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Limitar, o expandir, el sistema de defensa contra misiles

Desde 2002, cuando Estados Unidos se retiró del Tratado sobre Misiles Antibalísticos, el régimen internacional de control de armas no ha incluido límites en su sistema de defensa contra misiles. Washington quiere que permanezca de tal forma, insistiendo que "seguirá rechazando cualquier tipo de limitaciones negociadas en su sistema estadounidense de defensa contra misiles balísticos". Muchos expertos creen que el sistema de defensa contra misiles socava la estabilidad estratégica, sin embargo, algunos argumentan que el mismo podría desempeñar un papel en la desnuclearización. A continuación, autores de China, Rusia y Rumania debaten sobre si los acuerdos de control de armas deberían incluir límites en el sistema de defensa contra misiles, o, si los avances en el sistema defensa contra misiles deben ser fomentados porque podrían contribuir al objetivo de desarme.

Round 1

El sistema de defensa contra misiles depende de quien lo mire

Afortunadamente, sólo existe evidencia empírica limitada sobre la eficacia de las armas nucleares como instrumentos de política exterior. Esto quiere decir que la evaluación de la política nuclear está fundamentada principalmente en la teoría y, claro, la propia perspectiva sobre el sistema de defensa contra misiles está sumamente influenciada por las presunciones teóricas.

Pero la opinión sobre el sistema de defensa contra misiles también depende de la lealtad personal. Soy nativo de Rumania, un aliado de segundo nivel de EE.UU. en Europa, por lo tanto, seré más propenso a apoyar las perspectivas que se alinean con los intereses de Rumania y las naciones similares. Juzgaré los métodos teóricos para la defensa contra misiles a la luz de sus implicaciones en mi propio país. Creo que podremos entender mucho mejor el debate sobre las armas nucleares (y la defensa contra misiles) dentro del marco que enfatiza el desarme, la estabilidad y la supremacía nacional. ¿Cuál encaja mejor con su propia lealtad?

Aquellos en pro del desarme. Los defensores del desarme vienen en por lo menos dos categorías; aquellos que niegan la capacidad de las armas nucleares de disuadir y limitar y aquellos que la aceptan. Las personas en el primer bando descartan la idea de que las armas nucleares pueden permitir que las mentes calculadas prevalezcan. Por el contrario, creen que las armas nucleares están destinadas a causar cálculos erróneos y guerras. Aunque el sistema de defensa contra misiles podría potencialmente ser utilizado para forzar el cumplimiento en un mundo desnuclearizado, las personas en el primer bando creen que la defensa contra misiles sólo desviaría los esfuerzos para la abolición y haría que el mundo, de por sí inestable, fuese mucho más peligroso.

El segundo bando acepta la idea de que las armas nucleares realizan una función limitante, pero cree que este beneficio es sobrepasado por los riesgos asociados como el uso accidental o los peligros de la seguridad nuclear. Muchos de los que tienen esta opinión, aunque alguna vez tuvieron esperanzas de una reforma de la arquitectura actual de la seguridad global para permitir el desarme, han abandonado esta ambición. Ahora esperan que los estados dotados de armas nucleares reconozcan los riesgos intrínsecos de la posesión de armas y que procedan hacia la abolición de las mismas. En dicho escenario, los gobiernos concienzudos podrían cooperar para establecer un sistema global de defensa contra misiles que haría obsoletos los misiles nucleares. Por lo tanto, se podría convencer que los reductos nucleares sean desarmados.

A primera vista, el argumento de aquellos a favor del desarme es atractivo. Cualquier uso de armas nucleares seguramente tendría consecuencias catastróficas para el mundo entero. Pero como la mayor parte del planeta depende de una manera u otra de las armas nucleares para la seguridad —y sin serias discusiones futuras para la reforma de la arquitectura actual de la seguridad global— la abolición sigue siendo un castillo en el aire, sin importar cuán deseable sea como objetivo. Por ende, los sistemas de defensa contra misiles deben ser evaluados dentro de un sistema internacional competitivo que actualmente existe, no dentro de un mundo hipotético de gobiernos progresistas. Hay pocas razones para creer que cualquier estado renunciaría a sus ventajas en el sistema de tecnología de defensa contra misiles, por el que trabajaron arduamente, u obedecer un sistema verdaderamente cooperativo.

Aquellos que buscan la estabilidad. Mientras tanto, el acercamiento teórico de los que quieren la estabilidad es caracterizado por la valoración del status quo y su perpetuidad. Los estabilizadores detestan el conflicto interestatal. Sostienen que en un mundo dotado de armas nucleares, es más importante que nunca que todas las naciones utilicen la fuerza militar sólo para asegurarse de la seguridad física contra agresiones extranjeras. Los estabilizadores tienen como objetivo evitar dilemas de seguridad y, por ende, buscan evitar guerras. Algunos estabilizadores recibirían la abolición de armas nucleares con los brazos abiertos, pero consideran que el futuro del desarme es sombrío; esperan que un proceso de paso a paso dé el resultado deseado. Otros estabilizadores aceptan la noción de que las armas nucleares generalmente estabilizan, y están dispuestos a vivir con los riesgos inherentes de las armas. Sin embargo, todos los estabilizadores no aprueban los desafíos del orden actual internacional.

Según los estabilizadores, el sistema de defensa contra misiles es tanto inútil como arriesgado. Inútil porque las capacidades altamente convencionales y nucleares de los estados dominantes pueden disuadir a aquellos a favor de la proliferación de emprender una aventura. Aunque las potencias nucleares emergentes podrían protegerse contra una invasión, no pueden someter a los demás; ellos saben que lanzar un ataque nuclear garantizaría una acción punitiva devastadora. El sistema de defensa contra misiles es arriesgado, entretanto, porque puede desestabilizar las relaciones entre las mayores potencias. Si una potencia nuclear teme que la mayoría de sus misiles serían destruidos en un primer ataque y que los restantes serían interceptados por la defensa contra misiles, construiría un arsenal más grande y desarrollaría sus propias capacidades de defensa.

