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By Hua Han: ES, December 27, 2016
El impulso para el desarme generado por el famoso discurso de Praga de Barack Obama se estaba desvaneciendo aun antes de que Donald Trump ganara la carrera para convertirse en el sucesor de Obama. Ahora las posibilidades del desarme parecen más turbias que nunca. Es un momento interesante para retomar el argumento de mi colega de mesa redonda Gregory Kulacki que afirma que China, al mostrar tanta reticencia para implementar sus obligaciones de desarme, perjudica su propia imagen y desperdicia una oportunidad para asumir un rol de liderazgo en el gobierno global.
Durante décadas China ha tomado seriamente sus obligaciones respecto al desarme en virtud del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares (TNP) De hecho, Pekín exigió la abolición total de las armas nucleares tras llevar a cabo su primer ensayo nuclear hace cinco décadas. El desarme contribuye a los intereses a largo plazo de China, pero Pekín se enfrenta con un clima de seguridad cada vez más complicado y mantiene una fuerza disuasiva nuclear relativamente pequeña. Por consiguiente, China solo podrá lograr el desarme si adopta un enfoque prudente y pragmático.
Un callejón sin salida para el desarme. Desde la finalización de la Guerra Fría, Estados Unidos y Rusia han reducido considerablemente sus excesivos arsenales nucleares a través de acuerdos sobre el control de armas y recortes unilaterales. Por desgracia, los recortes solo se han diseñado para «optimizar» los arsenales de las dos partes; Washington y Moscú no han hecho los intensos recortes que podrían inducir a otras potencias nucleares a unirse al proceso. En consecuencia, el inventario nuclear global continúa siendo enorme y asciende a unas 15 000 ojivas, 93 % de las cuales pertenecen a Estados Unidos y Rusia.
Todavía peor, Estados Unidos ha desarrollado continuamente capacidades en materia de defensa contra misiles y ataques inmediatos convencionales como parte de sus fuerzas estratégicas. Esto pone en riesgo a las pequeñas capacidades de disuasión nuclear, como la de China, lo que obliga a Pekín a depender más de su fuerza disuasiva nuclear, reduciendo así los incentivos de China para emprender el desarme. Por ahora las llaves de la puerta del desarme siguen estando en manos de Estados Unidos y Rusia.
El enfoque singular de China. El compromiso de desarme en virtud del TNP es tanto normativo como legalmente vinculante. Sin embargo, el compromiso de por sí no ofrece a los Estados con armas nucleares un incentivo suficiente para llevar a cabo el desarme. Las naciones considerarán que no tienen incentivos suficientes hasta que el desarme pueda adaptarse a sus perspectivas nacionales sobre la utilidad de las armas nucleares y sobre el rol de las mismas en la seguridad nacional.
Durante toda la Guerra Fría las armas nucleares estuvieron en el centro de las estrategias de seguridad de EE. UU. y Rusia, y la destrucción mutua asegurada evitó los ataques entre las respectivas naciones. El enfoque de China era diferente. Aun cuando este país se unió al club nuclear en 1964 entre graves problemas de seguridad, Mao Zedong consideraba a las armas nucleares un «tigre de papel». Esta visión influyó profundamente sobre el desarrollo de las armas nucleares y la postura nuclear de China. De hecho, a Pekín le llevó décadas desarrollar su pequeño arsenal y lograr que su fuerza disuasiva nuclear estuviera en verdaderas condiciones de funcionamiento. China fue el primer Estado que anunció su intención de desarmar a la vez que desarrollaba con éxito armas nucleares, y que proclamó una política de renuncia al primer uso de las armas nucleares. El desarme, ya sea que se considere obligatorio u optativo, se ajusta a la filosofía nuclear china.
No hay dudas de que las armas nucleares cumplen un rol cada vez mayor en los cálculos de seguridad de China. Sin embargo, la «falta de utilidad» de estas armas en una verdadera guerra impide a China desarrollar un gran arsenal, y mucho menos intentar igualar los de las potencias nucleares más importantes. A su vez, con el surgimiento de Estados con armas nucleares a lo largo de la periferia china, el desarme y la no proliferación convienen claramente a los intereses naciones a largo plazo de Pekín.
Es posible que hasta ahora China no haya adoptado medidas importantes en pos del desarme pero, a pesar de lo que cree Kulacki, esto no significa que sea reticente a cumplir sus obligaciones en virtud del tratado. En su lugar, China está siguiendo su propio camino para el desarme, y ¿qué implica ese camino? En primer lugar, el desarme no puede procurarse simplemente reduciendo el número de ojivas y misiles; la calidad superior de las armas de EE. UU. y Rusia también debe tenerse en cuenta. En segundo lugar, para China la ratificación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares y la negociación del Tratado de prohibición de la producción de material fisible son pasos importantes en pos del desarme. Sin embargo, estos tratados deberían negociarse y ratificarse junto con un instrumento que prohíba el primer uso de las armas nucleares. En tercer lugar, dado que las capacidades de defensa contra misiles y militares convencionales pueden ser un incentivo para que las naciones desarrollen o amplíen sus arsenales nucleares, deberían también incluirse en la agenda para el desarme.
Sí, China tiene la responsabilidad de implementar de forma más proactiva sus compromisos en materia de desarme. Sin embargo, las potencias nucleares deben procurar el desarme a través de -tomando prestada una frase que por lo general se relaciona con las negociaciones sobre el cambio climático- el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas.Con suerte China podrá trabajar con el próximo Gobierno de Estados Unidos, así como con otras naciones poseedoras de armas nucleares, para que la próxima conferencia de revisión del TNP sea significativa y relevante.
Topics: Nuclear Weapons
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