cambie de rumbo. Esto es particularmente cierto si tomamos en cuenta que Washington cambia de régimen cada cuatro u ocho años.
De hecho, es posible que el Norte crea que, una vez que acepte la realidad nuclear en la península coreana, Washington atenúe las sanciones. Este cálculo puede tener sentido. Estados Unidos nunca aprobó que Israel tuviera armas nucleares, pero tuvo que acostumbrarse a la dura realidad de un Israel armado, y proteger a Tel Aviv del establecimiento de una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio. Tampoco Washington aprueba una India nuclear y de hecho impuso sanciones a Nueva Delhi, tras el ensayo nuclear de India en 1998. Sin embargo, a pocos días de los ataques terroristas del 11 de septiembre, estas sanciones se levantaron. En 2008 Estados Unidos incluso levantó su prohibición de cooperar con India en materia nuclear a nivel civil, prohibición que había impuesto a través del Grupo de Suministradores Nucleares al que había contribuido a crear en 1975, precisamente para castigar a India por su ensayo nuclear «pacífico» en 1974. En lo que refiere a Pakistán, en 2004 Estados Unidos designó a este país como un aliado importante extra OTAN para obtener la colaboración de Islamabad en la lucha contra el terrorismo, a pesar de que Pakistán desarrollaba armas nucleares. Entretanto, el presidente Obama está procurando que se normalicen las relaciones con Cuba, tras décadas de hostilidades entre Washington y La Habana. Todo esto puede contribuir a que Pyongyang crea que Washington no seguirá esperando décadas para normalizar las relaciones con Corea del Norte.
Entretanto, China y Corea del Norte han sido aliados durante décadas. Sin embargo, China ha cooperado más estrechamente con Estados Unidos en las sanciones contra Corea del Norte, de modo que es probable que Pyongyang sienta que Pekín lo ha traicionado. Así que, nuevamente, considerando la creciente desconfianza que caracteriza a las relaciones entre Washington y Pekín, es posible que el Norte apueste a que China se proteja de cualquier posibilidad futura de reconciliación entre EE. UU. y el Norte.
Corea del Norte sin dudas ha notado la insistencia de China para que las sanciones contra Pyongyang no generen inestabilidad en la península, el riesgo de una guerra o problemas humanitarios. China simplemente no quiere, tanto si Pyongyang tiene armas nucleares como si no, ver cómo colapsa Corea del Norte. Esta postura parecería asegurar la supervivencia de Corea del Norte. De hecho, a Pekín puede preocuparle más el «reequilibrio» de Washington en Asia que el programa nuclear de Pyongyang. Pekín y Washington pueden cooperar con respecto a Corea del Norte en cierta medida, pero no se tienen confianza, y las dos partes se cubrirán. Esto podría jugar a favor de Corea del Norte y poner en peligro la eficacia de la colaboración entre Estados Unidos y China.
En consecuencia, es poco probable que la península coreana esté libre de armas nucleares a corto plazo. Así pues, el problema nuclear coreano solo podrá abordarse con éxito, si el enfoque adoptado es por naturaleza gradual, pragmático y colaborador, y si ofrece garantías para todas las partes. Corea del Norte solo se sentirá atraída por propuestas de desnuclearización que adopten la filosofía según la que todos ganan.
Lo que puede funcionar, de forma provisoria, es demandar a Corea del Norte una política de «tres no»: no seguir desarrollando armas nucleares (inclusive ensayos nucleares); no transferir armas nucleares fuera de territorio norcoreano y no usar (o amenazar con usar) armas nucleares. Fundamentalmente, se pedirá a Pyongyang que acepte un régimen de «congelación nuclear», que incluiría un límite unilateral para el control de armas y un sistema de verificación adecuado. Como contrapartida, si Pyongyang adhiere a los «tres no», Corea del Norte recibiría un paquete de beneficios, incluyendo un acuerdo multilateral de garantía de seguridad, la iniciación de un proceso diplomático para lograr la normalización de las relaciones norcoreanas con Estados Unidos y otras naciones, y el levantamiento de las sanciones económicas, comerciales y a la inversión.
Es evidente que este proceso no logrará inmediatamente la desnuclearización. Sin embargo, Corea del Norte es inflexible en cuanto a que no renunciará a sus capacidades nucleares, de modo que todos los planteamientos en pos del desarme deben ser graduales. Establecer la desnuclearización como un objetivo a corto plazo solo llevaría a un fracaso total. Es mejor simplemente poner en marcha las cosas con diplomacia.
Básicamente, la finalidad de los «tres no» sería establecer una atmósfera productiva de moderación nuclear cooperativa. En algunos sentidos esta fórmula se asemeja al enfoque subyacente al acuerdo nuclear con Irán. En las negociaciones para llegar al acuerdo, la comunidad internacional no pudo convencer a Irán de que aceptara el desmantelamiento completo, verificable e irreversible de sus programas nucleares. Sin embargo, Irán sí se comprometió a eliminar la mayor parte de sus capacidades en materia de enriquecimiento de uranio, aunque conserva ciertas competencias del ciclo del combustible nuclear. El punto es que ambas partes transaron: Irán consiguió que se mitigaran las sanciones restringiendo sus operaciones nucleares dudosas, mientras que la comunidad internacional redujo en gran medida el riesgo de que Irán se convierta en un Estado con armas nucleares, aun cuando no se logró el desmantelamiento completo.
Si se siguiera este modelo en la península coreana, si las tensiones nucleares se contuvieran a través de medidas cooperativas, graduales, con el objetivo de reducir la amenaza nuclear, la comunidad internacional (inclusive Corea del Norte) podría dar nuevos bríos al proceso diplomático para lograr que la península coreana esté libre de armas nucleares. Una vez que las etapas iniciales de este planteamiento tuvieran éxito, las autoridades de Pyongyang podrían cambiar su postura sobre la importancia de las armas nucleares para la seguridad nacional. Con el tiempo, el Norte podría estar dispuesto a adoptar medidas concretas para eliminar todo su arsenal nuclear.
La desnuclearización de la península coreana es una posibilidad lejana, que seguirá siendo distante mientras el mundo se niegue a asumir un compromiso pragmático con el Norte.
Topics: Nuclear Weapons
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