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By Alex Ezeh: ES, March 28, 2016
La tasa de crecimiento demográfico y el tamaño de la población: las personas tienden, a veces, a confundir estos conceptos al hablar sobre el rol de la población en el cambio climático. Por supuesto se trata de dos conceptos relacionados, pero que se diferencian considerablemente cuando se trata de considerar opciones de políticas para mitigar los efectos de la población sobre el cambio climático.
El primer ensayo de Wang Haibin de esta mesa redonda contiene un ejemplo de esta confusión. Es cierto, como sostiene Wang, que la tasa de crecimiento demográfico de China, del 1,25 por ciento entre 1987 y 2000, se redujo al 0,56 por ciento entre los años 2000 y 2014. Sin embargo, Wang se equivoca cuando, al minimizar el rol de la población en las emisiones de gases de efecto invernadero, contrasta el crecimiento acelerado de las emisiones en China con su crecimiento demográfico retardado. Así, pasa por alto que la población real de China, de 1,09 mil millones en 1987, aumentó a 1,27 mil millones en 2000 y a 1,37 mil millones en 2014. Se trata de un aumento demográfico muy importante, aun cuando la tasa de crecimiento demográfico haya sido más lenta en los últimos años, en comparación con años anteriores. Lo cierto es que el aumento de la población ha tenido mucho que ver con las crecientes emisiones de dióxido de carbono en China.
Sin dudas, si la tasa de crecimiento demográfico de ese país no se hubiera reducido desde la década de los ochenta, la huella de carbono de China sería hoy mucho más pesada. El Partido Comunista chino sostiene que la política del hijo único evitó 400 millones de nacimientos, un número más grande que la población total de cualquier país del mundo, excepto India y la misma China. La política del hijo único no puede consentirse. Sin embargo, debemos reconocer que tuvo más resultados para el medio ambiente a nivel global que cualquier otra política estatal en el mundo.
Ahora bien, la buena noticia es que existen políticas que pueden influir sobre las tasas de crecimiento demográfico y que, a diferencia de la política del hijo único, respetan el derecho de las personas a hacer opciones reproductivas individuales. Esto no se aplica al tamaño de la población actual, que solo puede modificarse drásticamente a través de medidas impensables, como el genocidio y la expulsión forzosa.
Esto me lleva a estar de acuerdo con la afirmación de Wang de la Primera Ronda en el sentido de que "la mejor forma de limitar las emisiones de dióxido de carbono es a través del cambio de conductas, no limitando la población." Estoy de acuerdo porque, limitar la población, bajo cualquier circunstancia, no es ético y constituye un acto criminal. Ahora bien, es posible limitar la tasa de crecimiento demográfico, garantizando el acceso universal a los servicios de planificación familiar voluntarios, alentando a las mujeres a que se casen más tarde y mejorando su educación. Estas son herramientas políticas eficaces que acarrean enormes beneficios para las personas, las sociedades y el medio ambiente. De hecho, la medida más sencilla para modificar las conductas por el bien del clima es ayudar a las mujeres a prevenir embarazos no planificados.
Wang expresa una fe enorme en el potencial de la buena gobernanza para abordar los problemas del cambio climático, así como en la capacidad de las personas, una vez que la buena gobernanza las ha liberado de sus necesidades, de actuar de formas que beneficien al medio ambiente. Sin embargo, exagera sus argumentos. Así escribe, por ejemplo, "cuando la gobernanza es deficiente, probablemente una mayor población originará más contaminación", mientras que, en las sociedades bien gobernadas, "una mayor población solo aumenta las posibilidades de que los seres humanos descubran soluciones brillantes a los problemas que enfrentan". El problema con este razonamiento es que los países más ricos contaminan más que los más pobres, y las poblaciones más grandes (en igualdad de condiciones) contaminan más que las poblaciones más pequeñas.
No niego que, para abordar los desafíos del cambio climático, es necesario que los sistemas del planeta estén bien gobernados. De igual forma, la erradicación de la pobreza depende en parte del establecimiento de una buena gobernanza política. No obstante, abordar el cambio climático acabando a su vez con la pobreza será muchísimo más fácil si, en todo el mundo, puede separarse el sexo de la reproducción. Acabar con la tiranía de los embarazos no deseados es un elemento clave para establecer una forma de economía verde que, por un lado, saque a las personas de la pobreza y, por el otro, ayude a evitar las peores consecuencias del cambio climático.
Así que, nuestra colega Alisha Graves, que defiende el "sexo verde", ha dado en el clavo. ¡Apostemos al verde!
Topics: Climate Change
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