Los argumentos de los estabilizadoresparecen bastante razonables desde la perspectiva de los aliados de segundo nivel en Europa. Estos países se han beneficiado del paraguas inatacable de seguridad estadounidense. La paz y la previsibilidad que redundan, han permitido el crecimiento económico y la prosperidad relativa. El espíritu aventurero de las nuevas potencias nucleares lejos de las costas europeas parece un problema gestionable para las nacionales tales como Rumania. El conflicto entre las grandes potencias les parece amenazadores. Ciertamente, parte de la tensión entre Estados Unidos y Rusia atañe en el sistema de defensa contra misiles. Pero esta última podría ser tan sólo un síntoma de un desacuerdo mayor entre dos naciones. Si ese es el caso, la prohibición de la defensa contra misiles no conseguiría mucho. En otro ámbito, las tensiones estadounidenses-rusas simplemente explotarían.

Intereses supremos. Los supremacistas, por otro lado, se concentran en la promoción del bienestar de sus naciones con todos los medios posibles. Consideran que se necesita resguardar al mundo para alcanzar sus intereses. La estabilidad tiene valor si el status quo es favorable, pero si no lo es, se pueden cambiar las circunstancias mediante el ejercicio del poder. Aunque las caja de herramientas del poder contiene varias herramientas, poder amenazar a los demás es esencial. Jugar con el poderío militar en un entorno nuclear obviamente es peligroso, y siempre hay una posibilidad de una escalada sin control. Sin embargo, los supremacistas se sienten cómodos dejando que sea fortuito.

Por ende, para los supremacistas, el sistema de defensa contra misiles es útil. Para estar seguros, a veces los estados más fuertes pueden disuadir a los estados nucleares débiles de comportarse temerariamente. Pero, si las preferencias de los estados dominantes chocan con los intereses fundamentales de los estados más débiles, el resultado es un desequilibrio de los riesgos que podrían prevenir que los poderosos doblaran el brazo del más débil. Un sistema razonable contra misiles con buen funcionamiento podría servir de antídoto a este problema. Debilitaría la capacidad del estado más débil de atacar al más fuerte, —así como la capacidad del estado más fuerte de infligir un castigo masivo—,  y robustecería la mano coercitiva de los poderosos. Aunque la defensa contra misiles podría afectar otras grandes potencias, también podría forzarlos a desviar sus pocos recursos hacia las salvaguardas para la disuasión nuclear. Esto debilitaría su poder en otras áreas.

Parece que los argumentos de los supremacistas parecen no ameritan el apoyo (salvo tal vez para los ciudadanos de los países supremacistas). De todas forma, desde una perspectiva rumana, el orden internacional actual dominado por EE.UU es muy positivo. Sin embargo, parece una apuesta arriesgada suponer que el orden internacional actual —tan favorable para mis intereses— puede mantenerse por una eternidad sin llegar a conflictos. Un nuevo orden global económico ya está en camino, y las potencias emergentes pronto exigirán tomar sus lugares en el planeta. ¿Cuál es la mejor manera de asegurar que cualquier transformación que se aleja del orden actual sea paulatina y no interrumpa? ¿Depender de la agilidad militar permitiría tal transformación, o sólo llevaría a la guerra y a la destrucción? Esto es el meollo de la cuestión.

Los despliegues actuales de defensa contra misiles de Estados Unidos son limitados y sin base alguna. Sin embargo responden bien a los intereses de los aliados de EE.UU. Representan un cable detonante estadounidense, uno que le da garantías a la élite de varios países que Washington está defendiendo su seguridad. Es difícil decir si el despliegue completo de las defensas perjudicaría o lastimaría más los intereses de los aliados de EE.UU. Ciertamente, si se considera el malo desempeño de la defensa contra misiles de EE.UU en varios ensayos recientes, esas defensas plenas tal vez no se vuelvan una realidad.

Evitando carreras armamentistas renovadas

¿Los acuerdos de control de armas deberían incluir límites en el sistema de defensa contra misiles? Solían tenerlos, bajo el Tratado de Misiles Anti-Balísticos de 1972. El tratado incluye límites, pero sólo en la defensa estratégica de misiles balísticos, y no en defensa contra misiles balísticos regionales o de teatro; no obstante, contribuyó a la estabilidad estratégica. Cuando Estados Unidos se retiró del tratado en 2002, y empezó en 2004 a desplegar capacidades de defensa contra misiles que no hubieran sido permitidas antes sin realizar el retiro, surgió la probabilidad aumentada de una nueva carrera armamentista nuclear.

Desde el fin del tratado, Rusia ha llevado a cabo una modernización profunda de su propio sistema A-135 de defensa contra misiles balísticos, supuestamente con miras a darle una estructura más escalonada. Sin embargo, el sistema ruso es operacional sólo alrededor de Moscú, y aunque es capaz de interceptar uno solo o tal vez múltiples misiles balísticos, sería bastante ineficaz en contra de los ataques masivos de misiles. Rusia, a diferencia de Estados Unidos, no tiene planes para ampliar su sistema de defensa contra misiles balísticos a lo largo y ancho del mundo.

Estados Unidos ya ha empezado a desplegar elementos básicos de lo que podría convertirse en un sistema global de defensa contra misiles. Esto incluye varios medios de interceptar los misiles balísticos intercontinentales, misiles balísticos lanzados por submarino y también misiles de alto alcance lanzados por aire, así como misiles balísticos de medio y corto alcance. Las capacidades del sistema de EE.UU aún tiene sus límites. Pero si el número de interceptores aumentara, y si su desempeño mejorara, se presentarían retos importantes para la estabilidad y la seguridad internacional.    

Las potencias regionales, en especial Rusia y China, están sumamente preocupados por los planes de EE.UU. de desplegar elementos de sistemas de defensa contra misiles en ubicaciones alrededor del mundo. Por ejemplo, los planes de George W. Bush de crear un "tercer sitio" en Polonia y la República Checa amenazó con una crisis en las relaciones rusas-estadounidenses. La crisis sólo fue evitada cuando el gobierno de Obama abandonó los planes de Bush en 2009, optando en su lugar seguir "un acercamiento adaptivo en fases"; básicamente, contrarresta las amenazas conocidas de misiles mediante métodos existentes, mientras se buscan nuevas tecnologías para contrarrestar  las amenazas que pudiesen desarrollarse en el futuro. De todos modos, Moscú sigue creyendo que los elementos del sistema de defensa contra misiles con base en Europa están dirigidos hacia Rusia, aunque lo niegue Washington. Las preocupaciones de Rusia no han sido mermadas por los recientes informes que algunos países de la OTAN están pidiendo que los sistemas de defensa contra misiles europeos se apunten formalemente en contra de Moscú.

