No existen obstáculos insalvables para la renuncia al primer uso

By Ta Minh Tuan: ES, October 9, 2016

Las deliberaciones del presidente Obama sobre si declarar o no una política de renuncia al primer uso de las armas nucleares de Estados Unidos han dado lugar a la polarización de opiniones en un espectro de expertos en política y seguridad. Quienes se oponen al cambio sostienen que una política de renuncia al primer uso atemorizaría a los aliados de ese país (en particular a Corea del Sur y Japón), indicaría debilidad (al menos a los ojos de Rusia, China y Corea del Norte) y menoscabaría la capacidad de Washington para disuadir a posibles adversarios. Quienes están a favor argumentan que la renuncia al primer uso contribuiría a la previsibilidad de la postura nuclear de Washington, con lo que los esfuerzos de Estados Unidos para hacer del mundo un lugar más seguro ganarían credibilidad, sin afectar, a la vez, la confianza de los aliados en la disuasión ampliada de EE. UU. Ahora, tras el quinto ensayo nuclear de Corea del Norte, que hasta ahora ha sido la prueba más poderosa de Pyongyang, las posibilidades de que Obama instituya una política de renuncia al primer uso parecen tenues. Aun así, vale la pena examinar las posibles implicaciones de una política estadounidense de renuncia al primer uso para Asia Oriental y Sudoriental.

Para comenzar, cabe destacar que las repercusiones para la seguridad de una política de renuncia al primer uso serían mayores en Asia Oriental que en Asia Sudoriental. El impacto de esta política en Asia Oriental implicaría percepciones, actitudes y reacciones de Rusia, China y Corea del Norte -tres Estados con armas nucleares- así como de Japón y Corea del Sur, dos países con la tecnología necesaria para fabricar armas nucleares.

Rusia y China, las principales potencias nucleares de la región, probablemente acojan una política estadounidense de renuncia al primer uso. Convendría a sus intereses (o, al menos, no tendrían nada que perder). Sin embargo, a pesar de lo que sostienen algunos, Moscú y Pekín no interpretarían el cambio de la política estadounidense como una señal de debilidad. Son plenamente conscientes del daño que el ejército de EE. UU. es capaz de infligir a sus enemigos sin el primer uso de armas nucleares. Ni Rusia ni China subestimarían el poder militar de Estados Unidos solo debido a una política de renuncia al primer uso y, por lo tanto, no se sentirían tentados a comportarse con más firmeza o a socavar los intereses estadounidenses en Asia Oriental. En resumen, una política de renuncia al primer uso de EE. UU. no supondría ninguna tensión adicional o amenaza para la seguridad entre Estados Unidos, Rusia y China.

Por otro lado, Corea del Norte podría representar un problema. Cuando Pyongyang lleva a cabo reiterados ensayos nucleares desafiando las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y las sanciones internacionales, demuestra claramente que no le importan las preocupaciones de sus vecinos en materia de seguridad. A su vez, si Washington ahora declara que nunca iniciará un primer ataque nuclear, Pyongyang podría sentirse alentado a seguir adelante, incluso con más firmeza, con su propio programa de armas nucleares. En este caso, el peligro más grave sería un efecto de bola de nieve, es decir que, debido a la intensificación de las ambiciones nucleares de Pyongyang, aumente la inseguridad entre los vecinos de Corea del Norte y los obligue a adoptar contramedidas, como una mayor dependencia de la protección de Estados Unidos. Es posible que esta situación provoque tensiones adicionales en las relaciones de estas naciones con Corea del Norte, y quizás con China y Rusia, lo que podría llevar, a su vez, a que estas destinen aún más recursos para sus ejércitos. Lamentablemente, Pyongyang desea que Corea del Sur y Japón sientan temor, ya que esto proporciona al Norte un mayor poder de negociación. En consecuencia, en la medida en que una política de renuncia al primer uso de Estados Unidos provocara inseguridad en Seúl y Tokio, Corea del Norte sería el principal beneficiado. Pyongyang podría convertirse en un actor importante en la seguridad de Asia Oriental.

Japón y Corea del Sur serían aparentemente los países de Asia Oriental a los que más afectaría una política estadounidense de renuncia al primer uso. Su seguridad depende en gran medida de la protección militar estadounidense, incluyendo el paraguas nuclear, que ofrece disuasión contra Corea del Norte en primer lugar y contra China y Rusia en segundo lugar. Sin embargo, el concepto de que Tokio y Seúl tienen ejércitos débiles simplemente es incorrecto. Por el contrario, sus ejércitos están entre los mejor equipados y más avanzados de Asia. Durante un conflicto armado o guerra convencional, tanto Japón como Corea del Sur podrían enfrentarse con eficacia a cualquier potencial enemigo de Asia Oriental, y quizás sea la falta de armas nucleares de estos dos países lo único que evita que sean considerados los países más poderosos del mundo, tanto a nivel político como económico, y sí, también militar. Así pues, la disuasión ampliada de Washington alivia a Japón y Corea del Sur de sus preocupaciones sobre las amenazas nucleares. Pueden manejar otras amenazas por sus propios medios.

Aun así, con una ambiciosa Corea del Norte con armas nucleares como vecina, Tokio y Seúl podrían ver en la política de renuncia al primer uso de Estados Unidos un motivo válido de preocupación. Sin embargo, no tendrían ninguna razón legítima para desarrollar sus propias armas nucleares; siempre y cuando se mantuviera la disuasión ampliada de EE. UU., la renuncia al primer uso no contribuiría en nada a aumentar las posibilidades de un ataque nuclear de Corea del Norte. En lugar de ello, las preocupaciones en materia de seguridad de Tokio y Seúl aumentarían si, a causa de la política estadounidense de renuncia al primer uso, se trastornara el equilibrio nuclear de la región, y esto diera lugar a hostilidades entre las potencias nucleares de la misma. Sin embargo, existen pocas evidencias que sugieran este resultado.

Mirando al sur. Si Obama establece una política de renuncia al primer uso, sus efectos serán mínimos para Asia Sudoriental. Desde 1995, la región se ha establecido como una zona libre de armas nucleares. Los países de la región adhieren a los principales tratados internacionales sobre no proliferación. Apoyaron el proceso de las Cumbres sobre Seguridad Nuclear (aun cuando no todos asistieron a las cumbres).

En las relaciones bilaterales de las naciones del sudeste asiático con Estados Unidos, China, Rusia, Corea del Norte, Corea del Sur y Japón, no existen problemas de seguridad graves excepto, quizás en el caso de China, el punto álgido del mar de la China Meridional. Ninguno de los seis países ha anunciado jamás que las naciones del sudeste asiático hayan sido objetivo de armas nucleares, y ninguna de ellas constituye en la actualidad una amenaza nuclear para Asia Sudoriental. Ninguna nación de esa región recibe disuasión ampliada de EE. UU., ni siquiera las Filipinas o Tailandia, las principales aliadas de Washington en la región fuera de la OTAN.

Para decirlo en términos sencillos, una política estadounidense de renuncia al primer uso no presentaría ningún problema para la seguridad de la región, y los países del sudeste asiático acogerían este cambio de política. Sin embargo, los países de esa región alentarían a Washington a adherir al Protocolo del Tratado de Bangkok, comprometiéndose así a honrar la zona libre de armas nucleares del sudeste asiático.

En Asia Oriental y Sudoriental, los impactos negativos para la seguridad de una política de renuncia al primer uso de Estados Unidos se compensarían fácilmente con sus beneficios. Obama probablemente no establezca una política de renuncia al primer uso, pero aquí se tienen esperanzas de que lo haga.

 



Topics: Nuclear Energy

 

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