Entre catástrofes, consenso científico e información confiable

By Augustin Simo: ES, May 20, 2016

No es ninguna sorpresa que las previsiones sobre las víctimas mortales de Chernóbil difieran tanto. Como mi colega de mesa redonda, Sonja Schmid, señaló anteriormente en la Segunda Ronda, la Organización Mundial de la Salud informó en 2005 que las víctimas mortales de Chernóbil llegarían a las 4000. Al año siguiente, Greenpeace estimó que la catástrofe provocaría unos 100 000 cánceres fatales. Estas cifras están muy lejos, pero calcular el riesgo radiológico siempre es problemático. Cuando las dosis de radiación son bajas, abundan las incertidumbres. Lo mismo ocurre con los riesgos para grupos de población específicos. Entretanto, los métodos utilizados para la valoración varían de una organización a otra. Es probable que pase mucho tiempo antes de que se determine la cifra correcta de víctimas mortales de Chernóbil, si es que alguna vez puede hacerse. También las víctimas mortales de Fukushima son una cuestión no resuelta. Es necesario contar con mejores pruebas estadísticas que respalden las proyecciones sobre víctimas mortales a consecuencia de catástrofes nucleares; ha habido una falta de estudios cuantitativos que puedan validar las estimaciones sobre el número total de fallecidos en poblaciones expuestas a las que se aplican determinados factores de riesgo.

Por desgracia, la falta de consenso sobre la estimación de las víctimas mortales menoscaba la confianza del público en la energía nuclear. De hecho, si la comunidad científica nuclear adoptara un enfoque uniforme para estimar las víctimas relacionadas con las catástrofes, quizás sería posible manejar mejor el malestar público en relación con la energía nuclear. Lo ideal sería que la comunidad científica llegar a un consenso y, a la vez, comenzara a implementar este nuevo consenso. Probablemente este enfoque llevaría a una mayor aceptación de la energía nuclear de la que existe actualmente a raíz de la diversidad de opiniones científicas.

En cualquier caso los estudios científicos indican que los daños psicológicos a consecuencia de accidentes nucleares pueden ser más perjudiciales que los efectos de la radiación. Schmid señaló que el estrés asociado a las evacuaciones equivale a una forma de trauma legítimo; lo mismo ocurre con el simple miedo. Saber cómo manejar estos efectos psicológicos es un reto importante al que todos los sistemas de preparación y repuesta ante catástrofes se deben enfrentar.

Máximas prioridades. Entretanto, Schmid escribe que la preparación y respuesta ante emergencias “son en gran medida tareas técnicas”, pero no “solo técnicas”. Por supuesto, tiene razón. Sin embargo, los aspectos técnicos de la preparación y emergencia deben ser las máximas prioridades en cualquier catástrofe. Desde que ocurre un incidente, debe recopilarse información que pueda ayudar a determinar el alcance de la emergencia y servir de orientación para las medidas que deben adoptar quienes intervengan primero. Debe llevarse a cabo el control continuo, en tiempo real, para ayudar a evaluar las consecuencias inmediatas del incidente, así como sus posibles impactos sobre las personas y el medio ambiente. A su vez, todas las declaraciones públicas de funcionarios o expertos deben basarse en datos confiables. Como escribe Manpreet Sethi, los funcionarios “deben poder acceder rápidamente a la opinión científica autorizada y de expertos, para poder tomar buenas decisiones con extrema premura”.

No obstante, la información, y su interpretación, pueden fácilmente ser objeto de controversia, especialmente cuando empiezan a intervenir los funcionarios locales. Por ejemplo, casi enseguida de la catástrofe de Fukushima, el Centro de Seguridad de Tecnología Nuclear de Japón “comenzó a divulgar pronósticos sobre la difusión de materiales radiactivos (pronósticos sobre la nube radiactiva)”. Sin embargo, la Prefectura de Fukushima decidió que la información no tenía la suficiente actualidad y nunca la anunció oficialmente. Este tipo de desacuerdos pueden retrasar las medidas necesarias.

Otro riesgo de la demora en las actuaciones se deriva del secretismo inherente a los centros nucleares. El excesivo deseo de preservar la confidencialidad puede retrasar la interacción con expertos e instituciones extranjeros. Es necesario resistirse a esta tendencia dado que, durante una emergencia, es de vital importancia que la comunidad internacional de expertos comparta sus opiniones y enfoques de forma oportuna.

 



Topics: Nuclear Energy

 

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