Parece que Estados Unidos también podría establecer un sistema regional de defensa contra misiles en Asia,  —un Acercamiento Adaptivo de Fases en Asia-Pacífico— que supondría la cooperación de Japón, Corea del Sur y otros países de la región. Sería un sistema escalonado, cuyo primer nivel incluiría buques armados de combate en alta mar para interceptar misiles balísticos en la etapa de refuerzo, boost stage, o en la fase temprana de medio trayecto de vuelo. Los sistemas terrestres podrían ser parte del segundo nivel. Oficialmente, dicho sistema protegería a EE.UU y a las tropas aliadas y centros militares en la región de Asia-Pacífico de los misiles balísticos lanzados por estados como Corea del Norte. Pero China ve estos planes con recelo, y no nos sorprendería si Pekín tomara medidas paliativas en contra del despliegue de dicho sistema. El equilibrio estratégico de la región sería alterado bajo dicho escenario, los esfuerzos para alcanzar reducciones de armas serían entorpecidos, y la existencia de una carrera armamentista sería más probable.

Pero la mayor amenaza asociada a la defensa contra misiles balísticos de EE.UU. provendría del despliegue de las capacidades con ubicación espacial. Si Washington toma la decisión política de desplegar armas desde el espacio para interceptar los misiles balísticos, la militarización del espacio sideral sería inevitable. La comunidad internacional sería forzada a desobedecer el Tratado del Espacio Sideral. La carrera armamentista que resultaría en el espacio tendría consecuencias impredecibles y socavaría las bases de la estabilidad estratégica.

Pocas alternativas. Dado todo esto, es esencial que se establezcan límites en la defensa contra los misiles balísticos dentro del marco del régimen internacional de control de armas. ¿Cuáles son las alternativas para tal acercamiento? Sólo hay dos. Primero, el sistema de defensa contra mísiles podría convertirse en una acción de cooperación, algo que Rusia ha propuesto repetidamente a Estados Unidos, pero sin resultado alguno. Segundo, las potencias nucleares podrían participar en una carrera renovada de armas. Los expertos rusos ya están argumentando que, como respuesta de un despliegue estadounidense del sistema global de defensa contra misiles, Moscú deberá retirarse del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio y reanudar la producción de misiles balísticos de alcance corto y medio y misiles de crucero. (El gobierno de EE.UU., mientras tanto, argumenta que Rusia ya ha vulnerado este tratado).

Prevenir la proliferación de armas nucleares se encuentra entre las principales prioridades de la agenda de seguridad internacional. Tiene alta prioridad en las agendas de muchos países también. Sin embargo, forzar su cumplimiento en el régimen internacional de no proliferación será difícil si el desarrollo sin restricciones de los sistemas de defensa contra misiles conduce a los estados dotados de armas nucleares en llevar a cabo su propia carrera renovada de armas. El primer paso práctico para evitar este resultado sería responder a la defensa contra misiles en la siguiente etapa de negociaciones de control de armas entre EE.UU y Rusia.

No habrá estabilidad sin límites en el sistema de defensa contra misiles

Los analistas han estado analizando el sistema de defensa contra misiles y el impacto eventual en la estabilidad estratégica desde los años 1960, y la perspectiva básica que surgió décadas atrás aún perdura en la actualidad. Si una nación con armas nucleares puede desarrollar un sistema de defensa contra misiles capaz de neutralizar la capacidad de otra nación de represalias nucleares, los incentivos de la primera nación de lanzar un primer ataque aumentarían.

Esta situación socavaría la estabilidad estratégica, por lo tanto, los estados dotados de armas nucleares deben abstenerse de construir sistemas de defensa contra misiles que cubran territorios y poblaciones completos. En efecto, el Tratado sobre Misiles Antibalísticos de 1972 (Tratado ABM), la piedra angular del control de armas durante la Guerra Fría, prohibía el despliegue de sistemas de misiles antibalísticos, salvo cuando estuviesen cerca de capitales nacionales y cerca de lanzacohetes en silo para los misiles balísticos intercontinentales. Lamentablemente, Estados Unidos se salió del Tratado ABM en 2002 y empezó a desplegar su sistema de defensa contra misiles balísticos en 2004. Esto ha causado grandes preocupaciones en China y Rusia.

Estas preocupaciones se desprenden, no tanto de la arquitectura estadounidense actual de la defensa contra misiles balísticos, que es pequeña en escala y no muy eficaz, sino más bien por lo que podría convertirse la defensa estadounidense contra misiles. Hoy en día, Estados Unidos tiene 30 interceptores de misiles terrestres en Alaska y California. Se pronostica que esta cifra aumente a 44 para el 2017, pero aún un sistema de ese tamaño sería incapaz de neutralizar las represalias rusas. También sería incapaz de neutralizar la disuasión nuclear de China. Pero esto podría cambiar si el sistema demostrara mayor eficacia; algo por lo que Estados Unidos se ha esforzado mucho en conseguir.

Distinguir entre las ojivas reales y los señuelos es uno de los mayores retos a los que se enfrentan los sistemas de defensa contra misiles a medio trayecto. Para responder a este reto, Estados Unidos ha desplegado un radar de banda X en Japón y posiblemente en Corea del Sur. Además, está construyendo un nuevo radar terrestre de banda X. Está desarrollando un nuevo "vehículo asesino" —el segmento de un interceptor que, en efecto, destruye misiles— que será capaz de trasmitir fotografías. Esto ayudará a que Estados Unidos implemente una doctrina de fuego, conocido como shoot-look-shoot, que supone disparar fuego a un interceptor, esperar a ver si destruyo el blanco y disparar de nuevo si es necesario. Si Estados Unidos pudiera mejorar su capacidad de distinción lo suficientemente posible mediante medidas como éstas, neutralizar la disuasión nuclear de China y Rusia sería simplemente cuestión de desplegar suficientes interceptores.

Estados Unidos sigue afirmando que su sistema doméstico de defensa contra misiles balísticos sólo pretende defenderse en contra de las amenazas de Corea del Norte e Irán, y no de China y Rusia. Pero si el único fin del sistema es realmente muy limitado, Washington deberá aceptar límites en su sistema de defensa contra misiles. Pero sigue negándose. Rusia ha solicitado que Estados Unidos proporcione garantías legales de que sus interceptores no tendrán como blanco los misiles estratégicos de Rusia. Ha pedido garantías militares-técnicas de que el sistema de defensa contra misiles situado en Europa no neutralice los misiles estratégicos de Rusia. También ha sugerido que se establezca un sistema permitiendo que la OTAN y Rusia ejerzan conjuntamente el control sobre el lanzamiento de interceptores. Estados Unidos no ha querido aceptar todas estas propuestas, y me parece poco probable que Rusia y Estados Unidos lleguen a un acuerdo sobre la defensa contra misiles en un futuro cercano. Para Rusia, y en este sentido, también para China, la negativa de Washington de aceptar los límites sobres la defensa contra misiles sugiere que el sistema tiene un potencial subyacente para neutralizar los aspectos nucleares disuasivos de Rusia y China. También sugiere que el gobierno de Obama quiere proporcionar a los gobiernos futuros la flexibilidad para fomentar ese potencial.

