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La estabilidad estratégica: buena para aquellos que se benefician de ella

By Liviu Horovitz: ES, November 17, 2014

En esta mesa redonda, Wu Riqiang y Tatiana Anichkina han debatido de manera consistente a favor del mantenimiento de la estabilidad estratégica en el ámbito nuclear. Yo presenté varias razones para cuestionar el valor de la estabilidad estratégica. ¿Ahora bien, no estoy de acuerdo con mis colegas de la mesa redonda debido a que mi opinión sobre las armas nucleares es fundamentalmente diferente de la de ellos? No es así. Más bien, no estoy de acuerdo porque tengo una perspectiva diferente acerca de la estabilidad estratégica que Wu y Anichkina.

Mis colegas creen que la mutua vulnerabilidad entre las mayores potencias elimina la fuerza coercitiva como instrumento para resolver controversias entres ellas. Según ellas, esto evita la carrera armamentística y disminuye el riesgo de que las tensiones redunden en un conflicto; el mundo sería más estable y seguro, y todos los Estados se beneficiarían. La estabilidad estratégica entre las mayores potencias es buena para todos, así lo consideran mis colegas, y todos deberían de apreciarla.

Ciertamente, entiendo por qué Wu y Anichkina no quieren que sus propias naciones (China y Rusia) se expongan a la superioridad militar estadounidense y por qué argumentan a favor de la mutua vulnerabilidad en el ámbito nuclear. Sin embargo, sus argumentos son equivocados cuando se aplican de manera universal. "La estabilidad" podría alinearse bien con los intereses de Rusia y China, pero no hay fundamento para creer que se alinea con los intereses de todos los demás.

El sistema internacional, para bien o para mal, es sumamente competitivo. Los gobiernos promueven sus intereses por medio de cualquier instrumento de poder a su disposición. Las naciones cooperan entre sí todo el tiempo, pero sucede más a menudo que un Estado puede velar por sus intereses solo a costas de otro. En tal entorno, la estabilidad estratégica entre las mayores potencias podría tener consecuencias indeseables para los Estados menos afortunados. Es decir, la mutua vulnerabilidad entre Estados Unidos, China y Rusia disminuiría la capacidad de Washington de limitar las acciones tanto de Pekín como de Moscú. Así China y Rusia estarían libres para promover sus intereses, como les plazca, dentro de sus vecindades. Por lo menos en el caso de Rusia, la experiencia histórica no sugiere que una mayor "estabilidad" pueda producir lo que Anichkina llama " un espacio común de seguridad en Europa". Al contrario, permitiría que los poderosos se salieran con la suya mientras los países débiles pagarían el precio.

La última vez que la potencia rusa no tuvo límites, la Unión Soviética expandió su esfera de influencia europea dentro de los límites de las fronteras previas de Alemania. Impuso en los estados satélites un orden político y económico que no pudo generar la riqueza y la prosperidad que el sistema occidental de Estados Unidos sí pudo imponer en otros lugares. Cualquier intento de evadir el dominio ruso rápidamente fue destruido. Posteriormente, la Unión Soviética colapsó, una Rusia débil no tuvo más opción que aceptar las numerosas limitaciones impuestas a su poder por Estados Unidos. Pero ahora, dos décadas después, una Rusia emergente resiente los límites en su influencia y utiliza su fuerza militar para controlar a provincias enteras.

No soy partidario de un acercamiento moralista en cuanto a la política internacional; solo sé que los fuertes pueden y los débiles sufren lo que deben. Entiendo por qué Rusia quiere preservar el acceso militar del Mar Negro y entiendo por qué los rusos quieren "la estabilidad estratégica". Sin embargo, no tienen razón los diseñadores de políticas en Europa Central y del Este en deleitarse con la idea de que Rusia gane más poder para maniobrar.

Por ende, sigo considerando que los intereses de los aliados estadounidenses en Europa Central y del Este aumentan más por los despliegues de defensa de misiles. Aunque la defensa antimisiles de EE.UU. es ineficaz, sigue reforzando el trato transatlántico. Es decir, una hegemonía lejana brinda a las naciones europeas un ambiente con seguridad benigna, a cambio del derecho de sentar pocas bases militares, participar en las guerras distantes de EE.UU. con un puñado de personal militar local y otras ventajas económicas nimias.

Desde la perspectiva de los países de Europa Central y del Este, el aspecto más importante de este acuerdo es que fomenta la democracia y promueve el crecimiento económico. Por ello, las potencias menores tales como Rumania están dispuestos a aceptar la idea de que la defensa antimisiles podría potencialmente provocar la inestabilidad estratégica. Para estar seguros, las carreras armamentísticas entre las mayores potencias serían problemáticas. Cualquier crisis intensificada entre ellas sería inquietante. Pero los beneficios de la "estabilidad" muy probablemente se acumularían para las mayores potencias a costas de las pequeñas potencias. Por lo tanto, las naciones de Europa Central y del Este —mientras la búsqueda de Rusia para adquirir influencia no les prometa mejores beneficios de los que resultan del trato transatlántico— harán lo posible para asegurarse que Estados Unidos mantenga su dominio sobre el continente.



Topics: Nuclear Weapons

 

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