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La renuncia al primer uso no está rota, así que no la arreglen

By Parris H. Chang: ES, November 19, 2016

A medida que el tiempo transcurre y el último mandato del presidente Barack Obama llega a su fin -y mientras Donald Trump se prepara para asumir la presidencia- ¿podemos decir que Obama haya hecho avances adecuados en el compromiso asumido en Praga en 2009 de «procurar la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares»? No hay dudas de que sus esfuerzos en pos del desarme han sido considerables. En 2010, la Revisión de la Postura Nuclear del Departamento de Defensa redujo el rol de las armas nucleares en la estrategia de seguridad nacional de EE. UU., excluyó el desarrollo de nuevas ojivas nucleares, y limitó las contingencias que habilitarían a Washington a utilizar o amenazar con utilizar armas nucleares. Durante un tiempo se habló de que Obama daría un paso más allá, especialmente al declarar una política de renuncia al primer uso para las armas nucleares. Esto ahora no parece probable. Ahora bien, si hubiera adoptado esa medida, o si algún presidente en el futuro razonablemente cercano la adopta, ¿este tipo de política cumpliría los requisitos de una «importante medida para la generación de confianza y un paso hacia un mundo más pacífico», como cree Ta Minh Tuan, mi compañero de mesa redonda?

No para los aliados de Estados Unidos como Japón, Corea del Sur, el Reino Unido y Francia, que ya han informado al Gobierno de Obama que considerarían a una política de renuncia al primer uso perjudicial para su seguridad. Los dirigentes políticos en Seúl están alarmados por la renuncia al primer uso, y algunos han mencionado la idea de que Corea del Sur debería desarrollar su propia fuerza disuasiva nuclear. Por otra parte, durante una reunión del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos en julio, el secretario de Defensa Ashton Carter y el secretario de Estado John Kerry habrían advertido que una declaración de renuncia al primer uso alarmaría a los aliados de EE. UU., perjudicaría la credibilidad de Washington y enviaría al mundo un mensaje de debilidad.

En la Primera Ronda escribí que el presidente Dwight Eisenhower contó con la amenaza de las armas nucleares para impedir una invasión de la China comunista a Taiwán. Esta amenaza ayudó a lograr un alto al fuego en el estrecho de Taiwán, que se ha mantenido desde la década de los cincuenta. Sin embargo, el objetivo de Pekín de dominar y con el tiempo anexar a Taiwán no ha cambiado. En las últimas décadas China ha modernizado y ampliado considerablemente sus fuerzas militares convencionales y nucleares. En los últimos años ha dado un gran impulso a sus capacidades militares en el mar de la China Meridional para poner en duda la supremacía de Estados Unidos en la región de Asia y el Pacífico. Es más, China ha desarrollado capacidades avanzadas de negación de acceso/negación de área (anti-access/area-denial) que podrían causar graves daños a las fuerzas de EE. UU. La finalidad de estas capacidades es, en parte, disuadir una intervención de Estados Unidos en un ataque chino a Taiwán.

En Washington algunos expertos han reclamado una política de acuerdo con China, «llegando a un término medio con China» o incluso abandonando a Taiwán. El fundamento de los expertos es que, dado el enorme crecimiento del poder económico y militar chino, el precio de defender a Taiwán sería demasiado alto para Estados Unidos. En este contexto, la adopción de una política estadounidense de renuncia al primer uso probablemente socavaría la confianza en Taipéi de que Washington iría en su ayuda en caso de necesidad. La renuncia al primer uso enviaría una señal engañosa de que Estados Unidos ya no tiene la voluntad de hacer frente a China. Los dirigentes chinos de línea dura podrían verse animados por la supuesta debilidad de EE. UU. para emprender aventuras militares en Taiwán. El siguiente infame fragmento de la historia es pertinente e instructivo: cuando las fuerzas norcoreanas invadieron el sur en 1950, ni Iósif Stalin ni Kim Il-sung contaban con la intervención de Estados Unidos, porque menos de seis meses atrás el secretario de Estado de ese país, Dean Acheson, había descrito un perímetro defensivo de EE. UU. en el Pacífico Occidental que excluía ostensiblemente a Corea.

En marzo de este año Obama repitió la observación hecha en Praga de que «la seguridad y la paz de un mundo sin armas nucleares no se podrán lograr rápidamente, quizás no durante mi vida». Continuó diciendo que «ninguna nación puede cumplir la visión [del desarme] por sí sola. Debe ser el trabajo conjunto del mundo». Obama sabe perfectamente que una política tan importante y de gran alcance como la renuncia al primer uso de las armas nucleares requiere un amplio apoyo bipartidista en su país. Sin embargo, no pudo ni siquiera lograr el consenso sobre la renuncia al primer uso dentro de su propio partido o administración.

Como dice el refrán en Estados Unidos «si no está roto, no lo arregles». Por ahora la ambigüedad nuclear de Estados Unidos es una política sólida que no es necesario arreglar.

 



Topics: Nuclear Weapons

 

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