Una política contradictoria. Un compromiso estadounidense indefinido de la defensa contra misiles balísticos obstaculizaría el proceso global de desarme y tal vez hasta provocaría una carrera armamentista nuclear renovada. En particular, sería muy difícil persuadir a Rusia, mientras que el futuro de la defensa contra misiles sea impredecible, de que la estabilidad estratégica puede mantenerse mientras se reduzcan los arsenales nucleares a niveles bajos. Moscú ya siente escepticismo sobre las reducciones nucleares debido a la capacidad de EE.UU para lanzar ataques convencionales de precisión, así como por el compromiso de Washington de robustecer cualitativamente sus fuerzas nucleares de ofensiva, aunque reduzca cuantitativamente su arsenal.

Desde la perspectiva de China, las cosas se ven aún peores. El arsenal nuclear razonable de China podría ser neutralizado hasta por un sistema de defensa contra misiles balísticos de pequeña escala de EE.UU., siempre y cuando el sistema sea lo suficientemente eficaz. Si los líderes de China llegaran a pensar que el sistema de defensa contra misiles de EE.UU pudiera neutralizar la disuasión de Pekín, podrían bien tomar la decisión de construir más armas nucleares para restaurar su estabilidad estratégica. El resultado sería una carrera armamentista defensiva-ofensiva.

El gobierno de Obama está ejerciendo una política nuclear contradictoria. Por un lado, el gobierno insiste en que "seguirá rechazando cualquier limitación negociada sobre las defensas de misiles balísticos estadounidenses". Por otro lado, expresa un deseo de mantener la estabilidad estratégica con China y Rusia, llevar a cabo más reducciones de los depósitos nucleares y trabajar para obtener un mundo sin armas nucleares. La paradoja es que la negación de Washington de aceptar los límites en la defensa contra misiles hace inalcanzables los otros objetivos del gobierno. Mantener la estabilidad estratégica y lograr avances hacia el desarme requieren que Estados Unidos acepte que se impongan limites en su defensa contra misiles, y también requiere que EE.UU. demuestre que sus defensas contra misiles son capaces de contrarrestar las amenazas sólo en contra de Corea del Norte e Irán y no de China y de Rusia.

Los acuerdos futuros de control de armas deben incluir limites en la defensa contra misiles. Dadas las preocupaciones de EE.UU sobre las amenazas de misiles de países como Irán y Corea del Norte, me parece simplemente impráctico resucitar el Tratado ABM e intentar "echarse atrás" con la defensa doméstica de misiles de EE.UU. Sin embargo los limites sobre las capacidades estratégicas de defensa deberán ser integrados en cualquier acuerdo futuro sobre las armas estratégicas y ofensivas. Si Rusia y Estados Unidos negociaran más tratados para reducir los arsenales nucleares, los límites de la defensa contra misiles deberá ser un elemento. Y si Estados Unidos cree que China no va expandir su arsenal nuclear, debe darle garantías a China de que la eficacia del sistema de defensa contra misiles permanecerá al mismo nivel razonable, aunque lo suficientemente robusto para contrarrestar los misiles intercontinentales simples y balísticos que Corea del Norte e Irán podrían lanzar, pero sin competir con los misiles sofisticados de China. Como un primer paso, Estados Unidos deberá demostrar la voluntad política para aceptar los limites en su sistema de defensa contra misiles. Esta es una condición previa para que cualquier diálogo serio para el control de armas avance.

Round 2

Estabilidad estratégica y control de armas: No es cosa sagrada

Apoyar los argumentos de la defensa antimisiles que sustentan mis compañeros de la mesa redonda Wu Riqiang y Tatiana Anichkina es una creencia básica para la eficacia de la disuasión nuclear y el interés fundamental en la preservación del status quo nuclear. Esperan mantener un ambiente en el cual la mutua destrucción asegurada, también conocida como "la estabilidad estratégica", impida que Estados Unidos utilice armas nucleares para obligar a China o Rusia a hacer concesiones dolorosas. Wu y Anichkina son los buscadores de la verdadera estabilidad del tipo que describí en la primera ronda.

Sus argumentos tienen sentido solamente dentro del estrecho marco de sus propias suposiciones y anhelos. Observadores con diferentes suposiciones —los defensores del desarme o partidarios de la supremacía nacional— simplemente tacharían sus argumentos como irrelevantes. Los defensores convencidos en pro del desarme, por ejemplo, creen que la disuasión no funciona. Los leves desequilibrios en los arsenales nucleares no tienen sentidos. Es la abolición lo que importa. Los supremacistas, si son honestos, admitirían que la superioridad nuclear es precisamente el objetivo de las defensas antimisiles efectivas. Sin embargo, los argumentos de Wu y de Anichkina sufren de varios defectos, incluso dentro del marco de la hipótesis de los mismos autores.

Mis colegas tienen razón en decir que, al margen que mejoren las defensas antimisiles de Estados Unidos, China y Rusia serán más renuentes a reducir sus arsenales nucleares. Pero para empezar, el arsenal de China es muy pequeño y Pekín tiene pocas opciones para recortar sus fuerzas. Rusia también parece haber agotado muchas de sus opciones de control de armas, especialmente tomando en cuenta la abrumadora superioridad en métodos militares convencionales de Estados Unidos. Así que los sistemas de defensas antimisiles de Estados Unidos parecen proporcionar tanto a China como Rusia una excusa conveniente para evitar discusiones sobre las reducciones nucleares. Pero en cualquier caso, desde la perspectiva de un país pequeño y no nuclear como el mío, ¿qué diferencia hay entre que Rusia pueda destruir a Rumania 1.000 veces o 2.000? ¿Por qué deberían los ajustes minúsculos de arsenales entre grandes potencias parecer verdaderamente relevantes a los rumanos?

