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Estabilidad estratégica y control de armas: No es cosa sagrada

By Liviu Horovitz: ES, October 24, 2014

Apoyar los argumentos de la defensa antimisiles que sustentan mis compañeros de la mesa redonda Wu Riqiang y Tatiana Anichkina es una creencia básica para la eficacia de la disuasión nuclear y el interés fundamental en la preservación del status quo nuclear. Esperan mantener un ambiente en el cual la mutua destrucción asegurada, también conocida como "la estabilidad estratégica", impida que Estados Unidos utilice armas nucleares para obligar a China o Rusia a hacer concesiones dolorosas. Wu y Anichkina son los buscadores de la verdadera estabilidad del tipo que describí en la primera ronda.

Sus argumentos tienen sentido solamente dentro del estrecho marco de sus propias suposiciones y anhelos. Observadores con diferentes suposiciones —los defensores del desarme o partidarios de la supremacía nacional— simplemente tacharían sus argumentos como irrelevantes. Los defensores convencidos en pro del desarme, por ejemplo, creen que la disuasión no funciona. Los leves desequilibrios en los arsenales nucleares no tienen sentidos. Es la abolición lo que importa. Los supremacistas, si son honestos, admitirían que la superioridad nuclear es precisamente el objetivo de las defensas antimisiles efectivas. Sin embargo, los argumentos de Wu y de Anichkina sufren de varios defectos, incluso dentro del marco de la hipótesis de los mismos autores.

Mis colegas tienen razón en decir que, al margen que mejoren las defensas antimisiles de Estados Unidos, China y Rusia serán más renuentes a reducir sus arsenales nucleares. Pero para empezar, el arsenal de China es muy pequeño y Pekín tiene pocas opciones para recortar sus fuerzas. Rusia también parece haber agotado muchas de sus opciones de control de armas, especialmente tomando en cuenta la abrumadora superioridad en métodos militares convencionales de Estados Unidos. Así que los sistemas de defensas antimisiles de Estados Unidos parecen proporcionar tanto a China como Rusia una excusa conveniente para evitar discusiones sobre las reducciones nucleares. Pero en cualquier caso, desde la perspectiva de un país pequeño y no nuclear como el mío, ¿qué diferencia hay entre que Rusia pueda destruir a Rumania 1.000 veces o 2.000? ¿Por qué deberían los ajustes minúsculos de arsenales entre grandes potencias parecer verdaderamente relevantes a los rumanos?

Aunque todas las potencias nucleares reduzcan sus arsenales, creo que dichas reducciones jamás conducirían a la abolición en alguna ocasión. Pero dadas las suposiciones de Wu y de Anichkina acerca de la disuasión, no entiendo por qué favorecen el desarme nuclear total. El desarme total —a menos que estuviera acompañada de un gobierno mundial, o a menos que todo tipo de armamento fuera destruido— expondría a Rusia y China a la superioridad militar convencional de Estados Unidos, lo que llevaría a ambas naciones a desviar recursos importantes para actualizar sus fuerzas armadas convencionales. Si Rusia y China buscan estabilidad, no tienen razón alguna para favorecer el desarme nuclear. Cualquier promesa contraria no es más que la diplomacia pública.

¿Qué hay de la relación entre el desarme y la no proliferación? Anichkina presenta el argumento bien conocido que las reducciones nucleares son necesarias si el régimen de no proliferación espera mantenerse en alto; a su vez, el régimen es necesario para que la proliferación sea prevenida. Esta lógica parece atractiva, pero poca evidencia la apoya. Primero, la reducción limitada nuclear parece haber tenido un impacto muy modesto en el éxito del régimen de no proliferación. En segundo lugar, no queda claro cuánto crédito puede reclamar el régimen por haber detenido la proliferación en el pasado. Finalmente, mucha actividad de la no proliferación actual está ocurriendo fuera del régimen, a menudo como resultado de los esfuerzos estadounidenses. Por lo tanto, es exagerado sostener que todo el mundo que se opone a la proliferación debe oponerse a la defensa antimisiles de Estados Unidos.

En la segunda ronda, Anichkina enérgicamente argumentó que los sistemas de defensas antimisiles de Estados Unidos perjudican las relaciones de Estados Unidos y Rusia. No puedo contradecir el hecho de que los sistemas de defensas antimisiles de Estados Unidos son molestas para muchos dentro del aparato de planeación estratégica y nuclear de Rusia. Los despliegues actuales de defensa de misiles de Estados Unidos son inofensivos, pero Rusia tiene buenas razones para sospechar que Washington tenga intenciones supremacistas. (Una examinación minuciosa del comportamiento de Estados Unidos en las últimas dos décadas apoya esta sospecha). Pero por otro lado, Rusia tiene buenas razones para no gustarle cualquier despliegue militar de Estados Unidos en Europa central y oriental.

Moscú entiende, así como lo hacen los países en donde se despliegan los sistemas de defensas antimisiles de Estados Unidos, que la presencia estadounidense solidifica la alianza transatlántica y permite a las naciones anfitrionas comportarse de una manera menos complaciente hacia Rusia. Visto desde una perspectiva más amplia, la garantía de seguridad de Estados Unidos, de la cual los misiles de defensa son uno de los componentes —junto con la atracción económica de la Unión Europea— están sacando a los Estados de Europa Central y oriental de la esfera de influencia de Rusia. Las preocupaciones de Moscú sobre el hecho de perder influencia en Europa son legítimas. Pero, si Rusia desea prevenir esta tendencia, lo haría mejor al construir una sociedad libre y próspera dentro de sus propias fronteras. Protestar amargamente por la invasión de Estados Unidos y Europa occidental da pocos resultados.



Topics: Nuclear Weapons

 

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