Aunque todas las potencias nucleares reduzcan sus arsenales, creo que dichas reducciones jamás conducirían a la abolición en alguna ocasión. Pero dadas las suposiciones de Wu y de Anichkina acerca de la disuasión, no entiendo por qué favorecen el desarme nuclear total. El desarme total —a menos que estuviera acompañada de un gobierno mundial, o a menos que todo tipo de armamento fuera destruido— expondría a Rusia y China a la superioridad militar convencional de Estados Unidos, lo que llevaría a ambas naciones a desviar recursos importantes para actualizar sus fuerzas armadas convencionales. Si Rusia y China buscan estabilidad, no tienen razón alguna para favorecer el desarme nuclear. Cualquier promesa contraria no es más que la diplomacia pública.

¿Qué hay de la relación entre el desarme y la no proliferación? Anichkina presenta el argumento bien conocido que las reducciones nucleares son necesarias si el régimen de no proliferación espera mantenerse en alto; a su vez, el régimen es necesario para que la proliferación sea prevenida. Esta lógica parece atractiva, pero poca evidencia la apoya. Primero, la reducción limitada nuclear parece haber tenido un impacto muy modesto en el éxito del régimen de no proliferación. En segundo lugar, no queda claro cuánto crédito puede reclamar el régimen por haber detenido la proliferación en el pasado. Finalmente, mucha actividad de la no proliferación actual está ocurriendo fuera del régimen, a menudo como resultado de los esfuerzos estadounidenses. Por lo tanto, es exagerado sostener que todo el mundo que se opone a la proliferación debe oponerse a la defensa antimisiles de Estados Unidos.

En la segunda ronda, Anichkina enérgicamente argumentó que los sistemas de defensas antimisiles de Estados Unidos perjudican las relaciones de Estados Unidos y Rusia. No puedo contradecir el hecho de que los sistemas de defensas antimisiles de Estados Unidos son molestas para muchos dentro del aparato de planeación estratégica y nuclear de Rusia. Los despliegues actuales de defensa de misiles de Estados Unidos son inofensivos, pero Rusia tiene buenas razones para sospechar que Washington tenga intenciones supremacistas. (Una examinación minuciosa del comportamiento de Estados Unidos en las últimas dos décadas apoya esta sospecha). Pero por otro lado, Rusia tiene buenas razones para no gustarle cualquier despliegue militar de Estados Unidos en Europa central y oriental.

Moscú entiende, así como lo hacen los países en donde se despliegan los sistemas de defensas antimisiles de Estados Unidos, que la presencia estadounidense solidifica la alianza transatlántica y permite a las naciones anfitrionas comportarse de una manera menos complaciente hacia Rusia. Visto desde una perspectiva más amplia, la garantía de seguridad de Estados Unidos, de la cual los misiles de defensa son uno de los componentes —junto con la atracción económica de la Unión Europea— están sacando a los Estados de Europa Central y oriental de la esfera de influencia de Rusia. Las preocupaciones de Moscú sobre el hecho de perder influencia en Europa son legítimas. Pero, si Rusia desea prevenir esta tendencia, lo haría mejor al construir una sociedad libre y próspera dentro de sus propias fronteras. Protestar amargamente por la invasión de Estados Unidos y Europa occidental da pocos resultados.

La defensa contra misiles: el meollo de la cuestión

Liviu Horovitz señaló que los aliados de segundo nivel de EE.UU. en Europa no están muy preocupados sobre la capacidad de armas de "las nuevas potencias nucleares". Lo que en realidad temen es el conflicto entre las potencias mayores, en particular Rusia y Estados Unidos. Horovitz reconoce que la defensa de misiles puede crear tensiones entre las grandes potencias, pero concluye, en parte porque considera que "la defensa contra misiles sería sólo un síntoma de los desacuerdos más importantes entre [Rusia y Estados Unidos]" y que la defensa contra misiles de EE.UU, "también beneficia los intereses de los aliados  de EE.UU.". Pero desde la perspectiva rusa, la defensa contra misiles de ningún modo es un síntoma de los problemas con la relación rusa-estadounidense. Es una causa fundamental de los problemas en la relación.

En diciembre de 2001, cuando Estados Unidos anunció que se retiraría al siguiente año del Tratado sobre Misiles Antibalísticos, la respuesta rusa fue relativamente callada. Vladimir Putin calificó el retiro como una decisión "equivocada", pero no surgió una crisis, hasta 2006, cuando el gobierno de George W. Bush anunció sus planes de colocar elementos del sistema de defensa contra misiles en Europa del Este, cerca de la frontera con Rusia. Esta vez, la respuesta de Rusia fue bastante negativa. En efecto, Moscú amenazó con desplegar misiles nucleares de corto alcance en Kaliningrado.

Washington respondió a las preocupaciones de Moscú con algunas medidas transparentes. Sin embargo, al final Estados Unidos rechazó la propuesta rusa, hecha por primera vez en 2007, con la cual Washington hubiera obtenido acceso a la inteligencia proporcionada por los radares rusos en Gabala, Azerbaiyán y Armavir, a cambio de que Rusia desistiera de sus planes de colocar estaciones de radares e interceptores de misiles en Europa del Este. Asimismo, Estados Unidos rechazó la idea de Moscú de establecer centros de intercambio de datos conjuntos y evaluaciones de amenaza. Las relaciones se dañaron tanto que el diálogo bilateral, incluyendo las negociaciones de New START, casi llegaron a un punto muerto.

La situación mejoró por un poco, después de que Barack Obama instituyó su política "reset", un elemento clave en el cual se abandonarían los planes de las instalaciones de defensa contra misiles en Polonia y la República Checa. Sin embargo, las relaciones empezaron a verse perjudicadas de nuevo en 2010, cuando Estados Unidos rechazó el acercamiento "sectorial" de Rusia de construir un sistema balístico de defensa contra misiles en Europa. Conforme a su plan, Rusia habría tomado la responsabilidad por defenderse de misiles lanzados a Europa desde el sudeste. Para noviembre de 2011, la situación se había deteriorado a tal punto que el entonces Presidente Dmitri Medvédev anunció que Moscú tomaría contramedidas para permitir que Rusia destruyera el sistema balístico estadounidense de defensa contra misiles en Europa del Este.

Todo esto demuestra que, para Rusia, la defensa contra misiles no es un tema secundario. Se encuentra al centro de las relaciones con Estados Unidos. Moscú considera que la defensa contra misiles es un elemento potencial que cambiaría la dirección del juego para la estabilidad estratégica y la seguridad internacional. Y la respuesta de Occidente, en cuanto a la defensa contra misiles, es una prueba decisiva para saber si Rusia será tomado en serio como socio en el mantenimiento de la seguridad europea.

Tres son multitud. Viéndolo desde el punto de perspectiva de Wu Riqiang en sus dos ensayos de la mesa redonda, la defensa contra misiles tampoco es un tema secundario para China.

La potencia nuclear en tercer lugar en el mundo, a diferencia de Rusia y Estados Unidos, no se verá obligada por el régimen bilateral de control de armas nucleares. China sigue acumulando sus fuerzas nucleares y, recientemente, reveló la existencia del Dongfeng-41, un nuevo misil intercontinental balístico, posiblemente sería capaz de transportar vehículos de reentradas múltiples dirigidas independientemente hasta Estados Unidos. "Mientras [Estados Unidos] continúe robusteciendo su sistema de defensa contra misiles", un analista militar de China recientemente dijo, "el patrón seguirá siendo el de desarrollar un arma nuclear de tercera generación capaz de transportar múltiples ojivas".

Aunque el propósito oficial del sistema de EE.UU. para la defensa de misiles balísticos en Asia es de protegerse en contra de las armas nucleares de Corea del Norte, en realidad, el sistema parece que fue creado para prevenir que China alcance la paridad estratégica con Estados Unidos. Esto significa que involucrar a China más estrechamente en el proceso de desarme, y cambiar el marco de control de armas, de un marco bilateral a multilateral, será una perspectiva desoladora, aún si se supera la crisis en las relaciones de EE.UU y Rusia. Wu tiene razón cuando escribe que "la negación de Washington de aceptar los límites de la defensa contra misiles hace que el gobierno no pueda alcanzarlo [la meta del desarme nuclear] ".

Una mala idea para Corea del Sur

El sistema de defensa de misiles de EE.UU. beneficia los intereses de los aliados de EE.UU, esto es lo que argumentó Liviu Horovitz en la primera ronda. Puede que el argumento de Horivitz sea válido para su propia nación, Rumania, y para otros países en Europa. Pero, no es el caso en la región de Asia-Pacífico y, ciertamente, no es el caso para Corea del Sur.

El Acercamiento Adaptivo en Fases de Asia-Pacífico, el cual discutió Tatiana Anichkina en la primera ronda, es un sistema regional de defensa contra misiles que Estados Unidos concibe en Asia. Este sistema se establecería mediante dos series de diálogos trilaterales, uno con Estados Unidos, Japón y Australia, y otro con Estados Unidos, Japón y Corea del Sur. El eventual involucramiento de Corea del Sur es una preocupación prioritaria de China. Ciertamente, Corea del Sur es una ubicación excelente para los radares de defensa contra misiles para la supervisión de los lanzamientos de misiles de Corea del Norte, pero Corea del Sur también está al lado de China. La instalación ahí de sistemas de defensa contra misiles, intensificaría las sospechas chinas de que las verdaderas intenciones de Washington son de neutralizar la disuasión nuclear de Pekín.

Corea del Sur es renuente a integrar su propio sistema de defensa contra misiles, conocido como Korean Air y Defensa contra Misiles, al sistema global de defensa contra misiles de EE.UU. Seúl se ha comprometido en fabricar su propio sistema de defensa contra misiles para que sea más compatible con Estados Unidos, pero hasta ahora, sigue con su decisión de no unirse al Acercamiento Adaptivo en Fases de Asia-Pacífico. Esto, en parte, por las tensiones restantes de Seúl con Tokio debido a la guerra de Japón, pero, también en parte por los recelos de China sobre el sistema de defensa contra misiles de EE.UU. El interés primordial de Corea del Sur es la estabilidad en la península coreana; China juega un papel importante en la península. Corea del Sur provocaría a China si se uniera al programa de defensa contra misiles balísticos de EE.UU. Esto sería una mala idea. No obstante, Estados Unidos sigue presionando a Corea del Sur para que haga justamente eso.

En junio, el comandante de las fuerzas estadounidenses en Corea del Sur recomendó que la tecnología de defensa contra misiles de EE.UU., conocido como Defensa Aérea de Zona de Alta Altitud, fuese desplegada en Corea del Sur. Antes de esa recomendación, Estados Unidos había investigado sitios posibles para el despliegue del sistema. Pero el despliegue de este sistema representaría una amenaza al sistema de misiles convencionales y nucleares de Pekín, y también perjudicaría las relaciones entre China y Corea del Sur.

De cualquier modo, la supuesta razón detrás de la existencia del sistema de defensa contra misiles de EE.UU. en Asia es la amenaza de los misiles norcoreanos, pero esa amenaza a menudo es sobrestimada. En 1998, por ejemplo, la Comisión para la Evaluación de la Amenaza de Misiles Balísticos para Estados Unidos sostuvo que "las potencias emergentes con misiles balísticos" como Corea del Norte e Irán son capaces de desarrollar misiles intercontinentales balísticos "aproximadamente cinco año después de tomar la decisión de adquirir dicha capacidad". Dieciséis años después, esto parece una exageración seria. En junio de este año, Dean Wilkening, físico en Laboratorio Nacional Lawrence, dijo lo siguiente: "O, se concluye que Corea del Norte no tenía la intención de construir misiles intercontinentales balísticos, o es más difícil de lo que creían. Creo que lo último es más cierto".

Sí. Corea del Norte ha desplegado exitosamente un satélite. Sin embargo, Pyongyang deberá sobrepasar los desafíos serios antes de que pueda utilizar los misiles intercontinentales balísticos para desplegar un arma nuclear. Primero, necesita construir un lanzacohetes más poderoso que el actual que utiliza misiles de tecnología Scud. Segundo, debe desarrollar vehículos operables de reentrada. El funcionamiento de estos vehículos no puede ser comprobado en tierra o en despliegues espaciales; deben ser verificados con ensayos aéreos. Tercero, Corea del Norte necesita fabricar bombas nucleares lo suficientemente pequeñas para desplegar misiles balísticos intercontinentales. Esto significa que la comunidad internacional debe evitar que Corea del Norte realice ensayos de lanzacohetes poderosos, vuelos de prueba de vehículos de reentrada y lleve a cabo otros ensayos nucleares. Prevenir estas actividades no será fácil, y requerirá que la comunidad internacional coopere estrechamente. China podría tener un papel más importante en los esfuerzos internacionales, pero los incentivos de Pekín para la cooperación se reducirán si Estados Unidos despliega su defensa contra misiles por encima de las objeciones de China.

Round 3

La estabilidad estratégica: buena para aquellos que se benefician de ella

En esta mesa redonda, Wu Riqiang y Tatiana Anichkina han debatido de manera consistente a favor del mantenimiento de la estabilidad estratégica en el ámbito nuclear. Yo presenté varias razones para cuestionar el valor de la estabilidad estratégica. ¿Ahora bien, no estoy de acuerdo con mis colegas de la mesa redonda debido a que mi opinión sobre las armas nucleares es fundamentalmente diferente de la de ellos? No es así. Más bien, no estoy de acuerdo porque tengo una perspectiva diferente acerca de la estabilidad estratégica que Wu y Anichkina.

Mis colegas creen que la mutua vulnerabilidad entre las mayores potencias elimina la fuerza coercitiva como instrumento para resolver controversias entres ellas. Según ellas, esto evita la carrera armamentística y disminuye el riesgo de que las tensiones redunden en un conflicto; el mundo sería más estable y seguro, y todos los Estados se beneficiarían. La estabilidad estratégica entre las mayores potencias es buena para todos, así lo consideran mis colegas, y todos deberían de apreciarla.

Ciertamente, entiendo por qué Wu y Anichkina no quieren que sus propias naciones (China y Rusia) se expongan a la superioridad militar estadounidense y por qué argumentan a favor de la mutua vulnerabilidad en el ámbito nuclear. Sin embargo, sus argumentos son equivocados cuando se aplican de manera universal. "La estabilidad" podría alinearse bien con los intereses de Rusia y China, pero no hay fundamento para creer que se alinea con los intereses de todos los demás.

El sistema internacional, para bien o para mal, es sumamente competitivo. Los gobiernos promueven sus intereses por medio de cualquier instrumento de poder a su disposición. Las naciones cooperan entre sí todo el tiempo, pero sucede más a menudo que un Estado puede velar por sus intereses solo a costas de otro. En tal entorno, la estabilidad estratégica entre las mayores potencias podría tener consecuencias indeseables para los Estados menos afortunados. Es decir, la mutua vulnerabilidad entre Estados Unidos, China y Rusia disminuiría la capacidad de Washington de limitar las acciones tanto de Pekín como de Moscú. Así China y Rusia estarían libres para promover sus intereses, como les plazca, dentro de sus vecindades. Por lo menos en el caso de Rusia, la experiencia histórica no sugiere que una mayor "estabilidad" pueda producir lo que Anichkina llama " un espacio común de seguridad en Europa". Al contrario, permitiría que los poderosos se salieran con la suya mientras los países débiles pagarían el precio.

La última vez que la potencia rusa no tuvo límites, la Unión Soviética expandió su esfera de influencia europea dentro de los límites de las fronteras previas de Alemania. Impuso en los estados satélites un orden político y económico que no pudo generar la riqueza y la prosperidad que el sistema occidental de Estados Unidos sí pudo imponer en otros lugares. Cualquier intento de evadir el dominio ruso rápidamente fue destruido. Posteriormente, la Unión Soviética colapsó, una Rusia débil no tuvo más opción que aceptar las numerosas limitaciones impuestas a su poder por Estados Unidos. Pero ahora, dos décadas después, una Rusia emergente resiente los límites en su influencia y utiliza su fuerza militar para controlar a provincias enteras.

No soy partidario de un acercamiento moralista en cuanto a la política internacional; solo sé que los fuertes pueden y los débiles sufren lo que deben. Entiendo por qué Rusia quiere preservar el acceso militar del Mar Negro y entiendo por qué los rusos quieren "la estabilidad estratégica". Sin embargo, no tienen razón los diseñadores de políticas en Europa Central y del Este en deleitarse con la idea de que Rusia gane más poder para maniobrar.

Por ende, sigo considerando que los intereses de los aliados estadounidenses en Europa Central y del Este aumentan más por los despliegues de defensa de misiles. Aunque la defensa antimisiles de EE.UU. es ineficaz, sigue reforzando el trato transatlántico. Es decir, una hegemonía lejana brinda a las naciones europeas un ambiente con seguridad benigna, a cambio del derecho de sentar pocas bases militares, participar en las guerras distantes de EE.UU. con un puñado de personal militar local y otras ventajas económicas nimias.

Desde la perspectiva de los países de Europa Central y del Este, el aspecto más importante de este acuerdo es que fomenta la democracia y promueve el crecimiento económico. Por ello, las potencias menores tales como Rumania están dispuestos a aceptar la idea de que la defensa antimisiles podría potencialmente provocar la inestabilidad estratégica. Para estar seguros, las carreras armamentísticas entre las mayores potencias serían problemáticas. Cualquier crisis intensificada entre ellas sería inquietante. Pero los beneficios de la "estabilidad" muy probablemente se acumularían para las mayores potencias a costas de las pequeñas potencias. Por lo tanto, las naciones de Europa Central y del Este —mientras la búsqueda de Rusia para adquirir influencia no les prometa mejores beneficios de los que resultan del trato transatlántico— harán lo posible para asegurarse que Estados Unidos mantenga su dominio sobre el continente.

¿El desarme? Claro, si trae consigo la estabilidad

Liviu Horovitz escribió en la segunda ronda que no entendía por qué "los buscadores de la estabilidad", como Wu Riqiang y yo, están a favor del desarme. Desde su punto de vista, el desarme nada más "expondría a Rusia y China a la superioridad militar y convencional de Estados Unidos" (a menos que se estableciera un gobierno mundial o se eliminara todo tipo de armas). Sin embargo, Horovitz también equiparó la estabilidad estratégica con la destrucción mutua asegurada, y las dos cosas no tienen nada que ver en lo absoluto. El hecho que Horovitz no puede distinguir las dos cosas puede explicar el porqué de su incapacidad de entender la razón por la que "los buscadores de estabilidad" favorecen el desarme.

Cuando Horovitz señala que la destrucción mutua asegurada “también se conoce como ‘estabilidad estratégica’", no reconoce que los conceptos más actualizados de la estabilidad estratégica engloban mucho más que las armas nucleares de largo alcance, que son tan vitales para la destrucción mutua asegurada. También comprende la defensa antimisiles, las armas convencionales de precisión, las armas espaciales, las armas nucleares tácticas y así en adelante. Aparte, Horovitz no reconoce que la estabilidad estratégica es, en las palabras de Wu, "un método indispensable para prevenir una carrera nuclear armamentista durante tiempos de paz y para prevenir una guerra nuclear durante tiempos de crisis". En el tema de la estabilidad estratégica, no se trata de cuántas veces podrían destruirse entre sí las potencias nucleares. Se trata de cómo evitar la destrucción desde un principio. Esto es precisamente lo que valoran más "los buscadores de la estabilidad".

Como "los buscadores de estabilidad" también entienden los peligros de las armas nucleares, tal vez sí favorecen el desarme completo. Sin embargo, el desarme no resolvería el problema para los buscadores de seguridad. Es algo que debe ser defendido si hará del mundo un lugar más estable y seguro. Sin embargo, antes de que el desarme pueda convertir al mundo en uno seguro, la seguridad global tendrá que ser reestructurada. El sistema internacional tendrá que asegurarse que todos los Estados gocen de la misma seguridad. Ningún experto razonable en control de armas, ya sea ruso, chino o estadounidense, argumentaría a favor del desarme completo si el resultado fuese la seguridad reducida.

Un ambiente difícil. Wu y yo hemos argumentado durante toda la mesa redonda que los despliegues de la defensa antimisiles socava la estrategia de estabilidad. Si Estados Unidos siguiera adelante con más despliegues, y Rusia y China no pudieran contrarrestar esos despliegues de manera que se mantuviera el equilibrio estratégico dentro del triángulo EE.UU-Rusia-China, el resultado sería una crisis en las relaciones político-militares entre los tres países. Esto no significa necesariamente que Rusia y China deban formar una alianza político-militar y preparase para una confrontación con Estados Unidos. Sin embargo, el ambiente político y sicológico sería inquietante.

Esto sería malo para todos los involucrados, incluso la Rumania de Horovitz. Por lo tanto, cuando Horovitz señala que los despliegues de la defensa estadounidense de antimisiles contribuye a la seguridad de los aliados de EE.UU., en el sentido que robustecen las garantías sobre la seguridad de Washington, él solo está considerando una sola parte del panorama. Si Estados Unidos llegara a construir un sistema funcional de defensa antimisiles que dejara a Rusia excluido, crear un espacio de seguridad común en Europa sería muy difícil. Aparecerían nuevas líneas divisorias. Cómo ayudaría esto a una nación como Rumania, pues no queda muy claro.

La estabilidad estratégica (aún) tiene sentido.

Estuve un poco sorprendido cuando Liviu Horovitz escribió en la segunda ronda que la reducción de los arsenales nucleares de las grandes potencias es de limitada importancia a los pequeños estados no nucleares como la propia Rumania de Horovitz. "¿Qué diferencia hace," escribió, "que Rusia pueda aniquilar a Rumania 1,000 veces o 2,000?" Pues no marca diferencia alguna, pero el hecho de que se llegue a detonar una bomba nuclear en Rumania sí lo hace. El progreso hacia el desarme importa para todas las naciones que no quieren ser un campo de batalla nuclear.

Horovitz también cuestionó el valor de la estabilidad estratégica, ilustrándola como tan sólo una estrategia para enfrentar los problemas que presentan las armas nucleares. Pero eso no es la manera en la cual Tatiana Anichkina y yo – "los buscadores de la estabilidad", en términos de Horovitz – vemos las cosas. Los buscadores de la estabilidad creen que mantener la estabilidad estratégica es un medio indispensable para prevenir la carrera armamentista nuclear en tiempos de paz y prevenir la guerra nuclear en tiempos de crisis. Para estar seguros, los responsables de políticas preferirían establecer una primacía estratégica: la habilidad de destruir por completo las armas nucleares de un adversario al primer golpe. Los diseñadores políticos que no disfrutan ser vulnerables a los ataques nucleares o a las represalias no son muy partidarios de la estabilidad estratégica. Pero las estructuras de fuerza estables hacen de la vulnerabilidad mutua un hecho, no una opción. Los responsables políticos simplemente lo tienen que aceptar.

Durante la Guerra Fría, ni Estados Unidos ni la Unión Soviética fue capaz de obtener la supremacía nuclear, por ende la estabilidad estratégica tomó la forma de la destrucción mutua asegurada. En la relaciones sino-estadounidense hoy en día, los estándares son (y deberían ser) diferentes. China nunca ha buscado alcanzar la paridad estratégica con Estados Unidos. El arsenal nuclear de Pekin siempre ha sido modesto en su tamaño y las armas nucleares chinas no están en grado de alta alerta. En efecto, el arsenal nuclear de China no le provee a Pekín la capacidad garantizada de tomar represalias ante un ataque nuclear. Al contrario el arsenal chino sólo provee "incertidumbre ante un primer golpe". Es decir, Estados Unidos carece de la confianza certera de que puedan destruir todas las armas nucleares chinas, mientras que China carece de la confianza de que al menos una de sus ojivas pueda sobrevivir a un ataque. Por ahora, hay suficiente incertidumbre para mantener la estabilidad en las relaciones sino-estadounidenses.

Pero un sistema de defensa de misiles más efectivo de Estados Unidos, que reduzca las probabilidades de que China pueda tomar represalias en contra de un ataque estadounidense, tendría el potencial de alterar gravemente la estabilidad sino-estadounidense. La mejor manera de posponer esta amenaza es que Estados Unidos acepte el límite en su defensa de misiles y que China acuerde mantener un arsenal pequeño. Washington se rehusa a aceptar cualquier límite, pese a sus declaraciones frecuentes de su voluntad de discutir defensas de misiles con China.

La raíz del problema es que algunas estrategas estadounidenses desean establecer la supremacía nuclear sobre China. Esto hace renuente al gobierno de Estados Unidos, vis-à-vis China, a declarar públicamente el uso del término "vulnerabilidad mutua". Por lo tanto, Estados Unidos solamente puede ofrecerle a China una forma flexible y ambigua de estabilidad estratégica.

Debido a las actitudes que prevalecen en Estados Unidos, las defensas de misiles de Estados Unidos probablemente crecerán de acuerdo a la velocidad de los avances tecnológicos. Será limitado sólo por el presupuesto. Temo el peor resultado: que Estados Unidos despliegue paulatina y unilateralmente mayores capacidades de defensa de misiles y que China responda construyendo más armas nucleares.



Topics: Nuclear Weapons

 

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